Capítulo 5: Simples inicios
Harry Styles era un hombre simple, un alfa que no aspiraba a riquezas o reconocimientos; no eran de su interés, ni le quitaban el sueño. Él solo quería servir a su país y enorgullecer a su única hija.
Como pueden notar, metas claras y definidas.
No malentienda, esto no implicaba que amase la violencia o la guerra sin sentido que ha trascendido milenios y especies, le era ilógica la brutalidad de una raza diseñada para ser mejor que sus antecesores.
Sin embargo ¿quién era para juzgar? Él solo cumplía órdenes.
Y es que había días en que aún se sentía como ese pobre cachorro que hizo la acción correcta, en el momento adecuado, frente a un alfa extraño.
Es que una pequeña muestra de respeto cambió todo para siempre y no se arrepiente. Dejar atrás un hogar roto y un padre con un lazo muerto le salvó la vida y le otorgó un propósito y un amor puro.
Así que ahora solo vivía para su hija y para sí mismo, por su entrenamiento militar, su experiencia en campo y sus propias vivencias, el alfa no se caracterizaba por sentir culpa, hacía lo que debía y luchaba con dientes y garras sin pensar en nadie más.
Aunque algo en lo profundo de su ser le advertía que eso podría cambiar, una vocecilla que no se callaba desde el viernes pasado, Harry sospechaba que su lobo estaba enfermando y a esto se debía su insano comportamiento.
En su casa la indiferencia de su bella niña lo tenía irritable y para completar, la humillación le recorría como ocre por las venas cuando pensaba en el profesor Tomlinson.
Era claro que las largas horas de vigilancia, las noches de insomnio, los ataques de la insurgencia y explosiones en el campo de batalla le pasaban factura a su cuerpo y su lobo sufría por ello.
Era la única explicación para su desafortunado error de identificación y su peculiar comportamiento con el profesor. Nada más tendría sentido a su latido rápido y a la incomodidad en su propia piel cada vez que se cruzaba con el omega.
No obstante, era un hombre adulto y sabía reconocer sus errores, aunque odiase el proceso.
El alfa era apático a la asistencia médica, el penetrable olor a medicamentos mezclado con la desolación que caracterizaba a los hospitales le daba ganas de huir, a pesar de esto, si quería mejorar su relación con Hurricane debía afrontarlo como el digno militar que era.
Así que ahí se encontraba, en medio de una beta extremadamente embarazada y un pequeño niño con un brazo roto, esperando su turno.
Aburrido paseaba la mirada por el frívolo consultorio médico, deteniendo sus ojos en el reloj de pared frente a él, confirmando de nuevo que tenía más que tiempo suficiente para llegar a la reunión en el Internando.
Suspiró audiblemente, atrayendo la atención del pequeño a su lado izquierdo.
—¿Tampoco te gusta estar aquí? —preguntó el niño con curiosidad, Harry sospechó que se presentaría como alfa en un par de años, el cachorro aparentaba unos 8 años con su cabello negro hasta debajo de la barbilla, las pecas que decoraban su nariz le recordaba a su propia hija, si bien su forma de mirar le evocaba a sí mismo y no le gustaba.
Algo en el infante lo alertó de inmediato y sus instintos de protección se activaron, inhaló en búsqueda de alguna esencia en él, un rastro de emoción ajena que le ayudara a comprender la creciente preocupación que nacía en su pecho.
—No mucho —Harry a conciencia estiró su cuello para que el cachorro pudiese ver los tatuajes militares que denotaban en la zona— ¿Por qué estás acá?
El niño quedó en silencio, incómodo ante la pregunta del alfa y la fuerte presencia que este desprendía, el cachorro movió los ojos entre los tatuajes de Harry y su alrededor, buscando una explicación para el extraño interés de un adulto en él.
Harry esperó en silencio a que respondiera, la actitud del pequeño lo inquietaba, además, estaba seguro de ver una serie de moretones debajo de su chaqueta y su propia experiencia le otorgó imágenes mentales crueles que las explicaban.
