Capítulo 41
Tú y yo no somos iguales.
Yo soy un pecador, tú eres un santo.
Cuando lleguemos a las puertas del cielo, tú tendrás la luz verde, yo tendré la vieja puerta en la cara.
Soy un perdedor, una desgracia.
(...)
El corazón de Jimin estaba latiendo desbocado en su pecho, mientras sus ojos continuaban vagando en las imágenes comprometedoras que tenía frente a él. Las fotografías de él y su profesor besándose parecían quemar su retina, y el pitido constante en sus oídos se intensificaba a medida que su respiración se volvía entrecortada, los pulmones luchaban por obtener aire.
—¿No planeas decir nada? —gruñó el señor Park.
Jimin cerró los ojos por un instante, intentando controlar la avalancha de emociones que amenazaba con desbordarse en un mar de pánico. Tragó saliva con dificultad, sintiendo un nudo en la garganta que parecía impedirle hablar o incluso exhalar.
El señor Park apretó los puños.
—Por supuesto que no lo harás. Después de todo, solamente eres un jodido cobarde.
Jimin no respondió, concentrándose mejor en no derrumbarse emocionalmente frente a su padre. Cosa que al parecer le enfureció, pues fue capaz de escuchar un chasquido de lengua antes de ser levantado abruptamente.
Las manos del señor Park se cerraron con fuerza alrededor del cuello de la camisa de su hijo, Jimin ahogó un jadeo ante la agresiva acción. El rostro de su padre estaba enrojecido por la ira, con sus ojos inyectados en sangre fijos en los de él.
—¡Respóndeme, maldita sea! —rugió el señor Park, sacudiendo violentamente el cuerpo de su hijo—. ¿Es por ese otro maricón que había días en los que ni siquiera te molestabas en regresar a casa, cuando se supone que estabas en el instituto haciendo proyectos? ¿Todo fue una mentira, no? En realidad ibas a revolcarte con ese tipejo, ¿no es así? ¡Contéstame!
Las lágrimas amenazaron con emerger en los ojos de Jimin, pero las contuvo con todas sus fuerzas. Con la mandíbula tensa y la mirada desafiante, se aferró a las muñecas de su padre en un intento por alejarse.
—¿Qué más da? —dijo Jimin, incapaz de detener su lengua floja—. No eres ciego, acabas de verlo por ti mismo. ¿Que si dormí con él? La respuesta es sí, lo hice.
Su madre, quien se había mantenido pasiva desde que el pleito comenzó, dejó salir un jadeo ahogado, levantando su mirada vidriosa hacia su hijo.
La confesión de Jimin resonó en el aire como un trueno. El rostro del señor Park se deformó por la rabia. La idea de su hijo involucrado con otro hombre era inaceptable para él, un golpe directo a sus convicciones arraigadas.
—Jamás he comprendido tu homofobia, papá —añadió, tragando saliva con un susurro audible—. Yo... de verdad, no le hago daño a nadie con lo que siento. ¿Por qué insistes en tratar de cambiarme? ¿Es acaso envidia? ¿Sientes celos porque soy capaz de hacer lo que tú no pudiste en tu juventud, y por eso terminaste con una familia rota y fracasada?
Jimin, sorprendido por su propia valentía al pronunciar esas palabras, se mantuvo firme frente a la mirada furiosa de su padre. El miedo aún estaba presente en sus ojos, pero la determinación también brillaba en su mirada, una chispa de rebelión ante la opresión que había vivido por tanto tiempo.
Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, el puño del señor Park se abalanzó hacia la mejilla de Jimin con fuerza, impactando con violencia en su rostro. El dolor punzante se extendió por su mejilla, seguido de un zumbido en sus oídos. El menor se tambaleó por el golpe, pero logró mantenerse de pie.
—¿Qué estupideces estás diciendo? —exclamó el señor Park con cierta incredulidad—. ¿Acaso me acusas de querer ser un desviado como tú? ¿Como el imbécil de tu amiguito o el enfermo de tu amante?
El tono del señor Park resonaba con furia, mientras Jimin retrocedía lentamente, con los ojos abiertos de par en par, temblando ante cada palabra. Cada paso que daba su padre lo hacía retroceder aún más, y cuando el hombre arrojó una silla cerca de él, Jimin se estremeció, logrando esquivarla a duras penas.
—No puedo creer que alguien tan imbécil como tú sea sangre de mi sangre —agregó el señor Park cuando logró acorralar a su hijo—. Ese tipo de las fotos es tu supuesto profesor, ¿verdad? El que un día "hizo el favor" de traerte a casa.
Jimin no respondió, solamente apretó los puños.
Con una sonrisa burlona, el señor Park se alejó del menor, cubriéndose el rostro con ambas manos mientras se sacudía por el ataque de carcajadas.
