01
Aquel día, Jimin se encontraba sentado en una vieja silla de madera frente a la antigua y desarreglada cama de su abuelo.
El hombre de mayor edad se encontraba acostado de espaldas mientras dormía con dificultad, preocupando en demasía a su querido nieto.
Horas antes, lo había acompañado al hospital más cercano a su residencia, donde ya todos los empleados y pacientes los conocían gracias a sus constantes visitas.
El doctor Choi, un viejo amigo de su padre, se encargaba de atender al adulto mayor personalmente, procurando entregarle la información necesaria al más joven.
En reiteradas ocasiones, su abuelo enfermaba gravemente.
Un fuerte dolor en el estómago lo detenía de sus cotidianas tareas, vómito frecuente le perseguía sin parar, y la constante pérdida de apetito logró que el hombre bajara rápidamente de peso. Su débil cuerpo se encontraba ahora mucho más expuesto a todo tipo de enfermedades.
Jimin vivía con la angustia y el miedo de pensar que quizás lo que atacaba a su abuelo era algo mucho más serio y delicado, pero la gota que derramó el vaso fue cuando, en una de las tantas veces que el hombre se encontraba en el frío piso del baño vomitando, se topó con unas cuántas gotas de sangre entre aquella sustancia que el mayor intentó limpiar antes de que su nieto lo notara.
Jimin se maldijo a sí mismo al ver tal acción, por lo que, sin importarle demasiado las quejas y los ruegos de su abuelo por quedarse en casa, lo llevó al hospital para realizarle exámenes y saber qué pasaba.
Aquel día, luego de llegar a casa y acostar a su abuelo, Jimin decidió ponerle fin al llanto acumulado que parecía asfixiarle con cada paso que daba. Luego de varias semanas, por fin le entregaron los resultados correspondientes de acuerdo a aquel tormento que no dejaba en paz al mayor, y su llanto no pudo evitar volver en cuanto oyó el veredicto.
─Lo lamento mucho, Jimin ─murmuró el doctor con la voz apagada─. Tu abuelo tiene cáncer de estómago, y actualmente se encuentra en etapa tres, pero no durará mucho tiempo así si no recibe el tratamiento adecuado.
A Jimin se le vino el mundo abajo en cuanto escuchó tales afirmaciones.
No quería perder a su abuelo, no cuando él era la única persona por la que seguía luchando en este mundo.
─¿Cuánto cuesta el tratamiento? ─se atrevió a preguntar con pesar.
El doctor mordió su labio inferior, deseando no ver el rostro del chico en cuánto soltara la suma aproximada.
Y, tras esto, Jimin sintió todo perdido.
Deseaba ayudar a su abuelo más que a nada, pero su situación económica no era la mejor, y conseguir aquella cantidad en tan poco tiempo le era prácticamente imposible.
El doctor Choi, al ser un buen amigo de su difunto padre, reconfortó un poco al joven diciéndole que él podría internar a su abuelo mientras conseguía el dinero, y que, en lugar de pagar el total de la suma, le rebajaría un diez porciento.
Aquello era bueno para el preocupado y asustado Jimin que no deseaba perder por nada del mundo al hombre que lo crió, pero, al mismo tiempo, la incertidumbre y la desesperación por conseguir pronto algo de dinero lo consumía y lo obligaba a pensar en distintas posibilidades para lograrlo.
─Vas a estar bien, abuelo, lo sé ─susurró con dolor mientras tomaba una de las manos del mayor entre las suyas─. Te prometo que haré todo lo posible por conseguir el dinero suficiente y así costear tu tratamiento y tus medicamentos.
Una lágrima brotó de su ojo derecho.
Su abuelo seguía dormido, y pronto tendrían que llevárselo para internarlo, pero él aún no lo sabía.
Porque, en realidad...
¿Cómo le dices a una persona que amas que un cáncer se encuentra consumiéndolo y que no existe dinero suficiente para tratarlo?
