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Ojos, mirad por última vez.

Los hermanos Park eran inquietantes. Esa era la única palabra que se acercaba a lo que Jungkook sentía cuando los miraba.

Todos rectos como soldados, uno al lado del otro, hombro a hombro y con expresión aburrida. Tenían la cara en blanco, no reflejaban nada pero aún así algo los hacía ver tensos y enojados. Todos entre treinta y treinta y siete años, con cabellos castaños y sedosos. Vestían de manera elegante, miraban al frente y permanecían de píe sin darle mucha importancia al hecho de que un completo desconocido los estudiaba con la mirada. Era como si todos fueran iguales por dentro, el mismo actuar y las mismas extrañas vibras. Sin nada que los diferenciara realmente. Y no era ningún parecido físico, era algo mucho más profundo lo que los hacía igual. Tal vez la manera en que los habían criado. Jeon Jungkook había escuchado en el pueblo, mientras investigaba si era conveniente aceptar trabajar para la familia Park, que el señor Park era un viejo estricto al que se le debería temer. Un ex militar que veía a sus hijos más como soldados que otra cosa. Era gracioso, porque de hecho, eso había pensado de ellos Jungkook con sólo verlos.

También había escuchado que había un quinto hijo. El menor de todos. Un jovencito con el que había una muy obvia preferencia por parte de sus padres, el cual no había tenido reglas tan fuertes al crecer. Pero hasta ese momento, ya llevando varios minutos sentado en la sala de aquella casa, no había rastro de ningún otro chico.

- Estos son mis hijos. - los señaló con la cabeza Park Hanmin, ya canoso pero demasiado bien cuidado para su edad. Tenía pequeños ojos y piel tersa. Pero no era un tipo con un rostro amigable, más bien intimidaba al mirarte. Estaba sentado en su sillón, muy despreocupado y tranquilo. Pero no sonreía, nadie lo hacía. Y sumándole a lo rara que era la familia, también estaba la muy negativa energía que poseía aquella antigua pero lujosa casa con suelos de madera -. Estoy seguro de que pueden presentarse ellos solos. - las comisuras de sus labios se elevaron, o eso creyó observar Jungkook. Porque cuando miró detenidamente se dio cuenta de que no había ningún rastro de algo parecido a una sonrisa en su rostro.

Una mujer salió de alguna parte, llevando un vestido holgado y un delantal. Era preciosa y joven. Sus cabellos rubios le caían en la cara, rizados en las puntas. Tenía ojos color miel y sostenía una bandeja con bocadillos.

El señor Park notó su presencia y señaló la mesa que estaba en el centro, a lo que ella obedeció y dejó la bandeja justo ahí. Para luego sólo quedarse parada en ese lugar, recta como los cuatro hombres vestidos con ropas caras. Y ella tampoco sonreía.

- Y esta de aquí es mi mujer. -añadió. Jungkook sentía que algo en su voz era oscuro, y no sabía si se debía a todo lo que había tenido que pasar por las fuerzas que gobernaban aquella casa. A lo que la familia entera había tenido que pasar.

Jungkook no sabía que decir ni que hacer. Sentía que no había manera alguna de tomar el paso correcto para lograr una conexión con alguien de esa familia y que el tiempo que tuviera que estar visitándolos se hiciese más ligero.

Jungkook, no seas tonto. Vas a cazar fantasmas. No a hacer amigos. En estas situaciones nada hace el ambiente más ligero.

Se movió en su silla, incomodo hasta más no poder. Y debía notarse en su cara. Sólo que esas personas, que parecían más títeres que otra cosa, no podrían expresar que conocían que estaba a nada de abandonar la misión aunque conocieran sus intenciones. Porque nunca parecían poder mostrar nada en esa cara falta de sentimientos.

Y entonces algo lo salvó de tener que dar el primer paso.

Desde algún lado de la sala, se escuchó el sonido de algo caer y romperse al estrellarse contra el suelo. Nadie se alarmó, ni siquiera Jungkook, que ya estaba acostumbrado a presenciar esas cosas. Y al parecer esa familia también. De todos modos, por eso lo llamaban y Jungkook no se lo pensó mucho.

Fue como una maldita broma, cuando lentamente, todos los presentes giraron la cabeza hacia donde había venido el ruido. Tan despacio. Como si no les afectara para nada.

