Capítulo 26. [Editado]
Resistir, aquella palabra debería tenerla en su mente por el resto de su vida.
Llorar. Eso sería parte del pasado ahora.
Seguir. No todos pueden hacerlo sabiendo que el camino es demasiado largo y ella, acepta todo lo que le corresponde vivir, tratando de estar conforme con toda la parte que debe sobrevivir...
Por él.
Alex sollozó al alejarse de aquel hombre que añora su corazón y pensamientos. Esteban la llevó de vuelta a su hogar, donde la tiene privada de esa libertad que toda persona posee.
Bajaron del auto del que llegaron de la fiesta hecha en honor de aquel sujeto. En este momento odia su nombre más que a nada en el mundo. La mujer que desea y el hombre que le traería el éxito y quizás, la satisfacción de poseer una dama deseada por ambos, es motivo suficiente para odiarlo con todas las fuerzas que le permitan.
Abre la puerta mientras ve como Alex corre escaleras arriba, en dirección a su habitación. Llorando sin consuelo mientras bota sus tacones al suelo.
Esteban corre tras ella, tirando su sacón negro en medio de la sala de estar, persiguiéndola para preguntarle todo lo que vio hace unas horas atrás.
Está molesto, nadie podrá calmar la furia que crece aún más a medida que llega hacia su puerta. Cerrada, así se encuentra el objeto que los separa a ambos de aquella presencia existencial que provoca delirios inexplicables y monótonos. Pero no es el primer hombre que desea vivir aquella sensación, delante de él hay un sujeto que siempre estuvo a los pies de Alex y siempre lo estará.
Toca insistentemente dando golpes fuertes, asustando a toda la gente que trabaja para su familia; incluso su madre saltó del susto al escuchar tantos gritos provenientes del pasillo.
Una y otra vez, tres toques más y un grito de relevancia con una súplica de entrada. Pero es muy astuta, no lo dejaría entrar, sabe las consecuencias de sus actos, sabe cómo reaccionará al estar frente a frente.
—¡Ábreme la puerta de inmediato!—grita elocuentemente dando fuertes golpeteos en la puerta, sus manos hechas puños con un color rojizo debido a los golpes impartidos desde la desesperación.—¡Ábreme la puerta, Venus! No querrás conocerme de la peor manera.
Amenaza. Poco a poco la paciencia se le agota y golpea nuevamente con brutalidad, dejando de lado el lugar varonil.
—¡No lo haré!—réplica desde la habitación, escuchando el sonido de un florero roto.
Está desesperada, aventando cualquier objeto que se cruce por su vista. Cuanto dolor debe sentir una persona al ser arrebata del ser con el que debe estar, permanecer el resto de sus días. Ella más que nadie sabe las consecuencias de todo lo que pasa, sabe cuáles son los planes, sabe cuál será el final de su amado; pero aún así decide quedar callada, olvidando todo lo que Michael hizo por ella. No hay una solución aparente, pero Esteban, ¡Oh! Esteban, solo él podrá redimir los errores ahora. Pero no querrá hacerlo y aún más sabiendo que las haría para aquellas personas que se corresponden.
—¡Lo harás!—pronuncia intimidante, apoyándose encima la puerta, escuchando cada movimiento que hace la joven.
Puede desearla, saber lo que le pasa, pero no puede entenderla porqué su perfume es tan embriagador que le hace perder los estribos, y entender no hace un hombre que sólo desea cumplir sus fantasías carnales.
Pero, ¡Dios! ¿Quién no quisiera hacerlo? Todo en ella es maravilloso, fuera de lo real, y si algún hombre pasara por alto el encanto de esta mujer, sería un verdadero imbécil. Porqué las ganas de tenerla entre sus brazos, verla desnuda ante él entre gemidos húmedos y caricias invisibles a la inconsciencia lo vuelven loco. Es un loco por el deseo de su cuerpo junto al suyo aunque ella así no lo quiera. Pero no le importa, porqué ella será suya tarde o temprano, o mejor dicho, esa noche.
—Última vez, cariño. Abre la puerta...—la tranquilidad con la que habla es tan contradictoria, la misma confusión está entre su pensar.
—¿Ahora eres amable? No puedo creerlo.—irónica.
