
Detrás de la máscara... estás tu.
Disclaimer: Amolad pertenece a TheSnispter, Dedicado a Isariela Sakana.
Inglaterra; 1912, El celeste del cielo contrastaba tanto con las oscuras y frías calles de Sauthampon, el ruido sordo del vapor al salir por las chimeneas del barco, le decía que debía abordar pronto, no quería irse aunque tampoco era que tuviera ganas de quedarse. No pertenecía a ningún lado, sólo era un afortunado joven que había tenido la oportunidad de estudiar comercio en aquel viejo país europeo. Ahí donde se descubrió a sí mismo, y ahora tenía temor a eso, a perder su libertad.
Sus ojos ámbar miraron con nostalgia su alrededor, no volvería a ver las calles de piedra, ni a contemplar el mar desde el puerto, el graznido de las gaviotas llevaba un canto amargo, que le recordaba que al pisar América debería casarse, la carta de su padre resonaba como un eco en su cabeza, le esperaba un hermosa dama, de agraciada figura y ojos amatista, con carnosos labios y piel perfecta, la cual no le provocaba ningún sentimiento más que envidia, que daría por ser la señorita Vega , la cual podía tener a cualquier hombre entre sus brazos.
—Joven Des, debe abordar el barco— Una voz femenina lo saco de sus pensamientos. —Llevaré su equipaje—La pequeña mucama de piel morena se inclino con respeto, tomando otra vez su posición.
—Gracias, Lorraine. Pero, yo puedo llevarla. —Contesto con una sonrisa, tomando la valija. —Nadie nos conoce, no hace falta tanta formalidad.
—Tal vez a su rostro no, pero si a su apellido. Recuerde comportarse—Murmuro en una oración, esperando a que nadie se percatara de lo dicho.
—¿No me dejaras tratarte como mi amiga en lo que nos queda del viaje?—Pregunto aquel joven alto, vestido pulcramente con un traje ocre oscuro.
—No—Contesto tajante— Yo sólo soy la servidumbre—Mientras tomaba una maleta del suelo y caminaba hacía la embarcación.
Lorraine Sabia que debía ser dura con Des, o el joven jamás aceptaría su destino, se reclamaba a sí misma por incitarlo en lugar de desalentarlo, sabía que tenía que cuidar al hijo de su jefe, sin embargo al ver al niño ponerse los vestidos de su madre, y tomar el maquillaje, descubrió algo que nadie jamás entendería.
El alto resoplo agotado, era un acuerdo que se habían hecho, haría lo que quisiera en Inglaterra pero, en América debería atenerse a las reglas de su padre, olvidando si alguna vez le intereso el maquillaje, o si prefería usar un ajustado corsé con un vestido entallado, le agradaban las figuras y texturas de la tela ocupadas en la ropa femenina, los colores vibrantes y porque no decirlo también, estaba enamorado de la figura del hombre aunque él fuera uno también.
Alguien paso corriendo a su lado, y su valija salió volando, el hombre giro para encontrarse con su rostro. —Lo siento señorita —Fue lo que murmuro hasta que se detuvo a observar completamente su figura.—Caballero—Tartamudeo.
—No pasa nada—Hablo con ese dulce tono que lo caracterizaba, mientras tomaba sus pertenencias del suelo.
—Lo lamento tanto—Se disculpo otra vez, mientras ayudaba al alto, sus manos se tocaron cuando intentaron recoger al mismo tiempo una prenda del piso. La piel canela del otro hombre contrastaba tanto con la pálida de él, un choque eléctrico entre los dedos de ambos, les hizo levantar la vista encontrándose el bosque de su mirar, con el ocaso de la suya.
—Gracias—Pronuncio torpemente, mientras desviaba la mirada y sus mejillas se coloreaban con un adorable rubor. Se había tropezado con un hombre realmente atractivo.
—Ha sido toda mi culpa, Soy Leo Splinder—Contesto cortésmente, mientras ofrecía su mano en saludo.
—Des Aeva—Fue lo último que pudo decir, antes de que Lorraine lo tomara del antebrazo llevándolo al barco de una vez.
—Des...—Pronuncio el hombre que se quedo estático, mientras los demás viajeros subían al navío.
Un hombre castaño llego hasta él, y con una palmada en su espalda, lo dirigió al barco también. —Se hace tarde, Leo. — una sonrisa audaz se desvaneció en sus labios —No puedo creer que esto nos esté pasando—Murmuro el hombre, entregando los boletos de primera clase, — Es increíble que tus garabatos sean tan valorados por los americanos ¡Con tu creatividad y mi ingenio, nos haremos asquerosamente ricos, Mi amigo!— Grito el de lentes, mientras llevaba al moreno a bordo del Titanic.
—Thomas, recuerda que estamos para valorar los detalles que se nos pasaron en el diseño.—Contesto al estar en la cubierta, el moreno —Por ejemplo, le falta barniz a los pasamanos,—Indico con desagrado, mientras le señalaba su bolso— Toma nota de ello.
El alto hombre castaño, giro los ojos en muestra de molestia, mientras anotaba en un diario la imperfección notada por el "diseñador" —Es un barco perfecto, sólo tú podrías notar un imperfecto en esta obra de arte flotante.
—Odio lo enorme que es, mis pequeños detalles se pierden en su abrumador tamaño—Susurro, mientras sus ojos vagaban por la cubierta. Posándose sobre aquella alta y fina figura, la cual recargada sobre las barandillas miraba con ojos pensativos a los que se despedían, inerte en otro tiempo sus ojos ámbar parecían no mirar a las personas que efusivas se despedían de ellos, un suspiro dado desde sus voluptuosos y rosados labios, sus pestañas se batieron con pesar sobre sus mejillas, y una lagrima se perdió en el parpadeo de sus ojos, mientras se dirigía hacia las habitaciones de segunda clase.
—Leo, Leo... ¡Splinder!—Grito el hombre alto, haciendo al moreno girarse hacia él —Tu habitación es esta, si necesitas algo en tu camarote, avísame, —Concluyo rápidamente depositando unas llaves en su mano— Iré con el capitán —Afirmo el hombre mientras se perdía entre la multitud.
Se convenció a si mismo que era un viaje de investigación, abandono su lujosa suite y se desvaneció como bruma entre los pasillos interminables de ese complejo de metal, miraba de reojo como los detalles que había diseñado en formas, y colores se perdían entre los metros y metros de metal. Había puesto toda su imaginación y amor para adornar aquel navío, y aun así parecía que estos nunca llegarían a llenarlo.