- ¡Oh! Oh, lo siento. Me quedé dormido, sigo algo dormido... ¡Oh, el jarrón de la abuela! - chilló el chico, dejándose caer al suelo impulsivamente al ver todos los trocitos esparcidos por el lugar.

Jungkook quedó más sin aliento al verlo que todas esas veces que ocurría algo paranormal cuando estaba cerca.

Desde el suelo, reuniendo inútilmente los trozos de lo que seguramente había sido una pieza valorada en millones de dólares, un rubio de labios gruesos y esponjosos les miró a través de largas pestañas que enmarcaban preciosos ojos color miel, de una intensidad mucho más arrebatadora que cualquier presencia maligna que Jungkook hubiera sentido jamás.

- ¡¿El señor que caza fantasmas está aquí?! - abrió mucho sus ojos al darse cuenta, y empezó a enrojecer hasta las orejas de una manera muy adorable. Los ojos de Jungkook viajaban en todas las direcciones mientras lo estudiaban.

Vestía de una manera informal y moderna, nada que ver con los otros integrantes de la familia o las decoraciones de la casa. Su camiseta de seda estaba a medio abotonar. Tenía el cabello húmedo, olía a fresas y vestía jeans ajustados que quizá distrajeron al investigador Jeon Jungkook mucho más de lo que deberían, en unas piernas torneadas y bien trabajadas. Y unos muslos que parecían ser muy fuertes.

- ¿Le gustan? Paso horas entrenando. Son maravillosos. - se golpeó los muslos con la palma de su mano a la vez que se ponía de píe, causando un fuerte sonido cuando estas chocaron con la piel bajo la tela. Jungkook se sobresaltó enseguida.

De la nada se sintió agitado y desesperado, como atrapado en ese lugar. Como si no hubiera vuelta atrás y ese fuera el fin.

Quién diría que le asustaba más que su cuerpo se sintiera atraído al de un chico que cualquier maldito fantasma.

- Es broma, señor. -se rio malévolamente el rubio. Pero aún así, Jungkook no pudo decir nada, mantuvo su atenta mirada sobre él, y tragó saliva con dificultad -. Vaya, pero que callados y aburridos todos ustedes. Es casi como si yo fuera el único con lengua en esta casa. ¿Es que el fantasmita se las cortó? -bromeó, alzando las cejas y abriendo mucho sus ojos con una pícara diversión pintando su rostro.

- Vamos, hijo mío. Deja de asustar al señor Jeon. - habló el señor Park finalmente, haciéndole señas a Jimin para que se acercara -. Saluda a tu padre.

Jimin le sonrió a Jeon burlonamente, como si se despidiera. Y luego giró hacia su padre y avanzó despacio hacia él, haciendo un movimiento de caderas en el proceso que se llevó los ojos de Jeon con él.

- ¿No ven que ustedes son los que lo asustan? Con esas caras de que se murió alguien aquí. - bufó al llegar frente a su padre, inclinándose hacia él para besar delicadamente su frente -. Oh, cierto. Sí se murió alguien.

- ¿Quién? - alzó la voz Jungkook para llamar su atención, firme y decidido. De golpe, Jimin giró a verlo a él, todavía inclinado hacia su padre.

Sus ojos brillaron y una ladeada sonrisa lo invadió. Conectaron miradas de manera fija. Jungkook lo sintió. Sintió las vibras que derramaba furiosamente, a montón. Eran raras, no las podía descifrar pero no parecían ser malas. Sólo especiales.

- Se murió la diversión, señor Jeon. Pero parece que con usted ahora tendremos mucha. ¿No es así?

La forma en la que lo miró, le habló y revoloteó sus pestañas. Su sugestivo tono de voz. Su expresión. Todo presionó el botón necesario para que ese verano a Jeon Jungkook se le hiciera muy difícil hacer su trabajo.

(...)

Había pasado un mes de malas experiencias en esa gran casa que escondía miles de secretos. Nadie de la familia parecía estar dispuesto a colaborar con la investigación de Jeon y ninguno hablaba más de lo necesario.