Pretende dar media vuelta, pero un sonido estremecedor la detiene, evitando que reaccione de la forma correcta. Esteban entra furioso tirando la puerta, tomándola brutalmente de la garganta, cortando su respiración instantáneamente. La arrastra hacia la cama, tirándola sin piedad, ocasionándole un golpe certero en el pequeño buro al costado. Sangre sale sin cesar empapando cada centímetro de su vestido. Él se posiciona nuevamente sobre su cuerpo, sosteniéndola firmemente de la cintura.
—¡¡¡Suéltame!!!—súplica entre sollozos y lágrimas amargas que se esparcen en esa sábana de color crema.
'Te odio y te amo a la vez. Te necesito...'
—No lo haré, no hasta que desistas de ese estúpido amor que sientes por él.
La sostiene de ambas manos, acorralándola en la pared mientras pretende besarla en todos los lugares posibles, y así, dejarla desnuda sólo para derramar la pasión y lujuria en un solo trago de ardiente perdición.
Pero Esteban no cuenta con algo; Alex no podría disfrutarlo, su cuerpo estaría ahí, dispuesto a cualquier cosa, pero su pensamiento en un solo hombre: Michael y solo Michael.
—¡Nunca!—grita fuertemente abriendo los ojos, liberando un fuerte lamento destructor—¡Púdrete, maldito bastardo!—escupe entre dientes. Lanza una fuerte patada en su intimidad, ocasionándole la caída repentina.
Alex aprovecha su distracción para lograr escapar, camina entre todos los objetos en el piso, evitando caer.
—¡¡¡Maldita Perra!!!
Un jarrón es estrellado entre la pared, Alex lo esquiva perdiendo la tranquilidad. Pero, sin embargo, cae al suelo prolongadadamente, ayudando a Esteban.
De nuevo la tiene en sus manos.
La levanta del piso jalando de sus cabellos, ahora está de pie pero ella se opone y una cachetada cae en su mejilla por parte de su rabia. Torpemente rasga su vestido y de nuevo la toma del cabello arrastrándola hasta llegar a la gran testigo de sus torturas. Las sábanas se atestan del perfume que invaden sus poros, el miedo y odio se mezclan dejando un mal sabor de boca.
Acaricia cada centímetro de su ser, estrujando con fuerza cada uno de sus atributos. Besa sus labios, arañando su piel como si no fuera un ser vivo, sino un objeto sin alma. Él disfruta cada parte de su ser, roza su cuello y golpea su pecho, al fin sería suya esa noche.
Cuando sus infernales ganas no le dejan respirar; rompe completamente el vestido, tirándolo al suelo junto a toda la ropa que él también tenía en su piel. Entra en ella con fuerza, produciendo cada embestida con dolor y satisfacción. Gime, gime, y gime con más fuerza mientras más lágrimas caen por sus mejillas, acepta lo que le toca, al fin se salió con la suya, pero, ¿De qué le servía?
—¡Ahhh! ¿Porqué no lo disfrutas, cariño?—gimé en su oído entrando más de prisa.
Ella giró la cabeza hacia el costado, evitando ver como su cuerpo quedaba maniatado. Esteban llegaría al cielo por el orgasmo, y Alex sólo caería al más profundo infierno por su dolor.
—Sólo acaba lo que comenzaste—susurra con indiferencia. Sus ojos se cierran de golpe por las embestidas.
Su corazón derrama gotas de sangre, esas que presumen el dolor interno y un alma dolida. No hacen el amor, comparten el odio que ella lleva dentro su ser, pues poco a poco se va comprimiendo, quedando sólo su existencia...
Porqué la vida imita el arte.
Tú tienes esa medicina que
necesito. Dámela lentamente
mientras pones tus manos en mi
cintura. Ahora sé que nadie
se llevará mi alma lejos.
Es la inocencia perdida.
*•°•*•°•*
Gritos devastadores abrazan a mis pensamientos positivos. Un gran pasillo se sitúa en mi delante con grandes letreros y en ellos, mi nombre.
Observo ambos lados, pero no hay nada, solo oscuridad.
Temeroso, decido caminar entre la gran alfombra que cubre el suelo; veo muchos retratos, demasiados, pero ninguno contiene una fotografía, solo una pequeña luz que destella en el fondo negro.
Sigo dando pasos lentos, observando esta vez con detenimiento cada uno de los objetos.