—Confía en mí, quiero ayudar —murmuró el alfa por lo bajo, concentrado sus sentidos en el cachorro, detectando el rápido latido de su corazón y la falta de aroma de su parte.
El niño lo enfrentó pese a que denotaba no confiar en las intenciones de Harry hizo lo que se le enseñó, obedecer a un superior.
—Papá se enojó por mis notas, así que me castigó —El lobo de Harry se hizo sentir de inmediato, haciendo presencia con el cambio de color de verde a rojo en sus ojos, El alfa no requería escuchar más para entender.
La beta a su otro lado se quejó asustada, más instintiva que racional, seguramente por su embarazo era más sensible a los cambios de humor de los alfas.
—Quítate la chaqueta, cachorro —El tono alfa salió de inmediato, una orden que puso la piel de gallina a la beta e inquietó a la secretaría del consultorio.
Harry ignoró la evidente preocupación de las mujeres, esperó con paciencia que el cachorro de nombre desconocido cumpliera la orden y así lo hizo. Desconfiado, el niño se levantó de su asiento y con lentitud se quitó su prenda. Para el alfa fue fácil reconocer los pequeños tips en los movimientos del cachorro, cumplía la orden con pasividad y sin quitar la mirada, su respiración era pausada y se notaba que intentaba no hacer algo que produjera el malestar de Harry.
El pequeño sabía como evitar la furia de un alfa y la sospecha de ese conocimiento provocaba que el lobo de Harry quisiera abrirle el vientre al progenitor.
Un gemido bajo llegó a sus oídos en cuanto los brazos rasguñados del cachorro quedaron a la vista, la beta embarazada apestaba a desolación al igual que la secretaría. Cardenales de diversos colores decoraban la piel del niño que solo traía una camisilla de tiras.
Harry cerró los ojos un segundo y vio sus propias heridas de la infancia en ese inocente cachorro que solo iniciaba su vida.
—¿Quién te trajo? —exigió saber con el sabor de la sangre en su boca, sus colmillos eran visibles en ese punto. Seguía sentado en el mismo lugar con las manos en puños, enterrando sus propias garras en su piel.
El pequeño se quedó en silenció y muy despacio negó con la cabeza. No le contestaría.
Harry estaba a segundos de ordenarle con su voz alfa mas una falsa tos a sus espaldas atrajo su atención.
—Yo, ¿sucede algo?
Harry se situó de pie frente al niño, protegiéndolo con su cuerpo, listo para atacar de ser necesario. Para ese punto, su respiración se atascaba en su pecho y sus gruñidos ahogados lograban que su garganta vibrara.
Sin embargo, le fue imposible controlar su sorpresa al girarse y ver a una alfa entrada en años, tal vez 50 años o más. La dama lo encaraba sin una pizca de temor ante su evidente colera.
La alfa caminó hasta llegar al lado del niño, ignoró sin problema la esencia de Harry y con delicadeza le ayudó a colocarse nuevamente la chaqueta al pequeño.
Todo esto bajo la fúrica mirada de Harry.
—Para ser un militar eres demasiado impulsivo, cariño —agregó la mujer sin verlo, concentrada en su tarea—. No le hablas de esa forma a un cachorro abusado. No le confirmas lo que teme, que todos los adultos, que todos los alfas, están ahí para hacerle daño.
Las palabras de la mujer retumbaron en la mente de Harry y lo hicieron trastrabillar... por primera vez en minutos fue consciente de su postura, de sus ojos rojos y colmillos junto con garras ahora visibles, a su olfato llego el temor que embargaba a la beta en estado, y como esta se hallaba escondida detrás del mostrar, protegida tras la secretaría.
Se imaginó la vista que tendría el pequeño y aborreció su comportamiento una vez más. Solo deseaba ayudarlo, no asustarlo.
Harry apretó los ojos con fuerza y le ordenó a su lobo retroceder. Los niños eran su punto débil, le traían recuerdos que prefería ignorar.