Sus esmeraldas brillaron al ver aquel joven admirando la entrada a la primera clase, sus hermosos ojos se iluminaban con la tenue luz que entraba por el tragaluz del techo, su mano apoyada en el marco de la escalera, y sus ojos admirando el tramado de madera bajo sus falanges, leyó sus labios mientras susurraba:
—El honor y la gloria coronando al tiempo. —Des, detallo con la yema de sus dedos el roble donde descansaba aquel reloj, adivinando el pensamiento de su artesano.
Las arañas de cristal comenzaron a iluminarse, y él se giro para admirar aquel espectáculo de luces, el vestíbulo era una obra de arte, quien lo hubiese diseñado había dejado su alma en cada rincón, sus ojos bajaron para colocarse en el querubín que dividía la escalera, y se topo entonces con aquel hombre de la mañana, el traje blanco se ajustaba a su cuerpo y resaltaba su piel morena, sus finas facciones sólo auguraban misterio. Quedo absorto en su pupila, tratando de adivinar que le intentaba decir su mirada.
—Joven Aeva, Usted no puede estar en esta sala, permítame escoltarlo a la entrada de su camarote.—Le interrumpió cortésmente un mozo.
—No se preocupe, él está conmigo—Contesto el moreno subiendo los peldaños, antes de que el alto se marchara avergonzado con aquél camarero. —La familia Aeva son ampliamente conocidos por su descendencia alemana, sus tratos comerciales, y sus inversiones acertadas en la bolsa americana. ¿Lo sabía?—Comento Leo, ante un perplejo mozo, haciéndole ver lo descortés que había sido al tratar mal a alguien de tan noble abolengo.—El joven Des, es el único heredero de tan prestigiosa familia. —Acertó mientras clavaba sus iris en el alto, esperando contar con su aprobación ante su defensa.
Sin embargo los orbes dorados perdieron su suave brillo, el rubor desapareció de sus mejillas, y un imperturbable rostro cargado de penumbra fue lo que recibió— Usted tiene razón—contesto mientras veía al sirviente— No debería estar en esta sala, me disculpo. Regresare a mi clase. —Contesto tajante mientras se aventuraba escaleras abajo hacía la entrada lateral de la segundo clase por la cual había llegado.
Leo lo vio pasar a un costado suyo sin dedicarle una mirada, ¿Qué había hecho mal? Si sólo lo había defendido, siguió sus pasos hasta verlo perderse entre los pasillos, vigilo de cerca sus pisadas hasta que estas se desvanecieron detrás de la puerta "C 45"
El sol se ocultaba tras el horizonte, y eso le anunciaba que pronto sería la cena. No había encanto o misterio en la primera clase, sólo charlas falsas en las cuales se buscaba demostrar cuánto dinero llevaban consigo, o menospreciar a los que estaban por debajo de su multimillonaria condición, nada que le interesara dado su estatus de "nuevo" entre aquel selecto grupo, en el cual Thomas se desenvolvía con elocuencia, pero que a él lo hacía sentirse fastidiado, la suave melodía del violín y el soneto triste que cantaba el violonchelo, lo tenían aletargado, quería una viva música irlandesa que al son de la gaita le hiciera mover las piernas, la música parecía únicamente deprimir más el salón. Observaba con horror como el artificioso humo de los cigarrillos que en tumultos se elevaban al techo, empañaba su obra en la sala de los fumadores, apelmazándose en los pulmones de sus anfitriones, nadie veía su obra, sólo a los otros ricos que los acompañaban en aquella cena entre buitres y carroña.
Rodo los ojos con pesar, cuando su mirada se posó en una delicada figura en el rincón del salón, el vestido caía delicadamente desde su cintura ceñida, las capas de seda creaban una suave marea, resaltando las finas curvas de su dueña, sus gráciles movimientos ondeaban la seda, las pálidas manos eran cubiertas por aquellos guantes largos negros que enmarcaban su fineza. Su cabello negro se ondulaba y perdía en finos bucles que eran adornados con joyería y cadenas. Sin embargo, lo que más llamo su atención, fue el dorado de sus ojos, los cuales competían con el ocaso al que miraba en aquel cuadro, un color tan profundo y extraño, que sólo había visto en los de un caballero ese mismo día.
Se acerco a paso firme y se inclino ante ella en muestra de saludo, —Es una preciosa noche—Comentó interrumpiendo los pensamientos de la dama, la cual le devolvió la mirada, sus largas pestañas en marcaban a los grandes ojos ámbar, el rubor bien colocado en sus pómulos y el rojo de sus labios. Era una obra de arte, y como artesano no podía más que disfrutar aquella vista. —Leo Spindler —Se presento. —¿Conoce al artista?
—Monet, los parlamentos de Londres, al atardecer. —Susurro con inseguridad de ser descubierto —el mismo lugar visto por los mismos ojos, y siendo diferente en cada representación, ni el mismo atardecer es el mismo de 1903 a 1904. ¿No cree que es sorprendente?—Pregunto con entusiasmo y ensoñación, vagando nuevamente por la pintura y el palacio de Westminster.
—Y sin embargo el palacio siempre es pintado con el mismo color. —Aclaro, mientras la mujer asentía en silencio, Continuo—Conservando la misma naturaleza, sin importar los colores con los que se adorne a su alrededor, —Leo dudo, pero haría la pregunta. —¿No cree, Miss. Aeva?
Sus ojos se abrieron grandemente y sin mirar verdaderamente al hombre junto a él, se dispuso a la fuga.
—Espere, Señorita—Aclamó al interpelado, sin embargo no lo quiso escuchar.
Su cuerpo temblaba y con los labios apretados decidió huir antes de ser capturado por aquél hombre que acaba de conocer en la mañana. Estaba arruinado, no tuvo que haber ido a esa cena, no tenía que haber desobedecido a Lorraine, la cual no podría con la furia de su padre, cuando todos vieran que lo que era, sería marginado, y ese lujoso barco sólo sería su jaula y condena.
Leo capturo su muñeca, y la bella mujer giro en su dirección, las lágrimas estaban a punto de abandonar sus ojos. —Por favor...—Suplico, esperando ser liberado de su captor, sus mejillas se encontraban sonrojadas, y sus ojos temblaban de temor de ser expuesto ante aquellas personas en el salón.
—Leo—Alguien lo llamo, el interpelado giro la cabeza encontrándose con Thomas y un grupo de hombres, —Te estábamos buscando, comentábamos que la próxima vez, hay que enfocarnos en los detalles más grandes, que en las pequeñas minuciosidades de la madera, y tramados tallados de los marcos, después de todo nadie los mira. ¿Crees que se pueda añadir piezas de escultura?—Pregunto el castaño, mientras el moreno fruncía el ceño, ante el desprecio de su obra.
