IV
Camino entre los pasillos mordiendo su labio entre momentos de miedo y tocando cada cosa que se me hacia interesante. Había muchas escaleras, cada una te llevaba a un lugar distinto, había puertas y puertas que daban a diferentes locaciones de ese hermoso lugar y no podía faltar la cantidad enorme de habitaciones cuidadas o destruidas. Encontró un vestido amarillo en un ropero hermoso, lo tomó y se miró al espejo sin necesidad de ponérselo, luego lo dejó sintiéndose observada por dos cosas. En otra habitación había unos tacones color cobre y se los coloco mirándose al espejo, soltó una risita para volverselos a quitar ya que le quedaban pequeños y salió de ahí sintiéndose vigilada.
Cuando llego al lugar en donde había empezado a explorar el castillo miró hacia las únicas escaleras a las que no había ido en todo ese rato, quizá lo mejor era irse ya que empezaba a anochecer y las sombras de la oscuridad en ese palacio se veían terroríficas, las velas se prendían solas, pero con una leve llama que apenas y ayudaba a sus ojos a ver. Soltó un alarido de miedo cuando escucho que algo había chocado en el suelo rompiéndose como cristales.
—¿Hola? —llamó a la nada siendo su eco la única respuesta a sus palabras. Trago el mudo que empezaba a formarse en su garganta y se sentó en las escaleras temblando como cachorro bajo la lluvia. Entre más tiempo pasaba pensando en que hacer, más oscuro se volvía todo su alrededor sintiendo solo la luz en ella y todo lo demás desconocido a sus ojos. Se abrazo a sí misma maldiciendo su curiosidad.
¿Quién la mandaba a explorar ese lugar? Sabiendo que era algo enorme pudo deducir que tardaría mucho en recorrerlo por completo y ni un día le ayudó como para terminar de registrarlo, el ala oeste era la última que le faltaba y lo único que la dividía de ella y la torre eran esas escaleras. Luego estaba la segunda cuestión, se sentía hambrienta a más no poder, su estómago crujía pidiéndole a gritos que le diera algo de comer con urgencia e incluso sus piernas temblaban debido a la sed. Se maldijo incontables veces, tal vez si no hubiera hecho enojar al amo del castillo él mismo la habría llevado a la cocina desde temprano y no tendría tanta hambre, tal vez si su curiosidad no hubiera sido tanta se habría preparado ella sola un platillo mientras estuvo en la cocina.
En la oscuridad no podía saber por dónde ir y dudaba que el hambre la ayudara a conciliar el sueño, aún así no tenía muchos ánimos de dormir, estaba en un lugar aún ajeno a ella y las pesadillas iban a atacarla sin piedad como cuando era niña. Cabeceó un poco sintiéndose vencida por el cansancio, no podía, no quería, el hambre la despertaba, el miedo la paralizaba y el frío de estar en una escalera erizaba los vellos de su nuca.
Pudo ver una sombra caminar en el pasillo frente a ella y abrió sus ojos adormilados para mantenerlos atentos a su alrededor. Se levantó escuchando otra vez la madera chirriar y los pasos cerca de ella. No le importo nada más, se dio media vuelta temiendo por lo que sea que fuera eso y empezó a subir las escaleras que iban hacia el ala oeste.
Meliodas salió de entre las sombras con un platillo de carne y verduras para la intrusa, suspiro con desgana al verla correr de él nuevamente y siguió caminando con su muestra de paz en manos. Se quedó quieto al inicio de las escaleras que iban hacia lo que era su alcoba y frunció su ceño. ¿Qué estaba haciendo? Se veía estúpido y como un perro intentando seguirla a todas partes para demostrar que no era malo, o bueno, al menos no todo de él era malo. Si, es verdad que quería comerla pues su alma era algo que le seducia desde lo profundo de su ser, pero a la vez algo en lo profundo de su ser le rogaba no escuchar su demonio. Algo que había estado dormido durante siglos, esa poca humanidad que no se le había sido arrebatada cuando fue maldecido.
—¡Ragh! —azotó la comida contra la pared dejando que esta se rompiera en pedazo y la dejara manchada por completo y luego volvió a dirigir su mirada oscura hacia el lugar por el que ella se había ido minutos atrás. Si no iba a comer con él, entonces se podía morir de hambre si quería.
