Escena 3:
¿De verdad es tu destino una vida académica? Cierto es que tu madre siempre insistió a Isaac y a ti que tomaran un camino intelectual, quizás esperanzada de que una labor entre libros los alejara del ensueño bélico. Pero ahora, sin que te tiemble el pulso, optas en dejar eso de lado y volver a casa. Isaac, que ya andaba por la mitad de la escalera, nota tu desapego y se vuelve para encararte con reproche.
—¿Qué pasa ahora?
Aclaras que decidiste reconsiderar tus opciones.
—Bromeas, ¿verdad?
Reafirmas tu nueva intención. Él sacude la cabeza.
—Siempre necesitas llamar la atención.
Se marcha a la universidad sin ti.
Vuelves a tu asiento designado. Oyes el silbido del calor, es el tren bostezando en relajo y en espera de que lleguen los nuevos pasajeros. Sacas tu portátil del equipaje, y aprovechas de leer en PDF una novela de Jesús A. Olivo, tu autor favorito. Estabas metido en la historia, cuando escuchas una voz.
—¿Puedo sentarme?
Es la auxiliar. Pero en pocos minutos empezarías a conocerla como Melody. Parece que, al pasar, reconoció un par de líneas de la novela que revisas. Tal tema de conversación es el abre bocas de una cuantiosa platica. Intercambian risas, impresiones, historias. La química es casi instantánea. Hablas sobre tu pueblo de bosques verdes y corrales con rollizos cerdos. Ella te cuenta de la vida en las montañas nevadas de Mérida.
—Es impresionante eso.
No te es claro a qué se refiere, pero disfrutas de oírla hablar, su acento es cantarín, digno de un ave de altura.
—Eso. El recibir una beca. Debes ser muy inteligente. Yo no superé el liceo, era necesario que me metiera a trabajar. Y entre preparar queso y batir leche, decidí mudarme a la sucursal del cielo.
Mira por la ventana y sus ojos claros se pierden hacia Petare, donde el brutalismo no para de crecer.
—Nunca entendí por qué llaman a Caracas tal cosa. Allá en mi pueblo me sentía más cerca de las estrellas y del Todopoderoso.
¿Entonces por qué no regresa? Ella suspira cuando se lo preguntas, y forma puños sobre el doblado de su falda.
—Quisiera llegar con manos llenas. Cualquier logro, primero. Todo contar de evitar esa mirada... La cantinela del "te lo dije". A todos nos asusta admitir renuncia, ¿no? A todos los decentes, digo.
El tren está casi lleno. Melody te deja para cumplir con su trabajo. Cada vez que pasa junto a tu lugar, reúnes otra pizca de valor para pedirle su número.
El tren, ya con todos los puestos ocupados, vuelve a emitir un timbre armonioso y cierra las puertas. El poder del átomo, cosechado en un poderoso reactor, empuja los vagones de reluciente acero sobre los rieles. Imanes desaparecen la fricción, otorgando velocidad y quietud imperturbable en todo el trayecto.
Hasta que la paz se rompe a grito de...
¡PATRIA, SOCIALISMO, O MUERTE!
Tú, cómo el resto de pasajeros en el vagón, ladean la cabeza con ojos espantados, solo para descubrir a un hombre quitarse el abrigo y revelar un uniforme verde, cargado con un cinto de explosivos.
Huir (Escena 6)
Atacar (Escena 7)
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