━ five: christmas.
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•° CAPÍTULO CINCO. °•
•── NAVIDAD ──•
La noche había caído horas atrás y el espíritu del invierno se encontraba recostado sobre el tejado de la casa de los Madden. De un momento a otro, escuchó unos cascabeles seguidos de un característico «¡oh, oh, oh!». Enfocó la mirada y en medio del cielo nocturno vislumbró un trineo tirado por nueve renos. Se levantó rápidamente y a los pocos minutos, el trineo se posó en el tejado en el que estaba, de él bajó un hombre fortachón, de cabello y barba blanca, con tatuajes en ambos antebrazos y vestido de rojo.
—¡Pero mira a quién tenemos aquí! ¡Si no es nada menos que Jack Frost! —exclamó Norte con una radiante sonrisa—. ¡Feliz Navidad, muchacho!
—Feliz Navidad —farfulló el mencionado no muy entusiasmado con su llegada.
—¿Qué haces por aquí? Este no es un lugar en el que suela nevar —comentó mientras observaba los tejados y las calles nevadas.
—Por eso mismo vine —se limitó a responder Jack.
—¡Bien, bien! A los niños les gusta mucho tener una navidad blanca.
—Y aun así yo no me llevo ningún mérito por ello —replicó con hastío para terminar resoplando. Era desesperanzador que siempre otro, en este caso Norte, se llevase el mérito de lo que él solía hacer.
—Algún día te lo llevarás, solo ten fe —trató de animarlo el contrario, pero Jack bufó—. Bueno, va siendo hora de que empiece con mi trabajo —añadió después mientras murmuraba «Lyanna Madden» y buscaba la carta de la susodicha en un gran saco.
—¿Le has traído todo lo que haya pedido? —inquirió Jack.
—¿Te refieres a Lyanna Madden? —El albino asintió—. No suele pedir mucho y lo que más desea es algo que no puedo cumplir desgraciadamente.
—¿Y qué es?
—Que todas las enfermedades del mundo puedan curarse. —En cuanto respondió, Jack bajó la mirada y apretó los puños, mientras que Norte sonreía con tristeza—. Es una buena niña y muy adorable, por cierto. La mayor parte de la carta que envía es para desearnos a mí, los renos, los duendes y todos los habitantes del Polo Norte que tengamos una bonita navidad.
—Eso es propio de ella —reconoció Jack con una leve sonrisa.
—¿La conoces? —cuestionó Norte con una ceja alzada. Jack asintió y la sorpresa fue notable en el mayor—. Oh, ¿no será que ella puede verte o sí? —continuó y cuando vio de nuevo al contrario asentir, una pequeña sonrisa asomó en sus labios—. ¡Eso es magnífico! Debes atesorarla, ¿de acuerdo? El primer niño es siempre el más especial.
—Lo sé —respondió el albino.
Norte sonrió más ampliamente antes de coger un pequeño saco con varios regalos y disponerse a bajar por la estrecha chimenea; debido a su anchura le costó un poco. Regresó al rato mientras se comía una galleta.
—Las galletas de esta casa siempre son deliciosas —murmuró tras darle el último bocado y chupar el glaseado que había quedado en sus dedos.
Se subió al trineo, cogió las riendas y miró a Jack una última vez antes de irse a la siguiente casa.
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Cuando la mañana llegó, Lyanna se levantó con entusiasmo y bajó corriendo las escaleras para ir hasta el salón, donde le esperaban los regalos debajo del árbol. Sus padres ya estaban allí, desayunando unas galletas con chocolate caliente y sonrieron al verla abrir con tanta emoción los paquetes. Ella sonrió también cuando los contempló, era justo lo que quería: un libro de cuentos de hadas y un peluche en forma de conejo con un bonito lazo rojo.
Desayunó junto a sus padres y luego ayudó a su madre a preparar las galletas caseras que iban a llevarle a su abuela. Cuando las hubieron terminado, separó unas diez que guardó en una pequeña caja con cuidado de que no se rompiesen, a la cual le puso un lazo de regalo. Después, subió de vuelta a su habitación, dejó la caja sobre la cama, se subió con cautela encima del escritorio para abrir la ventana y luego asomarse por ella.
—¿Jack? —pronunció mientras miraba hacia todos lados—. ¿Estás por aquí?
El aludido no se había movido del tejado y en cuanto escuchó su nombre, se asomó por este, mirando hacia abajo y sonriendo al verla.
