Escena 23:
Sales de la universidad junto a Claus. Cruzas la calle, y alcanzas una pequeña librería. Entras, y descubres un espacio que huye de los metales y el cristal. La madera y los estantes cargados de libros ofrecen un ambiente cómodo e incluso hogareño donde perderse. Una de Chopin se oye desde un remendado tocadiscos.
Más allá de la recepción y los estantes iniciales, el recinto se interna al subsuelo, teniendo un tamaño más bien engañoso en comparación al comprimido cubículo que es la fachada. Es casi laberintico, y entre el polvo y el olor a papel añejo, descubres a un puñado de jóvenes tumbados en alfombras, y compartiendo una pipa humeante. Claus agarra un libro al azar del estante y se acomoda entre el resto de liberales. Tú tienes tus dudas.
—Aquí no somos esclavos del capital, hermano. Toma cualquiera y lee con calma. El dueño sabe que si las palabras no se consumen, se pierden.
Agarras una copa de Cien años de soledad, y tomas lugar en un viejo sofá. Se siente extraño sostener un libro de verdad luego de tanto tiempo, y más aún el estar rodeado por murallas de los mismos. Con la digitalización, los viejos tomos son una especie en extinción.
—¿Quieres?
Claus te ofrece la pipa que sostiene, su mirada está enrojecida por los efectos de la calada. Te preocupa que los policías los sorprendan en cualquier momento.
—Descuida, hombre, ayudamos al dueño a pagar vacuna para que no nos molesten. Seguridad Nacional nos prefiere drogados y tranquilos, que lucidos y montando riña. Si no te apetece volar, bueno, es respetable.
Retrae la pipa.
—A Sumire tampoco le gusta. Parece que no vino, para ya la conocerás. Es dura al principio, pero luego como que la entiendes, y es un amor.
Debatiste con ellos sobre libros, música, películas, juegos, tendencias, política, religión, y por supuesto, guerra. Indiferentemente del estado de sus mentes, aquellos jóvenes adultos tenían sus cabezas bien amuebladas, y todos coincidían en que la guerra divina es un error.
—El alto costo es la ideología de los perros, hombre. ¿Cómo haces para que un chucho no se te mee en la cama? Pues le pegas. La guerra divina es eso... Le pegas a toda una especie para que deje de portarse mal. Claro que no usas un periódico, sino balas, y bombas, y gas, y robots gigantes. Somos más humanos con los perros que con los humanos, amigo. Eso está jodido.
Sumido en los debates, ni cuenta te das cuando llega la noche. Te despides de los inconformes, y acompañas a Claus de vuelta a la universidad.
Ir a tu dormitorio y descansar. Lo necesitas (Escena 16)
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