—Lo es, ¿no? —preguntó con sorna—. En serio, ¿cómo puedes ser tan estúpido? ¿No ves que ese tipo solo te está usando? ¡Mírate! ¿Quién querría quedarse contigo?
Ante el silencio de su hijo, continuó hablando.
—Ese tipo de hombres solo buscan burlarse de niñitos tontos como tú. Cuando ya no les sirven, simplemente cambian de objetivo —dijo con una sonrisa maliciosa, acorralando a Jimin una vez más—. ¿Acaso no sabías lo terrible que es que un profesor se involucre con un estudiante? ¿Cuántos años siquiera te lleva? ¿Cuánto te ha pagado por tus servicios? —bajó el tono duro de su voz, susurrando: —. Me encantará refundirlo en la cárcel.
—¡Jimin!
El grito de su madre se desvaneció en segundo plano cuando Jimin, con todas sus fuerzas, lanzó una patada al cuerpo de su padre. El hombre, impactado y sorprendido, cayó al suelo, comenzando a toser violentamente. El golpe de su hijo había dado justo en el diafragma, dejándolo sin aire.
—¡No lo conoces! —exclamó Jimin, acercándose al cuerpo de su padre—. ¡Él nunca haría algo así! El profesor Min... Yoongi ha sido lo que tú jamás pudiste en dieciocho años. ¡No quieras ponerlo en el mismo saco de personas deplorables cuando tú ocupas el primer puesto entre ellas!
El señor Park miró a su hijo mientras intentaba controlar su respiración. Una sonrisa inquietante se dibujó en su rostro.
—Es la primera vez que muestras algo de hombría —levantó ambas cejas—. Una pena que haya sido para defender a alguien que te está viendo la cara.
Bajo la atenta mirada de Jimin, el señor Park logró ponerse de pie. Contrario a lo que el menor esperaba, su padre se dirigió hacia la entrada de la casa y abrió lentamente la puerta.
—Quiero que te largues. No deseo volver a ver tu asquerosa cara nunca más —dijo—. Anda, ve y revuélcate con cien hombres si es lo que deseas, pero no voy a permitir que alguien tan asqueroso como tú viva bajo el mismo techo que yo.
El menor se acercó a su padre, manteniendo una distancia prudente. Miró por encima de su hombro el rostro de su madre, quien simplemente desvió la mirada. La señora Park de pronto parecía estar demasiado incómoda como para ver a su hijo.
Jimin no intentó razonar; en el fondo, sabía que era inútil.
Pero justo cuando estaba a punto de cruzar el umbral de la puerta, el señor Park lo detuvo por el brazo. Jimin gritó al sentir su cuerpo ser brutalmente golpeado contra una pared, y sin perder tiempo, su padre rodeó con ambas manos el cuello del menor, asfixiándolo.
—Pero escúchame bien, pequeño bastardo —susurró su padre, apretando su agarre con más fuerza—. Esto no acabará aquí, no hasta que logre desquitarme con el hijo de puta de tu profesor. Ese tipo va a pagar, y me será tan gratificante ser yo quien arruine su vida.
Después de eso, otro golpe seco resonó por toda la casa. Jimin sintió su vista volverse roja, y sin saber exactamente cómo, terminó siendo arrojado contra el pasto del jardín de su casa. El aire escapó de sus pulmones mientras yacía allí, aturdido y dolorido, mientras la realidad parecía difuminarse a su alrededor.
[...]
Yoongi yacía en el sofá, con una laptop sobre su regazo. Llevaba al menos dos horas transcribiendo los resultados de sus alumnos en un archivo de Excel que debía entregar lo antes posible, para que estos recibieran sus calificaciones cuanto antes.
Dejó salir un largo suspiro cuando el timbre comenzó a resonar de forma desesperada. Caminó hacia la entrada y, al abrir la puerta, sus ojos se abrieron de par en par al ver al joven Park del otro lado.
—¿Qué...? —murmuró el mayor, frunciendo el ceño al notar el aspecto del chico: su mejilla mostraba un notable golpe, había manchas de sangre seca en su camisa y estaba sucio de tierra en casi toda su ropa. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, como si estuvieran a punto de desbordarse.
—M-mi papá... l-lo sabe todo... —lloriqueó, cubriendo su rostro mientras sollozaba.
—Park, ¿qué quiere decir? Oye... ¡Jimin!
El cuerpo de Jimin colapsó y Yoongi apenas logró sostenerlo antes de que impactara contra el suelo. Sin dudarlo, lo cargó en estilo nupcial y lo llevó al interior de su departamento, depositándolo con cuidado en el sofá donde él se encontraba anteriormente.
Con una rapidez impresionante, Yoongi humedeció un algodón con alcohol que encontró en un botiquín de primeros auxilios. Después regresó a la sala, acercándose al cuerpo desmayado de Jimin y acercó el objeto húmedo a su nariz en un intento para hacerlo recuperar el conocimiento. Para su alivio, funcionó, y el menor volvió en sí.
