Capítulo 20. [Editado]
Las paredes neutras la encerraban aún más en su soledad. Los pequeños rastros de luz que desaparecían poco a poco, daban a entender que era de noche.
La suavidad de sus recuerdos, la impulsaban, una vez más, a cometer un error. Ella nunca imaginó sentir tal remordimiento, pero había roto un corazón tan puro y limpio como las aguas del mar claro. Ese corazón valía oro, pero dentro de su ser, sabía muy bien que no era la indicada para conservarlo.
Ambos revolucionaron mundos, ambos se lastimaron mutuamente sin saber el porqué.
Él amaba a esa chica presa del orgullo y el dolor de algo que nunca olvidaría. La necesitaba, pero la cobardía obligaba a ambos a no decir nada y morir dentro suyo como una flor marchita.
Esteban, la había sacado del hospital una semana después de despertar. Desde entonces, vivió encerrada en aquella habitación que él había conservado en su nombre. Un enorme espejo, una enorme cama, y prendas de toda una dama, esperaban ser estrenadas por la mujer odiada de la mansión.
Tenían discusiones, así es, madre e hijo discutían por traer de vuelta a aquella mujer que solo trajo desgracias en su hogar. Esteban se volvió posesivo, violento e irremediablemente seguro de lo que deseaba. Nunca volvió a escuchar la palabra Michael desde entonces. El ojiazul tenía miedo de pronunciarla siquiera, pues, traía consigo el recuerdo de todo lo que ella hizo sin pensarlo dos veces:
"Huir de sus brazos para ir dónde el hombre que en verdad ama..."
Aislada, veía los días pasar. Las noches convertirse en días, y la luna desaparecer con el asombro. El torpe silencio de la alcoba, la acomodaban para contemplar los recuerdos que tenía guardados en su corazón.
Cuando cerraba los ojos veía al hombre del que se enamoró, contemplaba los cambios y giros de un universo paralelo lleno de odio y egoísmo de la gente en medio.
<<Te contemplo por perniciosa atracción y porque, según parece, los ojos me brillan después a modo de luciérnaga vanidosa. Y eso es lo más cerca que estaré nunca del cielo>>.
—¿Puedo pasar?—asomó la cabeza tocando suavemente la puerta gris. Un silencio desolador lo asustó de inmediato.
<<No sería capaz de escaparse>>
—Adelante.—se oyó su voz desganada.
Esteban hizo caso y de inmediato se adentró en ésta, cerrando la puerta a sus espaldas, acercándose a esa mujer que lo dejaba casi sin aliento.
Alex se encontraba recostada, mirando al techo con una mano en el corazón. El camisón blanco dejaba descubierta su piel pálida, el contorno de sus piernas y cada centímetro de divinidad que se sumaba al deseo; alentaba aún más a la entrega del placer.
—¿Estás bien?—preguntó en un susurro acomodándose a su lado.
Su mano derecha fue a parar a uno de sus muslos, mientras que la otra se depositó en su rostro, entre el cuello y su aroma a perdición. Pero la mirada vacía y sin expresión de Alex seguía en sus ojos, ella no aprovechaba el momento como el hombre a su costado.
—¿Porqué no debería de estarlo? —respondió reincorporándose en la cama.
Acomodó su cabello y dejó de lado la vergüenza de su existir. Cuando estiró los brazos, la bata cayó entre sus piernas, y fue ahí, que quedó desnuda frente al miedo y la perdición. El ojiazul sentía un fuego en las manos, atracción de acercar su cuerpo al suyo mientras su mente creaba escenas de alguna lujuriosa pero apasionante unión entre ambos.
—¿Me podrías decir porque viniste?— indagó tapándose rápidamente los pechos, giró su rostro para mirarlo de frente.
Esteban no le prestaba atención, estaba totalmente perdido en su cuerpo.
Alex continuó:—Hace unas horas no dejabas de implorarme que vaya contigo a ese acontecimiento y ahora...—suspiró— lo haré, pero necesito que salgas de mi habitación, necesito cambiarme.
El hombre se tensó.
—Yo no hice nada para recibir este trato de tu parte...—elevó su cuerpo sujetándose de la pared, daba pasos lentos por la alfombra negra, asechaba a su presa de forma intimidante.—Aún no comprendo porque arriesgaste tu vida por él.
