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Capítulo 44

—No esperábamos verlo por aquí, profesor Min.

El aludido sonrió, saludando cortésmente al séquito de mujeres que habían comenzado a rodearlo con curiosidad.

—Ha pasado un tiempo desde que vi la luz, ¿no es así? —bromeó, caminando a la par de la multitud que parecía encontrarlo entretenido.

—Creímos que este año tampoco vendría... usted no suele asistir a las pequeñas reuniones organizadas por los profesores —comentó una voz melodiosa. La mujer, Hyori, parpadeó coquetamente hacia Min—. Supongo que es un milagro de Navidad.

Yoongi simplemente sonrió, escuchando las risas femeninas ante aquel chiste.

Conforme se adentraba en el lugar, los susurros a su alrededor comenzaron a hacerse evidentes. Su inesperada aparición había despertado la curiosidad de sus compañeros, quienes no podían recordar la última vez que lo vieron fuera del horario laboral. O mejor dicho, fuera del instituto.

—¿Se quedará toda la velada, profesor Min?~

Yoongi parpadeó, observando a la mujer rubia. Si su memoria no le fallaba (y casi nunca lo hacía), se llamaba Minah. La chica lucía una sonrisa deslumbrante y sus ojos lo observaban con la intensidad de un perro hambriento ante un hueso. Cuando sus miradas se encontraron, Minah no pudo evitar juguetear con un mechón suelto de su cabello perfectamente lacio.

—Solo vine por unas cuantas horas —respondió, alzando los hombros.

Una de las mujeres hizo un puchero, mientras que las sonrisas de las demás se desvanecieron en largos suspiros.

«Patético. Simplemente patético».

De pronto, los ojos de Yoongi se cruzaron con los de una figura femenina sumamente familiar. Una sonrisa se dibujó en su rostro y, tras despedirse cortésmente de las jóvenes docentes, se dirigió hacia el otro extremo de la habitación.

—No creí que vendrías —fue lo primero que dijo su vieja amiga antes de darle un sorbo a su bebida—. ¿A qué se debe que nos bendigas con tu presencia?

Yoongi se carcajeó, cruzando los brazos.

—También me alegra verte, Joohyun —exclamó con una sonrisa—. Solamente quise despejarme un poco. Cuando llegó la invitación de Manobal, no me pude resistir —alzó los hombros—. Creo que es más sorprendente verte a ti. Creí que odiabas convivir con la gente.

Joohyun enarcó una ceja.

—He asistido a más reuniones en este último periodo que tú en todo tu tiempo como docente —bufó—. Entre los dos, creo que tú eres aún más asocial que yo.

—No voy a discutir eso —Min sonrió, dándole la razón a Joohyun—. Me conoces bien.

—Aunque no puedes decir lo mismo de esas docentes —exclamó Bae de repente, señalando con la barbilla al grupo de mujeres que anteriormente rodearon al menor—. Podría escuchar tus bufidos a kilómetros. Detestas que se te acerquen, pero aun así parecías disfrutar sus baratos intentos de coquetería.

Yoongi enarcó una ceja, su típica sonrisa socarrona se amplió.

—¿Estás celosa, Bae? —ladeó la cabeza, la mayor no se inmutó—. Sabes perfectamente que nadie podría reemplazarte.

Joohyun le regresó la sonrisa.

—Tal vez no es porque no quieras, sino porque no puedes —dijo, su mirada oscureciéndose junto con el tono de su voz—. La correa que llevas puesta no te lo permitiría.

La sonrisa de Yoongi se desvaneció lentamente.

—Eso fue extremista, Bae.

—Lo siento, pero no dejabas de pavonearte —dijo, haciendo un ademán con la mano—. Sabes que siempre serás leal a mí, igual que yo lo seré contigo. Ambos lo dejamos claro hace tiempo, ¿no es así?

Antes de que pudiera responder, una tercera voz les interrumpió.

