Capítulo 31: Dulce hogar
Al despertar a la mañana siguiente, observé a Caleb durmiendo plácidamente a mi lado. Se veía tan tierno y calmado cubierto hasta a la cintura por su sábana, pero a la vez tenía un aire sensual debido a que su definida espalda desnuda cubierta por su hermoso y llamativo tatuaje acaparaba toda mi atención.
Esa vista me hizo recordar el momento que compartimos anoche...
Me hubiese gustado tanto que esa llamada nunca hubiese llegado...
Hubiese adorado saber qué sucedería después...
Cuando mi mente estaba a punto de tomar un rumbo ligeramente pecaminoso escuché que alguien tocaba la puerta, así que me apresuré a abrir.
—¿Zack? —emití, extrañada y abriendo ligeramente la puerta para esconderme detrás de esta, puesto que estaba poco presentable.
—Tu prima vino a buscarte —contestó sin más y luego se marchó.
Tan poco expresivo como de costumbre...
Contemplando la serena imagen de Caleb comencé a quitarme su camisa para ponerme mi vestido.
—Dios. Mío —articuló una voz procedente de la habitación.
—¡Caleb! —chillé al girarme y verlo con un ojo abierto, mirando atentamente mi cuerpo prácticamente desprovisto de ropa.
—No te cubras —me pidió con una sonrisa pervertida cuando coloqué su camisa sobre mis pechos.
—Pensé que estabas dormido —repliqué, totalmente sonrojada.
—Lo estaba... Hasta que despertaste... Y como sabía que no te irías con mi camisa... —dejó suspendida la frase mientras me enfocaba como si sus ojos fueran a liberar rayos láser y destruir la escasa tela que me protegía.
—Eres un pervertido —sentencié.
—Jamás lo negué —declaró, apoyando su cabeza en su mano y su codo en la cama, expectante.
—No te acomodes mucho. Iré al baño a cambiarme —anuncié, dando media vuelta.
—La verdad es que esta vista también me gusta —emitió de repente y fue entonces cuando me percaté de que acababa de mostrarle mi trasero cubierto solo por mis bragas.
Qué grande eres.
—¡Caleb! —exclamé y su sonrisa se ensanchó.
—¿Por qué te cubres? —se mostró confundido y a la vez divertido.
—No es el momento para esto... —rebatí, esquiva.
—¿Acaso piensas que no me gustará lo que hay ahí debajo? —preguntó, poniéndose en pie y acercándose a mí para arrinconarme contra el armario mientras me miraba desde su altura, lo cual me pareció ligeramente intimidante, pero a la vez un poco... excitante.
—Yo... —balbuceé cuando Caleb colocó sus manos a ambos lados de mi cara, acorralándome por completo. Eso unido al hecho de que estaba prácticamente desnuda frente a él estaba provocando que mis latidos se dispararan sin control.
—Si es así, te equivocas —afirmó—. No tienes motivo alguno para sentirte insegura frente a mí. Me encanta cada centímetro de tu ser —aseguró, observando mi cuerpo con devoción, lo cual me hizo tragar saliva con fuerza. Su mirada en estos momentos me ponía muy nerviosa.
—Ya debo irme, Caleb... —intenté evitarlo, haciendo un ademán para marcharme, pero él me lo impidió sosteniendo mis hombros para retenerme contra el armario.
—Lo digo en serio, Bel... Tal vez tú no eres consciente de todo lo que despiertas en mí... —dijo, sosteniendo mi mirada—, pero créeme cuando te digo que me gustas mucho y por eso yo... te deseo... —confesó, colocando su frente sobre la mía mientras cerraba sus ojos y agudizaba su agarre en mis hombros, como si estuviera intentando contenerse—. Te deseo tanto... —agregó, tragando en seco—. Me hubiera gustado que la llamada de ayer no hubiese sucedido... —comentó con una pequeña sonrisa al retroceder un paso.
—Si te soy sincera... —hablé, nerviosa—, a mí también me hubiera gustado —completé la frase mientras él me miraba fijamente.
Su mirada denotaba cierta sorpresa, pero a la vez una profunda intensidad. Parecía que estaba procesando mi confesión. El silencio se abrió paso entre ambos como un muro que rápidamente derribamos, ya que ambos entendíamos el significado de mis palabras. Pocos segundos después nos abalanzamos uno sobre el otro a la velocidad de un rayo, uniendo nuestros labios efusivamente.