Los ojos azules de Thomas vagaron hacía la alta figura que yacía sostenida de la mano por Leo, una hermosa dama, que respiraba pausadamente, y que él quisiera en su camarote, adornando su brazo, o porque no decirlo sus sabanas. Le brindo una mirada lasciva y sus ojos se encontraron...
— No tengo el placer de conocerla, Thomas Zerban, tengo la lista de todas las obras de arte en este barco, y no recuerdo haberla visto a usted. —Pronuncio con un Ademan de coquetería y galantería.
Des miro al hombre frente a él. Era cierto. Su disfraz era perfecto, así que porque el moreno había podido ver a través de él, —Dessiere Lovelance —Contesto, regulando su respiración, dando un tono airoso a su persona, aunque en realidad lo que quería era huir de ahí.
Los ojos de todos se enfocaban a ellos, las mujeres veían con envidia como aquella atractiva dama estaba siendo halagada por el ingeniero del barco inhundible, Thomas y su colega, el diseñador de su interior, Leonard. Las personas le analizaban buscando errores en su comportamiento, su vestuario o hablar, pensando a que familia pertenecía su apellido. Haciendo que se diera cuenta de algo.
Des había usado el apellido de su mucama y esperaba que nadie ahí lo notara, sin embargo Lovelance no era un apellido de aristocracia, y por ello, nada justificaba su presencia en ese salón.
—Lovelance... es un...—El castaño no pudo culminar su frase porque fue interrumpido por el moreno.
—Contestando a tu pregunta Thomas, tal vez, si dejaras de usar espacio inútilmente te darías cuenta de que a tu barco le faltan puntos de salida y botes de salvamento. —Mascullo fuertemente y descortés Leo, debido a la interrupción que había generado el ingeniero entre él y el joven Aeva.
Se removió temeroso en su lugar el castaño, al moreno no se le escapaba ningún detalle, y menos el que hubiese reducido los botes salvavidas para tener más espacio en cubierta porque el navío se vería mejor. —No hay de qué preocuparse, este Barco es tan perfecto como el hombre puede serlo. De seguro has asustado a la Srta. Lovelance con tus disparates. —Comento con enfado.
—No lo creo, ya que ella es mi invitada esta noche,—Le brindo una mirada cómplice a Des, su justificación se la estaba dando Spindler— La Srta. Lovelance, me ha sorprendido por su gusto del arte y su conocimiento en economía. —Comento, mientras desviaba su mirada a un tímido Des, el cual respiro con más tranquilidad al soportar su pequeña mentira.
—Mujeres, números y arte—comento el castaño—Una extraña combinación.— De noto con cierto sarcasmo, cosa que a Des y Leo no simpatizo.
—Si me permites Thomas, caballeros.—Menciono mientras daba una leve reverencia a las hombres que mascullaban y reían a la par de Thomas— Esta canción es nuestra, quisiéramos bailar. —Tomo a Des de la mano y le guió al centro del salón, el vals sonaba despacio y Leo sólo podía sonreír nervioso sin saber cómo dirigir los pasos.
Des lo miro perplejo al moreno, lo tenía sostenido como para comenzar el baile pero no se aventuraba a tomar la iniciativa del mismo.
—No sé como bailarlo—Murmuro abochornado, apreciando como otras parejas se aventuraban a tomar parte del baile junto a ellos.
Des parpadeo incrédulo y una suave risa escapo de sus labios—Sólo sigue mis pasos. —Llevo una mano a su hombro y otra a su cintura, guiando al moreno y marcando aquel baile.
El mundo pareció desaparecer alrededor de los dos, sólo el sonido de las cuerdas sonando a lo lejos, y la mirada de ambos perdida en sus pupilas, parecerían una extraña pareja sin embargo, los dos parecían encajar como piezas perfectas, diseñadas a estar juntas.
Des en todo el baile no pensó en que era un hombre vestido de dama, ni se atormento con la idea de ser descubierto, disfruto cada minuto que la canción fue tocada, se sentía libre en ese momento, casi como un sueño... y como tal, debía despertar.
—La música ya término—comentó mientras seguía meciéndose con Leo suavemente, se separaron mirándose intensamente sin decir nada hasta que el moreno rompió el acogedor momento.
—¿Quisieras acompañarme a cubierta?—Pregunto enlazando sus dedos en sus manos, suplicando por su compañía.
Leo quería hablar con el joven alto, el cual se halla cubierto con aquel hermoso vestido, que sólo resaltaba a un más su encantos, Spindler fue un diseñador que durante mucho tiempo fue menospreciado, apreciaba las sutilezas de las obras de arte, los tesoros escondidos, y el encanto que muchas veces incomprendido, las personas resguardaban en sus adentros. Así como Des.
—Lo siento, pero debo marcharme, —Pronuncio con la mirada baja, ya no tenía tiempo para más juegos, Lorraine iría a buscarlo a su habitación y el no estaría ahí.
Una efímera sonrisa se escapo de los labios de Spindler, mientras le contestaba que le escoltaría a la entrada de su camarote. No pronunciaron nada en el camino, y aun así no fue extraño, Leo le despidió en el pasillo y la figura de Des se perdió tras la puerta.
Des sonrió ampliamente con el corazón acelerado y las mejillas sonrojadas, ¿Qué era ese extraño sentimiento? Tal vez la preocupación de sentirse descubierto por primera vez, sin embargo no era de pesar como cuando Lorraine lo hizo, no. Se sentía sumamente cálido, quemaba su pecho, y ahogaba su voz.
Nadie lo descubrió ese día, sólo Leo, Des descansó contento y se fue a dormir con una sonrisa.
Los días correrían y durante el día se encontrarían para charlar como unos viejos camaradas, la actitud de Leo con Des, o Dessaire era siempre la misma, y porque no decirlo el moreno se había ganado más que su atención. Descubrió pronto su modesta cuna, algo que no le importo, su fascinación por los paisajes, y su capacidad para ver más allá de lo que los ojos ven.
Era el cuarto día, el amanecer iluminaba su rostro, y el sonido del repicar de la puerta lo hizo despertarse, abrió la puerta encontrándose con una nota y un regalo en una caja.
"¿Quieres ir a un baile de verdad?" decía el papel, con la hora y una firme caligrafía."Te espero esta noche" Dentro de la caja había un reloj con la hora de la cita.
Des lo apretó entre sus manos, tendría que burlar la seguridad de Lorraine y vería a Spindler, la mañana corrió tranquila entre sus estudios en la biblioteca, aquella donde nadie más estaba. Un desperdicio ya que era sumamente hermosa con su estilo georgiano, sus luminosas lámparas y su amplio repertorio de libros.
