Escena 7:
Saltas de tu asiento antes que nadie. Corres hacia el terrorista, ¿pero es lo más sensato? ¿Por qué no huiste?
En un segundo, un grito. En otro... Estás sobre él.
Forcejeo.
El hombre y tú ruedan por el suelo. El detonador cilíndrico se desliza y termina bajo los puestos. Más por suerte y desesperación que por habilidad, logras embestir la cabeza del guerrillero contra el borde de un asiento, aturdiéndolo. Tomas su cráneo entre tus palmas con intención de estamparlo de nuevo y noquearlo. Pero oyes un trueno, la fuerza del plomo arrebata las sienes ajenas de tus dedos, y la frente del tipo queda con un agujero entre ceja y ceja.
Vuelves el rostro y descubres a Melody a dos pasos detrás de ti. Su semblante es de espanto, la piel le pasa de un rosado blanquecino a una palidez fantasmal, y entre sus manos temblorosas sostiene una pistola Beretta recién disparada.
—¿Estás bien? —Pregunta con voz trémula.
Asientes lentamente, todavía procesando la situación.
Los pasajeros por fin reaccionan, y en un ataque de pánico e instinto, saltan y escalan los puestos, escapando en manada a las puertas, aunque estén selladas y el tren siga en movimiento. Uno, más sensato que el resto, activa el interruptor de alarma cerca de una pared, que enciende un timbre que resuena por todo el tren, y manda una señal que alerta a las fuerzas de Seguridad Nacional.
Pero antes que cualquier ayuda aparezca, les llega el batir de rifles de asalto.
Una bala atraviesa a una madre y al hijo que sostenía entre brazos. Un hombre abre la boca para gritar, pero acaba atragantándose con su propia sangre cuando otro proyectil se le incrusta en la garganta.
El enjambre letal obliga a Melody y a ti a cubrirse entre los asientos, mientras la manada de civiles devuelve para correr en dirección contraria, aplastando a los muertos y a los que tropezaron. Una escuadra de guerrilleros viene abriendo ráfaga desde el fondo, quizás con intención de averiguar por qué la bomba no explotó. Melody intercala entre cubrirse y asomarse para responder los disparos, faena en la que resulta decente aunque esté muerta de miedo.
Con intención de apoyarla, rebuscas en el cuerpo del fiambre y agarras la pistola Trejo de su funda. El metal del arma es de un brillante rojo, lleva inscrita en el costado derecho un verso de Neruda, y en el izquierdo la marca de los ojos de Chávez.
Permanecer en posición y apoyar a Melody con poder de fuego (Escena 12)
Reventar una ventana de un disparo y escapar con Melody en brazos (Escena 13)
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