—¡Yoongi, qué sorpresa! —exclamó con alegría la anfitriona de la reunión, Lalisa—. No creí que decidieras venir.

—Lalisa —Yoongi le saludó, sonriéndole—. Simplemente quise venir a saludar. Gracias por invitarme.

La mujer negó suavemente con la cabeza, restándole importancia.

—Estoy sorprendida de que hayas accedido, pero en realidad es bueno —exclamó la mujer con una sonrisa destellante—. Christopher ahora me debe unos cuantos billetes por apostar a que no asistirías.

Yoongi parpadeó, algo desconcertado.

¿Era realmente tan inusual la idea de que él asistiera a una estúpida reunión? ¿En verdad había pasado tanto tiempo desde la última vez? Quizá a la gente solo le gustaba ser dramática.

—De todas formas, espero que ambos se diviertan —añadió Lalisa con una sonrisa tímida, su mirada alternando entre Bae y Min—. Estamos esperando a que lleguen unos cuantos invitados y comenzaremos a servir la comida. Siéntanse libres de tomar algo de la barra.

Con un gesto de despedida, Yoongi y Joohyun observaron cómo Lalisa se perdía entre la multitud.

—Me siento en una especie de fiesta americana —bromeó Min, analizando el aburrido entorno.

—¿Acaso esperabas una fiesta ruidosa repleta de alcohol barato y drogas? —Joohyun enarcó una ceja—. Creo que esa etapa ya ha pasado para nosotros.

Min sonrió, pero antes de que pudiera responder, su celular vibró. Bajo la mirada atenta de Joohyun, Yoongi sacó su teléfono, el cual brillaba por la notificación de un mensaje.

Park:
Voy a salir a dar un paseo.
Prometo volver pronto.
:)

Yoongi frunció el entrecejo. ¿En verdad Park se había tomado la molestia de avisarle que saldría? Si era honesto, aquella acción no le sorprendió en lo absoluto, pero no pudo evitar sentir una especie de... inquietud punzante.

¿Por qué no podía simplemente quedarse quieto y esperarlo? ¿Realmente daría un paseo o solo era una excusa?

Tal vez debió cerrar con seguro la puerta de su habitación y esconder la llave.

—No va a durar.

Min pestañeó, dispersando los pensamientos sombríos que lo habían envuelto.

—¿Qué?

Joohyun lo observaba con una ceja alzada. Sus ojos tenían un brillo peculiar, uno que él conocía demasiado bien. Amenaza o advertencia, podría ser cualquiera de las dos.

—Lo que estás haciendo, no va a durar —declaró Joohyun, alzando ambas cejas.

—¿Qué se supone que significa eso?

Joohyun sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, mientras sacudía lentamente la cabeza.

—Sabes perfectamente lo que quise decir —sin dejarle tiempo de replicar, Joohyun se alejó, no sin antes susurrar, solo para que Min la escuchara—. Los mismos errores de antes.

Los labios de Min formaron una fina línea mientras observaba a la mujer alejarse.

—Eso está por verse —murmuró para sí mismo.



[...]


Jimin se removió incómodo, lamentando el movimiento al sentir un dolor agudo en la parte baja de su espalda. No pudo evitar que un quejido escapara de sus labios.

—¿Estás bien? —murmuró Yoongi, su voz ronca y cerca de su oído, deteniendo los besos que había estado dejando en su cuello.

Jimin deseó poder decir que sí, pero probablemente sus siseos ya lo habían delatado.

—S-solo me duele un poco en... bueno... —su voz se agudizó mientras enterraba el rostro contra el cojín del sofá.

Se sentía extremadamente sudoroso y algo pegajoso, pero no podía estar más feliz. No le importaría repetir, si era honesto.

Yoongi se rió suavemente, acariciando su espalda con la yema de los dedos.

—Lo siento, pero no debiste haberme despertado.

El menor hizo un puchero.

—¡Solo quería ir al baño!