Pero cierto chico rubio siempre estaba alrededor de él, evitando que hiciera bien su trabajo y distrayéndolo en todo momento. Dando vueltas a su alrededor como una maldita e hipnotizadora mariposa de belleza inigualable. Haciendo preguntas, fingiendo que quería ayudar para luego pasarse todo el día observándolo de manera intensa y rozándolo en todos los lugares "sin culpa". Haciéndole ojitos, arrastrándolo al lago para que se bañaran juntos o pidiéndole que leyeran un libro durante su descanso.

Y era tan bueno para convencer, enredar y hacer pucheros que Jungkook ya se encontraba entre sus redes.

Pero no todo era color de rosas. Porque no todo se trataba de su inesperada atracción hacia ese joven, que había descubierto era menor que él por dos años. Sino que también estaba toda la actividad paranormal en esa casa y que Jungkook debía descubrir qué sucedía.

Jimin siempre decía cosas raras. Cosas como que no podía hablar de ello, que él no lo permitía. Que él controlaba todo lo que hacían. Que él estaba muy cerca. Y Jungkook sólo quería saber quién era él.

Se mordió el labio inferior con fuerza, con su diario en mano y fingiendo que estaba concentrado en el, pero permitiéndose alzar los ojos y mirar hacia un Jimin semidesnudo que se paseaba por el jardín, muy sonriente y deslumbrante. Toda su piel parecía brillar bajo el sol.

- ¡Yo puedo darme cuenta, señor Jeon! - le gritó a lo lejos para llamar su atención, sin mirarlo.

Ladeó una sonrisa burlona, como si supiera que Jeon se había sobresaltado al ser encontrado mirándole. Aunque no era así. Pues Jimin le daba la espalda y regaba las plantas tranquilamente, sin prestarle atención.

Jungkook intentó calmarse y sacarse la idea de que los ojos de Jimin estaba sobre él de la cabeza.

- ¿De qué, Jimin? -alzó un poco la voz para que lo escuchara. Al menos esta ya no temblaba cuando se dirigía al menor.

Jimin detuvo todo lo que estaba haciendo para girar a verlo por unos segundos. Dejando a Jeon pálido al guiñar un ojo de manera divertida.

- Que te pongo, señor Jeon. - rió al decirlo, seductor. Jungkook casi pierde el equilibrio y se va hacia atrás.

- ¿Qué cosa me pones? - se hizo el confundido, frunciendo el ceño. Jimin se carcajeó de manera risueña.

- La polla dura. Y otras cosas, ya sabes. - le comentó en un tono casual. Jungkook intentó no ahogarse con su propia saliva por milésima vez desde que conocía a Park Jimin.

Fingió tranquilidad y arqueó una ceja hacia el chico.

- ¿Otras cosas...?

- Te pongo a fantasear todas las noches, supongo. -le dijo sin perder aquella malicia en su voz. Piensa en fantasmas, Jungkook. Se recordó.

- Yo sí te pienso por las noches. - confesó Jungkook desde donde estaba, mirándolo seriamente -. Pienso en cosas que has dicho.

- Interesante, señor. - entre sorprendido y complacido por la confesión, le miró con ojos brillantes -. ¿Y qué cosas he dicho?

- Parece que tú sabes algo sobre lo que hay en esta casa. ¿O me equivoco?

- Ay, señor Jeon. Se suponía que traerías diversión a esta casa. No que la terminarías de aburrir. - Jimin, que insistía en llamarlo Señor Jeon aunque sólo tuvieran dos años de diferencia, ladeó su cabeza y lo miró de manera intensa -. Si te acercas te cuento un secreto. 

La respiración de Jungkook se volvió pesada al dar el primer paso, y entonces ya se encontraba atravesando el jardín para llegar hacia Jimin.

Al tenerlo frente a él, Jimin lo tomó de los hombros para acomodarlo cerca y mirar directo a sus ojos. Se perdieron en el otro al mirarse. Jimin sintió el calor del cuerpo de Jungkook. Jungkook respiró el aroma de Jimin.

- Lo único embrujado aquí es mi padre. - pronunció despacio. 


(...)

Algunas confesiones sólo hacían todo más difícil. A veces parecía que la verdad no era realmente la mejor opción.

Lo único embrujado aquí es mi padre. Luego de esas palabras Park Jimin no volvió a ser el mismo chico risueño y seductor de siempre, pues ahora intentaba estar lo más lejos de Jungkook y se la pasaba cabizbajo junto a la ventana de su habitación en lugar de salir a cuidar de las plantas, semidesnudo y sonriente, como había estado haciéndolo desde hacía un mes. 

