El viaje de regreso a las chozas fue tranquilo, nadie hablaba pues al parecer todos se encontraban sumidos profundamente en sus pensamientos, caminaban unos detrás de otros con las antorchas apagadas siendo el anciano Choi y la señora Jeon quienes lideraban el camino junto al bebé que había quedado dormido luego de que la Luna tomara su lugar nuevamente en el oscuro cielo. Los pequeños de la aldea iban de la mano de sus padres mientras sus ojitos observaban con detenimiento los brillantes astros en el cielo. La noche era oscura pero mágica, ellos nacieron en la noche, iluminados por la Diosa Luna, o al menos así lo contaban las historias.

—¿Necesita ayuda, señora Jeon?

Eunhi, una joven beta se adentró a la choza de la señora Jeon esperando poder ser de ayuda. Pues seguramente la mujer estaría cansada de sostener al niño entres sus brazos.

—No te preocupes, Eun, cuidar de un bebé no es difícil para mí. ¿Sabías que estuve embarazada mucho tiempo antes?

La joven beta negó al no conocer absolutamente nada acerca de la vida de la omega, por lo que la señora Jeon la invitó a tomar asiento a su lado, en la cama donde descansaba el pequeño bebé.

—Te contaré. Creo que fue hace unos quince años atrás, en ese entonces tenía  veinticinco años y vivía muy lejos de acá, en Aragem.

—¡¿Vivió en Aragem?! he escuchado demasiado acerca de ese pueblo, dicen que sus paisajes parecen sacados de un cuento de adas, me gustaría visitarlo alguna vez.

—No es un lugar muy bueno, quizás tenga los mejores paisajes pero todos son títeres, todos allí están dominados por la iglesia. ¿Conoces acerca de los castigos de la sagrada iglesia?

La chica negó y se acomodo en la cama.—Entonces te haré una historia. Fue en mi niñez, apenas tenía cinco años cuando presencié uno de los tantos castigos de la iglesia, allí en Aragem era peor que en otras regiones.

Agosto del año 1765...

Los bellos tulipanes de diferentes colores adornaban las praderas y montes verdes del pueblo de Aragem, los conejitos saltaban por doquier y las bellas mariposas se posaban en las flores, sin duda un hermoso paisaje digno de observar por horas sin aburrirse.

Los campesinos mantenían sus pequeñas chozas de madera bien arregladas y pintorescas habiendo al lado de cada una un pequeño huerto en el que plantaban y se encargaban de cuidar las hortalizas.

Jeon Minhee, una pequeña de cinco años correteaba por el campo persiguiendo una linda mariposa de adornadas alas. Disfrutaba de sentir la brisa colarse entre sus cabellos y sentir sus pies descalzos contra el verde pasto. Los padres de la niña eran los encargados de trasladar las frutas y vegetales de cada estación a los monarcas y esa sería la primera vez que su pequeña hija podría ir al palacio, a eso se debía la desbordante emoción de la pequeña, al fin conocería a sus reyes.

—Hee, compórtate bien y no te alejes de mamá ¿entendido?

—¡Si, padre! le haré una perfecta reverencia a los reyes y seré una muy buena niña.

El padre alfa acaricio los cabellos de su hija y asintio satisfecho, tenía la mejor hija del mundo entero y nadie podría decirle lo contrario. La familia se dirigió hacía los caballos y luego de asegurarse de que el carretón estuviese bien sujetado se marcharon de allí tomando el camino más cercano al palacio.

✨🌙•°••~|

—Padre, estamos entrando al palacio ¡que gran emoción!

Cuando el caballo se detuvo enfrente de la gran puerta de madera fue que uno de los guardias ordenó que abrieran. Los ojos de Hee no se despegaban de la puerta, en su mente intentado adivinar cómo era el mecanismo que permitía que dicha puerta subiera, era una pequeña bastante curiosa, algo muy normal a su edad. Al cruzar por las grandes puertas se encontraron con una plaza tan grande como la del pueblo, la única diferencia era que allí no habían puestos donde vendieran las lujosas joyerías, ni deliciosos pasteles de arroz, en cambio ese se encontraba repleto de guardias luciendo su brillante armadura.

—Señor Jeon, lo escoltaremos con el monarca.

Dos guardias les acompañaron y los dirigieron hacia una enorme sala decorada con finas estructuras de oro, los grandes ventanales filtraban la luz brillante del sol y debajo de estos los tronos de los monarcas se encontraban; su rey y reina estaban en ellos, la omega lucía un vestido algo extravagante con adornos de plata mientras que el rey solo portaba un sencillo traje.

—Buenas su majestad. Le hemos traído los mejores vegetales y frutas de esta estación.

El rey solamente asintió manteniendo una expresión seria, era muy diferente a lo que se imaginaba la pequeña Hee.

—Me han informado que está por llegar el periodo de sequías y me gustaría saber si están preparados para el. La pequeña puede quedarse fuera.

—Claro mi rey. Hee, sal afuera un momento y no te alejes.

—Si, padre.

La niña camino hacia la puerta y luego de que unos guardas brieran salió de allí, decidió sentarse en cómodo mueble que se encontraba pero con el pasar de los minutos el aburrimiento se fue apoderando de ella.

—¡Sacerdote, lo hemos encontrado, es Jeon!

Un hombre que vestía una túnica negra paso corriendo por allí, gritaba y su rostro estaba sudado, pero lo que robó la atención de Hee fue escuchar su apellido, Jeon. La niña se puso de pie y corrió con cautela por donde mismo se dirigió aquel hombre. Llegó a unas escaleras las cuales al parecer se dirigían al sótano del palacio.

—Mis padres no lo notarán—bajo escalón por escalón y se escondió detrás de la puerta de madera al escuchar voces dentro.

—Jeon Jungkook, al fin te tenemos, lo que dará el mundo por saber que hemos capturado al diablo, a quien sería nuestra perdición, tú quien dices ser la maldita Luna. ¿Que harás está vez? nos sumiras en la oscuridad nuevamente¿volverás a llevar a los alfas al delirio y harás creer a los omegas que tienen voz propia? es el final Jeon.

Capítulo dedicado a Nubikat21