—¿Por qué no lo haría?—enarcó una ceja llevando una mano a su frente.
Estaba frustrada.
—¡Joder!—gritó él. Avanzó rápidamente hacia ella y aventó la pequeña mesa con una jarra de agua encima—Sólo respondes con preguntas...se mas segura en todo lo que haces, se mujer alguna vez.—escupió furioso.
El sonido de una mano estampada en la piel de otro, fue el detonante de todo. La había ofendido de tal manera, que la impotencia se apoderó de su ser. Pequeñas lágrimas caían en su mejilla. Limpió con coraje cada gota, y dio media vuelta mostrando la desnudes con la sensualidad esculpida por el mismo altísimo.
Era hermosa en simples palabras.
—No sabes cuánto lo siento.—dijo llevando su mano izquierda a la mejilla, intentó acercarse, pero ella, solo se alejaba—Alex...—susurró.
Llevó una mano a su cadera, y la otra, intentaba deshacerse del sacón negro en su cuerpo. El ambiente se ponía tenso.
—Él... él no es nada tuyo...—dejó una mano libre en su hombro izquierdo, ella intentaba zafarse del tacto tan ajeno para su piel— yo...yo...yo si quiero ser parte de tu vida, dame la oportunidad, Alex.
Ella ni siquiera lo pensó dos veces.
—Por favor, sal de la habitación. Cumpliré con lo acordado y olvidaré lo que pasó, sólo...espérame afuera.— apuntó directamente la salida del lugar.
Estaba molesta, pero por sobre todo vulnerable. No aguantaría la vergüenza de desmoronarse frente al hombre equivocado.
—Pero...—replicaba, se negaba a salir del lugar,—¿No me ves? Estoy totalmente destruido por tu indiferencia, y pese a eso, sigo acá contigo.
—No eres el primero que dice ese argumento.—se acunaba a si misma entre sus brazos, el frío de la noche ya se hacía presente en el ambiente— Sólo pronuncias mentiras...
La cruel mirada había vuelto al mismo lugar de siempre. El filo cuchillo de sus respuestas solo impresionaban aún más al hombre en frente suyo. La creía indefensa, ingenua, pero por sobretodo, creía que alejarla de él la hacía más débil. Aunque resultaba ser todo lo contrario.
—Sé lo que ocultas...—dijo firme, aquella frase había estremecido por completo a Esteban. No debía saber mucho o nada, todo arruinaría sus planes.
—¿Qué...qué...sabes exactamente?—tartamudeaba, el nerviosismo se notaba en sus palabras.
Su mirada era tan perdida, que sus mismos pensamientos lo estaban. Su madre le había advertido continuamente las consecuencias.
—Qué no te importe lo que sé, si no, a quién estas dispuesto a herir sin importar lo bueno que hizo.
Completó señalando la puerta.
Molesto, levanto su saco e inmediatamente caminó hacía donde apuntaba su mano, la azotó con tanta fuerza, que los floreros cayeron al piso asustando a la joven. Apoyó su cuerpo en la pared, desmoronándose moralmente. rápidamente ambas manos en su rostro, todo era tan complicado, ella aún no había aprendido a sobrellevar las emociones.
Seguía siendo frágil y vulnerable por dentro, aunque por fuera, demostrara lo contrario.
*•°*°•°*°•*
—¿Listo, Michael?—pregunta mientras me veo en el espejo, asiento con la cabeza.
Me encontraba atrás de un telón negro, chasqueando los dedos esperando que llamen mi nombre. Estaba ansioso de pisar el escenario de nuevo, ¡extrañaba demasiado esto! Extrañaba la adrenalina, ¡completamente todo!
Esta era mi vida.
—¿A cuántas personas invitaste?— pregunté, doy media vuelta mirándolo nuevamente. Posiciona su abano en la boca y me mira sonriente.—¿Puedo saberlo?—susurro esbozando una sonrisa.
Evito hablar lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de la gente detrás de cámaras.
—Pues...—se acerca con un gesto confuso, exhala el humo que inhaló hace unos instantes atrás. Cruzo los brazos esperando una respuesta de su parte. Conozco esa mirada tan misteriosa en él.—Invité a todo aquel que conozca a Michael Jackson.
Reí.
—Entiendo.—enderezo mi postura convirtiendo mi rostro a un gesto serio.—¿Conozco siquiera a alguno de ellos?
