Capítulo 5.
Su cabello rizado era cada vez más largo, sus dulces ojos marrones seguían conquistando miradas; el gran corazón de oro seguía lleno de amor para entregar. Pero, ¿A quién?
La casa de Encino no era más que algo monótono en su vida. Buscaba libertad, centralidad en uno mismo. Su mirada se mantenía fija en el reloj de la sala, contemplando cómo los segundos transcurrían. El verano estaba presente, los calurosos colores de la naturaleza tornaban algo de felicidad a su vida. Dirigió el vaso de jugo de naranja a sus finos labios, susurrando entre pensamientos la falta que hacía ella en su vida.
El teléfono de la habitación sonó de repente, sobresaltando al moreno. Se dirigió a ésta, levantando con delicadeza el aparato de color crema, dando juego a la habitación.
— ¿Hola?
— ¡Michael, muchacho!— dijo emocionado la voz de la otra línea.— ¿Cómo has estado?
— Bien, Frank—
Contestó.— ¿Y tú? ¿Cómo estuviste?
— Algo ajetreado, chico. Pero conseguí lo que deseabas.
— ¿Deseaba?—preguntó.
— Lanzaras un nuevo álbum.— dijo emocionado.— no me costó tanto conseguir el contrato— río— saben la calidad de artista que eres. Está todo listo. Empezarás a grabar nuevamente con Epic al próximo mes. Necesitas un buen material.
— Lo sé— respondió sorprendido.— Lo conseguiste, Frank.— dijo emocionado.
— Sí muchacho, soy el maestro. Además, ¿quién no quisiera firmar un contrato con el artista que vendió más copias en todo el mundo? Michael, lo que viene es lo mejor que te pasará. Está todo planeado.
Sobresalir en este ambiente es algo imposible, tocar el cielo era solo un sueño, no conseguir nada en la vida era la cruel realidad. Los artistas de color nunca fueron respetados, nunca fueron valorados, ni admirados. Pero pese a las contradicciones, Michael lo consiguió, convirtiéndose en un artista completo.
— Está bien, Frank.— respondió.— ¿Cuándo volverás a los ángeles?
— Dentro de poco, quiero que sea una sorpresa. Llegaré para hacer oficial el contrato con Epic, prepárate muchacho.—advirtió.
— No te preocupes. Estaré ansioso. Gracias nuevamente, Frank.
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Danzaba junto a la naturaleza que lo rodeaba, cada brisa, cada rayo de luz, cada pensamiento se dirigían a ella. Su mente no respondía, su corazón se aceleraba cada vez que la veía, cada vez que la tenía enfrente suyo. Esta vez no fue la diferencia, ese nerviosismo se apoderaba de él a medida que ella le dedicaba una salida de escape con su fría mirada.
— Volviste.— dijo la mujer mirándolo con desprecio.
— Así es. Nuevamente estoy en tu mundo.
— ¿Por qué? — se molestó, se sentía la actitud cortante en sus palabras.— Alteras mi forma de ser, de sobrevivir.— recalcó la ultima palabra.
— Créeme, me necesitarás alguna vez.
— Te necesite una vez, pero no estuviste conmigo. Me dejaste. — gritó.
— ¿Cómo saberlo? No te conozco. Eres algo irreal que solo creó mi imaginación. Debo estar loco al hablar con algo irreal. Lo sé, algo tan hermoso y perfecto no puede estar en mi realidad.
— ¡Lo estuve una vez!— replicó. Lo miro con lágrimas en los ojos.
— ¿Cómo puedes asegurarme eso? Me odias, ¿no es así? ¿Cómo puedes decirme que estuviste en mi vida, que fuiste parte de mí una vez?
— Lo fui. Y tú lo fuiste también de la mía. Tus palabras son falsas. Tú eres el falso.
— No lo lo soy.— aseguró— Tu Lo eres. Yo solo trato de ayudarte. No entiendo, ¿por qué solo me torturas a mí? ¿No hay alguien más que puedas dañar? Estoy dando vueltas por ti, mujer. Por tus acciones. Tus mentiras. Tu identidad. Tu vida. Tus ojos.
— Pues no quiero que des más vueltas por mí. Vete.— ordenó— No quiero que sepas quién soy, no quiero que me recuerdes. Solamente no me vuelvas a buscar.
Empezó a empujarlo torpemente llegando a lastimarlo, pero no le importó, su enojo era algo que ella no podía controlar. Era muy impulsiva. Llegaron al túnel, él la miro por última vez. Sus ojos demostraban arrepentimiento, dolor y miedo. Su historia fue escrita una vez; pero se borró por el fino deseo de una leyenda sin fin.
— Te quiero.— le susurró al oído.
— Yo te odio.— respondió. —Te odio.
— Eso lo sabía.— sonrió de lado mordiendo su labio inferior.— ¿Cómo puedo cambiar ese sentimiento?
— No puedes cambiarlo. Se volvió parte de mí. Lo siento hace muchos siglos. Muchas vidas atrás.
Dirigió su mirada al piso, consiguiendo bajar su ánimo; dando media vuelta decidió traspasar la puerta por última vez. El pasado quedaba atrás. El temor y el odio se mezclaban para causar el descontento y reencarnación de una persona.
(•••)
— Michael, ¿A dónde me llevas? — replicó confundida.— ¿Puedes decírmelo?
