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Capítulo 13.

Los tenedores de plata encima la mesa reflejaban su rostro, sin duda, no le agradaba lo que veía. El plato de porcelana era frío igual a su actitud, sin pensarlo, un masoquismo para aquel que la trataba. El enorme comedor en el que se encontraban tenía un ambiente silencioso, las velas estaban encendidas -pese a que era de día- dando un toque aún más lúgubre de lo normal.

Las miradas desagradables dirigidas hacia ella la tenían en la mira, después de tanto desengaño, debía cuidar sus espaldas. Sabía muy bien que la mujer en frente suyo no le tenía voluntad,  que la despreciaba con tan sólo una mirada. Esteban, no pronunciaba ni una sola palabra, tan solo la observaba tratando de descubrir -una vez más- ese aceptamiento por su parte.

Una falsa esperanza.

El cocinero se dispuesto a dejar una gran bandeja sobre la mesa; al abrirlo, un exquisito olor hipnotizaba los sentidos de cada presente. Depositó en cada plato la cantidad suficiente para saborear tan exquisito alimento cocinado. Tomó el tenedor observando a las dos personas a su costado, no sabia nada de etiqueta y mucho menos algo de modales, pero hasta el momento se había comportado como toda una dama. Comía con delicadeza enderezando su espalda en el respaldar de la silla, ambas miradas cruzaban causando disgusto.

No era un placer comer junto a ella.

¡Muchas gracias! —agradeció limpiándo sus labios con la servilleta de tela. Elevó su cuerpo caminando hacia la salida del comedor. —Con su permiso. —pronunció nuevamente subiendo las escaleras. Suaves sonidos desaparecían entre pisadas fuertes.

Al posicionarse en el espejo, no evitó dar un pequeño gesto de desagrado, una mueca de dolor y la cobardía la comparaban con algo diferente. Aquellos ojos tan deseados y esa actitud tan pesimista, la atrapan consiguiendo derrumbarla por completo, pequeños pedazos quedaban en el suelo. Así se sentía una persona insegura, pese a que demuestre lo contrario. Empuñó una lágrima con el pensamiento ingenuo, un deseo fugaz sería llenarse de ese altruismo nuevamente.

Tan sólo una vez más.

Los rayos solares iluminaban sus cabellos dorados, una mano pasó a acariciarlo con suavidad. La soledad no merecía alguna ayuda, ella misma vivió con eso en tiempos inmemoriales, en el mismo pasado oscuro del que tanto hablaba para sí. Sus cortas pestañas recogían cualquier rastro de tristeza; dolor y sufrimiento la acompañaban en su condena. "No hables de tristeza si nunca has vivido con ella", decían. Era real.

Tomó el abrigo que Esteban le obsequio la anterior semana, cuando regreso de nuevo sin pensarlo dos veces con la razón. Subió a esos enormes tacones sin ningún miedo a caer, después de todo, era experta en ese tema. Aún no sabía quién era, ni el porqué había vuelto a este mundo tan destruido por el miedo y la iniquidad, el infierno era mil veces mejor que este mundo infertil de valores. Aquellos sueños la tenían atrapada, una oleada de sentidos incandescentes hacia la liberación de sus miedos y la entrega mutua al sentimiento del amor sin impedimentos eran tan solo una metáfora del pequeño momento que viviría. Dirigió su mirada una vez más al espejo antes de salir, un suspiro escapó de sus labios dejando a flote su pesar. Tomó el pequeño papel que dejó hace unos instantes sobre el buro, un pista simultánea al futuro en camino.

Cerró la puerta a sus espaldas caminando con sofisticación y seguridad, era tan grande aquella magia, que tan sólo al transpasarla se llenaba de ese orgullo tan característico en su vida.

*°•°*°•°*°•°*

La forma seductora en la que cruzaba las piernas llenaba de lujuria al hombre en la misma habitación. Llegó exactamente al lugar que la nota indicaba, algo misterioso una vez más. Sus facciones estaban relajadas, sus enormes ojos avellanas transmitían el mismo sentimiento, el vestido ceñido a su cuerpo reflejaba sin escrúpulos lo destacado. Sensualidad.

El reloj frente a la puerta, marcaba las tres de la tarde en punto, una molestia para aquellos que quieren vivir en el presente. Enarcó una ceja moviendo suavemente la punta de los pies, pequeños sonidos provenientes del minutero completaban ese ambiente tan incoherente. Una voz gruesa rompió aquel detalle de intimidad.

—¿A qué se debe su visita? — preguntó el hombre al frente suyo. Cruzó los brazos apoyándose en el respaldar de su gran asiento de cuero. Un lujo para una persona como él.

—Bueno...Señor... —elevó su cuerpo caminando con sensualidad y delicadeza. Miró el pequeño cuadro de presentación encima el escritorio. Hoax Fizzled, era el nombre de aquella persona que planeaba junto a Esteban, la destrucción del ser más necesitado en su vida. — Hoax,... —enfatizó la palabra. Subió encima del escritorio tomando asiento. Sus largas piernas y la posición en la que estaban, excitaba poco a poco a aquel simple mortal. —Iré directo al grano. —lo tomó de su corbata evitando que respirará, se acercó peligrosamente a la comisura de sus labios. —sé muy bien lo que planea junto al señor Holtein. — soltó de repente, un balde de agua fría cayó en su conciencia.

Emmm... no sé de que me habla. —seguro. Sus ojos se dilataban poco a poco. La expresión en su rostro cambió de una deseosa a una muy tensa.

—¿Está seguro? —interrogó elevándose nuevamente. Se posicionó detrás suyo acariciando su espalda, daba ligeros masajes para intimidarlo. Lo conseguía. —¿Está seguro señor Fizzled? —él sólo asintió levemente con los ojos cerrados.

Comenzaba el juego.


Dejó su espalda para dirigirse nuevamente frente a él, esta vez se posicionó en sus piernas tomando asiento en ellas. Acarició su rostro de una forma sensual, sus largos dedos se dirigían al lugar detonante. No era diferente, este hombre tenía lo suyo. Desabotonó

cuidadosamente el sacón negro encima de su cuerpo levemente trabajado. Lo abrió dejándolo sólo en camisa, Hoax mordió sus labios consiguiendo excitarse aún más.

—¿Ahora sabes de qué te hablo? —colocó la mano en su entrepierna, giró su cabeza cerrando los ojos. Asintió con dificultad. Sonrió complacida. — Pues...te tengo una propuesta. — voz seductora. Se enderezó colocando ambas piernas a cada lado de su cuerpo, Hoax la observó sorprendido.

—¿Cuál... es? —preguntó con la voz entrecortada. Sus manos pequeñas estremecían de placer al tacto producido en su parte íntima, explotaría en cualquier momento. Una oportunidad para tenerlo a sus pies.

—Sé lo que planeas contra Jackson. —dio pequeños besos en su cuello. Abrió los ojos sorprendido, la tomó de los hombros viéndola fijamente.

—¿Qué es lo que sabes? —la sacudió fuertemente. No respondía. —¡¡¡Dímelo!!!- exigió una vez más mirandola serio.

—¡Tranquilo! —mostró una sonrisa. Mordió su labio inferior.
—No sé nada que la gente sepa. —puso los brazos en su cuello. Besó su piel, exhalando el aire suave y extasiado. —No hay por qué preocuparse. —bajó una mano a su miembro despertándolo de nuevo. Sin duda, hacía esa acción con el hombre equivocado.Quiero ayudarte... —le miró tomando el rostro entre sus manos. —
Puedo ser mucho más eficiente que Esteban. —completó rozando sus labios.

La locura y la lujuria se juntaron en la acción presente, correspondió al beso tomándola fuertemente de la cintura. Enredó las piernas en su cintura mientras él la posicionaba encima el escritorio. Botó todos los lápices y cuadernillos situados en aquel lugar, iba demasiado rápido, estaba claro. Pero Venus,  disfrutaba del momento mediante las caricias recibidas, debía encontrar una respuesta positiva de su parte antes del próximo paso.

—¡Hoax, detente! —pronunció dejando sus labios. Hizo caso omiso al comentario. —¡Detente por favor! —elevó la voz llamando su atención. Sus ojos color miel estaban encendidos como dos fogatas que necesitaban apagarse.

—¿Qué pasa?¿Hay algo de malo?¿Te lastimé? —interrogó con sudor en la frente. Negó, su trabajo lo hacía bastante bien y bastante rápido a decir verdad. 

—No, cariño. —suspiró viendo sus labios fijamente. Quiera o no, sentía esa necesidad de rozarlos,  algo muy pretencioso para una mujer de su clase. —necesito saber si estoy contigo en esto. —besó su labios acercando sus caderas hacia él —...Necesito saber si estamos juntos para destruir a Jackson. —la última palabra la enfatizó con tanta furia, que hasta se podría decir que sintió un dolor en el pecho por no cumplir su promesa.

—Apenas te conozco. —la miró serio. Giró su rostro dándole malas señales a la respuesta esperada —,...pero sé que con una persona más podremos hacer esto posible. Que tal hasta resultas mejor que Esteban. — mordió su labio inferior levantándola del escritorio. La posó en la pared acorralando su cuerpo por completo, una mano pasó a su feminidad estremeciendo su sentidos completamente.

—¿Eso es un sí? —pronunció  inaudible cerrando los ojos. Las descargas pasionales de la carne maldita la cegaban.

—Estás en esto, preciosa. — respondió dejando besos húmedos en su cuello. Sonrió complacida. Hoax, deshizo todas las prendas que estaban encima el cuerpo de aquella hermosa mujer. Sin más entró en ella. Rápido y acelerado. Gimoteaba junto a ella dando caricias en cada parte de su piel desnuda. Una pregunta capsiosa lanzó su cerebro. —¿Cómo conociste a Esteban? —indagó entrando aún más en su interior.

—Eso no importa ahora. —susurró con placer en la boca. Asintió dejando de lado aquella respuesta. Grave error, podía costarle todo lo que había sido armado con tanta inteligencia y precisión.

Arañazos en su espalda serían marca de la traición que se emprenderá. El sentimiento de culpa no tenía lugar en ese momento, los minutos siguientes llenarían de melancolía su ser.Había entregado por primera vez, ese algo que prometió ser suyo por siempre.



















—Michael, ¿Estás bien? —preguntó su compañera mientras conducía. Asintió.

—Lo estoy, solo que...me dio una opresión en el pecho. —cerró los ojos haciendo una mueca de dolor.

—¿Estás seguro? Podemos volver a la ciudad. —le miró preocupada.

—¡No, Brooke! —elevó la voz. — Estoy bien,... lo estaré. —recalcó. Observó al frente respirando con dificultad.


Una segunda vez había ocurrido el mismo presagio.

Luego de varias horas de viaje, Michael y Brooke al fin llegaron a su destino esperado.Un paisaje soleado lleno de árboles eran el recorrido que ambos emprendieron. La llamada sorpresiva de su querida amiga lo tomó desprevenido. Un pequeño reencuentro era el plan que tenía en mente, salir de la ciudad y despejar totalmente las dudas, contar anécdotas que los dos vivieron. Y tal vez, tocar el tema de Amor.

—¡Llegamos! —exclamó contenta saliendo del auto. Estiró sus brazos evitando calambres por el gran recorrido.

—¡Tenías razón!  El lugar es precioso. —respondió él, mirando las enormes montañas que acompañaban el caluroso paisaje. Brooke, se dirigió al maletero para sacar el equipaje que ambos habían llevado. Una pequeña cabaña era el lugar en el que se acogerían. —Déjame ayudarte. —corrió hacia ella levantado las enormes maletas. Sonrió agradecida.