—Oh... Claro que si mi muchacho.
Rodea mi cuerpo dando una palmada en mi espalda, había una intención oculta en todo esto. Lo sabía.
—Vendrá Brooke —dijo de repente. Levanta las cejas de arriba hacia abajo,—Liz... tus padres y hermanos, toda la gente que esté dispuesta a agasajar al gran artista de todos los tiempos.
Sonrío. Agacho la cabeza mirando mis dos manos, una libre y la otra con el guante brillante que es mi compañero en el gran transcurso que con lleva interpretar los sonidos, representar cada uno de los instrumentos que hay en la canción, ser simplemente parte de la melodía que hay que contar, la historia que hay detrás de cada canción.
Hoy, después de tanto tiempo he vuelto a sonreír. Había pasado exactamente un mes desde la última vez que la vi. No supe nada de ella y no sé nada de ella aún. Todo se quedó ahí, en aquella habitación de hospital, donde mi corazón quedó partido, esparciendo cada uno de los pedazos, pisoteado y engañado.
Ojala haya recogido alguno de los restos.
Desde esa noche me prometí seguir y luchar por mí, sonreír y mostrar mi mejor gesto a los demás, hoy lo había hecho después de tanto tiempo.
Tal vez este era el gran día.
—¡Oh...muchacho!—pronuncia Frank sacándome totalmente de mis pensamientos, lleva una expresión preocupada, río al verlo en esa situación. Se veía gracioso. Rara vez actuaba así.—Me olvidé decirte que el Señor Holtein y su secretaria también están invitados.
Solo ruego a Dios que lo que escuché no sea producto de mi imaginación y la necesidad de verla una vez más.
Cierro los ojos imaginándomela frente a mí, sonriéndome como siempre quise que lo hiciera, sintiendo su calor y frialdad, la presencia misma de una mujer sacada de mis sueños. De la mujer perfecta que imaginaba desde hace años.
La veo acercarse hacía mí, siento su perfume, veo sus ojos iluminarse a medida que toma mi mano, ¡Oh, Dios!siento su tacto. Una correspondencia de amor llegaba a mis manos. Me estaba volviendo loco, ya que, al tan solo imaginármela ya siento que me ama, ya siento que se entrega a mí por primera vez.
Me siento tan avergonzado de tan solo recordar la forma en la que la deseo. Este no era yo, o tal vez, estaba cambiando.
No lo sé.
—¿Michael?
Abro los ojos. Veo una mano delgada y pálida entrelazada con la mía. Quedo atónito; las esperanzas de saber que está aquí se desvanecen a medida que subo la mirada. Me alegro al ver quién es, pero dentro mío, quisiera que fuera ella quién tome mi mano.
—¡Brooke!—suelto su mano abrazándola fuertemente.
No la había visto durante mucho tiempo, algo faltaba y ahora regresó.
—¿Cómo estuviste?—la miro fijamente, tomo sus mejillas entre mis manos y deposito un cálido beso en ellas—No sabes cuánto te extrañé.
—Michael...—susurra emocionada, pequeñas lágrimas brotan de sus ojos, no comprendía porqué lloraba.
Acaricio su rostro mirándola frente a frente, limpio cada una de las gotas que brotaron sin razón de sus ojos verdes, me sentiría más culpable al saber que fui yo la causa de su pesar.
>>¡No sabes cuánto te extrañé!—dice una vez más. Sus ojos están irritados y la misma sonrisa que me encantaba ver todos los días, estaba entre sus labios otra vez. Ni una palabra logra salir de su boca, estoy confundido y feliz al tenerla nuevamente.
Extrañaba su voz, extrañaba sentir esa dulzura que irradia con tan solo respirar.
Esto me confundirá más de lo debido.
—He estado bien.—aseguré.
Miento, lo sé, pero no quisiera meterla a ella en esto. Es algo que quiero hacerlo solo.
—No te alejes nunca más.—susurró de repente, siento aquel típico calor en mis mejillas. La acerco un poco más a mí chocando frente con frente, mirada con mirada, calidez con confusión—Sólo te pido eso...—digo casi en un lamento—sólo eso...por favor.—suplico suavemente en su oído.