Su lectura fue interrumpida al escuchar el bullicio y a unos hombres entrar, alegando que había demasiado espacio muerto ocupado en una biblioteca, que podría usarse para ampliar los camarotes, fue ahí cuando escucho la voz molesta de cierto moreno.
—Si lo reducimos quitaras el diseño. —Mascullo.
—Tú querías menos espacio muerto, amigo—Resalto el hombre castaño.
Los ojos curiosos de Aeva, se toparon con los de Spindler, el alto desvió la mirada y la volvió a dirigir a su lectura.
—Interrumpimos a los lectores, deberíamos salir de aquí—Murmuro el moreno, mientras todos los hombres asentían y se escabullían a estribor.
El moreno fue el último en salir, mientras se dirigía hasta donde se encontraba el alto, —Le espero esta noche.—le sonrió.
Aeva se sonrojo y afirmo.
El día corrió lento, y se le hizo eterno el despedir de Lovelance para dejarlo solo en su habitación, no sería bien visto que la antigua institutriz se encontrara en la misma habitación que el joven, así que al pasar un corto tiempo la morena se retiro.
Dejando que Des, vagara entre lo que había traído consigo, buscando entre la ropa, un corsé, un vestido y la bolsa de joyas, la morena había tirado la mayoría de sus prendas y joyas, incluso el maquillaje era casi nuevo, dejo de pensar en ello, ese navío era un barco de sueños, y no despertaría hasta que estuviera otra vez en tierra, así que... ahora sólo deseaba divertirse.
Tomo una larga ducha, perfumo su pálida piel, y ase ajusto el corsé, deslizo las medias y las sujeto a sus piernas, deslizo la ropa femenina y se cubrió con ella, el vestido de talle imperial color bermellón se deslizo con suavidad por su cuerpo, se miro en el espejo, y se sintió infinitamente dichoso, reparo en un maquillaje discreto, y ajusto su cabello para que se enredara en un complejo peinado con bucles saliendo gráciles y enmarcando su rostro.
Se asomo por la puerta esperando que nadie viera la salida de su cuarto. Y como un niño que hace una travesura se aventuro a la cubierta.
Antes de llegar a la puerta de salida, fue interceptado por un caballero vestido de traje, y brillante sonrisa. —Srta. Lovelance, Luce hermosa esta noche. —Comento el hombre alto y castaño—El otro día no pudimos charlar, me gustaría tener un desayuno en compañía de usted.—Le brindo una sonrisa picara esperando su respuesta.
— Me encantaría acompañarlo pero, mis estudios son más importantes durante el día. —Le rechazo con elegancia, mientras sus ojos rogaban porque lo dejará en paz, y pudiera ir a buscar a cierto moreno.
—Eso a usted no le hace falta, —Le dijo con presunción, —Se que encontrará agradable el desayuno en el Palm Court, aunque le recomiendo que lleve sombrero no quisiera que los rayos del sol quemarán su piel. —Decía el hombre dado por sentado el ofrecimiento y la compañía de la dama.
—Es una lástima que no haya traído sombreros. — Murmuro con fingida pena, podía lucir como una mujer pero, que le gustaran sus prendas no lo hacían una. El era un hombre que gustaba de las pláticas de arte y las conversaciones de comercio.
—Podemos cambiarlo por una cena, ¿Me acompañaría a cenar esta noche?—comento el hombre, ofreciéndole su mano para llevarla al salón donde sería servida la cena en unas horas.
—Lo siento, Thomas. Pero Dessiere y yo, tenemos una reservación. —Comento una tercera voz que se unió a la conversación, Leo apareció junto a Des, y lo tomo de la cintura estrechándolo junto a él.
—Estas siendo demasiado descuidado en tus modales Leonard, estoy seguro de que la Srta Lovelance prefiere otro tipo de compañía. —Comento enfado dada la falta de cortesía, y honoríficos que Leo, no había empleado, aparte de la cercanía de ambas personas.
—Disfruto bastante la compañía de Leo—Comento quitando el honorifico y mostrando proximidad.—Aunque en este momento, realmente quisiera ver aquél libro que me menciono.—Comento Des, haciendo que Leo siguiera con la mentira, y se alejaron con rumbo a la biblioteca, dejando a un desairado Thomas.
Caminaron por los pasillos vacios a los lados del salón mientras explotaban de risa.—Su rostro era un poema.—Comento el moreno.—Ya debía alguien ponerlo en su lugar. —Rió nuevamente. —Me ha encantado la sutileza de "no tengo sombreros" para rechazarlo —volvió a reír.
Des paro su risa— Es la verdad, Mi mucama los tiró antes de que abordara.—El alto paro su andar y se recargo sobre el pilar que estaba junto a él, miro por el cristal su reflejo y lejos de él el mar, detrás del cual el sol se ocultaba.
—Es una pena, seguramente te han de haber quedado hermosos—Comento el moreno, acercándose hasta él.
Des negó con la cabeza—Eran muy pesados—Comento con una fingida sonrisa.
El reflejo triste de Des, lo invitaba a la tragedia, esa la cual no quería que se asomara a sus soles. Deseaba verlo sonreír por siempre, no con esa falsedad en su rostro. —No sonrías si no quieres hacerlo. —Atrapo con su mano su mejilla y lo hizo verle —Te prometí un baile de verdad. —Le sonrió genuinamente—Ven.—Lo tomo de la mano y lo hizo correr por los pasillos del complejo, aquellos que sólo el diseñador y el ingeniero conocían.
Entro eufórico con él, deslizándose por las escaleras de emergencia hasta la tercera clase, donde la bodega servía de salón, el licor pasaba de mano en mano, y la cerveza con su espuma inundaba las gargantas, Des miró con asombro como la música animaba el baile, y en el montado escenario o pista de baile, la tercera clase tenía a los músicos y bailarines danzando, se sorprendió de ver a dos hombres bailando, nadie decía absolutamente nada, mujeres danzando entre ellas, y los caballeros tomados de las manos. Rió contento, y tomo a Leo para dirigirlo al escenario.
Los sonidos del tacón rebotaban en la tarima, acompasados con la gaita y las palmas, el violín no sonaba triste con aquellos irlandeses, las manos unidas en un saludo y comenzaron a dar de vueltas en el escenario, sus brazos se entrecruzaron y de nuevo se abrazaron, bailaron hasta cansarse y se dio cuenta que nadie parecía examinarlos como si en un escaparate estuvieran, sólo era diversión y licor.
Sólo era libertad.
Tropezó y Leo lo atrapo. Rió eufórico y lo miró, —No me divertía así desde hacía mucho tiempo.
