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Capítulo 7

La junta de maestros estaba a unos minutos de comenzar, todos los presentes ya se encontraban sentados en sus respectivos lugares, hablando amigablemente entre ellos sobre lo dura que había sido su semana, otros se quejaban sobre lo tarde que los habían citado mientras se preparaban para discutir los temas referentes a la reunión. Uno de ellos, sin embargo, no parecía estar del todo presente.

Min se sentía ensimismado, su mirada grisácea se encontraba perdida en algún punto a través de la ventana aunque no observaba nada en particular. Él generalmente participaba en las conversaciones pues no solía ser el tipo de persona que se quedaba perdido en su mundo, siempre trataba de prestar atención a su entorno y sin embargo, hoy sus pensamientos parecían ser incluso más ruidosos e interesantes que la presencia de sus compañeros de trabajo.

Y uno de ellos parecía sobresalir al resto: Park Jimin.

Pensaba en cómo el chico tuvo la audacia de seguirlo durante todo el día, escondiéndose de forma inútil para que no notara su presencia. Por supuesto que lo hizo, el muchacho no era precisamente cauteloso.

Si era honesto, Min se sorprendió cuando decidió no encararlo y simplemente dejarlo hacer, como probando hasta dónde sería capaz de llegar. Obteniendo su respuesta cuando el chiquillo decidió que ya no podía más.

Y después de que el rubio entró por esa puerta, lo demás fue historia.

Mientras recordaba la conversación que tuvieron una diminuta sonrisa se dibujó en sus labios; él, por supuesto, había podido entender la situación del menor y le había ofrecido consuelo, en consecuencia a eso, quiera o no, había compartido un momento íntimo con Park, uno en el que había podido ver un alma herida reflejarse en dos pequeños ojos avellana.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz conocida.

—¿Todo bien? Luces tenso —dijo Jeon, posando su mirada en el mayor.

—¿Tenso? —Min sonrió ante el diagnóstico—. No diría eso.

—Yo creo que sí —ladeó suavemente la cabeza—. Tu postura está rígida, tus hombros retraídos y también estás frotando tus manos. Si no estás tenso entonces quizás estés ansioso.

Ah, ese lenguaje corporal. Pésimo.

—Supongo que tienes razón —dijo mientras reía—. Fue una semana complicada, supongo.

—¿Tus alumnos resultaron problemáticos? —preguntó mientras se recargaba en el respaldo acolchonado.

—Para nada, más bien he tenido mucho trabajo —imitando la posición de Jeon, siguió: —. Ya sabes, son muchos grupos los que me tocaron este semestre, supongo que también te has de sentir igual que yo.

Si había una especie de burla en el trasfondo de esas palabras, Jeon no lo ignoró.

—No es mi trabajo en el instituto lo que me mantiene ocupado —hizo un esfuerzo por sonreír, aunque lució descaradamente falso—. Pero sí, en parte te entiendo.

Ninguno dijo algo más, quedándose en silencio mientras una bruma de tensión amenazaba con envolverlos; finalmente la voz del director al otro lado de la sala inundó el lugar.

—Lamento llegar tarde...

Después de eso pasaron minutos en los que Min no se enteró de absolutamente nada, por más que tratara de ignorarlo había algo que lo inquietaba, aunque no sabía exactamente qué. Era como si una alarma en su cabeza se encendiera sin él estar relativamente consciente, quizás debía ir al médico.

Tomó una pluma y fingió estar anotando cosas referentes a la reunión, pero solo fue un truco para que nadie osara en hacerle cualquier pregunta porque no sabría responder. Al menos, no con honestidad.

De pronto sintió cómo su celular comenzó a vibrar en su bolsillo, sintió las miradas de los presentes sobre él y no tuvo más remedio que disculparse por la interrupción. Cuando ya todos parecían dejar de prestarle atención, sacó cuidadosamente el aparato para encender la pantalla, vio una notificación de un mensaje de texto y su corazón se detuvo por un microsegundo.