Una fría caricia en su mejilla lo asustó, no esperaba algún toque en ese momento y abrió los ojos desconcertado y se encontró con fanales azules que lo detallaban a profundida.
La mujer no aguardó a que reaccionara y lo sujeto por la barbilla con una mano y sin verbalizarlo, exigió que Harry mostrara su tatuaje de identificación, que iniciaba en su cuello y finalizaba en su espalda baja.
El lobo de Harry se inclinó ante la superioridad de la extraña alfa, su olor, su presencia y su mirada llena de conocimiento lograba que Harry quisiera bajar la cabeza en señal de respeto, igual que pasaba con los superiores en las filas de la milicia.
A regañadientes mostró su cuello y la mujer le otorgó una sonrisa ¿maternal?, mientras se alejaba de él.
—Entiendo que tus intenciones son buenas, cariño, sin embargo, ahora eres un adulto, ya no eres un niño... ese niño —la alfa le hablaba con el mismo tono que usaban las madres para corregir el mal comportamiento de sus cachorros, provocando una nueva ola de vergüenza en Harry—. Además, tu primera reacción no debería ser el ataque. Es tu instinto que te exige protegerte, son los recuerdos que ignoras y que tu lobo aborrece, son los temores que jamás confesarás y está bien, solo recuerda que ya no eres él y que bajo tu piel corre poder que debe ser bien usado.
Con una última sonrisa guío con gentileza al cachorro sin tocarlo, juntos desaparecieron tras la puerta corrediza del lugar.
Quedó en medio de la sala de espera, conmocionado por las palabras de la alfa ¿lo conocía por casualidad? Sentía que en cualquier momento perdería la cordura de seguir con encuentros tan extraños.
—Señor Styles ¿me está escuchando? —una voz femenina llamó su atención y dirigió su mirada a la secretaria, que seguía en el mismo lugar con un rostro libre de emociones; su cuerpo aún fungía como escudo entre él y la otra beta—. El doctor Modreth lo atenderá, pase de inmediato.
Harry parpadeó confundido, su lobo gruñía por la montaña rusa de emociones que recorrían su sistema. Realmente temía por su cordura de seguir así. Ignorando a las mujeres, se dirigió hasta la oficina del médico para poder largarse de allí cuanto antes.
Con dos fuertes toques en la puerta de madera avisó de su llegada y una gastada voz autorizó su paso.
El alfa que lo observaba era el mismo que lo había atendido durante años, prácticamente desde la infancia. La reprobación estaba tallada en cada una de sus facciones y en su esencia también.
—Lo siento, Antoný —masculló avergonzado, con rapidez cerró la puerta y se ubicó en la silla frente al doctor que no respondió—. Creo que tengo un desequilibrio o alguna basura como esa.
Antoný alzó una ceja, frustrado con la actitud de Harry.
—Por lo que vi en las cámaras, creo que sí. Haré esto rápido para ti y me evitaré dolores de cabeza —entrecerró los ojos para ver bien en su equipo, y con facilidad digitó la información básica de Harry—. Pediré varios exámenes, que espero que te realices, y con base a lo que estos digan podremos continuar con un tratamiento o pasarte a revisión.
Harry se cruzó de brazos, en ese momento lo único que quería era irse al cuartel y distraer su mente de los últimos días.
—Harry, hazte los exámenes. No me hagas perder mi tiempo —gruñó Antoný ante el silencio de su paciente. La preocupación picaba en el fondo de su cerebro mas como el profesional que era no dejaría que el joven lobo lo notara. Su comportamiento no era normal, nunca lo vio tan irritable y con el lobo a flor de piel.
Algo pasaba y le preocupaba el bienestar del alfa.
—Lo haré —afirmó Harry pensando en Hurricane exclusivamente. Si realmente enfermaba ¿quién cuidaría a su pequeña? No tenía a nadie más.
Antoný asintió en confirmación y regresó a su papel de médico.
—Ahora cuéntame detalladamente que está pasando.