*
Elizabeth corrió aún más fuerte subiendo escaleras entre una tenue luz que le indicaba por donde ir, no sentía la presencia de nada detrás de ella, pero aún así no quería detenerse solo por ver como él lugar cada vez estaba más y más destrozado. Dejo de correr para empezar a trotar y finalmente dejó de trotar para empezar a caminar con su respiración agitada las piernas temblorosas y unas increíbles ganas de vomitar, ¿Qué iba a regresar? Su estómago estaba vacío sólo iba a soltar jugos gástricos y tal vez bilis. Aguanto lo más que podía ese sentimiento tan asqueroso de vaciar su estómago para seguir caminando. Lamentablemente no pudo, sus piernas flaquearon quedando recargada en la pared siendo observada por mascaras de demonio que la aterrorizaban y cerró sus ojos sin escuchar los pasos a su lado.
—Mademoiselle—
—¿Quién anda ahí? —grito ante el susurro que pincho su cabeza como una dolorosa lanza
—Il va bien ?— escucho que preguntaba amablemente si iba bien. Se sostuvo su cabeza con dolor sintiendo una presión como si alguien la estuviera rompiendo y volviendo a armar nuevamente. Esto ya no le sucedía, no le pasaba desde que había empezado a leer, pero en esos momentos estaba aterrorizada y sin ningún libro en sus manos. Las imágenes se hicieron borrosas ante sus ojos nublados por las lágrimas y gimió en bajo por el dolor
—Por favor basta—rogó a la nada
—Merde! ça saigne !—pudo ver como él dueño de esa voz se levantaba del suelo tras lo que parecía un fuerte shock y se iba acercando a ella. Elizabeth bajó su mirada titubeante y lo que vio aceleró su corazón aún más. Sus manos estaban llenas de sangre mientras de ella salía chorros y chorros de la misma sustancia, quiso vomitar nuevamente mientras su cabeza daba vueltas y aquella persona se acercaba a ella
—s'il vous plaît laissez-moi vous aider —
—No...No...—murmuró sin dejar de ver su propia sangre salir. No quería, ella rogaba por vivir un poco más y no morir de esa forma tan horrible. Varias imágenes más llegaron a su mente en forma de música celestial que aumentó el dolor de su cabeza.
Un sonrisa, una mordida feroz sobre su hombro, una herida de gravedad que la mareo volviendolo todo borroso, unos ojos verdes que la observaban con detenimiento y luego un terrible monstruo que rebajo su garganta dejándola sin aire
—¡No! —abrió sus ojos con la respiración agitada y las gotas de sudor frío cayendo por su frente. Coloco su mano sobre su pecho intentando controlar su propio corazón desbocado y miró a su alrededor. Estaba en la habitación en la que había despertado esa mañana, había más luz en su cuarto a diferencia de los pasillos oscurecidos y un deliciosos olor llegó hasta sus fosas nasales. Sin importarle que seguía siendo de noche se sentó en la cómoda cama y volteo a su lado izquierdo. Sus ojos bicolores brillaron del alivio al ver un plato con carne que aún desprendía algo de humo y los cubiertos perfectamente acomodados. No le importo si es que eso estaba envenenado o siquiera quien se lo había puesto ahí (aunque era un poco obvio quien había sido) y empezó a comerlo incluso con sus manos. Lo mordió degustando de aquella comida soltando un jadeo de placer al sentir su estómago un poco más lleno y empezó a devorarlo con rapidez incluso lamiendo sus dedos manchados de aquel sabor.
Estaba realmente delicioso y con el hambre que tenía era aún mas exquisito. Suspiró después de habérselo acabado agradeciendo en silencio por la comida y se levantó de la cama. Estaba demente su pensaba en dormir con la amenaza de sus pesadillas en su cabeza
—Pobre pequeña—escucho un susurro cerca de ella al mismo tiempo que las rosas empezaban a entrar por su ventana. Se tenso aferrándose a las sábanas y cerró sus ojos—¿No reconoces este lugar? —
—Las plantas no hablan—una risa burlona salió del viento que movió sus cabellos
—Oh pequeña niña, no soy una planta normal—eso era obvio, abrió sus ojos intentando ser valiente encarando a las rosas que rodeaban su cama amenazando con volver a lastimarla como lo había hecho antes—Que patética te ves—murmuró cerca de su oídos buscando que la curiosidad la comiera viva. Claro que la quería viva, solo las rosas sabían el porqué, pero eso no quitaba su misión de atormentar a aquellos pecadores que se habían atrevido a romper el orden natural de las cosas—Ni siquiera puedes reconocer a aquel al que llamas bestia fufufu—dio una sutil risita. Elizabeth no dejó de verlas con reto sin flaquear —Me das lastima—mordió sus labios carmines. Por fin las rosas empezaron a detenerse sin rozar siquiera sus largas piernas y se arrastraron por el suelo para dejar el lugar—Dulces sueños pequeña niña—escupió esto último siendo más brusca que antes y tapó la ventana. Solo hasta ese momento elizabeth soltó el aire que venía guardando en sus pulmones y se levantó de la cama. A diferencia de la otra vez, esta ocasión si se coloco las hermosas zapatillas, tomo el candelero en su mesa de noche y empezó a caminar por los pasillos del palacio para mirarlo.