Ahora me fijo en una enorme circunferencia parecida a la tierra, gira y gira sin detenerse. Camino nuevamente evitando tocar lo que hay por doquier; enormes estatuas se sitúan en ambos lados, espadas filosas producen lo que es un sendero hacia tres puertas diferentes.
<<Sólo una podrás elegir>>, dice la nota encima una pequeña mesa de color rojizo, igual al de la sangre.
Me estremezco, evitando dar un paso más.
<<Debes hacerlo, abre cada puerta y verás lo que contiene>>, trago saliva retrocediendo tres pasos.
Siento chocar con algún objeto, doy media vuelta viendo lentamente un espejo brillante, me duelen los ojos al ver detenidamente su esplendor.
<<Elije alguna puerta o serás consumido por el poder de tu reflejo>>, dice una vez más aquella voz que me tortura.
Bajo la mirada hacia mis pies: grandes pedazos de periódicos evitan que pueda caminar. Con esfuerzo intento sacar mis extremidades que están cubiertas de aquel fango hecho a base de estos papeles.
"MICHAEL JACKSON DUERME EN UNA CÁMARA HIPERBÁRICA", "MICHAEL JACKSON RENIEGA DE SUS RAÍCES", "MICHAEL JACKSON SE CASÓ CON UN EXTRATERRESTRE", "MICHAEL JACKSON SE OPERA LOS PÓMULOS","MICHAEL JACKSON ES UN PEDÓFILO".
Títulos extravagantes llevan aquellos periódicos, donde todos están en primera plana mostrando una foto mía. Me exaspera ver aquellos titulares con mi nombre, hablando mal de toda mi persona, restregando mentiras que no son verdad. Mi corazón se detiene al ver como manos putrefactas salen del suelo, cada una con una cámara fotográfica, sacando fotos instantáneas.
<<Ve el contenido de cada puerta y verás el contenido de tu alma>> habla nuevamente en un tono tenebroso, como si tratara de intimidarme.
Respiro entrecortadamente, tratando de salir una vez más del fango que cubre mis pies. En el intento, caigo lentamente siendo salpicado por el barro hecho de papeles de periódicos. Aquellas manos intentan atraparme, se abren como tenazas, suplicando mi nombre. Los empujo, saliendo velozmente para quedar frente a las tres puertas.
Me acerco a la primera y la abro, viendo en ella un sombrero negro y un guante de brillantes; parecido al que usaba hace unos años atrás. Abro la segunda puerta dejando abierta la primera; ahora, una gran cantidad de relojes sin girar sus manijas, solo produciendo aquel típico tic tac. Y por último la tercera, que ahora se encuentra abierta; un enorme retrato de una máscara de oro puro con brillantes incrustados.
<<Solo tu corazón sabrá cuán grande es el gozo de tu vida, debes elegir. ¡No hay tiempo!>>
—Sólo elijo lo que me haga feliz...—digo cerrando los ojos.
—Entonces nada de esto te servirá en realidad.—una voz cálida envuelve mis oídos. Estoy extasiado como una abeja que corre hacia la miel.
Giro desprevenidamente para ver a quién pertenece esa voz tan melodiosa y dulce. Solo me encuentro con mi reflejo, viéndome atentamente.
—¡Michael, debes venir por aquí!—grita un pequeño niño moreno, al igual que yo cuando tenía la edad de ocho años.
Nos sonreímos mutuamente, él, dentro el espejo y yo, tratando de acompañarlo en ese mismo lugar.
—No veas la vida con dolor.—lanza fuertes carcajadas sacando su mano izquierda, tratando de ayudarme a entrar—Esa es la condición para estar en este lugar.
—¿Crees que funcione?—pregunto acercándome aún más. Mi mano se detiene en la cubierta del espejo.
Grandes notas musicales, claves de sol y demás rasgos de música están alrededor de mi reflejo. Abro los ojos impresionado, tratando de tomar cada nota musical que vuela con el viento.
—Funcionará. Este es tu hogar.
Asegura el muchacho. Suspiro profundamente metiendo un pie en el espejo, una brisa demasiado fuerte pretende ayudarme a entrar completamente. Abrazo al valor para dejar mi vida en el mundo real y cruzarme distintamente con el ficticio.
Árboles enormes y frondosos, niños correteando por doquier, flores abriendo sus pétalos por primera vez, y yo, parado en medio de todo este gran mundo.
A lo lejos se puede observar una enorme casa con luces relucientes. Personas volando por el techo y encima los arbustos. No tienen alas, solo sueños que los impulsan a estar en el aire.