+82 062-190-xxxx
Profesor...
Necesito su ayuda.
Por favor.

Min se quedó sin palabras, así que eso era aquello que lo inquietaba; el hecho de que le había dado su número telefónico personal a su alumno y que con el estrés de la junta lo olvidó.

¿Qué tan loco sería si simplemente tomaba sus cosas y se marchaba para ir a socorrerlo?


[...]

(Horas antes)

—Por favor Minnie, ¿sí?

Jimin perdió la cuenta de cuántas veces había rechazado la oferta de su amigo, Taehyung ahora mismo lucía como un cachorro que esperaba la aprobación de su amo.

Cristo, su propia comparación lo hizo estremecerse.

—Tae, ya te he dicho que no puedo —dijo, mirando directamente hacia la cámara—. Mi padre me mataría si siquiera intento pedirle permiso para ir a una fiesta.

Miró a Taehyung hacer un puchero a través de la pantalla.

—Solo será un rato, en lo que... agarro confianza con Hoseok —insistió, ruborizándose un poco—. Prometo que será entrada por salida.

—Pero...

—Le pediremos a Ryujin que sea tu coartada, dile al gruñ... perdón, a tu padre que te quedarás con ella hasta tarde por un proyecto escolar, no debería tener problemas si sabe que es una chica.

Jimin lo meditó, la idea no parecía ser tan mala, incluso podría decir que era un excelente plan de no ser por un grandísimo problema: no sabía mentir. Mucho menos a su padre.

—¿Entonces? ¿Aceptas?

¿Pero cuándo fue la última vez que pudo negarle algo a Taehyung?

—Está bien... lo haré.

—¡Eres el mejor!

Jimin tomó asiento para la cena, notando inmediatamente la tensión en el aire. Su padre estaba sentado frente a él, sus ojos oscuros escrutando con una mirada fría a la pobre de su madre quien parecía temblar mientras le servía la comida en su plato.

Después de que terminara de servirles a los tres, Jimin solo se dedicó a observar a sus padres comer en silencio, su lengua picaba para ejecutar el plan y finalmente deshacerse de esa presión.

Sin saber de dónde exactamente reunió la fuerza de voluntad necesaria y con una voz levemente temblorosa, exclamó:

—Papá, quisiera pedirte algo.

Su padre levantó una ceja, sin responder. Jimin tomó su silencio como una invitación a proseguir por lo que, aclarándose la garganta, continuó.

—Necesito quedarme esta noche en la escuela para terminar un proyecto escolar que se entrega el lunes temprano —Jimin se sorprendió a sí mismo por haber recitado todo eso sin titubear—. N-no estaría solo, una amiga, Ryujin, también se quedaría conmigo.

—Imposible, ¿viste la hora que es? —intervino la señora Park, mirándole fijamente.

Jimin se estremeció al vislumbrar el moretón en su ojo izquierdo.

—No es tan tarde, además, hoy es el único día en el que ella estará libre porque trabaja y...

¿Entonces por qué no haces tu parte aquí y que ella haga la suya en casa?

Jimin sintió gotas de sudor frío rodar por su frente,  ¿qué demonios? Esperaba que su padre le hiciera esos cuestionamientos, no su madre quien comúnmente no solía opinar. En nada.

—Está bien.

Sus labios y los de su madre formaron una pequeña "o" cuando la voz del señor Park finalmente intervino.

—Vete a hacer lo que sea que tienes que hacer —dijo como si no le interesara en lo absoluto, comiendo tranquilamente.

Definitivamente no esperaba esto, con su padre se podría esperar cualquier cosa, pero definitivamente no algo tan... bueno.

Cuando terminó la cena, Jimin le agradeció nuevamente a su padre quien continuaba sentado frente a la mesa y antes de que pudiera subir las escaleras, le escuchó decir a sus espaldas:

—Si descubro que me mentiste, estás muerto.

[...]

