Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

━ one: can you see me?

•───────•°•❈•°•───────•

•° CAPÍTULO UNO. °•

•── ¿PUEDES VERME? ──• 


Los días se habían vuelto más cortos y las noches más largas, los vientos soplaban fríos y las lluvias regaban los campos. El invierno había llegado y junto a él cierto travieso y alegre espíritu de cabellos blancos como la nieve y ojos azules como el cielo.

Jack Frost saltaba de tejado en tejado, de farola en farola, mientras reía y llevaba la nieve a cada rincón de una pequeña ciudad escocesa. Una ciudad escocesa que rara vez se veía teñida de blanco. Décadas habían pasado desde la última vez que había habido una nevada y era por eso que Jack la había escogido, pues seguramente sus habitantes se sorprenderían como nadie.

No se tardaron en escuchar las exclamaciones de sorpresa y entusiasmo, y Jack, colgando de una farola, pudo ver como los rostros de las personas que paseaban por la calle se llenaban de alegría. Sonrió satisfecho y orgulloso de sí mismo, y siguió volando por el lugar buscando algo divertido que hacer.

Unos niños embutidos en abrigos y cargando trineos aparecieron delante de él al cabo de un rato. Parecían muy entusiasmados y no paraban de alzar sus manos al cielo para coger algún copo de nieve.

—¿Habéis visto lo que he hecho? ¡Hice nevar! ¿A qué soy increíble? —inquirió con altanería mientras los seguía, pero, como era de esperarse, no recibió respuesta. Aquellos niños no podían oírle y muchos menos verle, pues no creían en él.

—¡No puedo creer que haya nevado! ¡Es genial! —dijo uno de los niños.

—¡¿Verdad?! Debe de ser un regalo adelantado de Navidad —señaló otro.

—¡Un regalo de Santa Claus! —exclamó el primero.

El ceño de Jack rápidamente se frunció ante la mención de Norte.

—¡Debe ser él quien ha hecho nevar! —indicó otro de niños.

—¡No! ¡No! —Intervino Jack con molestia mientras se colocaba delante de ellos para intentar hacerse notar—. No ha sido ese estúpido grandullón, ¡he sido yo! ¡El gran Jack Frost!

—Oh, ¿esa no es la hija de los Madden? —preguntó de repente un niño que, al igual que el resto, ignoró nuevamente la presencia del espíritu.

—Ah, sí, es ella —respondió el que estaba a su lado—. Qué raro que esté fuera de casa.

Jack dejó de lado su molestia debido a la curiosidad y siguió la mirada de los niños hasta una casa que se encontraba a su derecha. A tan solo diez metros, en la puerta de entrada, se encontraba una niña de llamativos y largos cabellos rojizos mirando la nieve caer con completa fascinación. Ante sus ojos aquellos blancos copos eran algo completamente increíble y mágico, ya que jamás había visto algo igual. Por eso no podía parar de sonreír y sonreía de una forma tan amplia y alegre que Jack al darse cuenta no pudo evitar sonreír también al pensar que a ella debía de gustarle mucho la nieve que había traído consigo.

—¡Oye! —Exclamó el niño que la había visto primero, llamando su atención—. ¡Vamos a ir a la colina a tirarnos en los trineos, ¿quieres venir con nosotros?! —Sus amigos parecieron sorprenderse y algunos lo agarraron mientras le preguntaban qué estaba haciendo diciéndole a la rarita hija de los Madden que se uniese a ellos.

—¿¡Puedo ir!? —cuestionó la pelirroja entre sorprendida y entusiasmada.

—¡Claro! —respondió el mismo niño, ignorando las protestas de los demás.

La niña se giró de vuelta a la casa para coger un abrigo más gordo y avisar a sus padres de que saldría a jugar, pero justamente en el momento en que terminó de girarse, una mujer esbelta de cabellos castaños salió de la puerta.

—Ah, mamá, los vecinos me han ofrecido ir a jugar con ellos, ¿puedo ir? —Le preguntó la pelirroja con los ojos cargados de ilusión. Ilusión que no tardó en romperse.