Doy pisadas suaves, partiendo las hojas secas encima el pasto fresco. En mi detrás se puede ver una gran laguna con monedas de oro en el fondo, como un pozo lleno de deseos.
Ella regresará.
Petición de la vida.
Dice una hoja de papel arrugado en la orilla. La tinta parece no haberse corrido.
Continuo mi camino, pero ahora dirigiéndome a la gran casa de color blanco. Mientras pretendo correr porque la puerta parece cerrarse, una gran cantidad de agua cae en mi rostro y es que un niño con los ojos cerrados lleva una pistola de agua en las manos. Trato de verlo fijamente, pero me es imposible, no habré ninguno de los dos ojos.
—¿Puedes ver?—me agacho a su altura de cuclillas, pasando mi mano por sus ojos una y otra vez. Asiente con la cabeza—¿Puedes abrir alguno?
—digo nuevamente lanzando un suspiro profundo.
Creo que sus ojos se encuentran lastimados, pues tiene pequeños rastros de cicatrices alrededor de las cejas y los párpados. Agacho la mirada al sentir su dolor. No poder ver, apreciar la belleza de la naturaleza. Debe ser tan frustrante ser un vidente. Llevo una mano hacia su hombro y lo acaricio, apoyándolo con todas mis fuerzas.
—Sólo se feliz...—dice en mi oído, tratando de calmarme. Esbozo una sonrisa ladeada, tratando de parecer alegre en este momento tan doloroso.
—Lo seré.—aseguro en un susurro.
Levanto la mirada topándome nuevamente con sus ojos cerrados. Trato de levantarme, pero de un momento a otro, los abre, dándome a ver dos enormes portales de color negro. Son profundos, sin ningún color aparente.
Brinco del susto retrocediendo velozmente, él me toma de la muñeca acercándose a mí. Una sensación placentera invade mi cuerpo, mis pies comienzan a desaparecer en un abrir y cerrar de ojos.
No veo nada, solo una pequeña luz a la que pretendo seguir. Dudo por un momento, ¿Será el cielo al que estoy llegando? ¿Estoy muerto?
Una enorme oleada de gente se encuentra delante mío, todos con pancartas parecidos a los del pasillo por el que crucé. Gritan mi nombre, enloqueciendo de forma sorprendente. Me observo a mí mismo, deteniendo mi vista en las vestiduras que tengo.
Son blancas y brillantes.
Las luces se apagan, un reflector sumamente potente se posiciona sobre mi reflejo. Una percusión comienza a sonar, luces coloridas iluminan lo que aparentemente es un escenario. No sé qué hacer, me siento nervioso, nunca tuve alguna sensación parecida al estar frente a la gente, en mi hogar, todo lo que soy.
—Nadie se te compara.—susurra una voz femenina, suaves suspiros se escuchan acercarse.
Delante mío se detiene una mujer, la misma que se situaba encima aquel árbol con el que soñaba. Aún conserva la máscara en su rostro. Sus cabellos flotan junto al viento que probablemente viene del sur. Abre los brazos tratando de estrecharme entre ellos. Retrocedo asustado, evitando verla a los ojos.
Sé que me hará daño, otra vez.
—¡Aléjate!—digo en un grito desgarrador, mi garganta comienza a cerrarse.
La gente delante el escenario parece no haberse dado cuenta de aquella presencia tan reluciente.
—No hay remedio para el recuerdo de los rostros.
Alega en su favor. Sigue flotando entre el aire, con el pecho abierto y sangre saliendo sin cesar. Parece no importarle. Veo su corazón que late lentamente, tratando de descansar para toda la eternidad.
DSee un momento a otro, se posiciona en piso firme, acercándose mientras poco a poco va dejando caer la máscara.
Detiene la acción que producía hace unos segundos abriendo los ojos lo suficiente para asustarme.
—¡Cuidado, Michael!—grita muy fuerte.
Corre hacia mí evitando que reaccione. Un dolor que sobrepasa los sentimientos que siento al ver sus ojos, comienza a emanar mientras me sostiene entre sus brazos.
Observo la gran herida, escuchando los latidos que poco a poco son más débiles. Su corazón se debilita igual que el mío. Los lamentos desaparecen mientras veo caer un cuchillo, lleno de flores y sangre a su alrededor...
