Escena 17:
Un mar negro que grazna en tierra, eso es lo que es aquel ejercito de cuervos es. Con sus picos tiran de la carne y devoran los globos oculares de los fiambres que tapizan el ya durmiente campo de batalla. Las aves de mirada inteligente y plumaje brillante, se arrojan al vuelo cuando te acercas con tu uniforme del mismo color de sus alas, solo para volver aterrizar pocos segundos después, dejándote en un círculo móvil y sempiterno.
Tu gorra de partisano de la belicología te protege del inclemente sol, y unas tiras mantienen en tu espalda el rifle de cerrojo. En tu mano el PDA con radar integrado, te guía entre los cuerpos para encontrar las chapas de metalcorona, ese material virtualmente indestructible que lleva los nombres, misión, y el tipo de sangre de su propietario. Te inclinas, recoges entre huesos chamuscados una de esas cadenas con placas, la escaneas con tu PDA, y ya hay un nuevo nombre qué memorizar en El Mortuorio. Una madre, o una esposa, o un padre, o un hijo, finalmente podrá llorar a un ser querido.
Continúas el arduo viaje. Tropezaste con un cuerpo bastante fresco, en el sentido de que todavía conserva ojos y cara. Una chica muy bien parecida a pesar de su mirada muerta y vacía. El PDA no te señala ninguna placa, pero igual decidiste buscar.
Con la delicadeza que te inculcaron mueves el cuerpo, hasta que el código de barras en la nuca se muestra al sol. Suspiras, dejas la cabeza, y escaneas el código con el PDA. La cosechadora que lo produjo ahora sabe que uno de sus productos biológicos cayó. Para concluir la faena, gritas tres nombres:
¡Aurora, Amelia, Ángela!
Las trillizas se apresuran en llegar a tu posición, alborotando a las aves del malagüero. Tres blancas hermanitas de rizos de oros y facciones europeas, te alcanzan trayendo el resto de tu equipo y suministros. Francesca las encontró y les enseñó, y por la competente manera en que sacan las sierras y tenazas, y comienzan a desmembrar el cuerpo de la cosechada para el posterior reciclado, queda claro que les instruyó excelentemente.
Las partes terminan en una bolsa de basura, que luego tú te encargas de llevar. Ángela por error dañó el riñón, y frente su expresión lacrimosa, plantas una mano en su cabellera y la consuelas con palabras amables. Vale la pena devolver la carne y los órganos a la empresa creadora, siempre se muestran generosas con la retribución. Además, una misión honorable cómo la tuya se mantiene de las donaciones y obsequios para funcionar.
Ademas de fe. Toneladas.
¡Oh, guerra divina! ¡Hágase tu voluntad!
Final 3: Creyente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro