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Capítulo 6

La mañana se presentó cargada de nubes negras y pesimismo, la lluvia caía sobre el instituto como una cortina. En el interior de la escuela, muchos pasillos se encontraban vacíos y silenciosos, con la excepción de los suaves sonidos de la lluvia golpeando los postigos y ventanas. El día parecía que sería eterno.

Jimin decidió pasar lo que le quedaba de tiempo libre en la biblioteca ya que así podría aprovechar para adelantar alguno de sus deberes. Abrió el libro de Física, buscando el tema asignado, prestó atención poco menos de dos minutos y su mente disoció, como era de esperarse. Intentó empezar su tarea de Historia, tampoco funcionó, era inútil, sabía que con cualquier tema al que quisiera prestarle atención fracasaría porque eventualmente su mente lo llevaría a sus recuerdos con el profesor Min.

Suspiró sonoramente, avergonzándose por ello después. No estaba frustrado, era... no sabía lo que era, simplemente se preguntaba por qué demonios no podía dejar de pensar en Min. Jimin estaba consciente de que él no era especial, pero algo dentro de él, la pequeña –gran– parte dentro suya le hacía creer que tal vez eso no era así, que tal vez... no, no se atrevía a siquiera pensar en ello.

Sacudió su cabeza para intentar esfumar aquellos pensamientos intrusivos, eran absurdos.

Terminó por guardar sus cosas, estaba claro que no podría concentrarse aunque le pusieran una pistola en la frente para ello. Miró a su alrededor, quizás podría distraerse si buscaba algún libro con el cual entretenerse.

La biblioteca era grande y acogedora, sus estanterías estaban repletas de libros que probablemente no podrías encontrar en cualquier otro lugar. La luz del día podía entrar a través de los altos ventanales que cubrían algunas cuantas paredes, (claro, si es que no estuviera lloviendo). El suelo de madera estaba cubierto de alfombras bien cuidadas y el mobiliario de madera oscura en contraste con los brillantes estantes de libros añadían un aire sofisticado. Jimin amaba la biblioteca, quizás era uno de sus lugares favoritos en el mundo.

Caminó entre las estanterías sin detenerse a buscar un libro en específico, solo se dejó llevar por su intuición. Fue hasta que llegó a la sección de poesía que sus pasos se detuvieron, sin embargo no tomó ningún libro, en cambio, se abstuvo a solo observarlos con curiosidad, esperando que uno llamara su atención.

De pronto, el cuchicheo de unas voces se escucharon al otro lado de la estantería, voces que Jimin reconoció a la perfección.

Kim Jennie y Park Chaeyoung.

—¿No crees que estás siendo un poco dramática? —escuchó la voz de Chaeyoung, parecía estar preocupada.

—Dices eso porque... porque no sabes todo, pensé que él se molestaría o algo así cuando comencé a llorar frente a él, ¿sabes?

Estaba claro que hablaban sobre algo importante y él no podía entender sobre qué exactamente, pero aunque no era de su incumbencia, la curiosidad fue más fuerte cuando de los labios de la delegada de su clase salió un nombre en particular, por lo que se acercó un poco más para escuchar mejor. Solo un poco.

—El profesor Min realmente ha sido un estímulo positivo para mí, sin él, no hubiera salido adelante. En verdad le debo mi vida...

—¿De verdad? —exclamó, sorprendida—. ¿Pero qué pudo hacer por ti, Jen?

Después de unos segundos en silencio, Jennie dijo casi en un susurro:

—No puedes saberlo, pero aunque lo hicieras, no lo entenderías.

Luego no escuchó nada salvo el sonido de unas pisadas, que comenzaron a alejarse cada vez más hasta volverse lejanas.

Jimin estaba completamente anonadado, sin poder creer lo que acababa de escuchar. Recordó las palabras de Hoseok, el rumor sobre que Jennie salía con uno de los profesores podría cobrar sentido con lo que acababa de escuchar...

¿El profesor Min y Jennie? No, absolutamente no.

Abandonó la biblioteca decidido a no decir una sola palabra sobre lo que acababa de escuchar. Caminó lentamente por los pasillos, completamente perdido en sus pensamientos –y sentimientos–. Se sentía extraño, peor que en otras ocasiones.

De pronto sintió un fuerte empujón junto a una pequeña palmada en su espalda que distaba de ser amigable, Mingyu caminaba a unos pasos enfrente de él, lo volteó a ver por encima del hombro y sonrió para después seguir con su camino como si nada. Un escalofrío recorrió a Jimin, aquello había sido apropósito, claramente.

Suspiró, optando por mejor quedarse en donde estaba en lo que iniciaban sus clases. Dejando su mochila en el suelo, Jimin se recargó contra la pared mientras observaba el panorama a través del gran ventanal: seguía nublado, pero ya no parecía llover o al menos, no con la misma intensidad que antes. El día parecía estar tan... gris.

Gris.

Jimin se burló con ironía de esa palabra.

Él consideraba que siempre había vivido bajo un mundo color gris: sin sentido ni alegría, donde los únicos matices de colores eran los momentos que pasaba fuera de casa y a lado de su mejor amigo, por supuesto. Aunque si era honesto, ya no estaba tan seguro de ello.

Observó nuevamente la ventana, enarcando ambas cejas en sorpresa cuando la figura del profesor Min apareció, se encontraba bajando de su Mercedes para poco después abrir un paraguas de color negro. Incluso con un clima tan deprimente, Min parecía tener una energía que lo hacía brillar sin siquiera intentarlo, luciendo una sonrisa que a veces era ocultada por el paraguas.

Mientras caminaba en dirección al instituto, todos quienes se lo encontraron lo saludaron con efusividad, como si de una celebridad se tratara. Los estudiantes solían dirigirle la palabra con tanta familiaridad que Jimin no pudo evitar sentir celos de ellos, pues él no podía hacer eso. O bien, no se atrevía. Después de unos segundos dejó de mirarlo, pues ya había entrado al plantel.

Pensó nuevamente en las palabras dichas por Jennie, aunque sería mentira decir que había dejado de hacerlo. Se imaginó su rostro irradiando felicidad mientras hablaba con Chaeyoung, la imaginó llena de satisfacción, devoción, casi como si sostuviera su corazón en la mano. No la vio, pero cree saber lo que sintió, por alguna razón.

Y el solo pensarlo le hacía desear poder sentir esa misma satisfacción.

Entonces, algo hizo "click" en su cabeza, y un velo finalmente había cubierto sus ojos.

[...]

Al día siguiente Jimin no asistió a ninguna de sus clases.

Agradeció a quien sea que estuviese allá arriba que Taehyung justamente ese día tuvo que faltar, pues así no lo estaría hostigando con sus preguntas de amigo preocupado y en cuanto a Ryujin, ella realmente no hizo mucho drama, es más, lo apoyó aunque no sabía exactamente en qué.

Todo el día, desde que llegó, se dedicó a seguir al profesor Min, aunque tuvo que ser muy cuidadoso para no ser visto por el mayor o alguien que lo fuese a delatar.

No lo juzguen, sabía perfectamente que acosar a su profesor entre clases era algo incorrecto y penado por cualquiera que tuviera un poco de sentido común, es más, ahora que lo pensaba ni siquiera tenía que haber recurrido a eso, pero se excusaba a sí mismo con que tenía que encontrar el "momento perfecto".

Y es que, haber sido testigo de como Jennie había recurrido a su perfecto profesor para resolver lo que sea que le estuviese molestando fue el pequeño empujón que no sabía que necesitaba.

Finalmente pediría ayuda, la aceptaría sin importar las consecuencias.

Se encontró a sí mismo en el pasillo, esperando pacientemente a que la última clase de el profesor Min terminara. Pensó por un momento que aquello que estaba a punto de hacer era lo más estúpido y arriesgado que se le había ocurrido, incluso sus pies se movieron en contra de su voluntad con la finalidad de huir. Huir mientras podía.

Pero se recordó a sí mismo el porqué estaba ahí.

Deseaba encontrar la paz en su vida.

El timbre que daba por finalizada la última clase quizás no debió alegrarlo tanto; su corazón se aceleró  absurdamente cuando la puerta del aula fue abierta, dejando salir a una horda de alumnos que portaban unas sonrisas resplandecientes en sus rostros, ¿y cómo no? Si acababan de tener clase con un excelente maestro.

Inhalando profundamente y una vez que se aseguró que no quedó nadie adentro salvo su profesor, Jimin entró, llamando la atención del mayor.

«Necesito un escape». Pensó.

—¿Joven Park? —Min parecía sorprendido de encontrarse a su alumno, a quien no había visto en todo el día—. Pensé que se había quedado en casa, ¿por qué no asistió a clase?

Jimin no respondió, en cambio tragó saliva ruidosamente.

—Profesor Min, ¿podemos hablar? —se sorprendió a sí mismo por haber sido capaz de preguntar eso sin titubear.

—Pensé que eso hacíamos —bromeó, borrando su sonrisa en cuanto notó que al menor no le causó ninguna gracia—. Yo... claro, ¿qué necesita? Puede tomar asiento si gusta, nadie más vendrá por hoy.

Jimin murmuró un tímido "gracias" mientras cerraba lentamente la puerta para después sentarse justo en el pupitre que se encontraba frente al escritorio; poco después su profesor hizo lo mismo, recargando sus brazos sobre el escritorio para optar una posición más cómoda.

El aula se llenó de un silencio tenso, Jimin podía escuchar cada uno de sus latidos y esperaba que Min no lo hiciera. La mirada penetrante del mayor estaba clavada sobre el estudiante, quien podía sentir el peso de la situación en el aire.

Jimin sabía perfectamente que era estúpido sentirse de esa manera con alguien que le había probado que podía contar con él (además de que en primer lugar fue su idea venir), pero se encontraba absolutamente inmóvil, incapaz de moverse. La tensión se hacía cada vez más y más insoportable a medida que el profesor seguía mirándolo con esos ojos grises.

Esos hermosos y aterradores ojos.

—¿Y bien? Soy todo oídos —la sonrisa que le brindó poco después logró tranquilizarlo, aunque no por mucho tiempo.

¿Por dónde podía empezar? ¿Sobre la horrible situación en casa gracias a sus padres? ¿Que hace unos ayeres se intentó suicidar? ¿Sobre lo mal que la pasaba en la escuela porque tres personas decidieron que era buena acosarlo hasta el cansancio?

Inevitablemente comenzó a temblar, su cuerpo sacudiéndose con cada suspiro involuntario, las emociones que venía aprisionando durante mucho tiempo comenzaban a revelarse.

La ira, confusión, tristeza, miedo... todas ellas amenazaban con salir en forma de torbellino. Min observó sorprendido a su alumno, quien a pesar de no decir nada, gritaba "ayuda" por todos lados.

El profesor, sin perder más tiempo –y con toda la cautela del mundo para no asustar al rubio–, decide levantarse de su asiento, acercándose lentamente al menor para tomarle suavemente la mano que yacía sobre la paleta del pupitre.

—Tranquilo, todo está bien —le dice con voz calmada y suave—. No hay nada que temer, respira profundamente. Cierra los ojos y relájate.

Jimin acató la indicación, obligándose a cerrar los ojos mientras su profesor le siguió hablando con delicadeza.

—Trata de pensar en algo que te haga sentir bien, un lugar hermoso, una canción, una persona importante para ti.

Jimin se tomó unos momentos para respirar y relajarse. Al cabo de un rato, cuando lo notó más tranquilo, Min separó sus manos para acunar la mejilla del menor, quitando con su pulgar las pocas lágrimas que escurrían. El rubio se mantuvo en silencio, sintiendo una calidez creciente en su pecho.

—Estoy aquí contigo —susurró el mayor de una forma que no sabría catalogar más que como cariñosa—. Me voy a asegurar de que estés bien.

Anhelaba poder sentir algo más que agonía.

—P-profesor —Jimin dijo con voz temblorosa, su mano se posicionó arriba de la del mayor que aún se encontraba acariciando su mejilla—. Lo necesito, quiero dejar de pensar que soy solo... —se interrumpió, odiándose al no ser capaz de finalizar sus propias oraciones—. Que no merezco otra cosa que no sea...

Min miró fijamente a su alumno y lo abrazó; Jimin inevitablemente se derritió en sus brazos, permitiéndose llorar un poco.

—Llévese mi tristeza, haga que se vaya —murmuró en el oído del mayor, algo inconsciente sobre sus acciones, importándole poco la posibilidad de que después se arrepienta por las cursilerías que salieran de su boca.

Y si el profesor sonrió sospechosamente después de eso, nadie fue testigo de ello.

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