Capítulo 4: El encantador de serpientes
Para la alegría de una irrelevante minoría y la desgracia de una gran masa de adolescentes, hoy era lunes y eso significaba una sola cosa: regreso a clases.
¡NOOOOOOOOOOOOOO!
—Buenos días, chicos. Es un placer tenerlos de vuelta —saludó nuestra profesora de Biología, Mariana.
Es una pena que no pueda decir lo mismo.
—Espero que hayan tenido un excelente verano.
De manera general, las caras de los estudiantes eran de hastío. Lógicamente nadie quiere volver al instituto después de las vacaciones. Creo que la única que se mostraba entusiasmada era Megan, pues este lugar era su palacio. Mientras los otros conversaban acerca de sus actividades veraniegas me distraje mirando la cancha de fútbol a través de la ventana de cristal, ya que me sentaba junto a ella.
A estas horas de la mañana estaba totalmente vacía, pues todos estaban en sus salones recibiendo la bienvenida por parte de los profesores después del gran acto celebrado.
—Este curso tendremos un nuevo estudiante... —informó la profesora en el fondo, pero no presté atención—. Su nombre es Caleb Shines.
—Hola a todos —escuché decir a una voz terriblemente familiar, la cual hizo erizar el vello de mis brazos mientras yo abría mucho los ojos, girando lentamente la cabeza para buscar al emisor.
Ay, no...
El nuevo era...
—Espero que nos llevemos bien... —dijo, mirándome a mí específicamente mientras esbozaba una sonrisa torcida y malévola.
...El chico de la piscina.
Rápidamente apoyé la cabeza sobre mi mesa para ocultarme. Con suerte no me había visto bien o no se percató de que era yo. Con muchísima suerte ni siquiera me recordaría.
Olvidas una cosa, querida... tú no tienes suerte.
Solo pido una cosa: que no se siente a mi lado, que no se siente a mi lado, que no se siente a mi lado...
—...Te sentarás junto a Bélgica —anunció la profesora.
¡NOOOOOOOOOOOOOO!
¿Qué te dije? La suerte no es para ti.
—¿Ese no es el chico de la fiesta de Megan? —preguntó Paris, quien se sentaba justo delante, girándose ligeramente.
—Shh, cállate, Paris —mascullé, colocando un libro en mi cara.
—No puedes evitarlo el resto del año —puntualizó ella.
—Claro que puedo —repliqué, aún cubriéndome con el libro mientras él tomaba asiento a mi lado.
El chico (el cual ahora sabía que se llamaba Caleb) se acomodó en su lugar, tranquilo, en silencio y sin mirarme siquiera.
Tal vez no me recordaba...
—Bueno, ahora comenzaremos la clase —informó la profesora y el resto de los estudiantes protestaron al unísono, alegando que era el primer día, aunque no se les entendía mucho.
Mientras buscaba mi cuaderno de apuntes en la mochila una voz a mi lado dijo:
—Te dije que nos veríamos pronto...
¡¡¡Mierda!!!
—Así que te llamas Bélgica... Un nombre curioso —comentó y yo fingí no escucharlo, por lo que ni siquiera lo miré—. ¿Vas a ignorarme y pretender que no me conoces?
Continué en silencio.
—Si no me respondes, gritaré ahora mismo que me besaste...
—Yo no te... —articulé entre dientes, estableciendo contacto visual con él finalmente, lo cual lo hizo sonreír. Automáticamente me repuse, retomando mi semblante sereno, ya que irritarme era su objetivo y yo había estado a punto de darle lo que quería—. No voy a caer en tu jueguito infantil —aclaré en voz baja.
—No olvides lo que pasó la última vez que me llamaste "infantil"... —replicó con una sonrisa ladina.
—En realidad, ya lo había olvidado, pero insistes en recordármelo con tus molestos comentarios —mascullé.
—Si quieres, te lo recuerdo de una forma más... realista —ofreció con tono juguetón.
