Capítulo 51
Jimin se sentía... un poco incómodo.
Tal vez se debía a que aquel hombre extraño llevaba casi dos minutos en completo silencio, desde el instante en que terminó de contar su triste y desgarradora anécdota. Miró a su alrededor; las personas parecían absortas en sus propios asuntos. Mejor así, pensó.
El hombre sonrió, divertido.
—Si te soy honesto, solo puedo pensar en una cosa: vaya bastardo —Jimin no se molestó en contradecirlo—. ¿Qué planeas hacer con esa información?
El menor suspiró, mirando a su taza de chocolate caliente a la que apenas le había dado dos sorbos pequeños.
—No lo sé —balbuceó con la voz quebrada—. Yo... lloré mucho hace unas horas —dijo, encogiéndose de hombros mientras un leve rubor subía a sus mejillas—. Y ahora lo único que siento es... nada.
El hombre ladeó la cabeza, y el antifaz que aún llevaba puesto se deslizó ligeramente, aunque no lo suficiente como para revelar más de su rostro.
Jimin desvió la mirada, incómodo ante la súbita sensación de estar siendo evaluado por el adverso.
—Ya veo cuál es tu problema —exclamó el hombre, poco impresionado—. Eres muy inocente. Manipulable.
—¿Eh?
—Siempre he encontrado fascinantes a las personas como tú —prosiguió, con un tono que bordeaba la burla—. Ustedes, quienes realmente no conocen la verdadera maldad en este mundo, son... ¿cómo decirlo? Un juguete que provoca curiosidad, de esos que quieres poner a prueba solo para ver en qué momento se rompen. No sé dónde tienes los pies, niño, pero estoy seguro de que no están en la tierra.
Jimin pudo sentirse ofendido, pero no lo hizo.
—Tan es así que acepté charlar con usted, aún cuando nada me aseguraba que no me haría daño, ¿no es cierto?
—Exactamente.
—No entiendo por qué me dice esto...
El extraño sonrió. No era una sonrisa amable.
—Porque, si no comprendes a tiempo qué está mal en ti, aquellos que lo noten y sepan cómo usarlo en tu contra no dudarán en aprovecharse. Justo como ese hombre que te lastimó —Jimin parpadeó, perplejo—. No soy nadie para decirte qué hacer, pero, podría darte mi consejo.
—Por favor, hágalo.
—Si planeas enfrentarlo, hazle saber que no te importa —dijo mientras se recargaba en el respaldo de su asiento—. Tienes que controlar tus sentimientos, o serán ellos los que te traicionen. Si muestras que algo te duele, intentarán alcanzarte por el lado emocional para manipularte. No le des ese poder.
Jimin lo meditó en silencio.
—No sé si pueda hacer eso...
—Comprendo que puede ser difícil para ti, pero al menos debes intentarlo —dijo, arqueando ambas cejas—. Lo más importante, si quieres conseguir una confesión –por lo menos medianamente honesta–, trata de acorralarlo.
—¿Eh? ¿Qué quiere decir con eso?
El hombre soltó una carcajada, una risa ronca que Jimin no debería haber encontrado tan agradable.
—Créeme, nadie sabe mejor que yo lo que las personas son capaces de decir o hacer cuando se sienten acorraladas. Si quieres unirte a su juego y darle la vuelta a tu favor, busca cualquier punto débil y aférrate a el. Aprende a presionar sus botones, a ponerlo bajo tanta presión que no le quede más opción que caer ante ti.
La mirada de Jimin se entristeció.
—Eso suena... muy tóxico. Y algo maquiavélico.
—¿Y no lo fue eso que hizo contigo? —el menor se tensó en su asiento—. Solo digo que, si ese tipo decidió jugar, no deberías ser tú quien lleve la desventaja. Se trata de emparejar las cosas, nada más.
Jimin no se atrevió a contradecirlo y optó por quedarse en silencio, dejando que sus pensamientos flotaran en el aire. El incómodo mutismo fue roto de repente por el sonido insistente del timbre de un celular.
—Tengo que irme —exclamó el hombre, levantándose lentamente de su asiento—. Fue un gusto charlar contigo, niño. Trata de no morir en el intento.
—Antes de que se vaya, quisiera preguntar... ¿por qué nunca se quitó ese antifaz?
El hombre misterioso giró ligeramente la cabeza y miró a Jimin por encima de su hombro.
—Porque mi identidad está reservada para una sola persona —dijo, acompañando sus palabras con una última sonrisa, breve y enigmática, antes de desaparecer por la puerta de la cafetería.
[...]
—¡¿Dónde demonios estabas, Jimin?!
El grito de Yoongi resonó por todo el departamento en cuanto Jimin ingresó a la vivienda. El menor mordió su labio inferior, evitando mirarlo mientras se daba la vuelta para cerrar la puerta.
—Oh, ahora eres mudo —exclamó el mayor, levemente irritado—. ¿Tienes idea de cuántos mensajes te he estado enviando? ¡No he parado de llamarte desde que acabó mi turno!
Jimin inhaló lentamente, conteniendo en aire en su interior.
—Supongo que es una anécdota divertida.
Yoongi frunció el ceño, visiblemente confundido. Algo en el tono de Jimin le había desagradado, y se podía notar con claridad.
—Yo también tuve una anécdota divertida, ¿sabe? —dijo Jimin con calma, avanzando hacia el sofá y dejando su mochila sobre él—. Viví un agradable reencuentro.
El mayor entrecerró los ojos, comenzando a odiar aquel tono sarcástico.
—¿Puedo saber con quién?
—Choi Jae —exclamó, sin rodeos—. Y me contó algo... interesante.
Si Yoongi había gesticulado, Jimin no lo notó al estar de espaldas aún.
—Eso-
—¿Cómo pudiste hacerme algo así? —interrumpió Jimin, frunciendo el ceño mientras lo encaraba—. ¿Aliarte con alguien que sabes perfectamente que me hizo daño? ¿Cómo te atreviste?
Su voz titubeó por un momento, pero se esforzó en no mostrar más vulnerabilidad de la que ya sentía. Los ojos de Min se abrieron en demasía, atónito por las palabras del joven.
—Sé todo, absolutamente todo —gruñó, su voz cargada de decepción—. Desde esa charla después del incidente en las escaleras, el trato que le ofreciste... todo —exclamó, comenzando a hiperventilar ligeramente—. Lloré, lo hice como no tienes una idea y yo solo... Yoongi... por favor, dime que no es verdad. Incluso si me mientes ahora... creo que podría creerte.
—No mintió. Lo hice.
Jimin reprimió un sollozo, sintiendo su corazón partirse nuevamente.
—No...
—Sé que suena terrible, pero tienes que escucharme —dijo Yoongi con voz suave, acercándose lentamente a él para tomar con delicadeza sus manos—. Permíteme explicarlo. Lo había planeado desde hace un tiempo, por supuesto, al principio no pensaba involucrar al joven Choi, pero no vi otra opción. Necesitaba que tus padres dejaran de ser un obstáculo para nosotros, que dejaran de ser esa influencia tóxica en tu vida... lo que más deseaba era verte liberado de ellos, que pudieras alejarte de esa carga de una vez por todas.
Jimin frunció el ceño con más intensidad, fijando la mirada en sus manos entrelazadas. Intentó apartar esa leve sensación entrañable que comenzaba a propagarse en su interior.
—No decirte nada fue una decisión difícil para mí, pero preferí ahorrarte la angustia que conlleva hacer todo lo necesario para mantenerte a salvo —exclamó con una sonrisa cálida y una mirada repleta de cariño.
Pero cuando Jimin observó sus ojos, no encontró más que una mirada vacía. Sin brillo.
No pudo ver su reflejo en aquellos orbes grisáceos.
Era como si esas palabras... no hubieran sido dirigidas a él.
—Y pensar que confiaba en ti —murmuró, apartando sus manos con desprecio, como si el contacto le quemara—. Bien, yo no necesito tu condescendencia, ¡no soy un maldito niño al que tengas que proteger!
Min comenzó a retroceder lentamente, paralizado, mientras Jimin avanzaba hacia él, con la mirada fija y llena de una furia que lo dejaba sin palabras.
—¡¿Toda esa palabrería de que te importaba solo eran mentiras?! ¡¿Realmente fui tan ingenuo para creer que harías lo que tanto me prometiste?! —exclamó, respirando con dificultad, tratando de controlar el impulso de destruirlo todo—. Me dijiste que Taehyung podría hacerme daño, pero, ¿debería haberme cuidado de ti, en realidad?
—Cuida ese tono —gruñó el mayor, erguido, los ojos centelleando.
—¿Y cómo debería hacerlo? ¿Cómo cuidaste mi confianza? —sollozó, conteniendo las lágrimas, apretando los puños para no estallar.
—¡No te traicioné! Solamente tomé una decisión equivocada para tratar de cumplir mi propósito de protegerte, ángel.
—¡¿Siquiera te estás escuchando?! ¡Le diste el poder a alguien que claramente me odia para hacerme daño! —gritó, sobresaltando a Yoongi—. Respóndeme algo, si Jae... si él nunca me hubiera dicho nada... ¿entonces lo habrías hecho tú?
Yoongi no respondió. Jimin dejó salir una risa carente de humor.
—Ya veo... —añadió con amargura, caminando hacia la puerta. Min le tomó por el brazo.
—¿A dónde crees que vas?
—¿Qué más da? —exclamó el menor, tirando de su brazo, sin éxito—. S-suéltame... no quiero verte.
—Nunca saldrás de aquí, Jimin. No voy a permitirlo.
El aludido parpadeó, y un escalofrío le recorrió la espalda al sentir el tono sombrío en la voz de Yoongi.
—Por favor, solo... calmémonos, ¿sí? —el mayor intentó razonar, su mano apretando inconscientemente el brazo de Jimin—. Es tarde, no estarás a salvo solo a estas horas de la noche.
—Aquí tampoco me siento seguro —contraatacó Jimin, tirando de su brazo nuevamente, sin éxito—. Quiero irme con mis padres.
La mirada de Min fue casi de pánico.
—¿Por qué pensarías hacer algo tan estúpido?
—Porque tal vez si hablo con ellos me permitan volver... preferiría soportar las burlas y maltratos de mi padre por unos días antes que-
—No.
—¿Perdón?
—No, Jimin. No irás con ellos.
Jimin enarcó una ceja. Tal vez fue solo su imaginación, pero no pudo evitar notar... un atisbo de miedo en la voz de Min.
—¿Acaso olvidas que tu padre estuvo a punto de matarte? —la voz de Min lo interrumpió, sacándolo de sus pensamientos—. ¿No llegaste ese día a mis brazos, completamente horrorizado hasta caer desmayado?
Jimin mordió su labio inferior, había olvidado ese pequeño detalle.
—Sin olvidar que ninguno de ellos desea verte. Intentaron deshacerse de ti... —al notar que bajó la guardia, Yoongi tomó su rostro con delicadeza, sus dedos deslizándose por sus mejillas—. Te guste o no, este es el único lugar donde estás realmente a salvo. A mi lado.
El maldito cuerpo traidor de Jimin comenzó a responder a las caricias, relajándose casi instantáneamente ante ellas. Yoongi sonrió, mostrando sus encías rosadas y sus pequeños dientes perfectos.
—No... ¡no! —Jimin bramó, empujando a Min lejos de él—. N-no quiero estar cerca de ti. No ahora.
—¿Y qué pretendes hacer, ángel?
—Yo... no lo sé —admitió, derrotado—. Pero si tengo que dormir en la calle... ¡entonces lo haré!
—Eso es un poco drástico, ángel —Yoongi sonrió con cinismo, alzando ambas cejas en un gesto burlón—. Además, ¿quién dijo que te voy a dejar siquiera intentar salir por esa puerta?
Jimin frunció el ceño.
—No creo necesitar tu permiso —dijo Jimin, con una valentía que ni él mismo sabía que poseía, mientras se dirigía hacia la puerta principal del departamento. Se detuvo en seco cuando Yoongi lo sujetó firmemente por los hombros.
—Te estás olvidando de una cosa, amor —exclamó con furia comprimida—. Eres mío. Si yo digo que no vas a salir, no lo harás.
Jimin jadeó cuando, de pronto, fue empotrado contra la pared. Sus piernas se enroscaron alrededor de las caderas de Yoongi, quien, con una rapidez sorprendente, le sujetó los brazos y los colocó firmemente a los costados de su cabeza.
—Te sugiero amablemente que dejes esa actitud altanera conmigo —gruñó, apretándose contra el cuerpo de Jimin—. Me equivoqué, lo entiendo. Y quiero compensarte por ello, pero es difícil si me orillas a tratarte rudo.
Los labios de Min se deslizaron por su cuello, provocándole un cosquilleo.
—Ah... —Jimin gimió cuando la cálida lengua de Yoongi acarició sus clavículas. Ni siquiera se percató de cuando la camisa de su uniforme fue desabotonada.
—Tan sensible... —gruñó Min, mordiendo la tierna piel.
—N-no... deja... mh~ —gimió nuevamente al sentir la dura erección del mayor presionarse contra su vientre—. B-basta... Yoongi...
—Eres mío, Jimin —susurró contra sus labios, su aliento cálido rozando su piel—. Puedo hacer lo que quiera contigo, ¿lo recuerdas? Y ahora mismo, lo que más deseo es besarte.
Jimin negó con la cabeza, pero sus quejidos se extinguieron en un susurro ahogado cuando la boca de Min se apoderó de la suya, robándole el aliento. La calidez de los labios de Yoongi lo envolvieron, y un escalofrío recorrió su espalda mientras la lengua de Min se adentraba en su interior, reclamando cada rincón de su ser.
Intentó separarse, frunciendo el ceño, pero la mano de Yoongi se enredó en su cabello rubio, tirando suavemente, como si supiera que esa resistencia solo avivaba el deseo que ardía entre ambos.
—No... —se quejó Jimin, su voz temblorosa y llena de anhelo, casi un lamento. Pero las palabras se desvanecieron en el aire, ahogadas por la voracidad de aquel beso que lo consumía. Cada roce de los labios de Min lo hacía ceder un poco más...
Pero entonces, todo lo ocurrido ese día volvió a su mente. El dolor desgarrador que aún lo consumía era un recordatorio cruel de una traición que no se podía borrar con un simple revolcón.
—¡Dije que no!
Paf.
El mundo se detuvo.
Jimin estaba de nuevo con los pies sobre el suelo, sus ojos muy abiertos, incrédulo ante lo que acababa de hacer. El rostro de Yoongi se había girado en dirección de la bofetada, mientras una sombra rojiza comenzaba a formarse en su mejilla pálida.
[...]
Jimin se encontraba abrazando sus piernas, ocultando su rostro entre ellas mientras las rodeaba con los brazos. No fue consciente del momento exacto en que la puerta de la habitación se abrió ni del leve hundimiento del colchón a su lado.
—¿Ya estás más tranquilo? —exclamó Min con suavidad, suspirando al no obtener respuesta—. Han pasado tres horas desde que te encerraste en esta habitación, ángel. Debes descansar.
El menor apretó el agarre en sus piernas.
—¿Cómo va tu mejilla?
Min rió sin humor.
—Puse algo de hielo en la zona. Estaré bien.
Jimin hizo un ruidito, pero no dijo nada más.
Permanecieron en silencio durante casi media hora, el único sonido que rompía la quietud era la respiración de ambos. Finalmente, Jimin asomó su cabeza de aquel refugio, dejando que el aire frío acariciara su piel.
—¿Lo sientes?
Min parpadeó. No necesitó que Jimin especificara a qué se refería exactamente.
—Lo hago, mucho.
—No sé si debo creerte, tendrás que demostrármelo —la mirada apagada de Jimin se encontró con la de Yoongi—. ¿Estarías dispuesto a mostrarme cuánto lo sientes?
—Por supuesto, ángel.
Jimin asintió, con el rostro estoico.
—Quiero que olvides esa idea de alejarme de Taehyung... porque no planeo hacerlo por mi cuenta.
Si Yoongi no estaba de acuerdo con ello, no lo dijo. En cambio, asintió con suavidad.
—Y necesito que me jures... que ya no hay más secretos —murmuró, mirando al mayor con recelo—. En serio, Yoongi. No podría soportar que me vuelvas a engañar... no otra vez. Así que, si hay algo que aún no me has dicho, este es el momento de hacerlo.
Yoongi tomó suavemente el rostro de Jimin.
—No hay más secretos, ángel.
El tonto corazón de Jimin latió con fuerza, intentó apartar la mirada cuando se convirtió en demasiado, pero Min no se lo permitió.
—Lo único que puedo decir es que me aterra la idea de perderte. Solo pensar que no volveré a verte... me destroza el corazón. Es una sensación extraña, insoportable. Cuando estás cerca de mí, siento como si tuviera una segunda... —cerró los labios de golpe, como si intentara evitar decir algo de más—. El punto es que entiendo que te lastimé. Está bien si por ahora desconfías de mí, si necesitas tiempo para que recupere tu confianza, pero no te apartes de mi lado. Porque no podría soportarlo.
Los ojos de Yoongi brillaron con una intensidad que Jimin no había visto antes. Se vio reflejado en ellos.
Y, por un momento, algo en su interior se quebró.
—Está bien —Jimin dejó caer sus escudos, permitiendo que la vulnerabilidad se apoderara de él.
Los brazos del mayor lo rodearon, atrayéndolo hacia su regazo con suavidad.
—¿Puedo besarte? ¿O planeas volver a abofetearme?
Jimin se sonrojó. Pero no pensaba disculparse por ello.
—Puedes... pero que sea breve.
Min tomó su mentón y complació al muchacho: le otorgó un beso corto, pero que duró lo suficiente como para robarles el aliento a ambos.
«Aprende a presionar sus botones, a ponerlo bajo tanta presión que no le quede más opción que caer ante ti», las palabras de aquel hombre volvieron a su cabeza. Jimin finalmente había encontrado algo de sentido en ellas.
Las cosas iban a cambiar.
Eso era un hecho.
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