━ three: you're not alone anymore.
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•° CAPÍTULO TRES. °•
•── YA NO ESTÁS SOLO ──•
Lyanna arrugó su pequeña nariz varias veces al comenzar a notar cierto cosquilleo, se removió entre las sábanas y entreabrió los ojos aún adormilada para averiguar qué pasaba. Lo primero que vio fue un pequeño hocico blanco con unos cuantos bigotes, unos grandes ojos negros y después unas largas orejas. Era un conejo. Tenía un conejo blanco como la nieve encima de ella, lamiéndole la nariz.
—¡Es un conejo! —exclamó entusiasmada mientras se incorporaba para sentarse, provocando que el animal rodase por la cama—. ¿Cómo ha llegado hasta aquí? —Dudaba mucho que sus padres le hubieran comprado uno, a pesar de que ella se lo había pedido alguna vez.
La alegre e inconfundible voz de Jack llegó a sus oídos entonces y giró rápidamente la cabeza hacia la derecha, para encontrárselo sentando sobre el escritorio con una gran sonrisa. De nuevo, se había colado por la ventana para verla.
—¡Jack!
—Buenos días, pequeña princesa —la saludó él.
—¿Has traído tú al conejito? —inquirió a la vez que estiraba sus brazos para coger al animal y en el momento en que lo tocó, se dio cuenta de que estaba frío.
—Lo he hecho yo —corrigió Jack—. Pensé que te gustaría. —Después de todo, la habitación de la pelirroja estaba llena de peluches y figuritas de conejos.
Los marrones ojos de Lyanna se abrieron de par en par ante la revelación. Cada día se asombraba más con las cosas que podía hacer el contrario. ¡Era verdadera magia! Una magia hermosa e increíble, según ella.
—¡Me encanta! —afirmó feliz y miró de nuevo al conejo—. ¡Los conejitos son adorables! —Jack sonrió mostrando los dientes, pero frunció el ceño en seguida al escuchar sus siguientes palabras—: Seguro que el Conejo de Pascua también es muy adorable.
—Yo soy más adorable —farfulló celoso mientras hacía un mohín.
—Jack es como un niño grande —comentó ella riendo entre dientes y él solo terminó inflando los mofletes.
Entonces, el conejo saltó de sus brazos hacia el suelo y Lyanna se dispuso a seguirlo, bajó de la cama torpemente, dio un par de saltitos al notar lo frío que estaba el piso bajo sus pies y corrió tras él, mientras se escuchaba las carcajadas de Jack de fondo. El animal iba dando saltos por todo el mobiliario, se volvió a subir a la cama, así que Lyanna lo imitó, pero justo cuando estaba a punto de cogerlo, este comenzó a caminar por el aire, dando una vuelta alrededor de Jack mientras que ella se quedaba completamente consternada.
—¡Eso es trampa! —lo acusó a la vez que lo señalaba.
Jack rio todavía más fuerte, se acercó hasta la cama y sin previo aviso, cogió a Lyanna con las dos manos por su pequeña cintura y la elevó hasta colocarla encima de sus hombros. Ella emitió un gritito de sorpresa y luego bajó la cabeza para mirarle. Jack la echó hacia atrás y le devolvió la mirada, dedicándole una sonrisa.
—Así podrás cogerlo, ¿no? —inquirió el albino y ella asintió varias veces con energía.
El espíritu caminó por la habitación lentamente para no caerla mientras que la pelirroja extendía los brazos para intentar coger al conejo. Se les escapó dos veces, pero a la tercera por fin pudo cogerlo. Jack la depositó con cuidado sobre la cama y se sentó a su lado. Lyanna tenía una sonrisa de victoria mientras acariciaba al animal, pero Jack pudo notar como su respiración estaba algo alterada, a pesar de que apenas se había esforzado o movido mucho. Fue ahí, cuando una vez más, comprobó que ella de verdad estaba enferma.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado.
—¡Sí! ¡Ha sido divertido! —respondió sonriendo.
—Podemos jugar así de vez en cuando, descansando cuando te sientas mal —propuso y observó como los ojos ajenos brillaban de ilusión cuando lo miraron.
—¡Hagámoslo! —exclamó. Nunca había tenido la oportunidad de jugar con nadie, más allá de alguna vez con su padre, así que se sentía muy feliz y entusiasmada ante la idea de poder jugar con el contrario, aunque fuera de vez en cuando.
—No te lo acerques demasiado —le advirtió entonces al ver como básicamente estaba abrazando al conejo contra ella—. Está hecho de nieve y no quiero que cojas frío.