—No me interesa —escupí, zanjado el tema, lo cual lo hizo sonreír y eso me hizo pensar que no se tomaba nada en serio.
—Me alegra volver a verte...
—Podría decir lo mismo, pero sería una vil mentira —gruñí.
Con un poco de suerte no tendría que tratar demasiado con aquel ser molesto.
—Bueno, chicos —emitió la profesora unos minutos antes de que terminara la clase—, para la semana que viene tendrán que entregar un trabajo...
El anuncio desató las quejas estudiantiles por segunda vez. Parece que a todos se les olvida que vienen a la escuela a estudiar.
Creo que eres la única adolescente que piensa así, lo cual me hace dudar seriamente si eres normal.
—... El trabajo se hará en dúos —prosiguió.
—¿Se puede hacer de tres, profesora? —preguntó Thomas, uno de mis compañeros.
—Acabo de decir que son dúos —esbozó una sonrisa dulce, pero ligeramente forzada, lo cual me divirtió, ya que siempre había alguien que saltaba con esas preguntas innecesarias—. Un dúo es de dos personas y dos no son tres —le explicó como si tuviera 3 años.
O 3 neuronas.
Mientras los otros se burlaban de la pregunta de Thomas, yo pensaba en los posibles temas que podríamos investigar Paris y yo, pero de pronto la voz de la profesora desmoronó mis planes.
—El trabajo lo harán con su compañero de la derecha.
Y por segunda vez en la mañana grité mentalmente un: ¡NOOOOOOOOOOOOOO!
—Esto es el destino, mi musa... —comentó, apoyando el codo en su mesa y la mejilla en su mano.
—¿Cómo rayos me llamaste? —gruñí.
—¿Dónde lo hacemos? ¿En tu casa o en la mía? —preguntó con doble sentido, subiendo y bajando las cejas rápidamente, lo cual me hizo sacarle el dedo medio. Él simplemente hizo un corazón con sus manos colocándolo sobre el lado izquierdo de su pecho.
Alguno de los dos no llegaría vivo a final del semestre: yo moriría de los nervios o él ahorcado por mí; pero uno de los dos no sobreviviría.
>:<>:<>:<
La mañana transcurrió sin peores sucesos (aunque el simple hecho de tener que hacer equipo con Caleb era peor que tener diarrea).
—Hola, Bel —me saludó una persona inesperada mientras guardaba los libros en mi taquilla, justo antes de ir a almorzar.
—Ah... Hola, Calvin —devolví el saludo sin demasiado ánimo.
Les resumiré mi reacción en una palabra: ex.
—Te has puesto más bonita en el verano —me elogió.
—¿Qué quieres? —pregunté, enfocando sus ojos grises.
—Qué poca confianza, Bel —fingió ofenderse, liberando una risa nerviosa.
—El hecho de traicionarme no habla muy bien de tu nivel de confiabilidad —repliqué, cerrando con firmeza mi taquilla mientras rememoraba esos 2 meses de relación tirados por la borda gracias a su calentura descontrolada.
—Bel, yo... Sé que ya te pedí perdón... pero igual no tienes una idea de lo arrepentido que estoy... —admitió con voz lastimera.
—Eso está en el pasado, no tiene caso que pidas perdón ahora. Además, ya te disculpé hace mucho —aseguré.
—¿Eso quiere decir que... tal vez algún día... tú y yo...? —murmuró, esperanzado.
—Así como tu traición es algo del pasado, un "tú y yo" también lo es —lo interrumpí, tajante.
—Bel... —musitó el chico rubio ante mí.
—Tengo hambre, iré a almorzar. Con permiso —zanjé, rodeándolo con indiferencia, pero me retuvo sosteniendo mi brazo con firmeza.
—¿Te gusta alguien más? ¿Es eso? —inquirió desubicadamente.
—Suéltame. Si así fuera, no tengo por qué explicarte nada —emití, severa.