—¡Por supuesto que no! —Contestó de forma tajante su madre—. ¿Y si te caes y te haces daño? No irás. Es peligroso.

—P-Pero... —Su voz temblaba y su vista se había clavado en el suelo—. Solo sería un rato e iría con mucho cuidado...

—He dicho que no y no hay más que hablar. Regresa a tu habitación. —Le ordenó.

La pequeña apretó fuertemente los puños frustrada, elevó la cabeza para mirarla con los ojos cristalizados y sin decir una palabra, salió corriendo al interior de la casa. Para una vez que la invitaban a salir a jugar...

—¿Pero qué le pasa a esa madre? ¿Por qué no la deja salir a jugar? —farfulló Jack con irritación.

Los niños, incómodos ante lo que había pasado, rápidamente se marcharon de allí. Sin embargo, Jack no se movió. Permaneció mirando la casa durante largos minutos, bastante molesto y preguntándose porque la madre de la pequeña pelirroja había sido tan cruel, impidiéndole ir a jugar, cuando definitivamente su hija estaba emocionada por ello. «¿No se supone que una madre debería querer que sus hijos fueran felices?», se preguntó confundido Jack; confundido porque definitivamente aquella madre acababa de hacer muy infeliz a su hija.

Tras dudarlo, cruzó la cerca de madera que rodeaba la casa, voló hasta una de las ventanas delanteras y se asomó por ella. Al no ver a nadie en aquella habitación, pasó a la ventana de al lado y en seguida encontró a la niña tirada en una cama bocabajo. Notó como su cuerpo temblaba y al cabo de unos segundos escuchó un sollozo, por lo que dedujo que estaba llorando. «Como es normal», pensó.

Jack había ido hasta aquella pequeña ciudad porque pensaba que como no solía nevar nunca, su acción sería más valorada y la gente se divertiría mucho más. Incluso había tenido la –pequeña– esperanza de que eso hiciese que alguien creyese en él. Sin embargo, justamente a una de las personas que más había notado que le parecía absolutamente maravillosa su acción y que tenía más posibilidades de creen en él debido a que aún era una niña, estaba triste y llorando.

Suspiró. Quería animarla de alguna forma.

Pasó unos minutos cavilando hasta que finalmente se le ocurrió lo que él creía que era una gran idea, así que empujó la ventana entreabierta con cuidado y se introdujo dentro de la habitación.

—Bien, vamos allá —dijo para sí mismo—. Si no puedes jugar con la nieve fuera, la traeré aquí.

Sin más preámbulos, movió sus manos en círculos, como si estuviese moldeando, hasta que una bola de nieve surgió. Luego la lanzó hacia el techo donde estalló en un brillo azul y entonces, decenas de copos de nieve comenzaron a caer. Observó como estos caían sobre la niña y destacaban hermosamente al posarse sobre su rojo cabello.

La reacción de ella no se demoró en llegar. Varios copos habían caído sobre su mano derecha, provocándole algo de frío, por lo que alzó la cabeza para ver que ocurría y sus marrones ojos se llenaron de asombro al verlos. Un asombro que fue a mayor cuando se percató de que toda su cama y cuerpo estaban cubierto de ellos. En seguida llevó la mirada hacia la ventana y una de sus cejas se alzó al darse cuenta de que aunque estaba abierta, apenas soplaba viento para que hubieran podido colarse tantos.

—¿Qué está pasando? —preguntó extrañada al aire —. ¿De dónde están saliendo?

Una sonrisa comenzó a asomar en los labios de Jack y cuando la vio alzar la cabeza hacia el techo, al darse cuenta de que los copos caían de arriba, y el asombro en sus ojos pasó a ser una completa fascinación, su sonrisa no hizo otra cosa que ampliarse.

—¡Increíble! ¡Está nevando en mi habitación! —Exclamó ella con entusiasmo y poniéndose de pie sobre la cama para después elevar las manos intentando coger algún copo—. ¡Es magia!

Su sonrisa afloró, remarcando sus hoyuelos cubiertos de pecas, y Jack no pudo sentirse más satisfecho, pues había conseguido su objetivo: animarla.