Como si en algún momento hubiese hablado de más.

Y esto dejaba a Jungkook muy confundido, pues no tenía idea de cómo se podía relacionar el señor Park con la casa. 

Confundido por los moretones que a veces Jimin tenía en sus muñecas o mejillas. Confundido por todo. O por nada, porque todo lo que tenía eran pistas inexistente, pero seguía sintiendo que algo andaba mal con Jimin.

Y cansado de las pistas que realmente nunca estaban ahí, Jungkook un día decide treparse a la ventana de la habitación de Jimin como lo haría un amante secreto ya pasada la medianoche. Era alérgico a sólo poder ver su silueta, su sombra a través de esas cortinas color crema. El chico ya no se le acercaba. Había explorado toda la casa pero no era capaz de acercarse a la puerta de su habitación y sólo tocar.

Le invadió la idea y en un impulso ya estaba trepado en su ventana, tocando el cristal suavemente con sus nudillos para que Jimin saliera a su encuentro.

- Romeo murió por hacer estas cosas. - rio Jimin cuando asomó la cabeza, señalando al chico que colgaba de su ventana. Jungkook llevaba días muriendo por mirarle una vez más a los ojos pero ahora que lo tenía en frente era consumido por los nervios.

Jungkook decidió que estaría bien si fijaba su mirada en la boca de Jimin en vez de sus ojos.

- Yo no soy Romeo, al parecer. - contesta Jungkook entre risas nerviosas.

- ¿Qué pasa si terminas siendo mi Romeo? - Jimin inclina su cabeza hacia abajo para encontrar los ojos de Jungkook con los suyos. Ese día los ojos de Jimin parecían algo amarillos, como muy brillantes y deslumbrantes. De un color electrizante. Hacía la vida más cálida y feliz, nada parecido al intenso miel acogedor y desestresante. Pero tan vibrantes como eran, causaban la misma emoción en el pecho agitado de Jungkook.

- Supongo que moriría. - suelta, odiando los cambios de tono que sufre su voz cuando está cerca de Jimin -. Pero valdría la pena.

- Sí. - Jimin ladea una sonrisa, estudiándolo con la mirada. Jungkook está sonrojado y caliente hasta las orejas.

- Tus ojos cambian de color. - señala , fascinado. Parecía estar enloqueciendo al mirarlo de esa manera tan atenta.

- ¿Piensas que es raro?

- Pienso que es sensacional.

Ante la confesión, ambos guardan silencio y se miran con los ojos muy abiertos. Jimin advierte que sus dedos pican por acariciar el rostro de Jeon. Jungkook se agita porque sus labios gritan por sentir los de Jimin.

- Supongo que quieres más detalle sobre lo que dije la otra vez. Lo de mi padre. - anuncia Jimin para cortar el silencio.

- Sí. Quiero saberlo todo, Jimin. - le insiste. Parece que suplica.

Entonces Jimin asiente.

- Espérame esta noche a las nueve en la plaza. Junto al castillo. 

(...)

La brisa les golpeaba el rostro violentamente y desordenaba sus cabellos. El mar rugía a lo lejos, risas y charlas fugaces animaban el ambiente. Ellos estaban tendidos en el césped, admirando el castillo en ruinas cerca de la orilla del mar, que ahora se había convertido en un museo de tesoros piratas y había sido reconstruido en varias ocasiones. Observaron a un grupo de personas ser guiadas por el puente levadizo para después desaparecer por dos grandes puertas intimidantes a morir.

- Este lugar recibió ataques de expediciones inglesas y de los indios americanos sin parar, una y otra vez. - alzó la voz Jungkook para romper el hielo. Sus cuerpos estaban tan cerca. Era alucinante sentir el calor que emanaban.

Jimin asintió, sonriendo levemente al sentir la mirada de Jungkook sobre él.

- Lo sé. Pero los españoles lograron mantener el control. Al menos hasta que Inglaterra adquirió esto como una de las recompensas de la guerra contra los franceses y los indígenas bajo el tratado de París.

Esta vez fue Jungkook quién asintió, devolviéndole la sonrisa cuando Jimin giró la cabeza en su dirección para mirarlo.