—¿Quién es? —continuó su interrogatorio, ceñudo.
—Te dije que me soltaras, Calvin —mascullé.
—Responde mi pregunta antes —contraatacó.
—Si no me dejas ir, gritaré —lo amenacé.
—Tú odias los escándalos —rebatió con suficiencia—. Odias ser el centro de atención —añadió con seguridad, lo cual me hizo odiar que me conociera tan bien.
—Suéltame —repetí entre dientes, ignorando su reciente réplica y a punto de perder la paciencia.
—Respóndeme —articuló con igual tono.
—¡Que me sueltes! —chillé, irritada, liberándome de un tirón.
—La señorita dijo que la soltaras, compañero —intervino de pronto una tercera voz—. De donde vengo a las damas se les respeta y no se les obliga a hacer algo que no quieren.
—¿Es él? ¿Estás con el nuevo? —inquirió Calvin, escéptico.
—¿No escuchaste, amigo? —lo interrumpió Caleb, haciendo caso omiso de su pregunta—. No quiere responderte —avanzó hacia mi ex, arrinconándolo contra los casilleros—, así que mejor lárgate ahora que aún tengo paciencia para ver tu cara y no reventarla —agregó entre dientes a centímetros de su rostro, pero sin llegar a tocarlo.
—Después hablaremos, Bel... —dijo Calvin finalmente, sosteniendo la mirada de Caleb y alejándose hasta desaparecer.
—¿Estás bien? —indagó el chico pelinegro con tono preocupado, enfocándome con sus ojos azul celeste.
—Podía manejarlo sola —respondí, hosca, dándole la espalda para ir a la cafetería.
—Las personas educadas dicen "gracias" —replicó, siguiéndome de cerca.
—Supongo que no soy educada —gruñí cuando estuvo a mi lado—. Bien... —cedí ante su expresión ligeramente dolida, ya que estaba siendo injusta—. Gracias... Caleb... —musité, desviando la mirada.
—Tu voz pronunciando mi nombre me seduce, mi musa —respondió, pícaro—. Me pregunto cómo se escuchará en otro contexto...
—Era demasiado bueno para ser verdad —dije, torciendo los ojos y acelerando el paso para dejarlo hablando solo y, con suerte, se atragantaría con una de sus estupideces.
—¡Espera! —Corrió hasta alcanzarme y comenzó a caminar de espaldas, mirándome—. Era una broma —se justificó, sonriente, pero a mí no me hizo la menor gracia y así lo expresó mi rostro—. Está bien. —Se detuvo repentinamente frente a mí y yo hice lo mismo—. Creo que no nos presentamos adecuadamente... —reconoció.
—Adivina de quién es la culpa... Te daré una pista: mía no es —refuté, cruzando los brazos, ceñuda.
—Está bien, está bien. —Alzó las manos en señal de rendición—. Permíteme presentarme como se debe. Soy Caleb —informó, ofreciéndome su mano como forma de saludo, pero lo miré con desconfianza—. Aunque no lo creas, quiero llevarme bien contigo —declaró con tono afable.
—Bélgica... —respondí finalmente, dándole la mano de mala gana.
—Qué nombre tan curioso... —comentó.
—Sí, sí, me llamo igual que un país —escupí.
—Al parecer, no te gusta mucho —puntualizó con diversión, pero no articulé respuesta alguna—. Yo creo que es interesante... Igual que tú —opinó seductoramente.
—Si no supiera que es imposible, pensaría que te gusto —rebatí, arqueando una ceja.
—¿Por qué piensas que es imposible? —cuestionó.
—Veo un brillo en tu mirada que indica que disfrutas fastidiarme —expliqué con ojos entrecerrados, contemplando su mirada, la cual se tornó divertida.
—Debo admitir que tienes razón —reconoció, sonriente—. Con razón me dijeron que eres tan inteligente —señaló.
—¿Me adulas? —pregunté, arqueando una ceja.