—Debes salir más, los irlandeses son las personas más corteses que he conocido. —Contesto, mientras disfrutaba de verlo reír. —¿Me acompañarías a cubierta?
—Se hace tarde, debo regresar a mi habitación para cambiarme.
Fue lo que dijo Des antes de regresar con Leo a su camarote, el moreno lo miro, mientras lo dejaba en la puerta.
—Desayunemos juntos mañana, por favor.—Rogo. Mientras sus iris chartreuse le suplicaban dejarlo acercarse.
—Por supuesto, sólo necesito pantalones para verlo—Comento con acidez, esquivando la verde mirada, pensando que al igual que todos, el moreno lo rechazaría cuando notara la indudable realidad.
—Te veo en la café Parisien, a las nueve, por mí, lleva lo que tú quieras. — Le comento con seguridad — mientras seas tú quien este ahí.
Des tomo la camisa de Leo, y aproximo sus cuerpos, agacho la cabeza y tomo con su otra mano la barbilla del moreno, fundiendo sus labios en un beso.
Sintió a las manos aferrarse fuertemente a él, y a esos labios temblorosos dirigirse a los suyos tímidamente, disfruto la sensación electrizante que corría desde su boca, y marco un paso más acelerado, entrando en la habitación. La cerró detrás de sí, y si dirigieron entre caricias y besos hasta la cama.
Des sintió la suavidad de sus sabanas cuando cayó en la litera, miró al hombre frente a él, sus manos morenas se moldeaban deliciosamente a su cuerpo, sin embargo al sentir la presión de sus dedos por debajo de la seda de su vestido, lo alejo con temor. Respiro agitado, esperando lo peor, mientras se sentía acorralado entre exponerse a ese hombre y evitar la pena del rechazo, o tal vez podría entregarse esperando lo mejor.
El moreno lo miro con deseo, y sus iris lo miraron buscando las respuestas ante su acción. —Si...Si... Fue demasiado, lo lamento—trastabillo sonrojado, al hallarse a si mismo acostado con el hombre alto bajo de él. —Quisiera decir de corazón eso, pero realmente no lamento esto. —rió mientras lo abrazaba. —Déjame verte Des.—Suplico.
El alto se removió en su lugar temeroso, y se sentó junto a él. —No es correcto que estés aquí—Sentenció, apartando al moreno y colocándose de pie.
—Eres un hombre Des, claro que puedo estar aquí—Evidencio Leo,—Sé que eres un hombre y el más hermoso que he visto.—Admitió acalorado de sus palabras.—Y entiendo que la seda te vista mejor a ti, la indumentaria debería usarla a quien se le ve mejor y agrada. — continuo.— Y entiendo— expuso con firmeza—Que tiene el mismo interés en mi, que yo en ti.
El alto enrojeció y volteo a verle, sus ojos temblaban en inseguridad y miedo, desato el peinado de su cabello, las piezas rebotaron en el suelo; los falsos bucles armados ingeniosamente con pasadores cayeron, sus pálidas manos se dirigieron a su espalda, y el cierre lentamente descendió llevo el vestido junto a su camisón a su cintura revelando su piel de alabastro y figura, sus pómulos se sonrojaron y sus ojos esquivaron su mirada entrecerrados.
Leo no podía ver a nadie más que la persona frente él, el lampiño pecho, y los pequeños botones rosados cual diminutas pinceladas en el.
El corsé entallaba su cintura, y el sonido del vestido que cayó hasta sus pies, le hizo desviar la mirada hacía su ropa interior, a la cual falda tras falda el alto fue descendiendo por sus largas y estilizadas piernas.
La respiración de Des se agito, y aunque aun tuviera prendas encima, se sentía expuesto en más de una forma, sus ojos se cerraron no queriéndose encontrar con la mirada de asco del moreno, mientras deshacía el amarre del corsé y lo sacaba del juego, tembloroso se saco los tacones y dio un paso al frente sosteniendo el faldón que cubría su virilidad.
Leo lo tenía demasiado cerca de él, tanto que podía ver la incertidumbre en él, sus manos tomaron las de Des, haciendo que este se sobresaltara y mirara en su dirección, reconociendo la llama de la lujuria, el deseo y el amor en aquellas extrañas esmeraldas, su erección se hizo presente y el carmín de sus mejilla se extendió hasta sus hombros.
Leo lo dirigió suavemente a su lado, beso su abdomen y sus dedos vagaron por su torso, amoldándose a esa esbelta figura, recorrió su espalda, y dibujo la forma de su cuerpo, mientras Des retiraba las prendas del moreno.
El alto suspiro y un jadeo se escapo de sus labios, los cuales fueron reclamados por el moreno. Las manos de Leo amasaron su piel, y sus dígitos sacaron a su faldón de él, atrapando a su miembro erecto en su mano, acariciándolo suavemente al ritmo de sus movimientos.
Des se retorció complacido, mientras en gemidos se desenvolvía tembloroso, perdió la noción de las acciones de Leo, hasta que sintió a su boca descender por su abdomen y resoplar junto a su ingle, sus labios pasaron por su longitud y lo introdujeron dentro de la boca del mayor, su piel era hielo y las manos de Leo fuego, entumeciendo por donde pasaban y estremeciendo su piel, Des no soporto más y con un ronco gemido termino.
Leo podía ver el estremecimiento en los muslos de Des, y escuchaba la respiración agitada de aquel, llego hasta su rostro y lo beso, mientras sus manos acariciaban la suave piel, y sus dígitos atrapaban un pezón, haciendo al pálido soltar un respingo y un grito de placer, un poco de aceite corporal ayudo a Leo a abrirse camino en Des.
Leo lo miro completamente, y sonrió contento, la blanca piel era suave al tacto y se coloreaba en los lugares exactos, le recordó a Des lo hermoso que era y continuo con su trabajo de satisfacerlo.
—Eres arte, —Le susurro mientras trabajaba en su apretado botón, —Sólo relájate, no tengas miedo.
El alto lo abrazo, y rió —No lo tengo—demando por los labios del moreno, e invirtió sus posiciones marcando demandante sobre él, aunque sintiera los dedos de Leo dentro de él, separando su piel. Las manos de ambos se movían juntando sus cuerpos, acariciándose y marcando el cuerpo del otro con besos y mordidas.
Leo lo giro sobre la cama, y Des se abrió para él, rogando por más, el moreno lo acomodo y profano, se deslizo con cuidado dentro de él, y disfruto de los espasmos que el cuerpo bajo él le brindaba, acaricio su espalda y beso, comenzando a moverse dentro de él.
La noche prosiguió, y dos cuerpos abrazados se hallaban sobre la cama, respirando acompasados.