—Estoy aquí, Lya.
Lyanna miró hacia arriba y sonrió de forma amplia, mientras le hacía indicaciones con una mano de que bajase. Tras que él asintiese y lo viese descender volando, bajó del escritorio nuevamente con mucho cuidado porque si no se caería de cara al suelo. Jack entró después de que ella terminase de bajar y se recargó sobre la silla, dejando su bastón a un lado.
—¿Qué querías? —inquirió él mientras la observaba ir hacia la cama y coger algo que había allí.
La pelirroja no contestó, se limitó a acercarse hasta él y tenderle la caja con una sonrisa en la que mostraba los dientes y que estaba cargada de dulzura.
—Esto es para ti —anunció ella.
Los orbes azules del albino se abrieron con sorpresa igual que su boca. Miró a la contraria unos segundos y después a la caja antes de cogerla algo confundido.
—¿Para mí? —repitió con duda. Lyanna asintió de forma entusiasta.
—¡Si! ¡Feliz Navidad, Jack! —exclamó dedicándole una sonrisa más dulce que la anterior.
«Ah, es un regalo de navidad», pensó él aún confundido. Ciento cincuenta años desde que se había convertido en el espíritu del invierno y esa eran las primeras navidades en las que alguien se acordaba de él y le hacía un regalo. Sonrió sin poder ocultar su felicidad, la cual no hizo otra cosa que aumentar cuando deshizo el lazo, abrió la caja y vio en su interior unas galletas en forma de copo de nieve con glaseado azul y blanco, más dos en forma de unos muñecos de nieve muy similares a los que ellos habían hecho días atrás.
—Es la primera vez que mamá y yo hacemos galletas con esas formas, así que no han quedado muy bien, pero estoy segura de que están ricas —dijo Lyanna mientras se balanceaba sobre la punta de sus pies y juntaba y separaba los dedos índices sin parar, de forma algo nerviosa. A Jack verla así se le hizo una imagen muy tierna.
—Muchas gracias, Lya, seguro que me encantan —indicó con una leve sonrisa—. Pero, lo siento, yo no tengo nada para ti —murmuró entonces, sintiéndose mal. Podría hacer nevar en su habitación de nuevo o crear otro conejo, pero no sería nada novedoso y él quería darle un regalo que detonase lo mucho que la apreciaba.
—Estás aquí, ¿no? —preguntó ella con la cabeza ladeada y los ojos bien abiertos—. Ese es suficiente regalo para mí. —Sonrió con la misma inocencia y honestidad que habían reflejado sus palabras.
Lyanna nunca se daba cuenta de como las palabras que le dedicaba, de forma tan natural y sencilla, calaban hasta lo más profundo del corazón de Jack. No se daba cuenta de lo feliz que lo hacía solo con pequeñas frases como aquella o regalándole bonitas sonrisas. No se daba cuenta de que él nunca se había sentido tan amado como ella le hacía sentir y que él no podía sentirse más afortunado de formar parte de su vida.
—¿Cuándo es tu cumpleaños? Te preparé un buen regalo para entonces —dijo Jack sin ser capaz de ocultar una conmovida sonrisa.
—El 21 de marzo, el día del equinoccio de primavera —respondió ella contenta. Le encantaba mucho la fecha en la que había tenido la suerte de nacer.
—Hm, cerca de Pascua —murmuró él más para sí que para ella.
—¡Si! ¿¡No es genial!? —inquirió Lyanna emocionada y Jack frunció el ceño porque obviamente sabía que lo decía por el Conejo de Pascua.
—¿Sabes? Tú y yo vamos a tener que hablar seriamente sobre tu obsesión con ese conejo, él no es tan maravilloso como te crees —replicó un poco celoso.
—¡Seguro que sí lo es! —repuso ella haciendo morritos—. Ah, pero, no te preocupes, Jack siempre será mi favorito porque es mi preciado amigo.
De nuevo, otra ataque directo al corazón del espíritu. Incluso terminó ruborizándose levemente. La verdad era que Jack no sabía cómo lidiar con todo el amor que ella le procesaba, pues no estaba acostumbrado a ello. Carraspeó para disimular, bajó la mirada hacia la caja de galletas y cogió una para comérsela. «Deliciosa», pensó. Dulce y suave, justo como ella.
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Holis, aquí os dejo un moodboard que he hecho de Jack y Lyanna representando la navidad:
Espero que os haya gustado el capítulo. ♥
Marie Weasley.
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