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La pierna de Louis no paraba de moverse, debajo de su escritorio parecía que tenía vida propia. El omega intentaba profusamente concretarte en la revisión de talleres que tenía en las manos, si embargo, sus ojos se perdían sin autorización entre la puerta y el reloj.
Destensó todo su cuerpo y giró la cabeza en círculos, por algún extraño motivo hoy sentía que su oficina era demasiado pequeña, lo sofocaba.
Pasó todo el lunes y lo que llevaba del día pensando en el bárbaro que Hurricane llamaba padre, los guantes que le prestó reposaban en el cajón de su escritorio, en cuanto subió la temperatura ayer, se los quitó y los guardó ahí. El olor que desprendía lo mareaban.
Asco, evidentemente.
Sin poderlo controlar más se levantó de un saltó y se encaminó para abrir la puerta, de igual forma a esa hora hacia algo de calor y era normal querer tener más ventilación.
De paso ¿por qué debía justificarse? Era su oficina y punto. Podía hacer lo que le diera la gana.
Enfurruñado consigo mismo, abrió la puerta de un golpe y un grito extremadamente agudo escapó de sus rosados labios.
—Mierda, ¿me quieres matar por casualidad? —rugió con una mano en el pecho, intentando que su corazón no escapara por su boca.
Harry parecía desconcertado, miró la hora en su reloj y constató que estaba a tiempo ¿por qué le gritaba?
¿QUÉ LE PASABA A LAS PERSONAS HOY?
—Espero que no hables de esa forma frente a mi hija —La expresión del alfa era una mezcla entre enfado y duda, miró fijamente a Louis esperando que lo invitara a pasar.
Louis abrió la boca, sorprendido y ofendido por el atrevimiento de aquel... imbécil, mal educado... que seguramente solo poseía el mínimo conocimiento sobre su propia lengua. ¿Quién se creía? Solo era el padre de una de sus estudiantes, nada más.
El padre de una de sus estudiantes... Mierda.
—Me disculpo —dijo mientras retrocedía, lo que menos deseaba era un llamado de atención por parte del director, en serio lo odiaba—. Me sorprendí un poco al verlo de pie frente a mi oficina —agregó sentándose en su silla y señalando el lugar donde Harry podía ubicarse.
El alfa frunció el ceño, la audacia de aquel omega le erizaba la piel.
—Usted me citó a esta hora y no tuve oportunidad de tocar la puerta —recalcó en un tono bajo, al estar en un lugar encerrado, el aroma de Louis lo estaba mareando. Con fingida pasividad se quitó la chaqueta militar que portaba y se sentó frente al profesor. Fue instintivo cruzar los brazos y marcar cada uno de sus músculos.
Su lobo se sentía acorralado al estar allí con alguien que reconocía como alfa pero era un omega, la comprensión entre su lobo y sus sentidos le daban ganas de gruñir y destrozar todo el lugar. Era un malestar que le picaba por toda la piel.
—Lo sé, solo que me perdí calificando los talleres de mis estudiantes, entenderá que requiere toda mi concentración y el tiempo se me pasó —mencionó Louis con indiferencia— Ahora sí, recuérdeme en qué puedo ayudarlo.
Harry respiró profundamente mas se arrepintió de inmediato, ahora casi podía saborear al omega que esperaba sus comentarios con obvia urgencia.
—Hurricane mencionó que usted es un experto en historia —su voz ronca provocó que la piel de Louis se erizara sin el alfa saberlo, sutilmente tosió para limpiar su garganta— Me gustaría que fuese su tutor, no se preocupe por el pago, puedo cancelar el triple de lo que solicita el Internado.
Louis ignoró el dragón que parecía vivir en su vientre y se concentró en las palabras del alfa. Con honestidad no creía que fuese lo mejor, no se veía conviviendo innecesariamente con aquella bestia humanoide. Estaba a punto de negarse cortésmente, pero la voz de Harry lo detuvo.