—Está bien, no se siente frío —se apresuró a decir ella para tranquilizarlo. Desde que le había contado que estaba enferma, había notado que él se preocupaba mucho por ella y, sin embargo, a diferencia de su madre, no le cortaba las alas para divertirse—. Se siente cálido, justo como Jack.
Los labios de Jack se entreabrieron y sus ojos se agrandaron, pero el asombro por sus palabras solo le duró unos segundos, pues en seguida dibujó una gran sonrisa.
La puerta de la habitación se abrió de golpe y ambos se giraron sorprendidos para encontrarse a la madre de la pelirroja dando un par de pasos hacia el interior. Por supuesto, ella no vio al espíritu sentado al lado de su hija, aunque sí veo al conejo que sostenía, pero creyó que era un peluche y lo pasó por alto.
—Lyanna, si ya estabas despierta, deberías haber bajado a desayunar —habló la mujer con cansancio—. Hemos quedado para ir a ver a tu abuela a las once.
—Perdón, mamá, ya voy —musitó la mencionada cabizbaja.
—No te tardes mucho —le indicó su madre antes de marcharse.
Jack rodó los ojos tras verla irse. Incluso si su primera impresión sobre ella había cambiado tras averiguar de la enfermedad de la pelirroja, seguía sin agradarle del todo, pues creía que era demasiado severa y seria.
—Mamá no puede verte —comentó Lyanna de pronto.
—Bueno, es adulta y además, no cree en mí, así que es lo normal —respondió encogiendo los hombros—. En realidad, tú eres la primera persona que puede verme.
La pequeña ladeó la cabeza y parpadeó varias veces seguidas, como si no lo hubiera entendido.
—¿Soy la primera? —repitió confundida y él asintió—. ¿Y... y los demás niños?
—Ninguno más, aparte de ti, ha creído en mí. —Había un atisbo de tristeza y amargura en su voz y mirada.
—¡Pero eso no tiene sentido! —repuso ella, muy extrañada—. Jack es muy divertido y hace cosas increíbles, y a los niños les gusta divertirse, así que, ¿por qué no creen? —No, no tenía ningún sentido para ella. Estaba cien por cien segura de que con lo alegre, travieso y amable que era el espíritu habría millones de niños en el mundo que creyesen en él y que esperaban con ansias a que nevase en sus hogares para verle.
—No lo sé. —Bajó la cabeza y se rascó la nuca, todo mientras tenía una triste y leve sonrisa en los labios—. He intentado muchas cosas para que crean en mí, pero mi existencia siempre pasa desapercibida... —Suspiró y la miró de reojo—. Estaba tan sorprendido cuando dijiste mi nombre, no podía creérmelo.
—¿Entonces... has estado solo todo este tiempo? —preguntó Lyanna titubeando. Jack permaneció en silencio, pero ese silencio fue respuesta suficiente.
La pelirroja hizo un puchero e intentó contener las lágrimas. Cuando se habían conocido y había visto su gran sonrisa, no había pensado ni remotamente que él había estado solo hasta ese momento, que al igual que ella no había tenido con quien jugar y divertirse, que tampoco había tenido un amigo antes.
Soltó al conejo, dejándolo escapar, cogió una de las manos de Jack, elevándola y envolviéndola con las suyas, y clavó sus marrones ojos en los azules ajenos, los cuales reflejaban cierta confusión por su acción.
—No... No pasa nada, ya no estás solo —dijo apretando la mano del contrario y éste sintió como sus ojos se humedecían—. Me tienes a mí ahora y yo nunca, pero nunca, nunca jamás, dejaré de creer en ti, así que no te preocupes.
La mirada de Lyanna, como siempre, estaba cargada de sinceridad e inocencia, pero esa vez también reflejaban una gran determinación y seguridad, por lo que Jack no pudo dudar ni en lo más mínimo de sus palabras. Lyanna era una niña realmente honesta, con un corazón que no le cabía en el pecho, y Jack se sentía muy agradecido de que hubiera sido ella y no cualquier otro niño quien había creído en él por primera vez.
—Tú ganas —indicó con una sonrisa que comenzaba a aparecer y ella no le entendió—. Eres mucho más adorable que yo —añadió, refiriéndose a la conversación en la que ella había dicho que el Conejo de Pascua debía ser adorable y él había replicado que él lo era más.
Colocó su mano libre sobre las de ellas, apretándolas durante unos segundos, antes de acercarse, depositar un tierno beso en sus cabellos que provocó que ella sonriese y finalmente, tirar de una de sus mejillas divertido; esto hizo que ella soltase su mano y comenzase a hacer extrañas y graciosas muecas mientras trataba de zafarse y se quejaba, Jack rio a carcajadas ante ello.
—Realmente adorable.
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