En un instantáneo párpadeo perdí la credibilidad en mí. No sabía lo que hacía, mis manos solo la aferraban más a la soledad que siento en este momento, al lamento de mi alma que solo quiere una cura para el dolor, o tal vez, solo sobrellevarlo.
Mi corazón es tonto, pero no ridículo, ó solo es terco y se aferra a la compañía de un amor imposible.
—Créeme que no lo haré.—dice segura, levanta mi rostro que se encontraba entre sus hombros. Sonríe y me mira a los ojos. No entiendo cómo puedo pensar solamente en ella. En esa cruel mujer.—Nunca te dejaré.
Muerdo mis labios mirando hacia el techo, suplicando no cometer un error más. Tanta sinceridad me tenía confundido, hace tanto tiempo no escuchaba algo sincero o de repente me volví desconfiado. No pudo aceptar lo que me pasa en este momento. Parece que estoy alucinando.
Examino su mirar, veo la verdad y la mentira de sus palabras, aunque lastimosamente no existe la segunda en ella. El masoquismo me carcome por dentro, me había acostumbrado a tan solo sufrir, a estar a los pies de alguien, que no me di cuenta que podía existir la felicidad en otro lado.
Grave error y una lección de vida.
—Michael...—susurra casi sin aire, está nerviosa al igual que yo.
Cierro los ojos una vez más e inconscientemente me acerco poco a poco a sus labios, no hay la necesidad, solo siento un pequeño y risueño silencio al saber lo que quiero hacer.
>>He querido decirte esto, desde hace tiempo...—tartamudea cada palabra insegura, esbozo una sonrisa aún con los ojos cerrados.
—No digas nada...—respiro profundamente.
Bajo ambas manos a su cintura, ella sube las suyas hacia mi cuello. Lamo mis labios meciéndome junto a ella. Es tan increíble lo que puede hacer en tan solo minutos, mi mente está en blanco, danzado en el silencio de la habitación.
El futuro me reclama sobre el pasado.
El pasado que tanto quise recordar, pero que quedó atrás junto a toda la soledad a la que estaría atado aún. Los chirridos de las tablas viejas me percatan de que no estoy loco, solo me muevo acompañado del consuelo y la paz que tanto pedí.
Abro los ojos, pero instantáneamente, me acerco poco a poco con una sonrisa. Elimino lentamente el espacio que nos separa, las ansias de besarla me aceleran por dentro; recuerdos del momento en el que me besó me impulsan a hacerlo yo ahora.
Pero dudo, así es, dudo por un instante, siendo la primera vez que lo hacía con ella, porqué siempre estuve seguro a su lado. Y cuando no quedan más palabras para describir la situación...
—Michael...ya estás a punto de...— brinco del susto viendo a Frank en la entrada de la puerta. Nos mira sorprendido, y como no, si casi estuve a punto de besarla.
Muerdo mis labios aún tomándola de la cintura, este momento no puede ser más vergonzoso de lo que es.
—Oh, no saben cuanto lo siento, no debí, no debí entrar de esta manera.
Silencio.
Muevo la cabeza en todas las direcciones, mientras que mi mano derecha sigue atada a su cintura.
Sonrió y rasco mi nuca con la mano restante. El sonido proveniente desde el palco me pone nervioso, no era correcto estar de esta manera, en este lugar, era una total falta de respeto.
De forma suave y lenta, levanto mi mano de aquel lugar en el que descansaba, llevo ambas manos atrás de mi cuerpo.
—Lo siento, Frank. Eso no fue algo muy bien visto, espero me disculpes.—agacho la cabeza haciendo una mueca de lado. Brooke agacha la cabeza apenada mientras acomoda el vestido negro que hoy lleva puesto.
Frank, asiente guiñándome un ojo. Sabía perfectamente lo que pasaba con Brooke y quizás, era una de las personas más deseosas de vernos juntos en verdad.
Pero había algo que no sabía. Mi vacío existencial seguía acechándome bajo el nombre de Alex.
<<Venus, Venus, Venus... ¿Qué puedo hacer para olvidarte?>>
No sé que más hacer en estos momentos: sonreír, llorar, bailar, o simplemente vivir el presente.
—Dios...—pronuncio avergonzado al ver como Bill y Liz se acercan hacia nosotros. Cierro los ojos evitando no sonrojarme de nuevo. Por lo que veo, casi todo el Staff se dio cuenta de la romántica escena que pase con Brooke.