—Me pregunto quién habrá hecho una magia tan hermosa —murmuró mientras acercaba sus dos manos juntas hacia ella y observaba con fascinación los copos que había cogido—. ¿Habrá sido Santa Claus? —se preguntó a la vez que balanceaba la cabeza de un lado a otro.

—¡No! —Replicó Jack de inmediato—. ¿Por qué todo el mundo cree que es cosa de ese grandullón? ¡Él no haría algo tan genial!

—¿Pero por qué no ha hecho nevar todos los años? —Siguió preguntándose ella, ignorando la presencia de Jack y su protesta—. No... No puede haber sido él... Entonces, ¿quién?

—¡Yo! ¡He sido yo, Jack Frost! —contestó este con frustración, porque sabía bien que por mucho que lo intentará ella no lo escucharía. Quizás era mejor si se resignaba a aceptar que siempre estaría solo y nadie creería en él.

Abatido, se dio la vuelta, dándole la espalda a la pelirroja y cruzándose de brazos mientras hacía un mohín.

—Recuerdo que el abuelo me habló una vez de alguien que podía hacer nieve... —continuaba cavilando ella—. Se llamaba... ¿Jack...?

El mencionado rápidamente giró la cabeza de ella, con los ojos bien abiertos de la sorpresa, y casi temblando. ¿Acababa de decir su nombre o se lo estaba imaginando?

—¿Jack... qué más? —Cerró los ojos con fuerza, creyendo que eso la ayudaría concentrarse más, y mientras lo hacía, el espíritu del invierno comenzaba a sentirse ansioso—. ¿Frost? —Murmuró con duda después—. ¡Sí, eso era! ¡Jack Frost! —exclamó contenta de haberlo recordado a la vez que abría los ojos y entonces, de la nada, había alguien más en su habitación.

Se quedó completamente paralizada y por unos largos minutos lo único que pudo hacer era mover sus ojos de arriba abajo mientras examinaba al desconocido. ¿Era un amigo de la familia y había entrado a su habitación a saludarla? Pero no le sonaba para nada. No recordaba conocer a nadie tan joven con el cabello tan blanco como la nieve y unos ojos azules tan hermosos como el cielo. ¿Quién era exactamente? ¿Acaso estaba soñando de nuevo con los abiertos? Podía ser. Después de todo, él no se veía como una persona normal, parecía más alguien sacado de su imaginación.

Cerró los ojos y se los rascó con los puños, pero cuando volvió a abrirlos todavía podía verlo. Se pellizcó la mejilla, pestañeó varias veces seguidas y volvió a rascárselos, pero él seguía ahí. No estaba soñando ni era una ilusión. Él estaba ahí, era real.

—¿Jack Frost? —Inquirió con vacilación—. ¿Eres... tú?

El mencionado, quien también se había quedado paralizado cuando la había escuchado por primera vez pronunciar su nombre completo, reaccionó en ese momento. La observó confundido al parecerle que ella también lo estaba observando y miró detrás suya para comprobar si había algo allí que pudiera estar mirando, pero solo había una estantería. «¿Me... está mirando a mí? Imposible», pensó. Sin embargo, aquellos ojos que poseían un brillo tan puro no dejaban de seguirle.

—¿Puedes... verme? —Preguntó en un mero susurro.

Ella se sorprendió de nuevo al escucharle, tanto que retrocedió un par de pasos y terminó cayéndose de culo en la cama. Regresó la mirada a él y se limitó a asentir como respuesta.

—¿Puedes verme? —Volvió a preguntar con emoción contenida y ella asintió de nuevo. El corazón de Jack dio un vuelco, sus ojos se iluminaron y una gran sonrisa apareció de inmediato en sus labios. Lo que más deseaba en el mundo que sucediese acababa de suceder—. ¡Puedes verme! —exclamó con júbilo para acto seguido dar un salto mientras reía.

Tanto tiempo, tantas décadas, buscando a una persona que creyese en él y por fin la había encontrado. Allí estaba, delante suya, la primera persona en todo el mundo que creía en él, mirándole maravillada y con una bella sonrisa; sonrisa que había surgido al verlo tan feliz. Ese, sin duda, el mejor día de su vida desde que se había convertido en el espíritu del invierno.

Se acercó hasta la cama y se inclinó hasta estar a su altura. Se fijó en la numerosa cantidad de pecas que poseía, sobre todo en los alrededores de su pequeña nariz, y sus adorables hoyuelos que se acentuaban a medida que ampliaba su sonrisa. De alguna forma, se le hacía muy tierna.

—Ya sabes quién soy, pero me presentaré igualmente —comenzó a decir—: Jack Frost, el espíritu del invierno, a tu servicio.

—¿El espíritu del invierno? —Cuestionó ella ladeando la cabeza—. ¡Ah! ¡Por eso puedes hacer nevar! ¡Eres increíble! —El aludido sonrió de nuevo, esta vez mostrando sus dientes. Por fin alguien lo valoraba correctamente, por fin alguien reconocía su esfuerzo.

—¿Cuál es tu nombre?

—Me llamo Lyanna, Lyanna Madden, ¡encantada!

—¿Lyanna? ¿Está bien si solo te llamo Lya? —Inquirió y ella asintió con entusiasmo.

—Es la primera vez que me ponen un apodo, ¡me hace muy feliz!

Jack permaneció un rato en silencio, disfrutando de aquel momento que ya creía que jamás llegaría y limitándose a observar la cegadora sonrisa ajena que se le hacía tan cálida como el sol y como aquellos marrones ojos tan llenos de ilusión se mantenían fijos en los suyos.

—Oye, Lya, ¿tú... crees en mí? —No necesitaba preguntarlo, pues el hecho de que pudiera verle ya era prueba suficiente de que lo hacía, pero quería oírlo.

—Creo en ti —respondió sin dudar.

—¿Y lo harás por siempre?

—¡Por siempre jamás! Incluso cuando sea una viejecita con el pelo blanco, seguiré creyendo en ti, Jack.

—¿Y no hubieras preferido conocer a alguien más antes que a mí? Como, por ejemplo, a Santa Claus.

—Bueno, me habría encantado conocer al Conejo de Pascua. —Ante todo, era honesta—. Pero estoy muy feliz de haberte conocido a ti porque te veías muy feliz tras saber que podía verte.

Un golpe directo al corazón del espíritu del invierno. Esas palabras le habían conmovido y por ello una vez más, no pudo evitar sonreír con total sinceridad.

Si se hubiese tratado de cualquier otro niño, Jack habría dudado de sus palabras, pues los niños al crecer dejaban de creer y cambiaban. Pero había algo en ella que le decía que era diferente. Sus orbes marrones en los que se reflejaba una gran ilusión e inocencia, lo miraban como si fuese lo más maravilloso que jamás hubiera visto en su corta vida –y, probablemente, así era–. Lo miraban con una infinita admiración, hasta con cierto amor y dulzura. Y él nunca se había sentido tan apreciado, tan valorado, por nadie.

Quería seguir sintiéndose así por mucho, mucho tiempo, así que, en ese mismo momento, de todo corazón, le pidió al Hombre de la Luna que si no iba a ser capaz de hacer que el resto del mundo creyese en él, al menos permitiese que ella lo hiciese por siempre, porque solo con el amor y la fe de ella sentía que era más que suficiente. Suficiente para no volver a perderse y creer en sí mismo. 


•───────•°•❈•°•───────•


Debo decir que esto de que te imagines las cosas de una forma y luego no seas capaz de escribirlas tal cual es horrible. He reescrito varias veces este capítulo y sigo sin haber quedado del todo conforme, pero no quería perder más tiempo.

Tengo dos aclaraciones que hacer. La primera: esta historia comienza alrededor de 150 años antes de los sucesos de Orígenes de los Guardianes, por lo que nos situamos a mediados del siglo XIX. Lo aclaro para que os sea más fácil imaginar los lugares y la vestimenta. Y la segunda: en este momento, Lyanna solo tiene 6 años, así que absteneos de shippear, ¡la pederastia está mal!

Dicho esto, espero que os haya gustado el capítulo. ♥

Marie Weasley.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro