Capítulo 25. [Editado]
Su corazón late poco a poco, un suave suspiro escapa de sus labios rojos, respira tranquilamente mientras escucha atentamente suaves toquecitos en la puerta de la habitación. Percatándose de ser la persona correcta.
Su fiel amante la espera recargado en la puerta, con aquella sonrisa tan característica. Le roba un beso de sus labios, siendo uno de muchos que recibirá con gusto y amor.
Cada palabra se ve forjada en esta historia que acontece, la magia y la realidad se fusionan para hacer verdadero, este pequeño fragmento de amor.
Se acerca a él con una sonrisa, entrecierra los ojos respirando entre suspiros; cada bocanada de aire va directamente a sus pulmones. Ahora, desea vivir por el hombre que ama.
Están unidos por la mirada, dilatando sus ojos para ver ese brillo que va más allá de las estrellas.
Joseph la toma de la cintura, Alex le rodea el cuello con sus brazos, ¿Qué más podrían pedir? Todo el amor que tal vez, hay en el mundo, era compartido entre ellos mismos.
La felicidad es una palabra que irradia en sus corazones. Las lágrimas, el dolor y el sufrimiento, todo quedaba atrás junto con las ganas de ser presos en la amargura.
El futuro ya se veía, se podía hasta tocar.
El amanecer se hace presente posando el sol con sus rayos brillantes y fugaz color. Aún era muy temprano, ni siquiera tocaron las monótonas campanadas matutinas.
Una carroza se encuentra estacionada en las afueras del establecimiento, la gente sigue durmiendo, las calles del viejo Londres están vacías. Al partir, no serían más que recuerdos no deseados, personas jamás amadas y corazones nunca correspondidos.
Los segundos se detienen, las miradas dejan de dilatarse, palabras voluntarias y con sentido, pretenden salir de sus labios.
—Aún no puedo creer que estés aquí conmigo.—susurra en su oído mientras la acerca suavemente, aquel olor de jazmines con un toque de rosas, bloquean sus sentidos. Inhala el olor de su piel, embriagándose con la perdición del amar y ser amado.
—Yo aún no creo que seas tú quien este conmigo. Ruego a Dios que no sea una trampa de mi mente...
—No lo es.— afirma girando su rostro, la toma del mentón para observarla de frente.—Si no lo fuera, no te robaría este beso.
—¿Cuál be…?—queda interrumpida mientras una mano lo suficientemente grande se posa en su mejilla, acariciándola con delicadeza.
Roza sus labios sin ningún impedimento, con dulzura, disfrutando del momento. Cuanta alegría debe sentir Joseph, estar al lado del amor de tu vida, al lado de la mujer de tus sueños. No cualquier hombre disfruta de esta dicha. Pero aún en el corazón de Alex, seguía existiendo el remordimiento. No hacia él, claro está, pero, solo el olvido la ayudaría en esta nueva etapa de su vida.
—Debemos bajar el equipaje.—dice Joseph mientras lleva los ojos cerrados, sonriendo entre el beso, sosteniéndola de la cintura para nunca dejarla escapar.
No lo haría, su futuro es junto a él. Solamente con él.
—Bésame de nuevo.—pide en una necesidad, en tan solo una noche ya se hizo adicta a ellos, no podría vivir sin rendirse ante la felicidad de un roce—Quiero ser feliz contigo.—abre los ojos, su mirada es distinta; la alegría se enciende entre pequeñas chispas que van saltando entre el iris—...mi cuerpo se estremece.—ríe mientras se aleja un poco, sacude sus brazos a medida que observa cada parte de ellos.
Está ocurriendo algo distinto aquí. El milagro de amor hizo renacer un alma marchita por la tristeza, el gozo sostendría sus pasos en el trayecto de la vida. Alex se siente viva, relajada, y por sobre todo: querida.
—Te ves…distinta.—opina observándola fijamente, analizando cada detalle en sus facciones, sonrisa y mirar.
Él la había liberado de todos sus demonios, pesares y cargas, una vez más, era seguro que él es el indicado, el amor de su existir.
—¡Debo agradecerte la vida!—grita feliz, dando vueltas por toda la habitación, toma sus manos y lo jala girando junto a él.
—No hagas eso, por favor.—sonríe nervioso, un leve color en sus mejillas va sonrojándolo de a poco. El caso omiso que Alex da a lo pedido, divierte a Joseph mientras cierra los ojos para lograr sentir la sensación de perderse en sus pensamientos.