Ella gira su rostro y me sonríe, acaricia mi mano y la entrelaza nuevamente. Siento calidez y una oportunidad más en su tacto. Suspiro depositando un beso en su frente, mirando hacia adelante esperando lo que dirán.
—Ya debes subir, Michael querido.
Abre sus brazos ofreciéndome un gran abrazo. Liz, sería quién me acompañaría a recibir uno de los premios más grandes de mi vida.
>>Todo el mundo te espera ahí afuera.—me mira fijamente con sus ojos violetas. Asiento dando media vuelta.
Tomo las dos manos de Brooke. Dejo un beso en ellas mientras siento como todos observan cada uno de mis movimientos. Suspiro cansado, después de todo esta era una gran bendición en mis desgracias, era un sol en mi tormenta, era una luz en mi vida. Brooke había regresado en el momento indicado.
"¿Y donde quedo todo lo que me prometiste?"
Todo se fue junto con las lágrimas
que derrame con tanto dolor por ti. Ahora me toca olvidarte como tú
lo hiciste conmigo.
—Con ustedes, Michael Jackson...
Aplausos y silbidos se encuentran delante del telón negro. Deposito un pequeño beso en su mejilla y me detengo a decirle "Nos vemos luego".
Muerde su labio inferior aún dependiendo de mi tacto. Lentamente me desprendo de cada una de sus manos, pequeñas caricias me obligan -involuntariamente- a cerrar los ojos.
Era tan confuso, y pensar que todos estos días solo pensaba en ella, y ahora todo desapareció con el poder del perdón y el regreso de la correspondencia.
Le dedico una última vez la mirada, sonrió tímido, esta situación seguía y seguiría siendo vergonzosa. Pero me gustaba, eso sí debo admitirlo.
Liz, se posiciona lentamente en el primer escalón, endereza su postura mientras acomoda su vestido. Yo sólo arqueo mi brazo para entrar junto a ella de forma caballerosa.
—¡Suerte!—grita Bill a lo lejos.
Río a lo bajo subiendo lentamente las escaleras.
Al estar solamente a unos pasos del gran escenario, Liz, me toma de los cachetes divertida. Saco la lengua debido al dolor.
—Hace tanto tiempo no te veía tan feliz—acaricia mis mejillas suavemente—espero estés siempre así, cariño.—añade dejando un maternal y tierno beso en mi frente.
¿Victorioso? Quizás me sentía así, o es que me sentía reconfortado. La vulnerabilidad se iba poco a poco, alejándome del mal del mundo y la mujer que siempre quiso lastimarme.
Tal vez Brooke siempre fue la indicada, y solo debía esperar...
—Recibamos con aplausos al gran Michael Jackson.
Entramos lentamente viendo a cada persona del público aplaudiendo. Agacho la cabeza en gesto de agradecimiento a medida que me adentro más a éste, solo siento y vivo el momento, tal y como debe ser.
Dejo a Liz en el lado derecho del escenario, mientras detrás mío, una plaqueta lo suficientemente grande tiene la portada del álbum Thriller, bajo éste, una pequeña descripción adjunta.
"Al álbum más vendido de la Historia: Guinness World Records"
Respiro entrecortadamente debido a tanta emoción y acogimiento del público. Una vez más agacho la cabeza para agradecer toda la confianza puesta en mí. Miro a los costados y es Brooke quien entra sonriente, la observo feliz, y mientras toma la plaqueta y me la entrega de forma muy amable, una gran cantidad de papeles de colores estalla a nuestros costados. Juegos artificiales hacen su estruendo a medida que recibo el reconocimiento.
Observo con detenimiento cada detalle, cada letra, escucho los gritos de las personas bajo el escenario. Suspiro alegre y elevo el premio a lo alto, los gritos se intensifican más y más. Todo esto era por el público, todo se lo debía a ellos.
Los fans.
—Quiero agradecer a toda la gente que confió en mí. A todas las personas que confiaron en este hombre que lo único que quiere es transmitir la importancia de la música.—muerdo mi labio inferior dejando el micrófono a un lado.
Lanzo una pequeña sonrisa a Janet, a mamá y a Joseph, a todos mis hermanos. A toda la gente que está presente en este acontecimiento.