Después de dejar caer su camisa comenzamos a avanzar hacia la cama sin parar de besarnos, evidenciando la ardiente necesidad que había entre ambos.
En nuestro trayecto de insaciable deseo Caleb me empujó haciéndome caer sobre la cama y luego se detuvo a mirarme, provocándome cierto nerviosismo debido a la intensidad de su mirada sobre mi cuerpo semidesnudo. Después, sin previo aviso, agarró mis tobillos y tiró con fuerza de estos mientras mordía su labio inferior para luego continuar besándome apasionadamente.
—¿Bel? —escuchamos la voz de Pheebs al otro lado de la puerta, lo cual hizo que detuviéramos el beso automáticamente.
—Mierda, Paris está allá afuera. Lo había olvidado —expliqué, apartando a Caleb y comenzando a vestirme rápidamente—. ¡Ya casi salgo, Phoebe! —le avisé.
—¡De acuerdo! Paris está aquí esperándote.
—Estamos rodeados de gente inoportuna —se quejó Caleb desde la cama, dramático.
—Deberías vestirte —repliqué con una sonrisa cuando terminé de ponerme mi vestido y tacones.
—Y tú deberías quedarte aquí conmigo para terminar lo que empezamos... —refutó con una sonrisa ladina.
—Ya me voy —le informé, evasiva, caminando hacia la puerta.
—Cobarde —sentenció con ojos entrecerrados, lo cual me hizo sonreír.
—Concluiremos esto —le prometí justo antes de cerrar la puerta.
Mientras caminaba hacia la sala de estar escuché algunas voces procedentes de allí, pero cuando llegué automáticamente se callaron.
—Hola, Paris —saludé.
—¡Bel! —exclamó, dándome un abrazo un poco exagerado—. Estábamos muy preocupados por ti.
—No entiendo el porqué. Hablé con mi mamá y le dije dónde estaría —comenté.
—Aun así —rebatió, ceñuda—. No vuelvas a irte de esa manera.
—De acuerdo —dije, desganada—. Gracias por haberme recibido, Pheebs. Nos vemos luego.
—Hasta luego, Bel —emitió ella.
—Todos nos quedamos muy preocupados cuando te fuiste anoche, en especial tía Alaska —habló Paris cuando ya estábamos en su auto.
—No me digas —respondí, escéptica, mirando los árboles a través de la ventanilla.
—Lamento que hayas discutido con tu madre. Siempre supe de sus diferencias, pero no sabía que su relación había llegado a un punto tan delicado. Lo siento, Bel —dijo, tomando mi mano con delicadeza.
—No te preocupes, Paris. Yo siempre me esforcé en fingir que todo estaba bien. No te culpes por no haberte dado cuenta —contesté con una pequeña y triste sonrisa.
—Estoy segura de que todo se va a solucionar —intentó animarme.
—Supongo —murmuré.
—Por cierto... hablé con Phoebe mientras esperaba por ti... —confesó.
—¿En serio? —pregunté con interés.
—Sí... me disculpé con ella por algunas cosas que le había dicho antes... —admitió, avergonzada—. Y también le dije que me gustaría que fuera feliz con Zack... —agregó, contemplando la carretera.
—Paris... —murmuré con orgullo.
—Tú tenías razón. No tengo derecho a interponerme en un amor tan real como el de ellos. Además, Phoebe es muy buena persona. No merecía que la insultara. Gracias por hacerme ver que estaba equivocada, Bel...
—Las amigas están para eso —respondí.
—Las amigas también están para contarles tus problemas —refutó—. No vuelvas a ocultarme tus sentimientos, Bel. Si te sientes triste, insegura, enojada, perdida... puedes contar conmigo —aseguró.
—Lo sé, Paris —musité, mirando mi regazo.
—Sé que tía Alaska y tú no tienen mucho en común, pero ser diferente no es algo malo. Yo amaría ser tan inteligente como tú —reconoció.
—Solo lo dices para que me sienta mejor —rebatí—. Mi madre adoraría que yo fuera como tú —dije con pesar.
—Y yo adoraría parecerme en muchas cosas a ti porque no solo tienes una belleza natural. También eres inteligente, estudiosa y justa. No existe maquillaje ni cirugía en el mundo capaz de regalar esas cualidades, así que no importa si a tía Alaska le cuesta aceptarte. Yo no solo te acepto, yo te quiero, Bel.
—Gracias, Paris. Gracias por siempre estar a mi lado —emití, conmovida.
:():():
—Bel, al fin llegas —dijo Kenya al verme atravesar la puerta junto a Paris y corriendo a darme un abrazo.
—Se nos estaba cayendo el pelo de la preocupación —se quejó Austria, ceñuda.
—Y a mamá por poco le da un infarto cuando llegamos a casa y vio que no estabas aquí —comentó Landa.
—¿Estás bien, Bel? —indagó Venecia.
—Sí —murmuré—. ¿Dónde está mamá? Supongo que querrá hablar conmigo.
—Está con papá en el despacho —me informó Landa.
—Iré a hablar con ella.
—Hija... —emitió mi padre cuando llegué a su despacho, abrazándome como si no me hubiera visto en 5 años.
No entiendo a qué venía tanto revuelo. Le dije a mi madre que estaba en la casa de un amigo de Caleb.
—Yo... las dejaré para que conversen —anunció mi padre, alternando su verde mirada entre mi madre y yo.
—Supongo que querrás regañarme por haber armado un espectáculo en la fiesta delante de los fotógrafos —parloteé, viendo cómo ella se levantaba de su silla y caminaba lentamente hacia mí—. ¿Cuál será mi castigo esta vez? ¿Un año con tacones y maquillaje? —proseguí.
—Bel —habló con ojos vidriosos, abalanzándose sobre mí, provocando que mis ojos se abrieran de la sorpresa—, qué bueno que estás bien —añadió, frotando mi espalda y acercando mi cuerpo al suyo—. Cuando llegué y no te vi pensé que te había pasado algo... —continuó, acariciando mi rostro mientras sus ojos se llenaban aun más de lágrimas.
—¿Eso quiere decir que no estás molesta? —pregunté, extrañada ante su reacción.
—Ven, siéntate —me pidió y eso hice, luego ella se agachó para quedar casi a mi altura mientras sostenía mis manos—. Yo... quiero disculparme contigo, hija... por lo que pasó anoche y también... por todo... —emitió, dejándome estupefacta.
—¿En serio, mamá? —me mostré confundida—. Pensé que me castigarías por el resto de mi vida por hacer un escándalo públicamente.
—No, Bel... Todo lo que dijiste me hizo comprender... que no he sido una buena madre para ti —reconoció, liberando sus lágrimas—. Siempre pensé que lo estaba haciendo bien, pero claramente estaba equivocada. Tal vez haya sido una gran modelo, pero como madre me queda muchísimo por aprender porque soy terrible...
—No, mamá. No digas eso... —le pedí, acariciando su mejilla, entristecida.
—Sí lo soy. ¿Qué clase de madre no conoce las notas de su hija? —cuestionó—. No me di cuenta de lo mal que te sentías, Bel. Tu padre, tu abuela, tu tía... todos ellos fueron capaces de verlo y yo, que soy tu madre, no lo fui —dijo, colocando su cabeza en mi regazo—. Siempre pensé que lo que tenía para ofrecerles era lo mejor para ustedes. Solo conozco el mundo de la belleza porque fue lo que me abrió paso en la vida. Nunca me detuve a mirar más allá de eso ni a valorar la posibilidad de que tal vez ustedes no quisieran seguir mis pasos. Como bien dijiste, que sean mis hijas no significa que deban ser iguales a mí, pero yo jamás me detuve a pensarlo siquiera. Siempre creí que estarían orgullosas de ser como su madre...
—Yo estoy orgullosa de ti, mamá —aclaré—. Has conquistado mucho y alrededor del mundo hay millones de personas que te admiran...
—Pero tú no eres una de ellas —me interrumpió.
—Yo te admiro, pero no quiero ser como tú —la corregí, secando sus lágrimas—, sin embargo, eso no significa que no te ame —añadí—. No importa que seamos diferentes.
—Yo también te amo, hija. Lamento no habértelo dicho más a menudo. ¿Me perdonas... por todo?
—Claro que sí, mamá —emití, sintiendo como una lágrima rebelde caía por mi mejilla.
—Te prometo que de ahora en adelante seré una mejor madre y respetaré siempre tus deseos, no importa si son diferentes a los míos —aseguró.
—Y no solo los míos... también los de mis hermanas. Yo fui la única que siempre te enfrentó, ¿pero crees que soy la única que no estaba de acuerdo? —dejé suspendida la pregunta, haciéndola reflexionar.
—¡Niñas! —exclamó de repente—. Sé que están escuchando detrás de la puerta. Entren ahora —les ordenó y eso mismo hicieron.
¿Cómo rayos supo que estaban ahí?
—Me alegra que hayan hecho las pases —emitió Venecia.
—A mí igual. Es bueno tener a Bel de vuelta en casa —dijo mi madre—. Definitivamente ella... me hizo ver las cosas que hice mal... —agregó—. Por eso me gustaría conversar con todas. Quiero saber... cuánto he fallado como madre...
—¿A qué te refieres, mamá? —indagó Austria.
—¿No les gusta la forma en la que las he educado? —preguntó con un hilo de voz, temerosa de escuchar a sus hijas—. ¿Sienten que alguna vez les fallé? ¿Creen que he actuado mal con ustedes, que las he presionado, criticado o las he hecho sentir mal?
Mis hermanas se miraron discretamente mientras permanecían en silencio. Mi madre, por su parte, las observaba con atención y tristeza. Supongo que era difícil para ella, que siempre pensó que era perfecta, saber que había errado como madre.
—Digan algo, por favor... —les pidió—. No me enojaré con ustedes. Solo quiero ser mejor a partir de hoy...
—Pues... —Austria rompió el silencio finalmente—. Siendo sincera no me gusta que escojas nuestra ropa... Sé que te gusta presumirnos y que nos veamos hermosas; pero quisiera lucir como yo quiera, no como a ti te haga feliz...
—Entiendo... —musitó mi madre.
—Y otra cosa... —prosiguió Austria, llenándose de valor—. Siempre me has presionado para que entre al mundo del modelaje fitness... Me gustaría que dejaras de insistir, no quiero eso para mí. No practico ejercicios para tener un cuerpo perfecto. Lo hago porque es un estilo de vida, una forma de disciplina —explicó.
—De acuerdo, hija. Si prefieres mantenerte entrenando a otros solamente, no te volveré a mencionar el tema —aseguró nuestra madre.
—De hecho, mamá... —continuó Austria, haciendo una larga pausa—. No quiero dedicarme a entrenar... Lo que realmente quiero hacer... es dedicarme al boxeo.
—¿Qué? —chilló ella.
—Es lo que realmente me apasiona: la lucha.
—Pero, hija, podrían lastimarte. Podrían destrozar tu hermoso rostro. ¿En serio quieres golpear a otros como una salvaje? —inquirió.
—Es lo que amo, madre. Me gustaría que respetaras mi decisión —dijo Austria con determinación.
—Ahora que hablamos de vocación... —emitió Landa de repente—. Sabes que siempre me ha gustado el mundo del entretenimiento, mamá. Siempre quise ser actriz como la abuela, pero no quiero ser actriz de cine. Quiero ser actriz de teatro.
—¿En serio, Landa? —replicó mi madre—. El teatro no tiene tanta repercusión hoy en día. No vas a alcanzar la fama y el éxito que tendrías en el cine y la televisión.
—No quiero ser actriz para ser famosa, sino porque me apasiona interpretar, dar vida a diferentes personajes y entretener al público. En el teatro no existe una segunda toma, debes hacerlo bien a la primera. Amo esa adrenalina —argumentó Landa con entusiasmo.
—Mamá, yo... —murmuró Venecia, insegura.
—¿Tú también tienes algo que decir, Venecia? —habló, sobrecogida ante las confesiones de sus hijas—. ¿Me vas a decir que no quieres ser violinista?
—Amo tocar el violín, pero no quiero dedicarme profesionalmente a ello —aclaró.
—¿Te decidiste por el piano entonces?
—No... —musitó—. La música me gusta mucho, pero no quiero ser el centro en los escenarios. Quiero ayudar a otros a brillar, quiero ser la guía que otros usen para lograr una increíble sinfonía. Quiero ser directora de orquesta.
—Necesito sentarme —dijo mi madre.
Supongo que debía estar impactada al ver cómo todo lo que tenía concebido de nosotras se desmoronaba frente a sus ojos.
—¿Directora de orquesta? —repitió con cierto desdén—. Siempre pensé que serías la luz más brillante sobre el escenario, pero simplemente quieres mover una batuta —opinó con dramatismo y cierto desprecio.
—Ser directora de orquesta es más que eso —rebatió Venecia, ceñuda—. ¿Qué sería de las orquestas sin su director?
—Lo sé, hija. Sé que es un trabajo importante, pero es un desperdicio de tu talento. Eres una grandiosa violinista y también tocas muy bien el piano.
—Lamento si te decepcioné, mamá. Eso es lo que me gusta —se mantuvo firme la gemela de ojos azules.
—Una de mis hijas quiere golpear a otros como una salvaje... —comenzó a decir, recostada en el sofá sin demasiado glamour mientras miraba el techo, perdida—. Otra quiere condenarse a actuar en teatros vacíos donde nunca llegará a tener reconocimiento... Y la otra quiere desperdiciar todo su trabajo y talento siendo opacada por un montón de instrumentistas...
—Mamá —gruñí a modo de regaño—, prometiste que lo intentarías... —le recordé.
—Seguro es difícil para ti, mamá —se mostró comprensiva Austria—. Tenías muchos planes e ideas preconcebidas sobre nosotras...
—Pero es esto lo que nos gusta realmente —añadió Landa—. Si hiciéramos lo que tú quieres, estaríamos condenadas a una vida profesional llena de frustración e infelicidad.
—Por eso nos gustaría que apoyaras nuestro sueño —dijo Venecia.
—Tal vez a mí me rompan la cara en el ring... —aventuró Austria mientras todas la mirábamos con atención, especialmente mamá—. Tal vez Landa nunca sea reconocida mundialmente como la abuela... Tal vez Venecia sí habría triunfado como violinista... Tal vez el futuro que deseabas para nostras sí era el mejor... pero queremos correr el riesgo —concluyó y las gemelas se unieron a ella, colocando sus manos en los hombros de Austria en señal de apoyo.
—Bueno, si realmente es eso lo que quieren... yo estaré para ustedes sin importar lo que pase —aseguró mi madre, poniéndose en pie.
—Gracias, mamá —habló Venecia y las tres fueron a abrazarla—. Gracias por comprender.
—Gracias a ustedes... por enseñarme a ser madre... —les dijo con los ojos llenos de lágrimas.
La imagen familiar fue realmente cautivadora. Finalmente nos estábamos volviendo una verdadera familia. Cuando deposité la vista en Kenya, quien se encontraba en un rincón muy callada, me percaté de que estaba incómoda y nerviosa.
—¿Kenya? —llamé su atención.
—¿Hija? —dijo mi madre, poniendo fin a su abrazo con mis otras hermanas—. ¿Acaso tú... también tienes algo que decir...? —preguntó, temerosa—. ¿Acaso tú... justamente tú... no estás feliz con el camino que has seguido? —indagó con ojos vidriosos y Kenya se mostró dubitativa mientras sus ojos azules se llenaban de lágrimas también.
—Sí lo estoy, mamá —dijo finalmente—. Ha sido un honor para mí seguir tus pasos. Simplemente me parece conmovedora toda esta situación.
—Me alegra saber que al menos hice un buen trabajo con una de mis hijas —comentó mi madre, sonriente, dándole un abrazo a Kenya, quien continuaba entristecida.
—Puedes estar segura de ello, mamá —emitió Kenya—. Bueno, ya debería irme... Évett me está esperando en casa —nos informó.
—Saluda a mi yerno querido. La próxima semana iremos a seleccionar tu vestido de novia —anunció.
—Sí, claro... —murmuró Kenya con una débil sonrisa y luego salió del despacho.
—Acompañaré a Ken a la salida —les informé y luego corrí tras ella—. ¡Kenya, espera! —exclamé justo antes de que abriera la puerta del ascensor.
—¿Bel? ¿Pasó algo? —indagó, preocupada.
—Eso quiero saber. ¿Qué es lo que te pasa? —pregunté, ceñuda.
—¿A mí? —se hizo la desentendida—. Nada. Estoy bien.
—No, no lo estás —refuté.
—No entiendo a qué te refieres, Bel —fingió inocencia.
—Vi cómo te pusiste cuando estábamos en el despacho. Parecía que te estabas ahogando con tus propios sentimientos. Tú también querías confesarle a mamá que no eres feliz con la vida que llevas por su culpa —concluí.
—Te equivocas —mintió, nerviosa.
—No tienes que mentirme a mí, Kenya. Sé cómo te sientes...
—No, Bel... Tú no sabes cómo me siento... —rebatió mientras sus ojos se tornaban vidriosos nuevamente—. Nadie sabe cómo me siento...
—Ken... —murmuré—. Puedes contarme. Estoy aquí para ayudarte.
—No, Bel. No puedes ayudarme... Sé que siempre fuiste incomprendida por mamá. Lamento mucho que te hayas sentido así. Nunca apoyé la actitud que ella tenía contigo, pero... por mucho que tu intención sea ayudarme no puedes hacerlo porque no tienes idea de cómo me siento...
—Ayúdame a entender —le pedí.
—¿Sabes lo que se siente vivir presionada bajo las expectativas de una madre que te considera perfecta? ¿Sabes lo que es vivir aparentando ser buena en todo lo que haces ante una enorme cantidad de seguidores que esperan que hagas todo bien? ¿Sabes lo que es ser la última esperanza de tu madre de que alguien mantenga su legado? ¿Tienes idea de cómo me siento? —lanzó una pregunta tras otra y mi respuesta fue simplemente:
—No... no tengo ni la menor idea...
—No puedo más, Bel... —se derrumbó, colocando sus manos en su rostro mientras se recostaba de la pared para luego deslizarse por esta hasta sentarse en el suelo, desconsolada—. Mi vida es un caos en este momento... y debo fingir que todo está bien porque es lo que todos esperan de mí...
—No, Kenya —aseguré, agachándome frente a ella—. No debes hacerlo. No eres solo esa diosa de las pasarelas. Eres un ser humano. Tienes derecho a llorar y a equivocarte.
—Fingir ser perfecta es tan agotador, Bel... —confesó con la mirada perdida, abrazando sus piernas—. Tengo hambre todo el día porque debo llevar una dieta súper estricta... Debo lucir impecable todo el tiempo porque nunca se sabe cuando un fotógrafo saldrá de la nada... Debo tratar bien a mis admiradores y sonreírles incluso cuando lo único que quiero es estar sola y tranquila... Debo mantener esa pose de perfección incluso frente a mi propia familia... No puedo hacer lo que desee porque siempre estoy presionada y obligada a complacer a los demás... Mis días han sido así desde que tengo memoria... Estoy condenada a vivir una vida que no elegí...
—Tal vez antes no podías escoger, Ken... pero ahora puedes hacerlo —le aconsejé—. Nunca es tarde para elegir ser feliz...
—¿Y la felicidad de mamá? Todo lo que hago, lo hago para que ella esté orgullosa y complacida.
—¿Y qué hay de ti? ¿Acaso tu vida y tu felicidad no son importantes?
—Yo... solo quiero que nuestra madre esté feliz... ¿Eso es un pecado? —preguntó, derramando una lágrima solitaria.
—No, pero forzarnos a vivir infelizmente sí lo es —opiné.
—Yo... estoy confundida... No sé qué debería hacer con mi vida...
—Vivirla, Ken. Vive tu vida —le recomendé, resaltando la palabra tu porque, aunque querramos que nuestros padres sientan orgullo de nosotros, no podemos vivir como ellos quieren, ya que eso sería recorrer un camino de eterna infelicidad.
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Hola, hola :D
Cómo va todo?
Qué les pareció el cap?
Los leo!
El inicio estuvo picante je je, pero siempre alguien los interrumpe :"v
Me alegra que Paris se disculpara con Phoebe y se diera cuenta de que estaba equivocada. Creo que eso muestra una evolución en su personaje.
También estoy feliz de que Alaska finalmente se haya disculpado con Bel.
Me gustó mucho que sus hijas confesaran lo que realmente quieren hacer. Fueron muy valientes.
Y qué opinan de la escena de Bel y Kenya?
Así como Bel sufría por ser incomprendida, Kenya sufre por vivir presionada. Tristemente es una realidad que muchos hijos viven.
Espero que les haya gustado el cap.
Hasta el próximo.
Bye :D
Dato random: Cuando comencé a escribir me centraba demasiado en los protagonistas, pero con el tiempo he ido mejorando y ahora me gusta abarcar la vida de todos, tal como se evidencia en esta historia :D
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