—¡Cálmate, cariño! Es hora de divertirse.
La libertad no se compra ni se vende, la libertad está en el aire, junto con las ganas de salir adelante y no tener miedo al futuro, solo vivirlo con la mayor sonrisa, dejando de lado el pasado; nada de eso importa ahora, perdonar es la solución para que tu corazón quede limpio de todo sufrimiento.
El amor no se regala ni se pide por obligación, el amor debe mantenerte a salvo de todos los peligros que la gente ofrece. Tal vez, Joseph y Alex son distintos, personas imperfectas, humanos sin una meta a la cual llegar. Pero son apasionados, ambos tienen esa cualidad de amar sin impedimentos, sacrificando toda posibilidad de estabilidad a cambio de un presente indestructible.
Alex tenía un futuro, Joseph creía ver una luz que iluminaria su presente.
“Solo una vez se puede encontrar al amor de tu vida”.
—Tus ojos están distintos.—le sonríe encantado, acurrucándola entre sus brazos. Toda la fuerza que un hombre hace para proteger a su mujer.
—¿Me seguirás amando cuando muera?—susurra de la nada, contra su pecho, tratando de sentir el latido de su corazón.
Joseph, tiene el cuerpo petrificado, cualquier pregunta sería mejor que esa. Perderla eliminaría cualquier sentido a su existir.
—¿Porqué dices eso?—su semblante se torna serio, su ceño se frunce levemente mientras
-inconscientemente- la abraza con más fuerza.
—Quiero volver a dormirme en tu pecho.—lo evade, cerrando los ojos.
—No podemos dormir. Debemos partir ya, Alex.—acaricia su cabello; aquellos destellos que con ayuda del sol dan a definir el color exacto.
Café claro.
—Tengo miedo...—dice, y el sol se posa en el lugar habitual. La lluvia del rocío desaparece instantáneamente, el cielo azul se encuentra sin nubarrones, ninguna señal de una tormenta vecina.
—¿Miedo a qué?
—Joseph, aquí en tus brazos encontré mi paraíso, mi única oportunidad para ser feliz. Y si te pierdo ahora, creo que moriría. Tengo miedo de que desaparezcas como toda la gente que decía amarme.
Los sentimientos a flor de piel dejan al descubierto la sinceridad, sus ojos muestran temor, pavor de perder a la persona que ama. ¿Quién no sintió alguna vez esa opresión en el pecho? Apenas se conocen, apenas dejaron en claro lo que sienten mutuamente junto con un querer correspondido. En sus brazos se siente protegida, aislada de todo peligro que pueda recibir. En sus brazos se siente querida, se siente mujer por el hecho de ser amada con tanta entrega y sobre todo, por sentir un amor tan desgarrador.
—Yo no me iré, hacerlo sería la peor equivocación de mi vida...—habla dulcemente tomándola de las mejillas, aquella palidez en su rostro desaparece porqué un fino rubor va sonrojando sus mejillas—Te elegí a ti, y si me contradigo, sería como negarme a mí mismo.
Todo es confirmado ahora. Él nunca la dejaría, y ella, jamás le permitiría hacerlo. La toma de las manos, entrelazándolas justamente entre un beso. Caminan entrando en la habitación, sonriéndose mutuamente.
Aquel fruto del querer, la esperanza, las ganas de seguir, todas las razones posibles se unen cuando quieres a alguien, cuando sacrificas todo por ella, todo en su nombre.
—Amor, quédate aquí.
Que palabras tan gloriosas pronuncia con tanta dedicación, con tanto desdén al esperar ver su sonrisa impartida con alegría, las mejillas sonrosadas, viéndola fijamente mientras pretende levantar el equipaje listo para subirlo a la carroza.
El viento mecía sus cabellos frente a él. Le regala una sonrisa más, acariciando sus mejillas, sonriéndole con mucho querer. Ella no quiere que se vaya, no desea que baje aún, ¡no!, no es posible dejarlo partir antes de tiempo.
Un nudo en la garganta le impide hablar, solo le susurra palabras con la mirada. Las lágrimas caen sin cesar, viéndole salir por la puerta, con las valijas en mano.
Es tan ridículo llorar en este momento, solo saldría a dejar el equipaje.
—¡Joseph!—grita en un hilo de voz, el quebranto en su mirar lo tiene preocupado.
—¿Si?—responde a medida que gira su rostro para verla.
—Te amo, no lo olvides nunca.
—Pero Alex, solo estoy saliendo a dejar las valijas, volveré lo más rápido posible.—una ilera de dientes blancos le regala una sonrisa perfecta.—yo también te amo. ¡Te amo, te amo!
Y tras esos "Te amo", salió sintiéndose el hombre más feliz en la tierra. Bajaba por las escaleras, agradeciéndole a la vida por todo lo que puso en su camino, pues, desde ahora, emprendería un nuevo comienzo junto a ella, junto a su Alex.
Junto a la mujer de sus sueños.
«Todo esto puede ser real como un sueño».
Ella, se recuesta en la cama, acurrucándose a sí misma mientras cae en un llanto total. No sabía el porqué, pero, una opresión en su pecho comienza mientras se oye un sonido, parecido al de un disparo.
“Dijo que íbamos a escapar, conducir fuera de la ciudad, lejos de las multitudes. Pensé que el cielo no me puede ayudar ahora. ¿Nada es para Siempre?”.
Nada lo era, porqué su mismo progenitor había matado al hombre que le devolvió la vida.
(•••)
Abro los ojos de golpe, una lágrima resbala por mi mejilla, no pudo evitar sentirme culpable. Todos los recuerdos, todos los momentos. Quizás, esta es una realidad llena de remordimiento.
Las ganas de agradecerle cuanto amor me dio, cuanto miedo tuvo al sentir que todo se le iba; una mujer valiente se encuentra frente a mí.
¿Cuántas horas pasaron? No puedo creer que siga acá conmigo, viéndome como solo ella sabe hacerlo.
—¿Qué pasó después?—pregunto ligeramente con la mirada en sus ojos; tratando de encontrar la ficha restante en esta historia incompleta.
Alex, no produce ningún movimiento, solo se encuentra junto a mí, sollozando sin consuelo. Asustándome cada vez que escucho salir un gemido doloroso de sus labios. Por fin decide hablar.
—Todo... llega a su... final.—dice en un hilo de voz, tratando de guardar la calma mientras tartamudea cada palabra.
Aún sigo asustado, ¿Qué pasó después? ¿Qué desenlace tuvo aquella historia? Estoy confundido, impresionado por la realidad. No tenía idea que volver al pasado pueda ocasionarme tantos sentimientos encontrados y, sobre todo, las ansias infinitas de quedarme en ese estado, atascado en el tiempo junto a todas las oportunidades que estarían por venir.
—¿Cuál fue ese final?—respiro pesadamente mientras llevo ambas manos a mi rostro, tratando de tranquilizar mi nerviosismo. La ansiedad me sofoca, me tiene rendido, atado a las pendientes silenciosas de la destrucción. A veces pienso que estoy enloqueciendo sin una razón aparente.
—Siempre tuve miedo de pertenecer a alguien...—me observa lentamente, como si tratara de analizarme, saber cómo me siento y pienso. Los pocos centímetros que nos separan son indicados para que exista una conexión. Ella, toma mi mano acariciándome los nudillos, entrelaza nuestras manos logrando tranquilizarme instantáneamente. <<Nunca me sueltes, por favor.>>—pero al ser la única razón para su vida, y él, serlo también para la mía, era un motivo suficiente para ser suya y él mío por siempre.
Alex me observa, yo trato de no hacerlo; que sensaciones tan incómodas pueden desarrollarse con el orden alterado de las sensaciones y la respiración entrecortada. Mis manos comienzan a sudar, mis ojos pretenden verla de una vez, mis manos desean estrecharla fuertemente y no dejarla ir nunca.
Al igual que los anhelos, mi mente trata de convencerme, trata de rechazarla en lo absoluto. ¿Ahora habría sinceridad en sus palabras? No puedo caer otra vez, no puedo creer tal falsedad. Pero si hago caso omiso, estaría condenando mi alma a lo prohibido, algo que quiero vivir junto a ella.
—¿Recuerdas aquella vez que estuve inconsciente en el hospital?—. Pronuncia indagando suavemente, casi inaudible. Asiento inseguro recordando aquellos días, aquellas noches que la veía respirar sin ninguna preocupación, solo existiendo. Sorprendentemente estrecho sus manos, sintiendo la calidez en su piel suave, apreciando como tiemblan cuando las acaricio. Son tan pequeñas, el encaje perfecto para las mías.—Recuerdo como me cantabas, como me susurrabas al oído cuanto me amabas. Solo pedía despertar para volver a verte.