La fiesta se llevó a cabo en una casa localizada en el centro de la ciudad, el ambiente era alegre, los invitados bailaban y reían por todo el lugar. Cuando Jimin llegó no pudo evitar sentirse un poco ansioso, buscando insistente con la mirada a Taehyung.

—¡Minnie! —le escuchó gritar, detrás de él—. Te dije que me hablaras en cuanto llegaras, ¿cuánto tiempo llevas aquí?

Sonriendo nerviosamente, le restó importancia: —En realidad acabo de llegar, estaba buscándote.

Taehyung pasó su brazo detrás de los hombros del rubio, abrazándolo.

—Ven, te presentaré a unos amigos.

Sin dar tiempo para negaciones Jimin se dejó guiar por Taehyung quien ya los había conducido hasta el jardín trasero el cual estaba lleno de comida, latas de cerveza en el suelo y algunas hieleras. Tres personas que no conocía platicaban muy animadamente entre ellas, sonriendo alegremente cuando notaron la presencia de Taehyung.

—Jimin estos son mis amigos del club: Seokjin, Eunwoo y Nayeon —exclamó emocionado, parecía estar feliz de finalmente presentar a su mejor amigo.

Jimin los saludó educadamente, los chicos hicieron lo mismo, no iba a negar el hecho de que se sentía un poco –muy– incómodo; quizás era el hecho de que nunca había estado en una fiesta, o tal vez porque conocer gente no era lo suyo.

Pero para todo había una primera vez, ¿no?

Taehyung notó su incomodidad y le susurró al oído: —No te preocupes, podemos esperar a Hoseok allá afuera si...

—No, está bien.

Los ojos de Taehyung se abrieron en demasía, no esperó esa respuesta.

—¿Seguro? Minnie, si quieres irte puedo-.

Sonriendo de la forma más sincera que pudo, miró fijamente a los ojos del castaño.

—No te mentiré al decir que no estoy incómodo, pero quiero divertirme por una vez —ensanchó su sonrisa—. Y ya estoy aquí así que... adelante.

Taehyung no sabe de dónde vino eso, sabía que Jimin era introvertido por naturaleza y el hecho de que dijera lo que acababa de decir era asombroso al mismo tiempo que aterrador. De alguna forma se sentía orgulloso.

Intuía que algo tuvo que influir en el reciente comportamiento de su amigo, pero sea lo que fuese, estaba agradecido por eso.

Y si Jimin deseaba salir de su zona de confort por una noche, entonces se aseguraría de que valiera la pena.

—Demonios —dijo Nayeon, levantándose abruptamente de su lugar—. ¡Esa canción me encanta! Vamos a bailar.

Negando con la cabeza mientras reía, Seokjin siguió a la joven pelirroja. Jimin casi se negaba pues él jamás había bailado en público, sin embargo al ver la sonrisa de su mejor amigo terminó por aceptar.

La fiesta estaba en pleno apogeo, Hoseok en algún punto se había reunido con ellos y comenzó a bailar al ritmo de la música sin ninguna dificultad. Jimin trató de seguirles el ritmo, avergonzándose casi al segundo debido a lo mal que lo hacía.

—Deja de pensar tanto, ricitos —le dijo Hoseok, sonriéndole—. Déjate llevar por la música, solo haz lo que sientas.

Y como si sus palabras tuvieran una especie de efecto mágico en él, Jimin las acató.

No sabe en qué momento terminaron en el centro de la pista, bailando como si no hubiera un mañana. Seokjin se separó del grupo para volver con latas de cervezas, las cuales solo las distribuyó entre Nayeon, Eunwoo y Hoseok.

—Quiero probar —exclamó Jimin repentinamente, Taehyung lo miró como si acabara de decir la idea más arriesgada del mundo.

—¿Qué? —se rió, creyendo que se trataba de una broma—. Jimin, ni siquiera yo he prob–.

—Por favor Tae, déjame intentarlo al menos —le interrumpió, haciendo los mismos ojos de cachorro abandonado que él le hizo cuando lo convenció de pedir permiso—. Solo será una, ¿si?

Taehyung se rindió, sabía que sería peor si no lo dejaba hacer. Después de todo solo serían una o dos, conocía a Jimin y jamás haría algo tan arriesgado.

[...]

Resultó que no solo fueron una o dos, fueron nueve.

O al menos, las que Taehyung alcanzó a contar.

La cantidad en sí no era muy exagerada, pero para alguien que jamás había tenido contacto con el alcohol era ridículamente demasiado. Jimin ya estaba borracho y ni siquiera habían dado las once de la noche.

—¿Dónde carajos está Jimin? —gruñó exasperado Taehyung, hace tan solo un segundo estaba sentado en ese sillón y ahora había desaparecido.

—Calma, quizás está en el baño —Hoseok intentó tranquilizarlo—. Vamos, te ayudaré a buscarlo.

La música retumbaba el lugar, sonando ridículamente alta. Taehyung se abría paso entre la gente como podía, buscando desesperadamente a su amigo. Intentó preguntándole a las personas si no lo habían visto, recibiendo una negativa por parte de todas ellas, aunque estaba seguro que más de la mitad ni siquiera logró entenderlo debido a sus niveles de alcohol en la sangre y el ambiente estruendoso.

Entretanto un joven rubio parecía estar a punto de desmayarse en el baño.

Jimin sentía que el mundo se movía a su alrededor, no sabe en qué momento perdió la noción del tiempo. Tambaleándose, logró apoyarse contra la pared para mantenerse de pie, encontrándose con su reflejo en el espejo: lucía terriblemente desaliñado.

Su cabello estaba desordenado, sus mejillas sonrojadas, con los ojos vidriosos y desenfocados apenas siendo consciente de la mirada de autocompasión que se estaba dando a sí mismo. Sus labios estaban parcialmente abiertos, como si estuviera a punto de decir algo.

¿En qué estaba pensando?

—Que desastre...

Al contrario del lío en su cabeza su cuerpo se encontraba relajado, los brazos estaban caídos a los lados, sus piernas estaban separadas y flojas. Parecía como si no tuviera energía para mantenerse erguido.

Debes regresar, contrólate —aún tambaleándose levemente y de forma un tanto cómica, logró sostenerse del lavabo, debía al menos lavarse la cara.

Cuando apenas abrió el grifo, otro chico ebrio entró al baño. Jimin no pudo evitar sentirse incómodo al verlo, debía salir de ahí.

—Heeey, hermoso —su aliento a alcohol solo logró desagradarle aún más—. ¿Buscando diversión?

«Por favor, aléjate» pensó Jimin, comenzando a retroceder en cuanto el extraño siguió acercándose.

—No temas, bombón, no te haré nada... —se detuvo, barriendo con la mirada el cuerpo del rubio—. Nada que no disfrutes.

—¡O-oye!

Sintió al chico acercarse cada vez más a él, poniendo sus manos en su cuerpo, tomándolo de la cintura y acariciándolo de forma obscena mientras trataba de robarle un beso.

—¡Aléjate! —bramó, golpeándolo en su hombría lo más fuerte que su borrachera le permitió.

El tipo aulló de dolor, pero no pudo importarle menos.

La adrenalina lo obligó a escapar de ese lugar y corrió, corrió como nunca, importándole poco las maldiciones que recibía de aquellos a quienes empujaba con el afán de salir de esa casa.

Y cuando lo logró, supo que estaba jodido.

Se encontró a sí mismo entre calles que claramente no conocía, la borrachera afortunadamente había disminuido gracias al incidente, pero no era suficiente. Tomar el taxi hacia su casa en ese estado solo significaría... Dios, no quería ni pensarlo.

Se desplomó en la banqueta, conteniendo las ganas de llorar, ¿por qué siempre todo tenía que salirle mal? Sacó el teléfono de su bolsillo, afortunadamente no le había pasado nada entre tanta movida.