— No Líz, es una sorpresa.— le sonrió.— Sólo te diré que es un lugar con seres hermosos.
La tomó de la mano subiendola suavemente a la limusina, ordenó a Bill dirigirse al lugar sorpresa. Michael y Líz iban dirigiendo su mirada a la carretera. Líz con el semblante confundido, y Michael sonriente, pues iría a visitar a los "Pequeños ángeles" como los llamaba. A mitad del trayecto ambos empezaron a conversar. Llegaron a un tema bastante delicado que le ocurrió últimamente.
— Mike, ¿Cómo está Brooke? — preguntó la mujer de ojos violetas.
— Bien, Líz.— respondió.— Supongo que está bien.— dijo desanimado.
— ¿Cómo que lo crees? ¿No hablaste últimamente con ella?— levantó la mirada al techo de la limusina.
— Lo hice pero...— cerró sus ojos tapando su cara con sus dos manos — es una larga historia, Líz.
— La escucharé con atención.— respondió acomodándose la falda azul que le llegaba encima de sus rodillas.
— Señor Jackson, llegamos a su destino.— abrió la puerta de repente un guardia de seguridad.
— Luego te la contaré.— le guiño el ojo izquierdo.— Ahora acompañame querida Líz, conocerás a los seres más dulces de la tierra.— bajaron de la limusina. Él la tomó nuevamente de la mano, avanzando a paso lento al lugar maravilloso que tanto le mencionaba.
Smiles of World Fundation.
Comprendiendo todo, decidieron entrar a dicho establecimiento. Al pasar la puerta principal, pudo observarse una gran cantidad de niños corriendo. El ambiente demostraba magia, el amor, la ingenuidad de cada ser que estaba presente en la habitación. Pasaron de sala en sala, topandose con la de niños recién nacidos abandonados. El soltó por un momento la mano de su acompañante, mirando fijamente a un pequeño bebé que llevaba una sonda. Era tan doloroso ver cómo el mundo se desintegraba, cómo se partía a pedazos. Ese pequeño ángel no era más que una bendición, el cual fue tirado como bolsa de basura. Sus ojos derramaron unas cuantas lágrimas consiguiendo llamar la atención de Elizabeth. Ella lo abrazó entendiendo su dolor, lo conocía muy bien, sabía qué le dolía y qué no. Qué le causaba felicidad y qué no.
Llegaron a la sala de preescolares, los cuales lo reconocieron de inmediato. Al verlo entrar fueron abrazarlo, la dulzura de aquellos pequeños era diferente, su amor era acogedor. Una pequeña niña con los ojos verdes se acercó a él, lo miró dulcemente a lo cual se agachó a la altura de la pequeña. Ella le dio un pequeño beso en la mejilla y le obsequió una margarita, por lo que se veía, arrancada recientemente del jardín.
— Tú eres Michael Jackson, ¿Verdad?— preguntó la pequeña.
— Lo soy — afirmó.
— Eres un niño muy bueno.— respondió dulcemente acariciando sus mejillas.
— Tú también lo eres, cielo.— acarició su mejilla tiernamente — ¿Cómo te llamas?
— Soy Lucy.
— Mucho gusto, Lucy.— le dio su mano en gesto de presentación.— ¿Me puedes dar un abrazo?
— Claro.— respondió. Lo abrazó suavemente cobijando su cara en su hombro.
— Lucy— gritó una mujer.— Lucy.— se acercó a ellos lentamente.— Oh... Aquí estás pequeña. Debes tomar tu medicamento.
— Ahora voy.— chilló.— Mucho gusto, Mike. Fue lindo conocerte
¿vendrás seguido a visitarme? — preguntó.
— Claro, muñeca.— le dio un beso en la mejilla.— ahora ve... tu niñera te reprenderá.— La niña asintió y corrió en dirección a su sala.
— Es una niña dulce, ¿verdad?— preguntó la directora de la fundación acercándose a él.
— Sí que lo es.— dijo viendo en dirección a la niña.
— Sufre de SIDA. Sus padres la abandonaron recién nacida, la dejaron en un tiradero de basura. Una mujer vino a entregárnosla.— susurró.— le daba mucha fiebre, pensábamos que estaba resfriada, pero no fue así; nos enteramos que tenía esa enfermedad. Es por eso que debe tomar su medicación a la hora asignada.— El moreno se sorprendió a tal comentario que dijo la directora. Una niña tan dulce debía pagar los malos actos de sus padres.
Antes de abandonar la fundación, Michael entregó una cheque simbólico a la directora de dicho establecimiento, por una cantidad de $500.000.
Haciendo los respectivos agradecimientos, volvieron nuevamente a la limusina. El semblante del rizado cambió a una triste. Estaba muy claro, la historia de aquella pequeña niña lo impactó por completo. Es que, era tan sensible y abierto a cualquier comentario de ese tipo.
— Michael, ¿Estás bien, cariño?
— Sí, Líz.— mintió.— sólo algo cansado.
— No me mientas.— replicó.— sé que pasó algo en la fundación. ¿Viste algo que no te gustó?
— Al contrario, es uno de los lugares más hermosos que visité. Solo que... me impactó algo que me contaron.
— ¿Puedo saberlo?— interrogó con con gesto de interés.
— Claro.— respondió contando la historia nuevamente.
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