—Escapa conmigo en América.—Le dijo el moreno,—No te cases—le rogo mientras besaba su frente—Manejo una Mercería no es mucho pero, podemos iniciar ahí.
Los ojos de Des se iluminaron ante las opciones que no había visto, susurro un está bien, mientras abrazaba al mayor, Leo le daba la libertad que nunca tuvo, el privilegio de escoger sin mantener el apellido, y la felicidad de ser el mismo.
—Ponte lo que tú quieras, acompáñame esta noche, te presentaré como Des Aeva. No tengas miedo, estaré a tu lado. —Reafirmo el moreno.
—Lo haré. —Le contesto con una firme sonrisa. Leo se alisto y salió en silencio del camarote.
Des dejo que el tiempo pasara en su habitación, Leo se había retirado hacía unos instantes y rogaba a qué el tiempo transcurriera pronto para llegar la noche, se despidió de Lovelance cuando apareció diciendo que no tenía hambre y nuevamente decidió arreglarse para salir al encuentro del moreno, la falda ceñida perfectamente, y la elegante blusa a juego, acomodo los guantes blancos en sus manos preparándose para salir, no había maquillaje ni complejos peinados esta vez.
Alguien toco la puerta, y pensó que sería el moreno, no se habían despedido hacía unas horas, rio. Se giró abriéndola entusiasmado, teniendo en mente que no rechazaría esta vez su propuesta de ir a cubierta.
El asombrado rostro de Lovelance fue lo que lo recibió, el cual se convirtió en furia, empujándolo dentro de la habitación.
—¡¿Como abres estando así?!—Le grito—Des desvió la mirada, Lorraine vociferaba, reclamándole que haría si alguien le descubría. Mencionando que él debería saber porqué el ingeniero del Titanic la busco en su habitación, alegando que había burlado su vigila para escaparse a divertir por las noches. —Teníamos un trato—reclamo.
—Sí, pero, es injusto la verdad y tal vez así, —le contesto con la voz quebrada, y los ojos brillosos. —Me verían como realmente soy ¡Yo!
—¿Así?, ¿cómo eres? ¡Tienes un nombre que mantener! Recapacita y escúchate—Le dijo la mujer que fue su institutriz, y que por orden de su padre se convirtió en su mucama, dejando el papel de maestra de normas de conducta y convirtiéndose en su confidente—No puedes ser tú, nadie te aceptaría así.—Lo miró con desaprobación.
—Y ¿si alguien me pudiera ver a través de esto?—Se señalo así mismo —Si alguien ya lo ha hecho...—pronuncio sonrojado.
—¡¿Qué has hecho?! —Grito con horror la mujer, mientras tiraba del blusón abriendo la parte superior, arruinándolo —¡Mírate por dios! —Exclamaba exasperada, y con asombro mientras recorría la piel de Des, viendo las marcas pardas en ella, muestra inequívoca de que había estado con alguien.
Lovelance enlazo momentos en su cabeza, regresando a la mañana cuando Thomas la busco en su camerino, el alto hombre de anteojos, había dejado una carta y rosas, creía que era su día de suerte. En la noche el caballero apareció, no olvidaría su rostro de confusión al verla, mientras le aclaraba que había confundido camarotes, y que si conocía a la Srta. Dessiere.
—Lo siento Madame, ¿No sirve usted a la Srta. Dessiere Lovelance?—Pregunto el atractivo hombre.
Mientras Lorraine se retorcía incomoda en su posición, por supuesto nadie en ese barco a menos que fueran obreros o marineros le verían como una mujer o le ofrecerían flores y una cena, Des era un hombre y tenía toda la belleza que a ella le hacía falta para un buen matrimonio. Algunas personas lo tenían todo, poder, dinero y un brillante futuro. Nadie nunca vería a través de su piel morena, y su cargo de institutriz.
—Lo siento, mi ama esta indispuesta—Fue lo que contesto, mientras le devolvía los obsequios y se retiraba, no sin antes agregar: —Y agradecería de que dejara sus pretensiones.
Regreso a la realidad mientras decía—Sólo están encantados con una ilusión—Se acerco a Des y lo abofeteo. —Tú no eres una mujer. —Le dijo con desprecio.
Des se mantuvo recio y acepto el golpe mientras comentaba—Hasta que te das cuenta. — camino hacia la cama, se retiro la blusa, y se coloco su camisa, amarrando el moño en la misma, paso de lado junto a Lovelance dispuesto a Salir por la puerta.
—No iras a ningún lado. —Ordeno la mujer mientras sujetaba su mano.
—Es una fortuna que esa no sea tu decisión. —Des se soltó de su mano, y camino seguro, abriendo la puerta.
—¡Estas arruinando a la familia Aeva!—Fue lo que la mujer grito.
Al caminar por los pasillos, las personas lo miraban curiosas, sin saber si era una dama o un hombre, todos decían señorita, puesto que lo que tenía puesto era una falda. Mantuvo la mirada abajo, temeroso. Había perdido a la persona que decía entenderlo, las palabras de Lorraine sonaban en su cabeza, sí... él era solo una ilusión.
—Srta Lovelance.—Escucho que alguien le llamo.
Thomas miro a la alta mujer, vestida sencillamente con aquella falda larga oscura y una camisa blanca, su poca atención en su peinado le hizo caer, en aquella idea que tuvo después de que lo rechazaran, él tenía razón. Lo sabía, pertenecía a la tercera clase, por eso no la encontró en las listas de la primera y segunda clase... por eso era tan difícil localizarla. Por eso era lo suficientemente tonta como para no darse cuenta que él valía más que el moreno, si la quería la tendría. Y si era dinero lo que buscaba entonces, sería una mujer fácil, el podía ofrecer el doble que su amigo por una noche. Porque nadie rechazaba A Thomas Zerban, y menos una mujer de baja clase que se hacía pasar por de abolengo.
Sonrió con malicia, la tendría. Leo no podría presentarla a ningún lado, recordó cuando hacía unos instantes el moreno había mencionado que quería presentarles a alguien, que llevaría un acompañante a la cena. Se removió incomodo, debía ser la mujer a la cual él había intentado pretender y que había preferido a Spindler, el cual se mantenía haciendo su trabajo y se había enterado, conseguiría mejores socios y ofertas de negocio, su trabajo era hermoso, refinado y pulcro, no así el de él cuyo trabajo de ingeniería dejaba a muchos en que pensar, las fallas eran tantas en aquél navío.
—Sir. Thomas—Murmuro en un hilo de voz Des, sacando al alto de sus pensamientos.
—No hace falta que seas tan formal, sé que no estás acostumbrada a ello, —Des lo miro con extrañeza sin saber a lo que se refería— Ven, que Leo te espera.— Le guió ofreciéndole su brazo para que le acompañara.
Aeva lo siguió, pues había mencionado que el moreno lo esperaba y aquello era verdad, aunque no sabía porque Thomas lo debería guiar, No importaba estaría con Leo en unos instantes.
Descendieron por interminables escaleras en silencio, no sabía a dónde se dirigían, pero estaba seguro de estar demasiado lejos del comedor principal, es más juraría que habían avanzado a la parte posterior del barco, Leo ya le había mostrado la mayor cantidad del mismo, pero no reconocía aquellos pasillos.
—Por aquí no hay nadie—Comento el castaño. —Después de que terminemos, puedes decirme tus honorarios—Se encerró en un cuarto con el joven, mientras forzaba sus labios sobre los del contrario.
Un cuarto por completo equipado, una ventada redonda dejaba ver el exterior completamente oscuro, iluminado por la luna, Des lo empujo mientras intentaba zafar sus brazos de su tosco agarre.
—No me importa que te haya tenido Leo primero, puedo ofrecerte el doble de lo que te ha pagado,—Hablaba mientras se desvestía, e introducía sus manos por los pliegues del faldón y capas de tela, topándose que con algo que no esperaría.
El golpe duro del barco con algo hizo a Thomas salir proyectado fuera del camastro, chocando contra los muebles de aquella habitación.
—¿Qué eres?—Se levanto mientras lo observaba con repulsión, —Se limpio la boca, mientras dirigía sus pasos hacía un confundido y perturbado Des.—¿Un hombre? —regunto con extrañeza.
—Y que si lo soy. —Hablo con decisión, mientras apretaba su puño y golpeaba su rostro.
El hombre de anteojos se recupero, miro su mano llena de su propia sangre, mientras reía irónico.—Para serlo, golpeas como una—Le regreso el golpe con furia, como le habían engañado y burlado tanto, miró al joven que se estremeció y tocó su mandíbula con dolor, el castaño lo había tirado con aquél puñetazo.— También los maquinistas te pueden coger como una. —Tiro del cabello de Des haciendo que alzara su vista.
El joven de ojos ámbar le escupió —Que te jodan a ti, ¿Enojado de que te haya rechazado?—Otro golpe donde le había golpeado con anterioridad.
—Cosas como tú no deberían existir —Dijo con desprecio mientras lo empujaba al suelo, y buscaba entre los pliegues los bolsos de su pantalón.—Sera divertido cuando mañana vean tu cuerpo en esta habitación —el sonido del girar de la carga del revolver hizo a des temblar de temor.
No quería morir en ese lugar. Las luces parpadearon, y Des lo empujo para salir corriendo por el pasillo.
Mientras en la sala de mando, el capitán anunciaba su choque contra aquél gigantesco pedazo de Hielo, llamando a los ingenieros y diseñadores, pidiendo su opinión, Leo llego y vio los gráficos, el impacto había sido fuerte, y al parecer había abollado un costado.
—Estaremos bien, sólo hay que cerrar las compuertas inferiores. —Comento el capitán.—Es inhundible este barco.
Leo observaba como los aristócratas y marines minimizaban la colisión, sin importarles la verdad, el agua estaba entrando, y venciendo las compuertas inferiores, era matemático. El barco se hundiría en cuestión de tiempo ¿Dónde estaba Thomas, el ingeniero al mando?
—Está hecho de metal, claro que puede llegar al fondo del mar—Comento Leo, externando el temor que había tenido cuando se había construido el navío.
Dejo las cosas en la mesa y corrió hacía el pasillo, se dirigió decidido a una habitación. Des no había llegado a su encuentro, y no pudo ir a verlo puesto que había sido llamado por el capitán tras la colisión. Con los mapas y noticias debía sacar al alto de ahí. Al llegar a su habitación la joven morena que acompañaba a Des lo recibió, los ojos llorosos y las manos apretadas, pregunto por el joven, y ella sólo negó.
Busco por los pasillos preguntando por él, unas mujeres le comentaron haber visto al ingeniero con una alta mujer, que encajaba en la descripción, Leo se dirigió hacia donde le dijeron, descendiendo por las escaleras, mientras el navío se bamboleaba de un extremo a otro, y las luces comenzaban a fallar en el último piso, siguió por aquel pasillo que sólo él y Thomas conocían.
Al llegar al túnel común, que unía a las bodegas con las habitaciones de tercera clase, Vio con horror como los maquinistas corrían por el largo pasillo, gritando que se hundirían, la ropa empapada, y sus rostros compungidos, debía salir el también de ahí. Corrió hasta el cuarto de maquinas, lo atravesaría y llegaría a aquella habitación.
Al abrir la puerta, un golpe de calor lo abordo, nadie se encontraba nivelando el vapor, o cerrando el fuego que se escapaba en chispas por los hornos, un figura corría alarmada, la atrapo entre sus brazos y se sorprendió de a quién encontró.
—¿Des...?— Preguntó, el cabello alborotado, la ropa tironeada, y la marca inequívoca de un golpe en su rostro que se empezaba poner morada, su labio sangraba, el alto forcejeo con él, mientras gimoteaba y lo intentaba apartar. —Cálmate soy Leo, ¿Qué pasó?—Pregunto con angustia al verlo en aquella condición.
—Vamos "linda" sal,—Escucho la voz de Thomas hablar entre las nubes de vapor—Lamento haber arruinado tu precioso rostro.
Leo tomo a Des entre sus brazos y lo dirigió a la salida, le prestó su saco y le brindo uno de los chalecos que llevaba, podía hacerse una idea de lo que había pasado.
—Ahí estas—El sonido del proyectil impacto contra el metal, y Leo se sintió temeroso, Thomas se hallaba enloquecido y cegado por una ira irracional.
El moreno se arrojo a él mientras forcejeaban el dominio del arma, Leo logro desprenderla de su mano, y con fuerza golpeo con sus nudillos su cara, sostuvo un costado de Thomas, y con su rodilla le propino un fuerte golpe en su estomago, el castaño lo aparto para poder enfocarlo, mientras una sonrisa burlesca adornaba sus facciones.
—¿Rescatando a tu "juguetito"?— Pregunto con malicia, mientras Leo le propinaba otro puñetazo.
—¿Qué le hiciste, maldito?—vocifero con enojo el moreno, mientras continuaba la golpiza.
El alto rio— No lo que había pensado, no todos tenemos tus gustos "particulares".—Le menciono con sarcasmo al sentirse sometido por la fuerte llave de Spindler.
Leo abrió ampliamente sus ojos, y sus cejas se fruncieron en enojo —¡Eres una maldita escoria!—Mientras se abalanzaba a él.
Des salió de su angustia, estaba asustado, el forcejo que se escuchaba en la sala de maquinas lo mantenía alerta, observo con terror como las alarmas sonaban, las puertas se cerrarían. Corrió en dirección al pasillo de calderas, sujeto a Leo, y le dijo:
—Tenemos que salir de aquí—, El moreno lo miró incrédulo, pero siguió sus pasos, había regresado a la realidad al escuchar las sirenas activarse y las compuertas crujieron empezando a cerrarse. Miró a Thomas de soslayo.
—No vales nada—Le dijo antes de soltarlo y correr con Des en dirección a la salida.
Corrieron por el largo pasillo, y atravesaron la compuerta antes de que esta cayera por completo, Thomas miro a la pareja alejarse, morirían antes de llegar a cubierta, no se preocupaba olvidaban que él había diseñado ese barco, no se hundiría, subiría por los conductos de emergencia que había diseñado, las calderas aullaron mientras el castaño, subía unos peldaños y descendía una escalera desplegable de metal, los arruinaría al salir de ahí, buscaría la forma de hacer llegar a todos su repulsiva relación.
La caldera grito, y el fuego corrió fuera del metal, si seguía subiendo se quemaría, no había salidas. Bajo a él el agua empezaba a inundarlo todo... él era el que estaba acabado.
El agua se colaba entre el metal, los pasillos se inundaban, las lámparas comenzaban a fallar, los ascensores ya no funcionaban, subieron las escaleras huyendo del terrible azotar de la marea, nadie se hallaba en aquella sección, las rejas que separaban los accesos se hallaban cerradas, Leo forzó las uniones, golpeando y usando lo que estuviera a su alcance para abrir la puerta, no morirían ahí. No después de su promesa.
Escaparon logrando escabullirse hasta las habitaciones de tercera clase, la sección F se hallaba silente, el agua forzaba las puertas, y sabían que pronto los alcanzaría, no fue tan difícil cruzar las rejas que separaban a la clases, ya estaban forzadas y tiradas, sin embargo ya tenían al agua impidiendo su andar, llegando a la cintura de ambos.
Siguieron su camino sin soltarse sus manos, podían escuchar los gritos de pánico y el llanto del metal al ser aplastado por el agua. Una corriente de agua que entro por la ventana lateral de la sección C, y los golpeo.
—¡No te sueltes!—Leo le grito, mientras Des permanecía adherido a ese soporte del ventanal, , tan cerca de llegar a cubierta, tan lejos. Los vidrios rotos de las ventabas se incrustaban y laceraban su piel, manteniéndose adherido al poste, puesto que su vida dependía de ello.
El agua dejo de azotarles, y como un monstruo la madera y el metal gritaron separándose, la electricidad se perdió, y la oscuridad cubrió el mar y la noche. La parte donde se hallaba el moreno se inundaba a prisa, un golpe hizo al barco volver a estar junto para después se pararse, la chimenea crujió cayendo estrepitosamente, perdió de vista al mayor, e inevitablemente se soltó.
El empuje del enorme navío al caer al mar lo expulso, tal vez tendría algo roto, pero el agua helada no lo dejaba sentir algún dolor.
Se mantuvo a flote y nado sin saber realmente a dónde dirigirse, sólo quería mantener el calor.
Uno de los botes salvavidas lo vio y recogió, Des perdió el conocimiento y esa terrible noche murió.
Cuando despertó su cuerpo se mantenía cubierto por vendas, y efectivamente al parecer se había roto un pie, se removió tenso, no conocía a nadie, el salón de curaciones estaba repleto de heridos del titanic, una enfermera lo vio y aviso a su médico a cargo, de su despertar.
—Se encuentra en el Carpathia, ¿Me daría su nombre por favor?—Des le miro incrédulo, y con una media sonrisa contesto.
—Dessiere Spindler.
Le dejaron partir con sus cosas al embarcar a nueva York, no sabía que haría, pidió trabajo como contador público, y posterior a ello se retiro a un alejado pueblo en california, donde invirtió en una pequeña tienda de ropa.
Pudo fingir ser un caballero y una mujer, sin que nadie notara el engaño otra vez, nadie había vuelto a ver detrás del disfraz de seda y maquillaje, nadie había descubierto su corazón nuevamente, ni en la oficina o en la tienda, hombre, mujer o niño, sólo veían a lo que tenían enfrente.
Quince años habían pasado, y el recuerdo se mantenía presente en su mente, lo había tenido todo y se habían hundido con sus sueños con aquel naufragio, había muerto su único amor.
Lo busco, había olvidado las veces que la lista de sobrevivientes leyó... sin embargo, el sabia la trágica verdad, Leo no estaría. Vio al mar tragárselo, llevándolo a su oscuridad. Debía aceptarlo, Leonard Spindler Murió.
Sus facciones ya no eran tan jóvenes, sin embargo el encanto de usar sus prendas nunca lo perdió, sólo que ahora ya no había colores en ellas, sólo oscuros vestidos que velaban a su corazón, se arreglo y salió al local. Preguntándose otra vez, como tantas veces antes. Si podría entregarle su persona a alguien, si podría abrir sus grietas y dejar de fingir. Negó con la cabeza y una triste sonrisa, podrían pasar mil años y aun así no podría.
La campana del local sonó—Buenas tardes—Alguien hablo y él contestó el saludo, dirigiendo su mirada del mostrador a su cliente. Manteniendo una sonrisa en su rostro.
—Es un triste atardecer el que tienes ahí, Des—Hablo el hombre de traje y ojos de esmeralda.
—Leo...—murmuro llevando las manos a su rostro, una sonrisa entera se escapo de sus labios y sus ojos desbordaban en llanto, su corazón latía fuertemente y su cabeza le decía que era una ilusión como otras tantas. Enterró su cabeza entre sus brazos—Despierta... es una mentira, otra vez....no—Lloró.
El moreno se acerco hasta él, y tomo sus manos—No lo soy—contesto—Acompáñame a cubierta por favor.
Fin.
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créditos: My heart will go on (Instrumental) James Horner.
N.A:
Buenas noches a todos.
Espero hayan disfrutado este one-shot que es dedicado a Isariela Sakana, espero te guste.
El final queda tentativamente abierto para lo que ustedes deseen, que Des enloqueció o que Leo en verdad regreso.
Disfrute bastante escribirlo, aunque no creo poder honrar esta tragedia como es merecido.
cualquier duda, comentario, aclaración, critica, es bienvenido.
Si terminaste todo esto, muchas gracias por hacerlo y darle una oportunidad a mis textos de ser leídos.
Sin más que decir que espero tengan una gloriosa semana, se despide:
Morachan.
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