*•°•*•°•*
—Muy bien, Michael. Tenemos todo listo para comenzar.
Una enorme habitación con micrófonos y cables a los alrededores, instrumentos a un costado de ésta, y una enorme consola situada en una cabina, separada por vidrios que permiten ver todo desde ese lugar.
Grandes paneles que de seguro ayudarían en la acústica del sonido a medida que es creado.
El lugar al que he llegado se llama "El Laboratorio", así lo nombramos Quincy y yo, ya que aquí tratamos de implementar un sonido nuevo, lleno de aquella mágica y arreglos electrizantes. Nuestra misión es buscar el sonido perfecto de la manera más humana posible. Y esa sería una tarea de todos, de cada persona que decidió ayudarme en esto, de brindar al mundo todo el amor que tal vez se va, toda la alegría que deciden sentir cuando están tristes. Eso es lo que quiero transmitir: un momento de paz, un momento de conexión, un momento en blanco para que olviden sus tristezas y piensen sólo en la felicidad.
Ese es el entretenimiento, ayudar a la gente cuanto más nos necesitan; crear la música por amor, sin competencias, solo amor.
—Está bien, Q. ¡Entonces comencemos!
Rápidamente levanto los lentes de mi rostro, guardándolos en los bolsillos de mi pantalón. Muerdo mis labios mientras comienzo a tocar cada micrófono, carcajeo al escuchar mi voz por todos los parlantes.
Esta será una gran experiencia, y estoy tan feliz de ser yo quien la viva.
>>Muy bien chicos, todos están informados de las canciones, ¿Cierto? —pregunto dando la vuelta, viendo a las personas detrás de sus instrumentos; Greg se encuentra en el piano, sonríe mientras asiente con la cabeza y un sonido en las teclas.
Era gracioso, siempre lo hacía cuando estaba preparado.
—Michael, olvidé decirlo,—se apresura en decir Quincy que sale de la cabina para interrumpir lo que sería la base de la primera canción que íbamos a grabar—Vendrá Prince...
Mis ojos se abren completamente, más de lo normal.
—Le hablé sobre el dueto y me dijo que vendría a hablarlo contigo también. Quiere ser parte de Pee.
—¿Pee? Quincy, ¿Qué es Pee?
Esa palabra me sonaba tan graciosa, de inmediato comencé a reír junto a los chicos de la banda. De por sí sonaba rara también.
—Pee es el álbum que grabarás. ¡Vamos, Mike, deja de reírte! Prince llegará en cualquier momento.
De un salto doy la vuelta para dejar el micrófono en su lugar, no puedo dejar de reírme. Asiento ligeramente llevando ambas manos a mi estómago, el dolor se hace presente.
Respiro con dificultad, pues ver el rostro serio de Quincy me produce más risa aún, y entre esas risas pretendo tomar bocanadas de aire.
Dos toques som suficientes para saber que hay alguien en la puerta. La casa de Q es donde decidimos grabar las maquetas, para luego ir al Westlake y grabar por recorrido sin ningún error.
Prince es un artista que marcó territorio, tal vez más que yo. Su sonido es muy distinto al mío, no son parecidos en lo absoluto. No comprendo porque lo llamó, aunque, me gustan los retos.
—Es Prince—dice Frank en un tono relajado, como si no le importase quien está en la puerta.
Trago rápidamente el nudo en mi garganta y me posiciono al lado de Greg, con las manos atrás de mi cuerpo. Observo el suelo, muerdo mi labio, el sonido de pisadas se oyen en la habitación.
Bill, velozmente se dirige hacia mí, quedando en frente mío, privándome la vista cómo si tratara de protegerme. ¿Qué pasará? Solo es una simple reunión de trabajo.
Pero, dos hombres altos con los trajes negros, igual a los que tiene mi guardaespaldas y creo que yo también en el armario, se posicionan frente a nosotros. Un hombre de mediana estatura, ropa curiosamente extravagante y un definido bigote a la altura de su nariz y labios.
Ese debe ser Prince.
Abre paso entre los dos sujetos y se detiene saludando a cada persona en el lugar. Sonrío sereno al estrechar sus manos en gesto de presentación.
—¿Podrían pasar por acá? La sala de estar nos está esperando.—señala indicando la puerta de entrada.
Todos aceptamos. Pretendo entrar, pero una mano en mi hombro me detiene, hablando suavemente mientras se acerca.