-¿Qué tanto sabes de posesiones?

-Mucho.

Jimin asiente. Están cerca y sus alientos chocan.

-A veces mi papá no es mi papá. Nunca lo he visto... Con esa cosa dentro suyo. Pero lo he oído desde el sótano. La casa se vuelve una pesadilla.

Jungkook asiente.

-Mi mamá me deja ahí para que mi curiosidad no sea tan grande... Y salga a ver lo que pasa. - le confiesa, y su mirada parece hacerse más intensa con los segundos. La de Jungkook también.

-¿Se puede morir por un sentimiento? - piensa Jungkook. Porque tal vez no fuera posible, pero estaba a nada de estar convencido de que lo que sentía cuando Jimin lo miraba así, podría acabar con su vida. Se sentía morir, y volver a nacer y morir.

Jimin le sonrió como si entendiera a lo que se refería. Como si conociera todos sus secretos.

-De alguna manera sí. ¿No lo crees? - contestó de manera fresca y casual. Brillaba tanto en ciertas ocasiones.

Luego giró su cabeza otra vez en dirección al castillo en ruinas, después al frente y finalmente observó el cielo estrellado. Jungkook se lo devoró con la mirada, porque lucía tan precioso ahí, bajo el mar de estrellas que derramaba luz sobre su suave piel. Tan precioso que de pronto sintió la necesidad de dibujarlo.

Sí, no podría vivir en un estado de bienestar pleno si no le dibujaba.

Y con ese pensamiento, dejó que sus ojos viajaran más allá de su rostro y examinaran todo el cuerpo de Park Jimin.

Ahí fue cuando notó la manera en la que extendía sus brazos como si fuesen las alas de un ángel, reposando en el césped despreocupadamente como si no debiera estar en el cielo.

Y entonces reparó en que él, al igual que el precioso rubio a su lado, también extendía los brazos a cada lado como si quisiera salir volando.

Y que el calor que sentía en su mano izquierda, no era nada menos que la punta de los dedos de Jimin, tocando los suyos suavemente.

Jimin rio risueño al encontrarlo observando sus dedos juntos como si estuviese hechizado, llamando su atención enseguida.

- ¿Sabías que las nutrias duermen flotando en la superficie, de espalda y agarrándose las manos para no perderse durante la noche? - suelta al no encontrar qué decir. Jimin ríe. Y como siempre, es una risa significativa. No ríe sólo por reír.

- ¿Sabes qué ocurre luego de que papá no es él mismo? Pues amanezco alrededor de cuerdas que no me dejan ni moverme. Así de terco seré que me tienen que amarrar. - suspira Jimin, como si todo lo que habían dicho fuesen palabras para aligerar el ambiente hasta llegar a ese momento -. Y papá actúa como un idiota todo el día. Creo que la oscuridad le ganó, y eso la verdad es que a mí, me asusta a morir. Es por eso que necesito tu ayuda.

-¿Te mencioné antes que valdría la pena ser tu Romeo? - bromea Jungkook, divertido. Y alza las cejas en dirección a Jimin.

-Pues eso es genial, porque necesito escapar de casa cuanto antes. Quiero irme lejos. 

(...)

Llevaban semanas planeando el escape perfecto. Ese día era el día elegido, pero Jungkook sabía que no era posible realizar lo anticipado desde que había recibido aquella llamada de un Jimin histérico diciendo que las cosas en su casa estaban mal. Muy mal. De cabeza.

Jungkook se apresuró en llegar a tiempo. Y cuando estuvo en el lugar, aunque la escalofriante energía que había le ponía los pelos de punta, mientras se desplazaba por la helada casa a oscuras, no podía pensar en estar en otro lugar. Sólo podía pensar en encontrar a Jimin.

Todo estaba aterradoramente silencioso, no se topó con sorpresas aunque sentía una intensa mirada sobre él. No había rastro de la familia Park. La puerta principal estaba abierta cuando llegó. Todo presionó el botón necesario para que lo asaltara un mal presentimiento.

Mientras baja las escaleras hacia el sótano, alumbrando con la débil luz de su móvil, piensa en las pocas pero claves conversaciones que ha tenido con Park Jimin. Y también piensa que lo primero que no se debería hacer en una peli de horror es bajar al sótano, pero es justamente lo que pasa.