Prefería deambular por ahí en vez de volver a conciliar el sueño de la muerte. Observó las pinturas desgastadas y rotas de una familia real que no estaba en los libros de historia, vio armaduras que de vez en cuando volteaban a verla asustandola en el momento y objetos de oro y plata que la asombraron. Nunca imagino poder ver algo de esos metales preciosos nunca en su humilde vida.
Imaginó que el amo del castillo había sido un príncipe demoníaco o algo por el estilo como para vivir en ese lugar tan lujoso. Nunca había pasado la noche en un castillo encantado, ni en un castillo en realidad por lo que recorrió cada lugar explorando sus alrededores resignada a que iba a quedarse en ese lugar. El rubio la venía siguiendo desde cerca oculto en las sombras como vio cobarde, pero no podía acercarse o volvería a espantarla, mucho más cuando estaba más oscuro que se costumbre.
No había podido soportar la idea de dejarla sin comer así que entre gruñidos y golpes a su mismo había hecho que sus utensilios prepararán otro plato más. No por nada era mágico ese lugar, de no ser así habría muerto de hambre muchas veces a lo largo de su estancia en ese lugar. Justo cuando subió para darle algo de comer la vio dormida en el suelo, no podía dejarla ahí por lo que la dejó en su habitación y luego le dejó su comida.
Despertó más pronto de lo que esperaba, comió más rápido de lo que creyó y cuando las rosas empezaron a entrar a su cuarto le impidieron verla y escuchar. Debía admitir que quería romper la puerta en ese momento para evitar que la envenenar a con mentiras o siquiera le hiciera algo. Si veía que esas malditas flores la tocaban no sabía de lo que podía ser capaz, ni siquiera comprendía esa necesidad de protegerla de todos e incluso de él mismo.
Cuando la vio salir se oculto lo mejor que podía y la siguió de cerca. Exploraba con curiosidad entre sonrisas y pequeños sobresaltos de miedo. Por primera vez en siglos las comisuras de sus labios se alzaron cuando ella acarició el cuadro decorado con oro. Se le veía tan curiosa y a la vez tan...cansada, ¿por qué una humana como ella no estaba durmiendo? Escucho como el estómago de la dama rugió aún con hambre. Si bien si había comido un poco, pero no tanto como para estar satisfecha.
Rompiendo con el orgullo que lo jalaba hacia la oscuridad de las tinieblas, la bestia salió de su escondite sintiendo sus manos sudar y su cara serena tensarse. Llegó hasta las espaldas de la mujer que seguía distraída admirando los bordes de la pintura desgastada de una familia real sin descendientes y ya fallecida y luego suspiro
—No conozco a esas personas—
—¡Kyaaaaa!—su grito resonó por todo el castillo, el candelero cayó al suelo en un sonido que la dejó sorda unos segundos y el fuego empezó a extenderse por la alfombra. Elizabeth sintió miedo al inicio sin saber que hacer, pero al ver la cara del inquilino de desaprobación y molestia supo que él no temía por su vida. En un movimiento de sus manos el fuego se extinguió tan rápido como se propagó y ambos se quedaron a oscuras, la luz de la luna hizo relucir los ojos de ambos y por míseros segundos ella pudo ver como sus cuencas se encontraron.
Esos ojos oscuros relucieron como si fueran obsidianas, como si fueran la mejor moneda con la que cualquiera podría comprar las joyas más caras que había en el mundo, las cosquillas en su vientre cuando parpadeo lento sin quitar esas obsidianas de ella y luego se hizo atrás cuando lo vio agacharse en la oscuridad, tomar el candelero y prenderlo con su propia mano con un fuego morado que le causó curiosidad. Ahora iluminados volvió a mirarla intensamente en un silencio tenso y le extendió la mano pidiéndole que la tomará. El aire se fue de sus pulmones al ver eso, meliodas rodó los ojos por ver lo temerosa que se veía y abrió sus labios para hablar
—Aún tienes hambre—exclamó suavemente haciendo revolotear las llamas que estaban cerca de su boca—Vayamos a la cocina—elizabeth lo miró nuevamente indecisa. Un viento levantó su camisón, el frío la hizo soltar un tenue jadeo 6 sin pensarlo mucho más decidió tomar su mano. El contacto entre ambas pieles causó desastres naturales en cielo y tierra, un terremoto sacudió un reino cercano, un huracán se llevó casas de algunos campesinos y las diosas cantaron las canciones del apocalipsis. Sus manos se sintieron extrañas al momento de tocarse, como si esa no hubiera sido la primera vez que lo hacían. Los ojos del demonio se abrieron de par en par mientras sus mejillas se teñian de un color rojo que lo hizo ver menos hostil y la dama soltó una pequeña risa sin tener miedo.