Rebobinando un poco, Jimin se había despertado en la misma posición en la que se quedó dormido junto a Min en el sofá. Todo el departamento estaba a oscuras, aunque faltaba al menos una hora para el amanecer. El brazo de Yoongi lo envolvía con fuerza, imposibilitando una huida silenciosa. No importó cuánto trató de zafarse de su agarre, simplemente no encontró escapatoria.

Antes de que pudiera darse cuenta, Jimin se encontró con los labios del mayor sobre los suyos.

Y bueno, una cosa llevó a la otra.

—Fuiste tú quien se durmió encima de mí en primer lugar —murmuró el mayor con una sonrisa, su tono ligeramente divertido pero cargado de ternura—. ¿Y qué más debía hacer si estabas tratando de alejarte de mí?

—A-al menos podríamos haber ido a la c-cama... —Jimin se ruborizó, de pronto siendo muy consciente del cálido cuerpo tumbado sobre él.

Yoongi se burló y luego, con cuidado, rodó a Jimin sobre su espalda, apoyándose en el reposabrazos del sofá para no aplastarlo.

Las pálidas falanges se deslizaron sobre la sombra de los dientes, impregnadas en la frágil piel canela de Jimin. Su mirada grisácea parecía deleitarse con cada marca fresca que se extendía por el torso del joven.

—Luces tan bien así... lleno de mis marcas —murmuró, continuando con la vaga exploración—. Vas a hacerme perder la maldita cabeza, ángel.

Un sentimiento cálido y extrañamente familiar se extendió por todo el pecho de Jimin.

—Eso sería dulce...

Yoongi reprimió un sonrisa.

—No tienes idea de lo que dices —dijo, inclinándose lo suficiente para que sus narices se encontraran—. De todas formas, no importa. Estamos en el mismo barco ahora.

Jimin frunció el entrecejo, de pronto sintiendo que se estaba perdiendo de algo importante.

Sin embargo, Min no le dio mucho tiempo para procesarlo.

—Es hora de levantarse —dijo, rodando lejos de él para ponerse de pie—. Debemos tomar una ducha antes de ir de compras.

—¿De compras? —Jimin frunció el entrecejo para tratar de hacer memoria.

Pero era casi imposible concentrarse cuando el cuerpo completamente desnudo de Yoongi estaba frente a él.

—Debemos comprar cosas para decorar, ¿recuerdas? —exclamó Min, alejándose lentamente de la habitación.

A Jimin le tomó unos segundos despabilarse, pero logró seguir al mayor de puntitas rumbo al cuarto de baño.


[...]



—Creo que compró muchas cosas...

Las mejillas de Jimin se ruborizaron un poco al notar la cantidad de cosas que ahora abarrotaban la sala de Yoongi.

Había intentado contener las compras, pero Min no se lo permitió. Cualquier cosa que Jimin señalara como "bonita" o mostrara el más leve indicio de que le gustaba, Yoongi la tomaba sin dudar y la agregaba al carrito.

—Pero parecían gustarte —murmuró el mayor con un puchero, cerrando (al fin) la puerta detrás de él—. ¿Quieres que devolvamos algo que no te gustó? Si quieres yo-

—¡No, no, no! —se apresuró a decir, moviendo las manos rápidamente—. A-así está bien...

—De todas formas, me sorprende que te dieras cuenta de cuánto estaba comprando. Parecías muy entretenido con tu celular —Yoongi murmuró entre dientes, de pronto algo malhumorado.

Jimin suspiró, de pronto no supo qué responder a eso.

Era cierto, su celular no había dejado de vibrar desde el momento en que salieron de compras, pero había un motivo muy importante para ello: Taehyung.

Su amigo estaba planeando con anticipación su fiesta de cumpleaños, la cual se llevaba a cabo en Enero, justo una semana antes del regreso a clases. Todos los años era lo mismo, pero Jimin nunca había tenido la oportunidad de asistir debido a sus estrictos padres.

Sin embargo... a partir del próximo año eso cambiaría.

—Lo siento —Jimin exclamó, jugando con sus pulgares—. Taehyung está algo emocionado organizando su fiesta y... bueno... —alzó los hombros, sonriéndole de forma tímida al mayor—. P-pero creo que es adorable que necesite de mi atención.

Yoongi frunció el entrecejo.

—¿Que yo "necesite" tu atención? ¿Realmente piensas eso?

—¿Sí? —Jimin enarcó una ceja, ¿había dicho algo malo?

Yoongi no respondió. Lentamente, se acercó a Jimin, quien, por inercia, retrocedió unos pasos ante la imponente figura. El mayor extendió su mano, tomando las mejillas de Jimin entre su pulgar e índice, aprisionándolas con fuerza.

—Créeme, cariño —exclamó Yoongi, su voz baja y engañosamente tranquila—. Si yo "necesitara" tu atención, nunca más volverías a mirar nada más que no fuera a mí.

«Porque sería el maldito responsable de arrancarte tus bellos ojos».

Jimin se estremeció, pero asintió con suavidad, intentando zafarse. Yoongi lo liberó después de unos segundos.

—S-solo fue una expresión, n-no quise... ofenderle o algo así —balbuceó el menor.

—Disculpa aceptada —canturreó Yoongi, alejándose nuevamente del menor—. ¿Quieres comenzar a decorar?

Jimin asintió con timidez, pensando que definitivamente eso sería lo mejor para aliviar la tensión en el ambiente.

Poco a poco, el pulcro departamento comenzó a llenarse de decoraciones navideñas. Guirnaldas verdes con destellos dorados colgaban de las paredes, y luces parpadeantes adornaban las ventanas. Una corona de pino con cintas rojas y doradas fue colocada en la puerta, mientras pequeños adornos de madera y vidrio se distribuían cuidadosamente en los estantes.

La labor resultó más divertida de lo que Jimin había esperado, si era honesto.

—¿Alguna vez le escribió una carta a Santa cuando era niño?

Yoongi tarareó mientras continuaba colocando algunas esferas en el pino.

—No, nunca lo hice —Min respondió, encogiéndose de hombros para restarle importancia—. Si soy honesto, nunca pensé que un señor gordo, de barba blanca y prominente, pudiera entregar regalos por todo el mundo en una sola noche. En realidad, creo que sería más lógico que los niños le tuvieran miedo. Quiero decir, técnicamente, es un extraño que tiene el poder de entrar a tu casa mientras duermes, ¿no es eso algo peligroso?

Jimin parpadeó, de pronto quedándose estático en su lugar.

—Usted acaba de matar la navidad —bromeó, recibiendo un gruñido en respuesta—. P-pero ¿nunca hubo algo que deseara con todas sus fuerzas?

Los movimientos de Yoongi se detuvieron de pronto, y su rostro se volvió inexpresivo. Jimin enarcó una ceja al notarlo; por un instante, el mayor parecía perdido en sus pensamientos.

—¿Yoon-?

—No —Min le interrumpió, volviendo a lo que estaba haciendo—. Supongo que siempre tuve los pies sobre la tierra.

La expresión de Jimin decayó, sintiéndose de pronto triste ante esa declaración. Incluso él tuvo sus propios deseos de niño, ¿no era eso algo normal? O al menos, ¿algo que cualquier niño debería experimentar? Solo pensar que Yoongi nunca se dio la oportunidad de soñar le provocó una extraña sensación de melancolía y compasión.

—¿Estás bien, ángel? De pronto tú-

Antes de que pudiera seguir hablando, Yoongi casi se sobresaltó al sentir unos cortos brazos rodearlo por los hombros en un cálido abrazo.

—¿Ángel?

—Voy a hacer todo lo posible para que disfrutes esta Navidad, la primera de ambos —susurró Jimin suavemente al oído del mayor.

Yoongi no le regresó el abrazo.

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