No estoy en una película, se recordó aliviado cuando empujó la puerta y un iluminado y cálido espacio lo recibió.

Pero su alivio no duró mucho cuando sus ojos encontraron a Jimin, tirado en una esquina con la cabeza hundida entre las piernas y sus muñecas amarradas a cuerdas a cada lado.

- Ayuda... - susurró aquel rubio como si tuviera la garganta seca. Como si se hubiera dado por vencido.

- Hey, hey. Aquí estoy, Jimin. - anunció Jungkook en calma, para asegurarse de no asustarlo. Y se apresuró a deshacer los nudos alrededor de su muñeca, aunque no dejara de temblar. Y luego, sacando fuerza de algún lado, lo tomó entre sus brazos y lo levantó.

Jimin permaneció en silencio y cabizbajo.

- ¿Jimin?

Más silencio, como si estuviera dormido. Y más silencio. Un silencio horroroso.

Jungkook se asustó de pensar que podría estar herido. Pero antes de que hiciera algo para examinarlo, Jimin se sacudió en sus brazos como si lo hubiese recorrido una corriente eléctrica.

-¿Jimin?

Una respuesta al fin. Y Jungkook quedó tieso y helado al escuchar su voz.

-No. -le dijo aquella cosa. Y alzó la cabeza, la mirada y lo observó.

Y ese rostro ya no le pertenecía a Jimin. Y por la forma en la que miraba, reía roncamente y se zafaba con sus uñas largas de los brazos de Jungkook, no era Jimin. No era Jimin. Esos ojos rojos, esos dientes de bestia. No era Jimin.

Jungkook cayó hacia atrás de la sorpresa, con los ojos muy abiertos y la garganta apretada. Le empezó a doler agudamente la cabeza.

Y esa cosa gritó, pero no fue un grito humano del todo. Era el rugido de algo muy malo mezclado con la voz de Jimin, que intentaba con todas sus fuerzas recuperar el control de su cuerpo.

-Eres tú... - susurró Jungkook, petrificado. Y eso fue lo último que tuvo oportunidad de decir, porque luego aquella cosa se lanzó hacia él, agresivamente. 

(...)

Correr y sollozar al mismo tiempo era agotador. Le dolía el pecho mientras atravesaba el bosque a toda velocidad. Sudaba y recordaba lo que había pasado el día anterior. Sonidos estrangulados, tan desgarradores como los de un grito sin consuelo, le salían inevitablemente de lo más profundo de su garganta. Las ramas lo golpeaban fuertemente al ser dejadas atrás por su ligero cuerpo, y se lo merecía.

- ¿Qué pasa si terminas siendo mi Romeo?

- Supongo que moriría. Pero valdría la pena.

Esa vez cuando despertó en el sótano no estaba amarrado ni solo.

-Te mentimos para protegerte de lo que eres, Jimin. Por eso fingíamos que tu padre era el del problema.

Era él. Un problema. Problema.

Despertó para enterarse de que era un monstruo, le había arrancado la cabeza al hombre que le gustaba y su vida era una completa mentira. Un problema.

¿Sólo un problema? Más bien una maldición.

-Pensábamos que Jeon sentiría lo que hay en ti y ayudaría. Creímos que todo saldría bien.

No podía sacarse la imagen de Jungkook de la cabeza. Jungkook en un charco de sangre.

Por su culpa, porque él le había matado. Había matado a Jungkook.

- ¿Sabías que las nutrias duermen flotando en la superficie, de espalda y agarrándose las manos para no perderse durante la noche?

Decidió irse lejos. Irse para siempre y nunca más volver, para que todos descansaran de él y el monstruo que vivía en su interior.

Había matado a Jeon Jungkook. Lloró, y luego lloró más fuerte. ¿Se podía morir de un sentimiento? Porque algo lo destrozaba por dentro.

-¿Se puede morir por un sentimiento?

-De alguna manera sí. ¿No lo crees?

Claro que sí. Piensa cuando sus pies ya no encuentran más tierra que pisar y patalean en el aire en vano. No más ramas ni bosque.

Ahora sólo rueda y cae, y hay piedras y más piedras pero ningún sentimiento nunca más. 

(...)

Fin. Me haría muy feliz si comentan cada vez que vean un error porque escribí esto con mucho sueño y no lo edité 

😔💗

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