━ eleven: spirit of spring.
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•° CAPÍTULO ONCE. °•
•── ESPÍRITU DE LA PRIMAVERA ──•
Desde la marcha de Jack aquella noche, las estaciones cambiaron una y otra vez. Los días se volvieron semanas, las semanas meses, los meses años y aun así, Lyanna continuó llamándolo y esperando por su regreso, creyendo que cuando menos lo esperase, lo vería acercarse volando hacia su ventana con su característica traviesa sonrisa en el rostro. Sin embargo, ese momento nunca llegó y con el pasar de los años, ella dejó de llamarlo y él de ir a la ciudad, pero aun así, ella nunca dejó de creer en él y él nunca se olvidó de ella.
Diez años pasaron en lo que para algunos fue un abrir y cerrar de ojos, pero no para Lyanna. Tras el incidente, sus padres, sobretodo su madre, se volvieron más estrictos y restrictivos con ella durante varios años. Para lo único que la dejaban salir de la casa era para tomar un poco el aire fresco durante una hora e ir a visitar a su abuela. Nada más. Así que Lyanna sintió como si hubiese vuelto a la época antes de conocer a Jack, donde se sentía todos los días encerrada en una jaula. Una jaula que Jack había abierto, permitiéndole volar y disfrutar de la vida. Una jaula a la que regresó el día en que él la dejó. Pero no lo culpaba por ello, pues si la situación hubiese sido a la inversa, quizás ella habría tomado la misma decisión. Lyanna era lo suficientemente inteligente como para haber deducido que Jack se había ido creyendo que eso era lo mejor para ella —aunque realmente no lo fuera—.
Al cumplir los doce, tras cinco años sin ningún incidente grave, más allá de algunas ldificultades respiratorias leves, y con recomendación de su médico, sus padres le permitieron volver a salir al jardín para jugar; aunque para entonces, Lyanna estaba más interesada en la botánica debido a su abuela que en jugar y terminó dedicándose a plantar plantas y flores de todo tipo.
Para su sorpresa, sus padres también decidieron apuntarla a la escuela cuando siempre había sido educada en casa e hizo algunos amigos allí, pero era como si ninguno se sintiese real para ella. Lo cual era irónico, porque el amigo al que ella había considerado y seguía considerando más real y más importante era el mismo que todos le decían que no lo era, que ni siquiera existía, que no era más que un producto de su imaginación. Pero ella sabía muy bien que todos estaban equivocados y cuan real era el espíritu del invierno.
Muchos se habían burlado de ella por eso, por seguir creyendo en amigos imaginarios o personajes de ficción, pues se suponía que cuando se empezaba a crecer, se dejaba de creer. Pero con diecisiete años recién cumplidos, Lyanna nunca había dejado de hacerlo y no solo era que siguiese creyendo en Jack, sino que también en el Conejo de Pascua, Santa Claus, el Hada de los Dientes, Sandman... Seguía creyendo en todos y cada uno de ellos, e igualmente seguía creyendo en los cuentos de hada y la magia. A diferencia de los demás, ella no había perdido su inocencia infantil y soñadora, su fe ciega o su inquebrantable esperanza. Ella aun creía y no le importaba lo que otros le pudieran decir por ello, pues para empezar, no tenía intención de cambiar, ya que le gustaba ser como era, le gustaba ser ella misma.
Sinceramente, después de diez años, lo único que parecía haber cambiado en la pequeña Lyanna era que ya no era pequeña. Había crecido hermosamente, se había vuelto más alta, su figura más femenina, sus expresiones más suaves y bonitas, su mirada más perspicaz y profunda, pero aún reflejaba su inocencia y sinceridad habitual, su sonrisa más dulce si era posible, sus pecas habían aumentado y su cabello había crecido. Había cambiado tanto físicamente que alguien que no la hubiera visto desde niña, le resultaría difícil reconocerla.
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—Estoy sorprendida de que hoy te nos hayas unido —escuchó que le decía una de sus amigas mientras caminaban—. ¿Por qué no viniste el otro día?
—Por supuesto porque era Pascua y tenía que recoger los huevos —respondió Lyanna como si fuera obvio y recibió una mirada de sorpresa por parte de la contraria.