—Sólo escucha lo que tiene que decir, luego alegaremos algo al asunto.—susurra Frank en mi oído, frunzo el ceño aceptando inseguro. No comprendo a que se refiere.
Esta reunión es para concretar la idea de un dueto entre Prince y yo. Algo nuevo para mí, y quizás para él. No hay nada de malo, ¿Porqué todos están tensos?
Al entrar en la otra parte de la casa de Q, un olor familiar inunda mis fosas nasales. El tabaco se encuentra atestando el lugar, hago una mueca seria con mis ojos cerrados. ¿Es tanto pedir que respetemos el ambiente para los demás? Pero quedo aún más impresionado al ver que el sujeto con el habano es Prince. Frank y él se llevarían tan bien.
Frustrado, llevo ambas manos a mi rostro y empiezo a frotarlo, tratando de liberar la tensión de mis nervios.
«Sólo respira y todo estará bien».
Camino en dirección a los enormes sillones, buscando un espacio disponible para mí; por suerte, Bruce me señala uno. Lentamente me siento, una bandeja de galletas se encuentra en la mesita de té.
Todo estaba totalmente preparado.
—¡Buenos días a todos!—habla por fin Prince, enderezo mi postura quedando con los brazos cruzados—Bien, iré directo al grano. No me gusta redundar,—ríe suavemente contagiando a los demás, yo, solo quedo observando las risas que esbozan. ¿Qué me está pasando?
—El señor Quincy Jones me invitó a realizar un Dueto con usted...—me señala—Con el gran Michael Jackson.
Veo a ambos lados, nervioso y quizás con las mejillas rojas; veo cómo los chicos de la banda, Frank y Quincy, esperan que diga algo. Rasco mi nuca viendo a otro lado, una pelota de Béisbol se halla detrás del sillón de Greg. Cuanto quisiera jugar para liberarme de este momento tan embarazoso.
—¿No dirás nada?—Frank codea mi brazo izquierdo mostrando una sonrisa enorme, de esas que sirven para disimular. Sobo mi piel por el ardor.
—Me dijiste que no dijera nada...—respondo inaudible, girando mi cuello con una mueca de dolor.
—Di algo...—dice nuevamente codeando ahora, mi costado izquierdo. El gesto amenazante en su rostro me produce un poco de miedo y risa a la vez.
—Qué grandes pelotas tienes.
—¿¡Qué!?—gritan todos unísonamente.
—Le estoy hablando a Quincy. Tiene hermosos balones para jugar béisbol.—señalo el balón que vi hace unos minutos.
Todos ríen observándome, Frank y Quincy se dan palmadas mutuas en la espalda, algunos derraman lágrimas por la extensión de su risa. Estoy más que confundido.
¿Que hice de gracioso, llevo algo en el rostro?
—Muchacho, eres tan divertido.—dice Frank nuevamente, que da una fuerte palmada en mi espalda. Giro mi rostro para verle de frente. Mi semblante se torna más serio de lo normal.
—Aún no comprendo.—entre-abro los ojos tratando de no inhalar el humo que poco a poco desprende de sus labios.
El habano en su mano me pone más nervioso aún. Ese olor no es muy agradable que digamos.
—Pues hablaste de pelotas, balones. En fin, somos unos malpensados.—dice Greg, quien aún carcajea viéndome atento.
Prince ríe de forma recatada, tratando de ocultar la gracia del chiste. Ahora lo comprendo, ¿Porqué todo tiene que tener ese sentido?
—Yo no lo dije de esa manera.—frunzo el ceño cruzando los brazos. Me siento avergonzado.
—Lo sabemos, por eso te quedaste tieso pensado en lo que hiciste mal.
Vaya, tal vez me conocen lo suficiente.
Me encojo de hombros bajando la mirada, la situación se torna más embarazosa, mis mejillas deben estar totalmente rojas. A este paso no aguantaré un minuto más.
—Puede continuar.—me dirijo al sujeto que habló hace unos minutos, aquel que tiene le bigote completamente peinado.
Da un gesto positivo con el rostro, esbozando una sonrisa ladeada.
—No sé si podría ver las cláusulas del contrato...
—No creo que lo tengamos lis...—
soy interrumpido por John, que sostiene una pequeña hoja de papel. Insistentemente mi cerebro me convence de todo lo que sospechaba.