—Son solo Maletas, Michael. No pasará nada. —dio sonoras carcajadas, ya que, el moreno se encontraba atareado llevando tanto equipaje. Pasó de alto las palabras que Brooke había pronunciado y siguió con el recorrido. —Dame una maleta, no es pesada. — se posicionó delante suyo evitando que continúe.

—¿Sólo una? —dejó las maletas en el piso mirándola confundido. Sus mejillas se tornaron de un color rojizo, no evitó agachar la cabeza.

—Sí, solo una. —sonrió de nuevo poniéndolo  más nervioso. Mordió su labio inferior evitando mirarla, pero era imposible no hacerlo. Al menos para él. — ¡Vamos, Michael! 

— Bueno... —rascó su nuca levantando las maletas. Acomodó cada una en sus manos, dejando una de lado para ella— Toma. — deslizó su mano facilitándole su agarre. Brooke, se acercó tratando de tomar el objeto. —¡Te la creíste! —dio un paso hacia atrás corriendo entre risas que retumbaban. Daba pasos largos, escapándose entre juegos y risas, quería llegar mucho más antes a la cabaña. La mujer de ojos verdes corrió enseguida suyo para lograr atraparlo. Este era uno de los tantos juegos que ambos extrañaban.

—¡Michael, ven acá! —gritó exhausta por todo el recorrido emprendido. El rizado continuó sin impedimentos.

—¡No, debes atraparme!— mostró una sonrisa encantadora dejando en desperfecto a la mujer detrás suyo. Se posicionó frente a la puerta de aquella cabaña; un olor a canela sintió su respiración entrecortada, el recorrido si tuvo consecuencias. Los rayos solares se hacían más potentes al traspasar las ventanas, dos camas personales con un buro en medio rompían las esperanzas de un acercamiento acogedor.

"Es demasiado, ¿A quién se le ocurrió colocar un buro justo al medio de las camas? " pensó.

Su cuerpo cansado y la mirada perdida en aquel objeto que interponía tal vez, una oportunidad, lo sonrojaba por completo, pronto empezaron a arder sus mejillas.

— ¡Me ganaste! —suavemente una voz entrecortada se hizo presente. Dio un pequeño empujón al moreno, tal fue la sorpresa, que no supo reaccionar y cayó con ella. Ambas miradas se conectaron. Brooke, se encontraba encima de Michael, ninguno dijo nada, respiraciones entre cortadas salían de sus bocas. El color marrón se dilataba junto con el verde.

Inconscientemente la enorme mano derecha fue a parar a su cintura, el piso de madera recién lustrado no era problema para demostrarle que la seguía amando. Pocos centímetros separaban sus labios, se podía sentir la tentación en tan sólo un roce. Cerró los ojos reprimiendo la sensación, enderezó su cuerpo levantándola suavemente, una sorpresa para ella, pues por primera vez quiso probar de esos tersos labios.

—Emmm... lo siento. —dijo nervioso. Rascó su nuca en gesto incómodo, y cómo no lo haría, si estuvo a punto de romper la promesa que le hizo. La intención contaba, ella también lo deseaba. —¿Estás bien? ¿Te hiciste daño? — preguntó mirándola de arriba a abajo.

Negó con la cabeza, no habían palabras para describir ese momento:— Está bien, ammm... saldré...saldré a explorar el lugar. — tartamudeaba. No podía verla a la cara, su vergüenza era muy grande, el rojo se hizo más intenso en su rostro. Dio media vuelta caminando rápidamente. Brooke sólo quedó consternada e impresionada por el momento bochornoso que aconteció. Las dudas invadían su mente. Solo quedaba pasarlo por alto y continuar con aquel viaje emprendido.

La amistad ante todo.

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<<"En la misma ciudad, un corazón sufría al regreso del egoísmo.">>

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