•••
Jimin había terminado por fin el último trabajo del semestre.
Hace dos años había decidido estudiar pedagogía infantil, ya que le encantaba la idea de poder enseñarle a los niños.
Poseía aquel iluso y atesorado sueño de poder ser, algún día, un padre de familia. Quería amar a alguien con todo su corazón y formar un hermoso hogar para entregarle a su ángeles lo mejor de él y de su vida.
Pero como todo lo que él anhelaba, aquello continuaba siendo solamente un sueño.
Luego de enviar su trabajo, una notificación de la universidad le llegó directamente al correo, recordándole que debía inscribirse y matricularse para el siguiente semestre lo antes posible.
Para aquellos alumnos que poseían beca, aquel trámite no era necesario, pero para Jimin, quién, según el estado, no entraba dentro de los requisitos necesarios para poder portar una, debía pagar toda su carrera si quería graduarse.
Su abuelo era quién le ayudaba con eso, pues, a pesar de su edad, trabajaba en cualquier oficio que le ofrecieran con tal de sacar adelante a su nieto.
Jimin siempre deseó trabajar, pero el adulto mayor jamás quiso que el joven se preocupara de ambos cargos. Deseaba que su nieto solamente se dedicara a estudiar mientras él, aún con sus dificultades, era quién se encargaba de la entrada y salida de dinero en el hogar.
Ahora que su abuelo se encontraba en una delicada situación de salud, Jimin cayó en cuenta de que no podía realizar el pago correspondiente para el seguro de su matrícula.
Mordió su labio inferior y revisó la fecha límite para hacerlo.
30 de Julio.
Su mirada se desvió hasta el calendario colgado en la pared del comedor y un fuerte sollozo quiso abandonar su boca.
25 de Julio.
Era imposible conseguir la cantidad de dinero pedida en menos de cinco días.
Intentó comunicarse con alguna persona de administración, más nadie le contestó. Envió correos y realizó incontables llamadas a diferentes números que aparecían en la página principal de la universidad, pero nadie respondió.
Casi con resignación, decidió emprender un rápido viaje hacia su recinto de estudio. No quedaba cerca, pero yendo en su vieja y fiel bicicleta podía llegar en menos de veinte minutos.
Con el corazón acelerado y su respiración entrecortada, estacionó su bici en el lugar correspondiente y corrió hasta la entrada de la universidad que, para su suerte, se encontraba abierta.
─Señorita, buenas tardes ─saludó al llegar al mostrador de la recepción.
Una mujer de mediana edad lo observó con curiosidad antes de enfocar su vista en la pantalla del computador.
─Buenas tardes ─contestó la contraria con aburrimiento─. ¿Qué necesitas?
─Debo realizar el pago de mi matrícula para el siguiente semestre, pero no cuento con el dinero en estos momentos ─explicó─. ¿Existe la posibilidad de alargar el plazo por unos días más?
La probabilidad de que le dieran más tiempo para pagar era casi nula, pero aún no quería perder la esperanza.
La mujer lo observó casi con burla antes de responder.
─El plazo es el mismo para todos, sin excepciones.
─Pero si me dejaran explicar mi situación, quizás podrían...
Prontamente fue interrumpido.
─Te he dicho que el plazo es el mismo para todos, jovencito. Sin excepciones.
Jimin sintió una fuerte impotencia apoderarse de él.
Quiso llorar en ese mismo momento, pero tampoco deseaba verse tan vulnerable.
─Por favor, debe existir una posibilidad ─rogó despacio, mordiendo su labio─. Mi abuelo en estos momentos se encuentra muy enfermo y...
La irritante voz de la mujer lo interrumpió otra vez.
─No me interesan tus problemas. Ya te he dado una respuesta, así que si eso es todo, por favor, retírate. No me hagas perder más el tiempo.
La mirada del rubio bajó, y las primeras lágrimas se deslizaron con cuidado sobre sus mejillas.