Aún recuerdo aquel día, aquella noche que partió mi corazón esparciéndolo en pedazos. <<¿Quién eres?, ¡Yo también te amo!, ¡Ven acá Esteban, quiero besar tus labios!>> Todas esas palabras retumban en mi conciencia hasta el día de hoy, probando en tela de juicio todo lo que siento por ella; hiriendo por completo aquel sentimiento.
Soy un humano, sufro al igual que los demás, no puedo olvidar lo que sucedió. ¡No puedo! Soy un hombre herido por el desamor, herido por el tiempo que no sabe realizar sus sueños. Solo deseo tenerla junto a mí para el resto de la vida.
—Michael, ¿Qué hacías con esa mujer? ¿Qué hacías con Brooke? Así se llama, ¿Cierto?—pregunta a medida que salgo de mi distracción, ahora su mirada cambia de una cálida a una totalmente neutra, mostrándome en ellos el reflejo de mi rostro, el semblante con el que me encuentro.
—Hago lo mismo que haces tú con él... ¡Vivir!—bufé, mi temperamento poco a poco va adquiriendo la fuerza necesaria para estallar sin control. Este no soy yo, no comprendo que me sucede —Trataba de reconstruir mi corazón. Revivir las ganas de amar sin medida. No puedo creer que me reclames esto, yo nunca te reclamé lo que pasó con Esteban.
Suelto sus manos y doy media vuelta, esta distancia me produce una sensación incómoda. Me siento incompleto. Giro nuevamente deteniendo mi vista en sus ojos, obligándome a resistir el comienzo de la sinceridad. Ella me mira de igual forma, tal vez sintió la misma sensación
Repentinamente cierra los ojos lanzando un suspiro profundo. Presurosa, se aleja de mí, dirigiéndose al balcón.
La herí, lo hice y no me siento orgulloso.
—Alex...—digo temeroso, mi voz comienza a temblar—. Yo sí te amo, y aunque me cueste aceptarlo, siempre lo haré. Por más que intento, no puedo olvidarte, no puedo alejarte. Mi corazón no comprende que me haces daño al tan solo tenerte en frente. Yo te amo, y si tengo que luchar contra el mundo por ti, lo haré sin importar como pueda terminar. Sin importarme como terminaré.
—Me lo dices como si yo no te amara, como si fuera la mujer que solo quiere verte sufrir…—observo como lleva su mano derecha hacia su frente, posándola debido a la frustración. Después de todo lo que se ha dicho y hecho, no se puede retroceder.
>>Michael…Te salvé de todas las formas posibles, quería verte vivo, fuerte como lo eres ahora.—la escucho. Mis pies avanzan dos pasos más, falta poco para quedar en frente suyo—Todo el mundo necesita alejarse un momento...—la oigo decir.—hasta los amantes necesitan darse tiempo uno del otro.
¡No! Eso no…
Solo quiero que se quede. Después de todo lo que pase, quiero intentar arreglar todo por ella; es una parte de mí que no puedo dejar ir. No podría estar de pie ni siquiera un día lejos de su presencia. No querría ser arrastrado lejos de la persona que amo.
Es difícil decir lo siento, pero valdría la pena para nunca dejarla ir.
Corro en su dirección, con el corazón en la mano y las inmensas ganas de abrazarla. El hombre es tan malagradecido, yo tengo la oportunidad de tener a la mujer que amo, poder hablarle y decirle cuanto la necesito.
La tomo de la cintura, girándola en el aire, ella sonríe abriendo los brazos, como si bailara entre la brisa que envuelve nuestros cuerpos. Río contemplando su alegría, entendiendo las enormes sensaciones que produce tenerla entre mis brazos. Siempre me gustará sentir esta sensación, del sentirme nervioso y protegido a la vez.
—Nunca dejes que me vaya...
—Si lo hago, estaría completamente loco.
Las estrellas caen a nosotros en una atmósfera de paz. La luna brilla en su esplendor, dejando botezos de luz. La sostengo firme para depositarla nuevamente en el suelo. Veo sus labios, controlando las interminables ganas de besarla de una vez. De pronto me acerco, disminuyendo poco a poco el espacio que nos separaba. Siento su respiración, sus manos temblorosas, sus labios implorando un roce.
—¡Bravo, Bravo!—salto del susto al escuchar aplausos detrás de nosotros, una silueta masculina entra por la puerta que separa al salón del balcón. Lanza repetidas risas sarcásticas, una tras otra, aplauso tras aplauso.—¿Qué le dirás ahora? ¿Se prometerán amor eterno y escaparán?—se acerca a nosotros pretendiendo intimidarnos. Ve a Alex detenidamente.—No lo creo. —afirma seguro.