>>Quiero agradecer a Dios por toda la bendición que me dio en la vida, por la dicha de respirar, por la dicha de observar, por la dicha de contemplar la vida misma con amor e impartir el cariño a los demás. Mamá, Joseph...— los miro fijamente, Liz se acerca para sostenerme el micrófono a un lado, levanto una vez más la plaqueta—¡Esto también es por ustedes!—grito orgulloso mirando al techo.
Sé que esta mirándome, todo se lo agradecería siempre a él.
—¡Felicidades, querido!—se acerca Liz dándome nuevamente un abrazo, acomodo con mucho cuidado la plaqueta, Brooke la sostiene para tener mayor comodidad.—Vendrán muchas cosas como esta, solo estarás rodeado de felicidad. Solo felicidad.
Asiento recibiendo su deseo. Las palabras sobraban, no podía con tanta muestra de cariño.
Inmediatamente, la gente del público se hizo presente en el escenario, cada uno traía consigo grandes deseos acompañados de calurosos abrazos; Quincy, Bill, mi madre y Joseph junto a mis hermanos. Esta era una verdadera fiesta.
—¡Michael!—escucho a mis espaldas, giro inmediatamente al reconocer la voz, doy a Janet la plaqueta para que la sostenga—Ahora me toca felicitarte.—esboza una sonrisa mientras estira sus brazos y me abraza fuertemente entre ellas.
Dirijo mi rostro hacia su cuello, me encantaba descubrir el olor tan peculiar de su piel.
>>Vendrán mejores cosas Michael, vendrán mejores cosas para los dos...
Asentí perdiéndome en su voz.
—Señor Jackson.—abro mis ojos rápidamente al escuchar aquella voz. Mi subconsciente ya sabía quien era, mientras que yo, peleaba con la conciencia de recordarlo.
Como olvidarlo.
Me apartado de Brooke para acercarme inseguro hacía ese hombre.
—Mil felicidades...—extiende su mano, la estrecho inseguro. Mi mente no olvidaba nada de lo pasado.—es un placer conocer a gente como usted.
Asiento con una sonrisa de lado aceptando el cumplido.
Una silueta muy familiar llamó demasiado mi atención, desapareciendo entre la multitud. La oscuridad de los pasillos no ayudaba de mucho para deducir de quién se trataba.
<<Pero si tú sabes mejor que nadie quien es>>.
Tenía razón.
—Vuelvo en un momento.—digo a medida que bajo las escaleras presuroso, dejando a Brooke al lado de aquel hombre tan misterioso y arrogante. No observo sus rostros, solo me apresuro por ir detrás de aquella silueta.
Esquivo a la gran multitud que se avecinaba al escenario, por suerte, no muchos de ellos se percataron de que soy yo quién trata de salir del salón.
Llego a la puerta de salida, giro mi rostro y no encuentro a nadie; frustrado, llevo ambas manos a mi rostro.
"Estas enloqueciendo, Michael", grita mi conciencia.
Cuando estoy a punto de aceptar mi demencia, sonidos provenientes del pasillo posterior, me devuelven las fuerzas y recorro lentamente aquel lugar tan oscuro, la luz de la luna iluminaba cada una de las ventanas abiertas.
Las cortinas se mesen junto al viento nocturno, la luna se posa con tal adoración frente al balcón. Una mujer entraba lentamente hacia aquel lugar. Suspiro y me encamino una vez más hacia ella.
Rastros de un vestido rasgado quedan en el suelo, retazos de tela blanca quedan por doquier. Lentamente me adentro más y me aseguro que está de espaldas, respiro y camino tranquilo hacia ella.
En mi mano veo esos pedazos de la tela blanca que levanté, sin conciencia, inhalo perdidamente el olor que sus poros desprendieron.
No podía con esto, debía verla a los ojos aunque no me recordara.
—¿Se encuentra bien?—pregunto apoyando mis manos en el barandal de cemento. Desde aquí tenía una hermosa vista, se podía observar con gran asombro la ciudad.
Giro mi rostro y veo como el viento mece sus cabellos, añoraba verla tranquila. Sin discusiones ni palabras bruscas que rompan el corazón.
Me tomé unos cuántos segundos para observarla sin ningún impedimento. Pero de repente, de un momento a otro, ella tenía sus ojos puestos en mí.
—¿Qué hacías con ella?
Los sueños esta vez, sí se harían realidad...
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