—Estás bromeando, ¿verdad?
—No, Lyanna no bromea con esas cosas —intervino la otra amiga que las acompañaba.
—¿Me estás diciendo que aún crees en el Conejo de Pascua y esas cosas? —inquirió la primera amiga completamente atónita.
—Por supuesto, él es increíble, ¿por qué dejaría de creer en él entonces? —contestó, dejando aún más perpleja a la contraria. Su amor por el Conejo de Pascua tampoco había cambiado.
—¿No es Lyanna inocente? —comentó la segunda amiga mientras reía.
La otra también terminó riendo, pero Lyanna no lo hizo, pues algo en su tono no le había gustado. Siempre sentía que había cierto rentintín en sus voces cuando hablaban sobre ella.
Sus dos amigas continuaron hablando largo rato sobre temas que sinceramente no le interesaban, por lo que apenas prestó atención hasta que se dirigieron a ella.
—Oye, Lyanna, ¿sabías qué a uno de los chicos con los que nos vamos a reunir le gustas? —inquirió una de ellas mientras que la otra la miraba expectante por ver su reacción, pero su expresión ni siquiera cambio un ápice.
—Wow, impresionante, tiene cero interés —murmuró la otra sin poder contener la risa.
—No me digas que no estás interesada —repuso la primera casi alarmada.
—¿En los hombres y en tener pareja? —cuestionó Lyanna para asegurarse y la contraria asintió—. No, no me interesa. —Si había otra cosa que no había cambiado en todos aquellos años era que seguía siendo sencillamente honesta.
—Quizás es que está enamorada de uno de sus amigos imaginarios y por eso no le interesan los hombres de verdad —bromeó una de ellas, la misma que pensaba que era raro que siguiera creyendo en el Conejo de Pascua, pero como se esperaba a Lyanna no le hizo gracia y su expresión la delató, por lo que el ambiente se volvió incomodo entre las tres.
A veces se preguntaba como había terminado volviéndose amiga de personas que no paraban de bromear sobre sus preferencias, gustos y creencias a cada dos por tres.
No hablaron mucho más hasta que llegaron hasta su destino, donde un grupo de cinco chicos y chicas las esperaban; aunque lo de que habían esperado era relativo pues la mayoría ya estaban en el agua nadando. Las dos amigas de Lyanna se apresuraron a quitarse los vestidos y a lanzarse al agua tras saludar. En cambio, la pelirroja se quedó en su sitio, contemplando el panorama con cara de que no sabía que estaba haciendo allí.
—¿No vienes, Lyanna? —inquirió una de sus amigas.
—No puedo.
Algo como nadar o jugar en un lago lo tenía estrictamente prohibido debido a su salud. Además, aquel lago en cuestión no le traía buenos recuerdos, pues había sido en ese lago, que una vez estuvo congelado, donde sucedió el incidente que causó que Jack la dejase.
—Oh, cierto, lo olvidé —respondió su amiga algo apenada.
—No pasa nada, iré a dar una vuelta por los alrededores.
—¡Vale, pero no te alejes demasiado!
Lyanna se limitó a asentir y a despedirse con la mano de los presentes antes de comenzar a alejarse hacia el interior del bosque.
—No sé para qué me han invitado ni porqué yo he venido —farfulló para sí mientras negaba con la cabeza.
Si hubiera sabido que las cosas serían así, se habría quedado en casa leyendo un libro. Pero al menos podría explorar la zona y buscar plantas y flores que quizás no conociese.
Y, sorprendentemente, encontró bastantes plantas y flores de las que solo sabía a través de los libros. Por lo que emocionada terminó perdiendo la noción del tiempo y para cuando quiso darse cuenta la noche ya había caído. Para rematar, ni siquiera sabía donde estaba.
Miró a su alrededor tratando de recordar por donde había venido, pero no tenía ni idea y eso la angustió. Sin embargo, no podía quedarse allí en mitad de la nada, esperando a que milagrosamente alguien la encontrase, así que comenzó a caminar mientras se dejaba guiar por lo que la luz de la luna le permitía ver.