Sinceramente, ya estaba cansado de las constantes desgracias que la vida le entregaba.
•••
Tras varias semanas donde no se cansó de luchar por conseguir trabajo, finalmente llegó a una concurrida y colorida cafetería que llamó su atención.
Durante aquel tiempo, Jimin fue rechazado en más de diez ocasiones, donde la desilusión y la desesperación parecían querer consumirlo hasta más no poder.
Reiteradas veces le dijeron que no debido a la falta de experiencia, a la aniñada e inocente imagen que denotaba, habladurías sobre que él no era lo que ellos buscaban, y un montón de ridiculeces más que terminaron por aplastarlo en su fiel decisión de conseguir empleo.
Finalmente, cuando paseaba con algunas de sus fichas en las manos, sosteniendo los pocos y escasos logros que había conseguido en su corta vida, su mirada se topó con un llamativo y gran cartel que colgaba de una de las ventanas de una hermosa cafetería de tonos azules.
'¡Se busca personal! Anímate. Estamos contratando en Bella Vita.'
Las nulas esperanzas volvieron a su cuerpo, y no tuvo noción de sus acciones cuando, inconscientemente, ingresó al local y la campana sonó.
─Buenas tardes, joven ─saludó una tierna chica de no más de veinte años─. Sea bienvenido a Bella Vita. Lo acompaño hasta una mesa ─mencionó con simpatía. Jimin intentó detener su charla, pero ella se adelantó─. ¿Desea ordenar algo?
─No, disculpa ─murmuró con cierta timidez─. Vengo debido a que vi el cartel que tienen colgado afuera. Estoy interesado en el trabajo.
La expresión de la chica cambió rápidamente.
Una ligera mueca de disgusto se posó sobre sus labios, más intentó no hacerla demasiado obvia y, nuevamente, sonrió, pero esta vez con algo de falsedad.
─Claro, sígueme.
Ambos caminaron sin apuro hasta la parte trasera de la cafetería, donde algunos camarines y varias puertas cerradas hicieron acto de presencia al ingresar dentro de un pequeño pasillo.
La chica se detuvo frente a la puerta al final del corredor.
Tocó suavemente y, tras unos segundos de silencio, se escuchó un fuerte 'Pase' que estremeció al rubio.
─Buenas tardes, jefe ─saludó la joven tras abrir la puerta y hacer una reverencia que Jimin no tardó en imitar─. Vino alguien interesado en el puesto de trabajo.
Un hombre, de no más de treinta años, levantó la mirada y observó con atención a Park, quién bajó la mirada nervioso.
─Puedes irte, Hyeri ─habló con amabilidad el desconocido.
Hyeri asintió y observó con indiferencia a Jimin, quién no entendió qué sucedía con su actitud, para luego marcharse.
─Así que estás interesado en el trabajo ─mencionó el sujeto con interés. Jimin asintió─. ¿Has trabajado como mesero antes?
«No, claro que no. De hecho, jamás en la vida he trabajado, y eso es lamentable».
Pensó con pesar.
Sabía que no podía contestar aquello si en verdad deseaba que lo contrataran, pero presentía que mentir tampoco le ayudaría a conseguir el puesto que necesitaba.
Si mentía y decía que había trabajado de mesero alguna vez, probablemente terminaría siendo despedido al no saber cómo realizar correctamente su trabajo.
Pero ser mesero no era algo tan difícil, ¿verdad?
─No, señor.
El hombre suspiró.
─¿Por qué quieres el empleo?
Esta vez fue Jimin quién suspiró.
─Necesito conseguir dinero para costear el tratamiento y los medicamentos de mi abuelo. Está muy enfermo y sólo me tiene a mí.
─¿Qué tiene?
La incomodidad se apoderó del chico, pero pensó que, aunque debiera causar pena para lograr obtener un empleo, lo haría.
Todo sea por la salud de su abuelo.
─Cáncer.