—Solo soy sincero... —contestó, encogiéndose de hombros—, mi musa —agregó, coqueto.
—Sincero y molesto —sentencié.
—Chica ruda... —comentó mientras lo rodeaba para irme—. No me trates así que me enamoro.
—Caleb —me giré repentinamente, sorprendiéndolo en el acto—, te ofrezco algo. Si quieres, yo hago el trabajo sola.
—No, gracias —declinó mi propuesta—. Te ayudaré.
—No le diré a la profesora. Ambos obtendremos la misma calificación —negocié.
—No me parece justo para ti... Insisto en ayudar. Además, quiero pasar tiempo contigo... Quisiera que nos conociéramos mejor... así verás que soy molesto, pero de buen corazón. ¿Me lo permitirás...?
Ante sus palabras hundí el entrecejo, desconfiada.
—Me agradas... de verdad... —añadió.
—Tal vez te dé una oportunidad... —cedí y él sonrió—, pero no lo arruines.
Al entrar en la cafetería, Paris me hizo una seña para que fuera a su mesa y, por el rabillo del ojo, pude ver que Caleb me seguía. Mi prima, a medida que nos acercábamos, entrecerraba sus oscuros ojos perfectamente maquillados enfocando a Caleb con desconfianza.
—Caleb, te presento a... —hablé cuando llegamos a su mesa.
—Soy Paris Hungría Li, su mejor amiga, prima, consejera, compañera, colega, hermana, socia, confidente, guardaespaldas y la que te va a cortar los testículos si le haces algo malo... —me interrumpió atropelladamente, posicionándose a mi lado—, pero puedes llamarme Paris —añadió con una falsa sonrisa, como si estuviera bromeando, pero todos sabíamos que no era así.
Su presentación fue más larga que la de Daenerys Targaryen de Juego de Tronos.
—Yo soy Caleb... Y puedes llamarme Caleb —habló con una sonrisa nerviosa.
A medida que transcurría el almuerzo Caleb y Paris intercambiaron de una forma demasiado amena para mi gusto. Mi prima se reía y dialogaba como si aquel chico fuera un amigo de toda la vida. Entonces me di cuenta de que Caleb Shines tenía la capacidad de cautivar al resto sin el menor esfuerzo y ahora tenía a Paris en un bolsillo. Eventualmente Megan Meyer nos acompañó (lo cual nunca había pasado), ya que conocía con anticipación a Caleb, quien a pesar de ser el chico nuevo se desenvolvía con una soltura y un carisma capaces de conquistar a cualquiera.
—Todos me adoran, musa... —susurró, aprovechando que estaba sentado a mi lado.
—Ya veo... —mascullé, contemplando al sinnúmero de estudiantes que rodeaba nuestra mesa, atraídos por Caleb como las polillas por la luz—. Al parecer, soy la única a la que no le agradas del todo...
—Te prometo que eso cambiará... De ahora en adelante con cada segundo que estemos juntos te demostraré que este ladrón de besos también es un buen chico.
—¿Por qué harías eso? —pregunté, descolocada y confundida.
—Supongo que ya no me divierto como antes... —respondió, pensativo—. Pero tú... logras alegrarme de alguna forma... Creo que por eso me agradas... Así que no intentes escapar... porque cuando quiero algo simplemente lo tomo... —agregó con esa sonrisa torcida tan característica que tenía.
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Holaaaaa!! :D
Cómo va la vida? :D
Qué les pareció el cap? :)
Los leo!
Ya apareció el chico de la piscina :)
Caleb Shine! :D
Qué opinan de él?
Espero que les haya gustado el cap.
Si así fue, no olviden darle amor :D
Hasta el próximo.
Chau, chau.
Dato random: El nombre de Caleb se pronuncia "Kéileb", no "Cáleb" , ni "Caléb". Lo aclaro porque algunas amigas lo han leído y lo pronunciaron mal ;-;
Ig: daia_marlin
<3
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