—Esteban...—musita Alex asustada.
—Así es, cariño. Debemos irnos...
Lo veo frente a frente, de hombre a hombre. Abre los ojos intimidante, con el semblante serio y lleno de sudor. Mis ojos no parpadean ni un momento, siguen el juego de miradas asesinas, una guerra se desataría sólo por Alex.
—Jackson, creo que tienes algo que me pertenece.—gruñe molesto. Toma la mano de Alex, esa que está sujeta a la mía.
No dejaré que se lleve una parte de mi ser, no lo permitiré, no de nuevo.
—¡Ella no te pertenece, es libre!—escupo furioso. Mi mano izquierda se hace un puño, mis ojos muestran enojo al igual que mis facciones. Mi ceño está fruncido, en cualquier momento explotaré en su contra.
—Claro, claro. Solo quiero recordarte que no estamos en tu mundo, sino en el mío.—dice firme e irónicamente—Vamos Michael, cuéntame de Brooke, ¿Qué sentiste al volverla a ver?
Impresionado, así se encuentra mi rostro ahora.
Alex lanza un suspiro profundo, gira su mirada hacia mí.
—¡Vamos, responde! ¿Qué sentiste al estar tras el escenario con ella? ¿Atracción, lucidez? O...tal vez, ¿Amor?— ríe fuertemente acompañando el tiempo insensato.
¿Cómo sabía lo que pasó?
Callo, así es, callo afirmando todo lo que es mentira. Los ojos de Alex comienzan a llenarse de lágrimas, lentamente siento como su tacto desaparece de mis manos.
—Michael...—dice en un lamento ahogado, alejándose de mí.
Quiero morir ahora.
—¡Oh, Michael! Tienes que ser lo suficientemente sincero. Venus y yo queremos saber que pasó. ¿Verdad, cariño?—pregunta acercándose a ella, veo que la sujeta de la mano, entrelazando sus dedos mientras acaricia una de sus mejillas.
—¡Su nombre es Alex! ¡Ya no la llames Venus, por favor!
—¡Shhh!—carraspea—Yo la llamo como me dé la gana. ¿No es cierto, Venus?
Ella asiente ligeramente con dolor.
>>¡Respóndenos, Jackson! ¿Qué pasó con Brooke? Quiero que Venus se convenza totalmente de que no la amas.
Mis labios no producen ni una sola palabra, están en una línea recta. Esto no podía dolernos más a ambos.
—No pasó nada...—respondo débil, con los ojos apunto de cerrarse. Agacho la cabeza torturandome a mí mismo con todo lo que veo. Soy un masoquista—...sólo es mi amiga.— completo hablando inaudiblemente.
Una lágrima resbala por mi mejilla. Él sabe perfectamente cuál es el punto atinado para herirnos mutuamente.
—Vaya, no creí que los amigos tengan acercamientos tan profundos.—¿A qué se refiere?—Veo que no responderá, pero no importa. Nos queda en claro todo lo que siente por la señorita Brooke.
La culpa me come por dentro, siento que no merezco nada de lo que tengo. Y ella, es lo único que tenía. Solo me pidió que sea sincero, no lo fui. No por ser cobarde o un mentiroso, sino, porqué no valía la pena decirle: "Estuve con Brooke y hubo conexion" ¡No! hubiera sido tan idiota si hubiese dicho eso.
—¿Michael?—escucho una voz dulce tras mío.
—¡Brooke!
—Creo que es hora de irnos, cariño—dice Esteban, pretendiendo caminar hacia la salida.
Tal vez Alex esté odiándome en estos momentos.
—¿Por qué no estás dentro? La fiesta recién comienza.—pregunta Brooke, mirándome fijamente hasta el grado de suspirar. Sus ojos verdes se ven aún más claros con la luz de la luna.
—Yo...
«Michael, no hagamos más difícil esto». Implora mi conciencia.
Tiene razón.
La veo una vez más, grabando su rostro en mi mente, buscando una opción para explicarle lo que pasó, pero no valdría la pena. Alex le creería a él.
—Yo...
¿Cómo expresarme en estos momentos?
No sé qué decir, quedo sin habla mientras siento como la mano de Brooke se entrelaza con la mía.
—Hasta luego—digo.
Todo es difícil en la vida, y ahora lo comprendo...
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