Desgraciadamente, lo que podía ver era más bien poco y por ello no notó el profundo agujero, cubierto de hojas, que alguien había cavado para hacer de trampa de animales. Cayó por él en cuanto puso el primer pie encima y su gritó resonó por todo el bosque, antes de golpearse la cabeza contra el suelo y perder la conciencia.
Cuando al fin despertó, ya había perdido una gran cantidad de sangre, numerosos huesos se le habían roto con la caída, su pierna izquierda estaba atrapada entre varias rocas y su abdomen había sido atravesado por alguna roca afilada.
Dolía. Notaba el sabor de hierro de la sangre en su boca y a su corazón latir a un ritmo tan vertiginoso que la dañaba. Además, el aire no le llegaba bien a los pulmones, hiperventilaba sin parar. Comenzaba a sentir que se asfixiaba y tristemente, no había sido tanto tiempo desde la última vez que se sintió así, pero esta vez sin duda era mucho peor. Esta vez, incluso si no quería hacerlo, incluso si estaba en su personalidad ser positiva y era de la clase de personas que decía que nunca se debía perder la esperanza, se cuestionaba si conseguiría sobrevivir y más cuando no había nadie cerca en aquel bosque para ayudarla.
Su vista comenzaba a nublarse y sus escasas fuerzas a irse. No aguantaría mucho más, podía notarlo en cada fibra de su ser. Pronto la muerte se presentaría ante ella y se la llevaría al eterno mundo de los sueños, donde el dolor no existía y cabalgaría sobre nubes de algodón.
Honestamente, no se sentía tan asustada ante la idea de morir como cabría de esperar. Quizás porque durante sus diecisiete años de vida se las había pasado mentalizándose sobre que ese día llegaría tarde o temprano, sobre que todo el mundo tenía que morir, sobre que algún día tendría que extender sus brazos y dejar que el ángel de la muerte la abrazase, aunque estaba claro que había llegado bastante antes de lo que esperaba.
Lo que sí la asustaba y muchísimo era la idea de no volver a ver a sus amados y cariñosos, aunque estrictos, padres que nunca habían perdido la esperanza con ella y siempre habían estado ahí dedicándole sus vidas enteras, ni al travieso espíritu del invierno al que adoraba y quería más que a nadie en el mundo, pues él le había dado alas cuando los demás le impedían volar. Podía imaginar el dolor que sentirían y las lágrimas que derramarían si se iba. Podía imaginar la armoniosa y tranquilizante voz de su padre quebrarse, los bellos y expresivos ojos grises de su madre romperse, la hermosa y traviesa sonrisa de Jack perderse, y el puro y bello corazón de cada uno de ellos fragmentarse en decenas de pedazos.
¿Se enfadaría Jack con ella si faltaba a su promesa?, se preguntaba. El espíritu le había pedido que nunca dejase de creer en él y siempre lo recordarse, había respondido sin dudar que lo haría y además, había añadido que siempre estaría para él y nunca dejaría de esperarle mientras se iba a sus viajes para hacer nevar en el resto del mundo.
Si moría, ya no podría seguir cumpliendo esa promesa y entonces, no quedaría nadie en el mundo que creyese en Jack Frost. Quizás él, que se marchó y nunca regresó a su lado, a esas alturas ya pensaba que ella había dejado de creer en él y había roto su promesa, pero no lo había hecho y solo de imaginarse que él volvería a estar solo sin que existiese nadie que pudiera verlo le dolía.
Ah, si tan solo pudiera verlo una última vez para decirle que nunca había dejado de creer en él...
Sus marrones ojos se dirigieron al collar en forma de copo de nieve que se encontraba tirado a un par de metros de ella. Se había desprendido de su cuello cuando la cadena se había roto durante la caída. Con un acopio de fuerzas que no supo de dónde sacó, con temblores sacudiéndola sin parar y sintiendo como su cuerpo se dañaba más con cada movimiento, comenzó a arrastrarse por el suelo y cuando no fue capaz de hacerlo más por su pierna atorada, estiró todo lo que pudo uno de sus brazos para alcanzar el collar. Tosió un par de veces más, haciéndose más presente el sabor de la sangre en su boca, mientras llevaba la mano hacia su pecho y apretaba el collar contra él, para poder sentir la calidez que siempre le había trasmitido lo más cerca posible, para poder sentir de alguna manera que Jack estaba con ella.