El hombre se quedó callado y Jimin no mencionó nada más.
El silencio se volvió algo difícil de soportar, y pronto el más joven pensó que el sujeto simplemente no sabía cómo decirle que no.
Estuvo a punto de despedirse para marcharse de ahí, pero las palabras del hombre lo tomaron desprevenido antes de hacerlo.
─Comienzas mañana mismo, ¿te parece bien?
El joven no sabía si en realidad había escuchado bien o solamente eran sus ilusas y desesperadas ganas de conseguir algo de dinero las que lo habían llevado a imaginar las palabras amenas de aquel hombre, pero fuese como fuese, por fin los labios de Jimin lograron formular una sonrisa.
La felicidad, después de tanto tiempo, lo inundó de pies a cabeza.
Sonrió agradecido y asintió eufórico.
Quizás, sólo quizás, las cosas comenzaban a mejorar para él.
•••
─¿Cómo te sientes, abuelo? ─preguntó Jimin con ternura en la voz.
Había decidido ir al hospital brevemente antes de asisitir a su primer día de trabajo.
El hombre mayor le sonrió con cariño, pero rápidamente frunció el entrecejo al ver a su querido nieto bien arreglado y con una mochila en su espalda.
─Bien, mi niño ─contestó con voz rasposa─. ¿Irás a la universidad?
La angustia respecto a sus estudios comenzó a martirizarle levemente.
Sabía que no podía decirle la verdad a su abuelo, ya que se encontraba complicado de salud. El doctor le había dicho que las noticias muy fuertes podrían afectarle negativamente, y lo que menos quería en esos momentos era complicar más la situación.
─Sí, debo terminar unos trabajos ─contestó con una fingida sonrisa─, pero quería verte antes.
─Oh, cielo, no debiste. Perderás tiempo y quizás llegues tarde.
─No, abuelo, tú jamás serás una pérdida de tiempo para mí.
El hombre se animó y abrazó con cuidado a su nieto, intentando transmitirle un poco de paz.
─Te quiero, Jimin. Prometo que me recuperaré pronto y saldré de aquí para acompañarte. Ya no seré una carga.
Unas grandes ganas de llorar consumieron a Park.
Sonrió forzadamente y asintió mientras se tragaba todas las ganas de derrumbarse ahí mismo.
─Te amo, abuelo.
•••
─¡Bienvenido a Bella Vita!
Los clientes entraban y salían, y Jimin sentía que, a pesar de ser su primer día, el trabajo no era pesado y era adecuado para su poco acostumbrado cuerpo que jamás había hecho algo así antes.
En esos momentos, se encontraba acomodando una de las pocas mesas que estaban desocupadas. Tarareaba una desconocida melodía en su mente cuando, de repente, la campana de la puerta sonó, indicando que una nueva persona había ingresado o salido del local.
Levantó la mirada sutilmente, y entonces todo pareció cambiar dentro de su perspectiva.
Un alto chico de piel blanquecina y cabello negro como el carbón se encontraba de pie frente a la entrada. Vestía unos pantalones sueltos oscuros y una polera pegada al torso del mismo color acompañada de una gigante camisa a cuadrillé roja.
─Bienvenido a Bella Vita ─lo saludó Hyeri con cierta picardía.
Jimin se quedó quieto en su lugar, sin apartar la mirada de aquel chico que, sin saber por qué, poseía algo que le atraía inconscientemente.
El chico saludó a Hyeri y comenzó a caminar en dirección a las mesas para poder sentarse y ordenar.
Jimin parpadeó un par de veces al notar aquella acción. Desvió la mirada y continuó ordenando las mesas, solo que esta vez fingía realizar su labor.
El joven pasó a su lado y se sentó frente a él, en la mesa de al lado.
Hyeri iba a dirigirse hasta él, pero un llamado del jefe la detuvo, por lo que se vio obligada a abandonar aquella idea.