Tenían todo planeado de una forma extraordinaria. Solo faltaba que le otorguen la letra de la canción.
—¡Oh, señor, acá tiene la letra de la canción!—dice John, mi abogado. Le entrega una hoja de papel más. ¡Vaya!—las líneas subrayadas son las que cantaría usted.—alega mostrando una sonrisa satisfactoria, todos se encuentran atentos en su reaccionar.
¿Estoy molesto? Creo que solo disfruto del momento incómodo para los dos.
—¿Cómo lo ves, Agnus?—pregunta Prince, leyendo detenidamente la hoja con la letra de la canción. Al parecer uno de los fortachones es su abogado.
¡Vaya coincidencia!
—Saldré a tomar un poco de aire, si me disculpan. Con permiso.—enderezo mi cuerpo caminando hacia la puerta que separa el estudio con la sala de estar. Acomodo mi sombrero tomando asiento en el sillón de la cabina, la enorme consola me tienta a subir y bajar los botones.
"¡No Michael, no lo hagas!" Grita mi conciencia, cierro los ojos alejando mis manos de dicho objeto. Pero es inevitable, las ganas de juguetear un momento me frustran.
Respiro lentamente viendo a otro lado. "Hazlo" grita mi otra conciencia, bueno, si es que tengo otra.
Doy media vuelta nuevamente, acercando mis manos a los botones, con la intención de bajarlos y volverlos a subir. Un sonido peculiar detiene mis acciones, la puerta era nuevamente tocada, alguien más estaría dentro de esta gran situación o, mejor dicho, dueto.
Doy pasos desganado, estirando los brazos. Mis huesos sueltan un sonido tronador, carcajeo sonoramente. Abro la puerta y mi sonrisa desaparece rápidamente.
Esteban Holtein se encuentra en frente mío con el portafolio en la mano derecha y la misma sonrisa irónica. Enarco una ceja, evitando recorrer mi vista pero desgraciadamente lo hago. Alex se encuentra a su lado, viendo hacia el suelo, con una pañueleta que le cubre desde el cuello hasta su cabeza.
Endereza su postura levantando ahora, su mirada oculta pues lleva unos lentes en sus ojos. Suspira pesadamente a medida que mueve uno de sus brazos. Bajo la mirada y me encuentro con el agarre mutuo entre ella y Esteban.
Está estrechando las manos que ayer temblaban por mis caricias.
—Buen día, Señor Jackson.—habla él, dejando el portafolios en el suelo.
No parece importarle el pequeño conflicto que tuvimos ayer en la fiesta, pues ahora veo que su voluntad era llevársela y lo cumplió, robando lo más valioso para mi vida.
Irónicamente pienso que la hará feliz.
Estrecho mis manos con las suyas en gesto de presentación. Pero mi vista no se despega de ella, es como si algo me impidiera hacerlo.
Ahora observo su rostro, toda la divinidad en cada parte de su existir. Sus ojos están apagados, lo presiento aunque no puedo verla directamente. Un moretón cerca sus labios me llama mucho la atención, aún tiene ligeras manchas de sangre. Alex se da cuenta de lo que observo y de inmediato gira rápidamente viendo a otro lado.
Desgraciadamente veo más moretones; uno en su cuello y otro a la altura de sus oídos. Mis sentidos no reaccionan, se petrifican observando cada uno de esos golpes.
¿Pero qué le hizo?
—Entremos, cariño.—toma nuevamente su portafolios, me hago a un lado dándoles el paso suficiente. Su mirada me súplica ayuda, no puedo dársela, ni yo mismo puedo saber que haré ante todo esto.
Sé que la lastimó, la hirió de una manera inhumana.
Esteban toma asiento entre los sillones, disponiéndose a sacar documentos.
Yo, cierro la puerta suavemente, tratando de no causar un gran estruendo. Camino con los brazos tras mi cuerpo, nervioso y con los sentimientos a flor de piel. Suspiro pesadamente a medida que tomo asiento en el sillón frente a Alex.
Tengo vergüenza, anoche fue la peor de mi vida y creo que para ella también. Si trato de acercarme, de seguro me tratará con indiferencia.
La examino una vez más con la mirada, buscando las razones suficientes para tanto sufrimiento. Esteban, interrumpe mis pensamientos acercándose hacia mí con unos documentos muy conocidos.
—Señor Jackson, necesito que los firme ahora.
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