Regresó entonces la mirada hacia el bello cielo nocturno que se extendía ante ella, esperando el inminente final y dejando que las lágrimas cayesen.
Pero algo extraño sucedió.
En esa noche de primavera, en la que el suave viento mecía las copas de los árboles, las olas del mar cercano chocaban contra la costa produciendo un hermoso sonido y el aroma de las diferentes flores inundaba el ambiente, la luna se veía diferente a todas las anteriores que había visto a lo largo de su corta vida. Se veía mágica, pura y más hermosa que nunca. Enorme y brillante. Y mientras la contemplaba, tendida en el frío suelo, pensó que era bonito que lo último que fuera a ver fuera aquella hermosa luna. Incluso llegó a sentirse arropada y reconfortada por sus rayos de plata cuando estaba a nada de perderse.
«No es tu hora, resiste, lucha. Aún no es tu hora, todavía hay mucho que debes hacer», escuchó que le decía una voz aterciopelada que llenó su corazón de una inmensa calidez. Le recordó a la voz de su padre: tranquilizadora y cargada de amor hacia su persona.
«¿Quién ha dicho eso?», quiso preguntar, pero su boca fue incapaz de emitir sonido alguno, pues estaba demasiado ocupada tratando de obtener aire.
«No te rindas, eres necesaria, pequeña flor», volvió a escuchar de parte de la bella voz.
Por un instante, creyó que quizás había alguien cerca, alguien que la había encontrado e iba a salvarla. Sin embargo, rápidamente se dio cuenta de que estaba sola, únicamente acompañada por aquella luna llena, y que la voz sonaba como si estuviera dentro de su cabeza.
¿Eran imaginaciones suyas? ¿Incluso en un momento así se estaba permitiendo soñar con los ojos abiertos?, se cuestionó. Podría ser, ella siempre se ponía a soñar en los momentos más inesperados. Quizás su mente quería darle un momento de esperanza y tranquilidad antes de que sus ojos se cerrasen para no volverse a abrir.
Pero se equivocó.
Mientras cavilaba la posibilidad de que fuera la propia luna quien le hubiera hablado, pues recordaba que Jack le había contado una vez que esta nunca respondía a sus preguntas, las ataduras de su cuerpo se deshicieron y el dolor se esfumó. Fue como por fin poder escapar de la jaula en la que había estado prisionera casi durante toda su vida y extender sus alas con plena libertad. No se había sentido tan libre, tan capaz de hacer cualquier cosa, desde Jack.
Aun así, no pudo disfrutar mucho de esa extraña e increíble sensación, que probablemente había sido producto de su imaginación, sus ojos cedieron y terminaron cerrándose. Se despidió del mundo en un mero susurro y deseó lo mejor para aquellos a los que amaba.
Su vida como Lyanna Madden terminaba.
Pero otra comenzaba.
A los pocos minutos, sus ojos se abrieron de nuevo, dando la bienvenida a una nueva vida, pero ya no eran de color marrón como la tierra mojada, sino que refulgían en un verde como la hierba fresca.
El espíritu de la primavera había nacido.
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FIN DEL ACTO UNO.
Aquí el último capítulo de este primer acto. Seguramente muchos sabíais que este capítulo iba a tratar la muerte de Lyanna que se narra en el prefacio.
¿Qué pasará ahora? ¿Lyanna recordará todo o no? ¿Cómo será la relación entre Jack y Lyanna ahora que son espíritu del invierno y de la primavera respectivamente? ¿La obsesión de Lyanna por el Conejo de Pascua disminuirá algún día? —música de suspense—.
En cuanto a la próxima actualización, a lo largo de la semana que viene, cuando haga los moodboards y demás, subiré el apartado del acto 2 (y ojalá que el tráiler también, a ver si lo termino de una vez).
Espero que os haya gustado el capítulo. ♥
Y por último, os dejo un precioso banner gif que ohmyweirdo ha hecho para el primer acto:
Marie Weasley.
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