Los clientes que se encontraban en la cafetería no eran muchos, y la mayoría estaban acompañados de alguien mientras disfrutaban de un delicioso café, un agradable postre y una amena conversación.
Jimin terminó de acomodar las mesas y las sillas con aburrimiento, iba a alejarse para limpiar el mostrador de la tienda, pero alguien interrumpió sus intenciones.
─Disculpa ─Una grave y varonil voz resonó dentro de sus oídos, erizando por completo su piel─, quisiera ordenar algo, por favor.
Giró sobre sus talones y observó con detenimiento al azabache que llamó su atención antes.
Ambos conectaron sus miradas con curiosidad, y ninguno pudo evitar pensar algo auténtico respecto al contrario.
«Es muy guapo». Pensó uno.
«Luce como un ángel». Pensó el otro.
Jimin se acercó lentamente hasta él, y sonrió con amabilidad cuando llegó hasta su mesa, sin apartar su mirada de la suya.
─Bienvenido a Bella Vita ─saludó─. ¿Qué desea ordenar?
El joven sonrió con simpatía, se acomodó en su asiento y dijo:─Un capuccino de vainilla, por favor.
Jimin asintió lentamente, creyendo fielmente que los ojos del chico podrían ser un nuevo tipo de droga que él, desde su ignorancia y poco tiempo, desconocía.
─Enseguida se lo traigo.
Y apenas se dio la vuelta, se preguntó a sí mismo cuál sería su nombre. Porque, extrañamente, tenía ganas de saberlo.
Tras varios minutos preparando el café del azabache, terminó y se dirigió con rapidez hasta él para entregárselo.
Ambos deseaban volver a mantener aquel sutil e íntimo contacto, y en cuanto Jimin depositó el vaso sobre la mesa, le sonrió y el chico jugueteó con el piercing que tenía sobre su labio inferior.
Jimin sintió unas inmensas ganas de juguetear con el también, y su corazón se contrajo al notar la interminable belleza del joven.
─Muchas gracias.
─No hay de qué. Si necesitas algo más puedes llamarme.
─Ten por seguro que lo haré.
Jimin volvió tras el mostrador y no desvió la mirada del azabache en ningún momento, y para su suerte, él le correspondía de igual o mejor manera.
El rubio se sentía como un inocente e infantil adolescente atrapado en las garras de un guapo y encantador joven que parecía decirle mucho y a la vez nada con una simple mirada.
No quería que se fuera, porque deseaba seguir viéndolo, pero el innegable momento debía llegar tarde o temprano, y cuando el chico se levantó de su asiento para dirigirse a la salida, su ánimo cayó.
El azabache no deseaba irse, más debía realizar ciertas labores antes de regresar a casa.
Antes de salir, volteó a ver al lindo mesero de Bella Vita. Sonrió para sí mismo y, del bolsillo de su pantalón, sacó un pequeño papel blanco. Tomó una lapicera que se encontraba frente al mostrador y anotó algo rápidamente antes de que el contrario se diera cuenta.
─Hey ─llamó su atención y, para su agrado, el chico le sonrió─. Gracias por la atención, creo que vendré por aquí más seguido.
─Será un gusto poder atender a un agradable cliente como tú.
Ambos pares de ojos conectaron con fuerza. Parecían leerse, más no entenderse.
¿Por qué?
El más alto deslizó sutilmente el papelito sobre el mostrador, empujándolo directamente dentro de uno de los bolsillos del delantal verde del mesero. Este último no lo notó, y entonces, ambos se perdieron en la mirada del otro antes de que el azabache decidiera despedirse del mayor.
«Espero que lo notes».
─Por cierto, soy Jeon Jungkook. Un gusto.
Extendió su mano y mordió su labio inferior.
─Park Jimin, y el gusto es mío.
Y entonces, un fuerte toque eléctrico los cubrió a ambos.
Separaron sus manos y Jungkook decidió alejarse de ahí, aún con la mirada perdida en los ojos de Jimin.
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