Al darse cuenta de esto meliodas bufo molesto dándose media vuelta aun tomado de la mano con ella y empezaron a caminar juntos entre los pasillos más iluminados con la vela que ambos tenían
—Escúchame bien, el castillo será tu hogar así podrás ir hacia cualquier lugar que tu desees—rompió el silencio entre ambos explicando lo que debía decir desde un principio—Ten cuidado, puede llegar a ser peligroso—
—Nuca había estado en un castillo encantado—el demonio soltó una risa algo espectral que extraño a la joven en vez de causarle temor—¿Qué? —
—Dudo que hayas estado en algún castillo antes —la de ojos bicolores frunció su ceño inflando sus mejillas, debía admitir que eso la había ofendido, inconscientemente empezó a menear sus manos de adelante a atrás sin temer de lo oscuro que se veía aún
—Eso es ofensivo—
—Nishishi—su risa...era algo extraña volver a escucharla después de tanto tiempo, incluso meliodas se había extrañado del sonido raro que su boca había sacado. Gruño levemente y se puso mortalmente serio—El único lugar al que no puedes ir es al ala oeste—
—¿Qué hay en el ala oeste? —el demonio la miró ligeramente molesto
—Es mi alcoba—murmuró, si es que estaba prohibido quería decir que no le gustaba que forasteros estuvieran en su habitación. Se sintió mal al instante, ella era una extraña en su hogar y por lo visto, los odiaba.
—Por cierto—este alzó una ceja, elizabeth agachó la mirada avergonzada con las palabras en su mente pero la lengua titubeante y tras prepararse, cerró sus ojos fuerte y abrió su boca—¡Lo lamento! —chillo en un grito que dejó estupefacto al amo del castillo—Lo que dije, yo solo estaba molesta y tenía miedo—meliodas no dijo nada, solo asintió con la cabeza incapaz de decir algo más presintiendo que sería incómodo si es que agradecía sus disculpas. Elizabeth se sintió tonta al no recibir una respuesta y pensó que todo su esfuerzo por disculparse había sido en vano, aún así, la bella no se quedaría con una duda que debía de resolver antes de resignarse a su destino—Por favor, amo, Quel est son nom? — el demonio se detuvo en seco sin despegar los ojos de ella. Su nombre...era algo que no decía hace mucho tiempo, era una palabra que había olvidado pero que siempre estaba presente, una inefable explicación de algo que consideraba irrelevante. Lo dudo unos segundo, pero por la morada decidida en ella supo que el peor error de su vida no era aquel que o maldijo, sería no haberle dicho su nombre a aquella curiosa mujer
—Meliodas, Je m'appelle Meliodas—
—Un gusto, señor meliodas—hizo una leve reverencia que fue correspondida por el demonio y siguieron su camino incapaces de decir palabra alguna. Llegaron a la cocina aún en un silencio denso sintiéndose aliviados de llegar a su destino, el demonio dejó las tres velas en el centro de la mesa del comedor para iluminar mejor, le dio una leve mirada a la humana dudando en lo que estaba a punto de hacer y luego, sorpresivamente, alzó las manos y todo cambió para ella.
Las luces se prendieron encandilando sus ojos, se escucharon ruidos desde atrás de la cocina y de forma inexplicable los platos, cucharas, cuchillos y tenedores salieron volando empezando a hacer una show para sus ojos, hacían formas en el aire, pasaban al lado de ella sin dejar de danzar e incluso llegó a imaginar una canción especial para la invitada de esa noche. La bella miró estupefacta como el blondo seguía sereno haciéndola disfrutar de lo que era el castillo encantado y cuando abrió su boca supo que esas palabras cambiarían su noche
—Sea bienvenida Mademoiselle a su cena—
*
Algo que debo de aclarar. Aun no están enamorados ni fue amor a primera vista, se están conociendo y están resignados a que pasarán mucho tiempo juntos por lo que lo mejor que pueden hacer es empezar a convivir ;D✨
¿Qué les pareció? ¿Les gustó? ¿Alguna teoría? Lamento si no están de acuerdo en que no haya sirvientes, pero mientras pensaba en esta historia y su trama supe que sería ilógico si los ponía por lo que se me ocurrió nada más que meliodas fuera el que controlará las cosas. Lamento si eso les molesta ^^"❤️
En fin, disculpen faltas de ortografía, si tienen dudas respecto a la historia pueden preguntar y sin más que decir nos veremos después
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro