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Capítulo 6.

Abrí los ojos de golpe, pues el frío viento que soplaba en la ventana abierta de la habitación, era como la esencia misma de la que habla.

Mis sentidos recobraron fuerzas a medida que mis ojos dejaban atrás aquel sueño profundo que tuve. La calidez se reflejaba en los rayos solares que entran en el ambiente. Las suaves sábanas de tela cubren mi cuerpo resaltando de manera exagerada mis piernas. El aire fresco me incita a levantarme de la enorme cama.

En el momento en que mis pies entraron en contacto con el suelo, mis sentidos recobraron fuerza e insertaron esa energía que descubrí hace unos días atrás. El hombre que trató de ayudarme me tenia aún en su enorme casa. Me faltaban muchas cosas por descubrir, volver no ha sido muy bueno después de todo.

Recorro por el piso descalza hasta llegar al enorme espejo, reflejo mi rostro; es pálido y neutro. Mis ojos demuestran frialdad a flote, sin duda, ningún ser reflejaría tanto odio y recelo en sus ojos.

Era consciente, solo debía cumplir mi misión.

En mí, era demasiado suficiente. Mi infierno fue bajado a la realidad alternada en la que nació. No hay manera de culpar a nadie, sola labré el camino de mi perdición. Aún me pregunto si llegará el día en el que descanse en paz. No me refiero a la muerte, ya está aquí, solo es una salida demasiada fácil.

Oí unos suaves golpes en la puerta enterándome de que alguien se sitúaba afuera.

—Adelante.—dije. Una silueta varonil se adentró en la habitación. Sus ojos azules se dilataban a medida que se sitúaba delante mío.—¿Qué deseas?

—Buen día.—sonrió amablemente mostrando su dentadura. Miró fijamente al piso e intentó no pasar las manos por su cabello. Pero lo hizo.—¿Bajarás a desayunar?

—No lo creo.—respondí, las manos comenzaron temblarme—prefiero quedarme aquí arriba.—levanté la cabeza arqueando las cejas.

—Como prefiera.—dio media vuelta y caminó derecho a la puerta. La cerró tirándola fuertemente. No le presté atención, solo resoplé alejándome de la puerta.

*.*.*
*.*.*.*.*

—Esteban, debes calmarte.—ordenó la mujer que se situaba al lado del Ojiazul.—¡Cálmate! No vale la pena renegar por algo minúsculo.

—Madre, no es minúsculo.—
respondió Esteban, quien llevaba un temperamento muy bajo—No puedo soportar su frialdad. Es tan cortante. Tan distante. Odio eso de ella, pero a la vez, me atrae...—respondió bajando la cabeza.

—Debes conservar la calma. No dejes que te afecte más de lo que debería. Esteban, no te ilusiones. Tal vez no te corresponda y salgas siendo tú el afectado.—suplicó la mujer canosa, viéndolo con ojos maternales y protectores—hazme caso, por favor.

—Trataré, madre.—suspiró—Trataré.

(•••)

—¿Puedo hablar contigo?—dijo volviendo a tocar la puerta. La mujer dentro de la habitación sólo asintió dándole la espalda. Caminó suavemente hasta llegar al tocador donde se encuentraba. Ella llevaba la mirada fija en el reflejo, él, la observaba detalladamente grabando cada detalle de su rostro.

"Es muy hermosa. Desafía la inteligencia de cualquier hombre que busca una explicación" pensó.

—¿Me podrías decir tu nombre?—soltó de repente sin rodeos—No me lo dijiste desde la primera vez que te vi. Quisiera saberlo ahora.

Al acabar la oración, ella lo observó detenidamente. No había expresión alguna en su rostro. Era neutra, una hermosa mujer vacía.

—No lo sé,...—parecía tan convincente—No llevo identidad alguna. No llevo nombre, no llevo pasado.—susurró—No llevo presente ni futuro. Solo sobrevivo.

—No te entiendo, ¿Por qué sobrevives? Hay una vida que debes disfrutar. Estás encerrada en ti misma, en tu soledad, en tu mundo con rejas de acero del cual no quieres liberarte.

Afortunadamente lo había descubierto.

—Tú lo dijiste.—sonrió con victoria—La diferencia es que yo disfruto mi soledad, mi altruismo, mis errores. Mi vida.—levantó la voz recalcando la última frase. Sus cabellos castaños iban flotantes debido a la brisa que entraba por el balcón. Sus ojos se tornaban más brillantes y titilosos que todo el tiempo transcurrido. Se acercó unos cuantos pasos hacia ella cortando la distancia entre los dos. A cual acción, ella retrocedió velozmente.

—¿Por qué no conseguiste una identidad?¿Un nombre?—la tomó de los hombros—¿Por qué no te nombras ti misma?—preguntó alzando los hombros en gesto de ayuda.—¿Estás ahí?—elevó su mano a la altura de sus ojos. Parecía no estarlo. Solo asintió levemente—¿Te gusta algún nombre en especifico? Si te llamaras no sé... ¿Olivia?

—Odio ese nombre.- escupió molesta. Dio unos cuantos pasos atrás hasta situarse frente de la ventana.

—Entonces... ¿Marian?una línea recta selló sus labios. Ella rechazó la propuesta.—Si te llamas Venus...

Sonrío. Sus ojos se iluminaron al instante.

>>Tienes la belleza de una Diosa griega, tu rostro parece pulido por el mismo altísimo.


—No llevó nada parecido a ella.— aseguró mirándolo fijamente. Tomó las manos de Esteban, que se encontraban en sus hombros—No trates de nombrarme, no lo necesito.

Ella se mueve con precisión, sin perder energía. El joven sólo la ve, sentada y ceñida:—Necesito estar sola
—dice. Su mano pronto apunta la puerta.

Esteban suspira.

—Si necesitas cualquier cosa, no dudes en llamarme.—susurró suavemente en su oído. Su acto hizo estremecer su cuerpo, ese aliento a magia la llenó por completo. Salió de su habitación, cerrando la puerta muy despacio.

.*.*:***:*.*.
*.*.*

"En los caminos
conocí miles de ciudades,
miles de rostros,
idiomas, miradas.

En los caminos descubrí
infinitas culturas,
sentires, pasiones,
desgarros, y fui también
poco a poco,
paso a paso,
descubriendome en ellos.

En los caminos
pude detenerme
en muchas estaciones,
establecer morada,
aceptar cobijo y amparo.

Y sin embargo,
después de tantos senderos,
luego de tanto andar,
elijo regresar aquí,
para asomarme a la maravilla y el desconsuelo del universo, tomada de tus manos."

____*°•°*°•°*°•°*____

Caminó despacio situándose nuevamente frente al árbol donde ella siempre se encontraba. Aunque esta vez no fue así.

Un pedazo de tierra le recordó la diferencia de aquel mundo y el suyo. El paisaje ya no era el mismo, la verde pradera se convirtió en un desierto completamente seco, el árbol de fino tronco se desintegraba poco a poco. Los rayos del sol ya no acompañaban el paisaje, reinaba la oscuridad.

La estás buscando, ¿Verdad?— preguntó una voz potente.

Michael miró ambos lados e intentó buscar a la persona que le hablaba. Pero no encontró a nadie.

—¿Donde estás? ¿Quién eres? - interrogó el moreno con gesto de preocupación.

—¿Me preguntas quién soy?—un Michael miedoso asintió con la cabeza—soy la persona que siempre está contigo, que siempre está con el mundo.—Se hicieron presentes unos segundos de silencio—¿Le buscas a ella?preguntó de nuevo.

Así es, ¿sabes donde...?no pudo acabar la frase.

Ella se fue de aquí.—truenos se hicieron presentes asustando al que escuchaba.Se fue a otro mundo, se fue donde estas tú.

¿Donde estoy yo?replicó con confusión. El viento hacía danzar a cada uno de sus rizos.

Donde estaban ambos hace años. Donde se amaron el uno al otro sin ningún impedimento. Si ningún miedo.

El cielo no pretendía abrirse, ya estaba cerrado para los mortales.

Debes recordarlo, muchacho.

—¡No puedo!,su voz es suave pero alterada—por más de que lo reclama, no puedo recordarla—tomó su rostro entre sus manos.—No puedo. ¡No puedo!gritó desgarrándose la garganta.

—Si puedes, solo ten fe. No enloquescas. Búscala.

—¿Donde? No sé donde estará ahora.

—Está más cerca de lo que crees...

(•••)

—¿Donde?¿Donde está?—gritaba entre sueños. Las sábanas caían al suelo gracias al movimiento brusco que hacía su cuerpo. Su mente aún se encontraba en la pesadilla que tuvo.

Abrió los ojos torpemente gracias a los rayos solares que llegaron a su rostro. Levantó las cobijas e intentó tenderlas pero sus nervios estaban demasiado alterados, su cuerpo no reaccionaba adecuadamente.

Había vuelto a su realidad.

—¡Bill!—gritó fuerte tratando de mantenerse en pie—¿Bill?—gritó una vez más. Se oyó un manojo de llaves justo en la puerta de su habitación. La abrieron de golpe mostrando a un Bill preocupado y sobretodo nervioso.

—¿Por qué te encerraste, Michael?— preguntó preocupado—Si querías estar solo lo hubieras dicho, no tenías porque encerrarte. Puede pasar algún accidente aquí adentro.

—Bill, no me regañes, me siento mal.—hablaba despacio conteniendo la respiración—¿Puedes traerme un vaso de agua?

—¡No, Michael!—sus ojos estaban muy abiertos—¡Debemos llevarte al hospital, te vez fatal!

—¡No!—se exaltó ahora él—Estoy bien. Solo necesito un vaso de agua.—se recostó suavemente en el sofá de la habitación—traeme el vaso con agua, por favor.—suplicó.

—Está bien.—respondió no muy convencido y preocupado.—
Vuelvo enseguida.—salió de la habitación rápidamente.

—¿Donde estás?—susurró suavemente—Debo encontrarte.—cerró los ojos quedando inconsciente.

*○.○*○.○*

*○.○*°*○.○*°*○.○*

"No quiero dormir sin tus ojos, no quiero ser sin que me mires. Yo cambio la primavera porque tú me sigas mirando."

La ambulancia llegó rápidamente a la casa de Encino, esto es algo que no ocurre casi todos lo días. Sus sentidos iban apagados en aquella camilla donde iba recostado. Sus ojos cerrados preocupaban a los acompañantes en dicha ambulancia. Estaba inconsciente y no porque quisiera, sino, porque su mente le jugó nuevamente una mala pasada.

Janet y Bill iban junto a los paramédicos en camino al hospital, sosteniendo su mano tibia y llevando la preocupación a un nivel más elevado. Nadie de la familia sabía la noticia, pues nadie se encontraba en la casa familiar a esas horas.

Al llegar al destino concreto, bajaron la camilla poco a poco situándola en el suelo, iniciando el recorrido.

Conectaron su cuerpo a un respirador artificial, inyectándole un suero en el brazo izquierdo. Su respiración conforme los minutos pasaban, iba mejorando, logrando estar casi normal. Janet y Bill corrían tras el muchacho, pero la puerta de Terapia intensiva se cerró en sus caras.

Suspiraron tomando asiento para esperar las buenas nuevas.

—Familiares del señor Jackson.—preguntó una mujer que no traspasaba los cuarenta años. Su bella cabellera rubia era un encanto para su rostro bien formado.

—Aquí estamos, doctora.—levantó la mano Janet acercándose a ella—¿Cómo está mi hermano?—interrogó con lágrimas en los ojos.

—Ahora está estable. No hay porqué preocuparse. Solo fue una descompensación debido a que últimamente no se alimenta correctamente, pero eso podemos solucionarlo.

—¡Gracias a Dios!—exclamó Janet mirando al techo—Espero sea discreta a este tema. No quiero que se presente controversias frente a mi hermano. Se lo pido por favor.

—No se preocupe. Cuente con ello.— asintió la mujer con una hermosa sonrisa.—Con su permiso. Debo retirarme.

Caminó suavemente hasta desaparecer en uno de los tantos pasillos que tenia ese hospital. Bill, fue corriendo donde se sitúaba la pequeña hermana preocupada. Su rostro llevaba un gesto de nervios y desagrado.

—Janet, están ahí afuera.—señaló a la enorme ventana con un gesto de disgusto—¿Qué haremos?¿Cómo sacaremos a Michael de aquí?— preguntó preocupado—Si lo ven acá, inventaran nuevas mentiras—gritó—¿Quién carajos pudo haberles informado?

—No lo sé, Bill. Debemos mantenernos al margen. No permitiré que le hagan daño a mi hermano.— replicó con gesto preocupante y a la vez seguro—debemos distraerlos para sacarlo de aquí.

—Veré que puedo hacer.—respondió entrecerrando los ojos—Tú ve con él, Janet. Volveré cuando todo esté listo—sólo asintió y se dirigió a la habitación donde se encontraba el moreno.

***

—¿Tú?—señaló el rizado a la mujer que se sitúaba frente a él. Sus ojos claros le miraban fijamente logrando intimidarlo por completo. Esa era la sensación que ella transmitía con tan solo una mirada.

Deslizó su mano derecha por su pelo, agachando la mirada, para centrar su atención al respirador en el que estaba conectado. Sus ojos estaban más apagados que nunca.

—¿Te impresiona verme frente a ti? O es que,... ¿No querías verme?—preguntó firmemente acariciando su rostro con ternura.

Elevó la mirada hasta toparse nuevamente con su perdición. Ella rozó su mano con la suya y la entrelazó causando un sentimiento de batalla entre el amor y el odio.

>>Debes alejarte de mí, no te conviene estar conmigo. Solo seré tu perdición, y yo no quiero eso para ti.—Michael tomó valor levantando la mano izquierda, logró zafarse de la máscara de oxígeno.

—No quiero alejarme de ti. No quiero que te alejes de mi. Prometimos ser uno, y ahora no soy yo el que incumple la promesa.—sollozó tomándola de la mejilla, acercándose poco a poco a sus labios.

¿Alguien sabe que se siente besar su perdición?

Sin duda es una vulnerabilidad que estas dispuesto a probar, a saciar tu más grande lujuria con tan solo un roce. Pasión escondida con un toque de odio, mezclado con un pasado incierto y a la vez un amor tan presente.

Unir dos almas tan heridas, tan diferentes, tan suyas del uno al otro, tan imperfectas pero tan juntas, es un detonante peligroso para la historia de los Amores. Rozó sus labios con los de ella, invadiendo esa pasión en su ser. Ella correspondió brindando esa calidez que tanto compartieron en su pasado vivido, en su vida olvidada, pero su más temido futuro. Perdieron la calma y la ingenuidad de sus ideales, sujetándola firmemente la posicionó encima de sus piernas. Lo tomó fuertemente del cuello, incitándole a derramar más pasión escondida. La besó hasta quedarse sin alma, hasta liberarse de su mismo ser, hasta entregarse por completo a la única dueña de sus pesadillas.

Solo el amar.

<<Los besos que me das son siempre redenciónes. Tú besas hacia arriba librando algo de mí, que aún estába sujeto en los fondos oscuros>>.

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