—Antes de que rechace la propuesta, recuerde que mi hija es una excelente estudiante, capaz de aprender y comprender muchas cosas que desconozco. Ella quiere ser historiadora como usted y trabajaba arduamente para lograrlo.
—Eso lo sé, no obstante, considero que no es la mejor idea.
—¿A caso me tienes miedo, Louis? —La mirada brillante y cazadora de Harry lo desafió, una sutil sonrisa marcada en su estúpido y atractivo rostro, le dejaban claro a Louis que se burlaba de él.
El alfa se regañó internamente por su comentario, no quería enojarlo, pero su lengua pensó antes que su cerebro y no pudo evitarlo, un gusto insano alegraba a su lobo al ver las mejillas sonrojadas del omega.
Louis calló por algunos minutos y con la expresión más frívola contestó:
—Me impresiona la capacidad que tiene para decir una estupidez tras otra —la sonrisa de Harry desapareció de inmediato—. Justo por este tipo de comportamiento dije eso y si bien su actitud no es la mejor y deja mucho que desear como uno de nuestros miembros militares, reconozco la capacidad académica y humana de Hurricane por lo que sí, le daré tutorías a su hija los días sábados a las 15:00 horas, durante tres horas. ¿Estamos de acuerdo?
El alfa lo miraba con la boca abierta, su cambio instantáneo de humor y postura lo sorprendieron, pasó de verse como un indefenso omega a una persona muy capaz de dispararle en ese momento.
Quería refutar su comportamiento mas no pondría en riesgo una segura reconciliación con Hurricane.
—Perfecto, le avisaré a mi hija para que le entregue todos los datos —aceptó levantándose y tomando su chaqueta, algo en él le decía que debía irse rápido porque el profesor cambiaría de opinión. Louis le entregó una cartilla con varios documentos sobre las tutorías y sin más Harry se despidió.
Sus exámenes del alfa se realizarían a lo largo de la semana por lo que esperaba pronto tener un conocimiento real de qué lo afectaba y mejorar su salud. Con el cargo y la responsabilidad que pesaba en sus hombros, un mínimo error podría costarle la vida de los suyos o propia.
—Señor Styles —llamó Louis desde su oficina, ahora con la tranquilidad de que arreglaría las cosas con Hurricane observó a conciencia al omega, su cabello estaba recogido en un moño mal amarrado, un abrigo de lana negro con líneas blancas verticales escondía su anotomía (no es que Harry tuviera curiosidad) y las clásicas botas militares le servían de recordatorio, Louis también era un militar, a pesar de ser docente prestó su servicio y lo más probable es supiera defenderse más que bien.
—¡Styles! Le estoy hablando —gritó Louis con sus brazos en la cintura y una ceja arriba, ¿el lobo a parte de no controlar su temperatura era sordo?
—¿Qué? —gruñó Harry sin dar un solo paso. Necesitaba volver a su trabajo y enviarle un correo a su hija con las buenas nuevas.
—Olvidó sus guantes, los que me prestó ayer —Louis estiró su mano con los dichosos guantes en ella.
—Ah, eso. Quédatelos. Los necesitas más que yo —sin más el alfa se giró y siguió su camino.
Nunca confesaría que sus pasos fueron más rápidos por temor de que el omega lo alcanzara. Eran solo unos malditos guantes. Nada más.
No era la gran cosa, por Dios.
No lo era.
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No sé que decir, estoy tan emocionada y feliz por todas las notificaciones, comentarios y nuevas personas que llegaron aquí. Les agradezco por cada uno de sus mensajes.
Intenté actualizar el sábado, pero el animo con el que estaba no era el idóneo. Gracias por leerme y regalarme un ratico de su tiempo. Me sorprende saber que estoy a punto de llegar a los 500 seguidores que es mucho más de lo que esperaba.
Cada uno de sus comentarios son muy importantes, no se alcanza a imaginar como motivan.
Deseo que estén bien y cualquier cosa mis redes están disponibles para hablar.
Feliz noche y mucho amor.
—Mey.
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