Pensó en llamar a Taehyung quien probablemente ya habría asesinado a media fiesta si no lo encontraba, pero su dedo se deslizó unos contactos más abajo. Jura que no lo pensó, simplemente el teléfono parecía tener vida propia, abriendo como si nada el chat de ese contacto.

Pero ya estaba hecho, el mensaje había sido enviado.

Jimin:
Profesor...
Necesito su ayuda.
Por favor.

[...]

(Actualidad)

Quizás cuando el Mercedes negro se estacionó frente a él no debió sentir tanto alivio.

La puerta del piloto se abrió, dejando apreciar la figura de Min salir de esta. No sabría decir si estaba enojado o preocupado, probablemente ambos.

—Profesor... —su voz aún melosa a causa del alcohol lo haría odiarse en la mañana.

—No diga nada —exclamó el mayor, acercándose a su alumno que aún estaba sentado en el suelo—. Venga, le ayudaré.

Jimin simplemente se dejó hacer, sintiendo al mayor tomarlo suavemente por los brazos, ayudándole a levantarse. Una vez de pie, Min le pasó el brazo por los hombros para sostenerlo y mantenerlo estable, el menor inconscientemente se apoyó en él mientras lo ayudaba a caminar hacia el coche.

El profesor abrió la puerta del copiloto y le ayudó a sentarse en el asiento, una vez estuvo seguro cerró la puerta con cuidado y se dirigió al asiento del conductor. No arrancó el coche, Jimin supuso que estaba esperando alguna explicación o al menos, una indicación de hacia dónde podría ir a botarlo.

—¿Cuánto tomó? —la voz de su profesor le estremeció.

—Unas... ¿seis...? —involuntariamente sonrió, provocando que el ceño de Min se frunciera aún más.

—Supongo que sabe perfectamente lo peligroso que es emborracharse a su edad —sí, estaba enojado—. Se puso en peligro, ¿qué tal si alguien al verlo desvalido en la mitad de la acera se le ocurriera aprovecharse de su estado?

Los recuerdos de la escena en el baño lo hicieron sollozar.

Lo sé, siempre arruino todo —ahí iba de nuevo, el bebé llorón—. Desde que era un niño lo único que he hecho es arruinarlo todo, la vida de mis padres, la de mi mejor amigo, incluso la mía.

Culpaba a las malditas cervezas que le hacían soltar su lengua, pero vaya, no podía detenerse.

—Quise compartir un momento agradable con mi mejor amigo y ahora probablemente lo esté pasando mal por mi culpa.

Se giró hasta quedar frente a la puerta del coche, tratando de ignorar la penetrante mirada que parecía querer perforarle la nuca.

—Park —le llamó su profesor, pero no volteó—. Escuche, está ebrio, me quedaré hasta que se le pase lo más que se pueda.

Gracias... —murmuró, aún sin atreverse a encararlo.

Tras unos segundos de silencio, Min habló: —Dice que suele arruinarlo todo, pero no creo que sea cierto.

Jimin lo miró por encima del hombro.

—Mi vida aún no la has arruinado.

Abriendo los ojos en exceso, Jimin se giró rápidamente.

—¿Qué... qué dijo?

—Dije que por favor se ponga el cinturón de seguridad, manejaré un poco antes de llevarlo a casa.

—¿A dónde iremos?

—¿Confía en mí?

—Sí. Lo hago.

Ese fue el ultimátum que Min necesitó antes de encender el carro, el motor rugió y Jimin solo atinó a colocarse el cinturón de seguridad en silencio. Observó el perfil de Min, su profesor lucía divertido por alguna razón.

Algo no se sentía bien, pero mientras estuviera con su profesor, quizás ese algo no sería tan malo.


***

Desperté y ya eran 1k de lecturas, QUÉ.

¡¡¡Muchísimas gracias a todxs, de verdad!!! Para festejarlo trataré de actualizar este fin de semana, quizás antes. 🫶🏻

Yo cuando vi que esta historia llegó a 1k:

Jeje, tomen agua y cuídense, nos leemos.

— Cherry 🍒.

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