—¿Estás bien? —cuestionó el profesor, ayudando al chico a sentarse. Jimin asintió, aunque continuaba algo desorientado—. Necesito que me expliques qué sucedió. Ahora.
Los minutos transcurrieron mientras Jimin le explicaba detalladamente toda la discusión con su padre. El rostro del profesor permaneció estoico, escuchando con atención cada palabra del menor.
—Después prácticamente me dijo que no descansaría hasta hundirlo —dijo, ahogando un sollozo—. ¡Lo sabe todo y lo peor es que no tengo idea de cómo! Ese día usted y yo nos fuimos a un lugar restringido para los alumnos y-y... ¡las fotos!
Los ojos de Min se abrieron de par en par cuando Jimin se levantó abruptamente del sofá. Y cuando el chico quiso alejarse, Yoongi le obligó a sentarse nuevamente.
—¿A dónde vas?
—¡Mi padre aún tiene las fotos! ¡Puede que ahora mismo quiera ir a...! —ni siquiera se atrevía a terminar esa oración—. Tengo que ir con él para-
Yoongi le interrumpió.
—No irás a ningún lado. Déjame tratar tus heridas —dijo, dispuesto a irse para tomar lo necesario. Jimin le detuvo.
—¿No me escuchó? ¡Usted está en peligro! Si alguien más llega a ver esas fotos...
—He dicho, déjame tratar tus heridas.
La mirada que le brindó el profesor hizo que Jimin se quedara completamente quieto en su lugar. En silencio, observó cómo el mayor se dirigía a quién sabe dónde, pero regresó con lo necesario para tratarlo, sentándose a su lado.
Yoongi limpió con delicadeza los golpes de Jimin, aplicando con suavidad un algodón humedecido en alcohol para desinfectar las heridas. El menor siseaba debido al ardor que provocaba, pero era soportable.
—Incluso te lastimó aquí... —Yoongi murmuró mientras sus dedos acariciaban con suavidad la sombra rojiza en el cuello de Jimin.
—N-no importa, yo no importo, solamente estamos perdiendo el tiempo —Jimin refunfuñó, cerrando los ojos—. Debo regresar...
—Si lo haces, ¿no crees que tu padre sería capaz de matarte? —exclamó el mayor, sintiendo cómo el cuerpo del chico se tensaba.
Jimin comenzó a sollozar.
—Todo es mi culpa —dijo entre sollozos, sintiendo las lágrimas rodar por sus mejillas—. Si yo no me hubiera sentido mal en el festival por toda esa gente, usted no habría tenido que llevarme al estacionamiento de profesores y así nadie nos hubiera fotografiado...
Yoongi no respondió, simplemente observaba al menor con atención.
—Tengo miedo —confesó Jimin, su voz temblorosa por el pánico—. Miedo de que nos separen, de que usted haya descubierto que soy una carga demasiado pesada como para soportar. N-nunca quise complicar su vida, y-y...
Las palabras se perdieron entre sollozos mientras los brazos de su profesor lo atrajeron hacia él. Jimin enterró su rostro en el pecho de Yoongi, dejando que el aroma del mayor inundara sus fosas nasales, como si fuera una especie de tranquilizante. Jimin sintió una mano sobre su cabeza, la cual comenzó a acariciarlo.
—Todo estará bien —susurró el mayor, continuando con las caricias—. Estoy aquí, cuidaré de ti.
Jimin dejó salir un suspiro entrecortado, pero sonrió. Sin detenerse a pensar, deslizó sus labios suavemente por el cuello de Yoongi, depositándole pequeños besos húmedos. Sintió los dedos de su profesor tirar de sus hebras rubias, pero no se detuvo, continuó explorando y, sin saber cómo, terminó encima del regazo del mayor, con sus manos luchando por desabotonar la camisa de este.
—Ángel...
—Por favor, necesito esto... realmente te necesito, Yoongi.
Ignorando los llamados del mayor, Jimin comenzó a succionar la frágil piel del cuello de Yoongi, a la par que mecía sus caderas en un intento desesperado por provocar su libido.
—Ah... —Yoongi gimió cuando la dentadura de Jimin se hundió en su hombro—. Basta.
Jimin no le escuchó, continuó provocándolo, pero cuando sus manos descendieron hasta el cinturón de Yoongi...
—¡Jimin, para ya!
El grito de su profesor lo sacó bruscamente del trance. Jimin bajó la mirada y se percató de que Yoongi sujetaba sus muñecas con firmeza, apartándolo lentamente. Una oleada de calor le inundó el rostro, ¿qué demonios estaba haciendo?
—Lo siento —murmuró—. Yo... no sé qué me pasó... no quise...
El profesor suspiró, apartando al menor de su regazo. Jimin limpió las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, incapaz de enfrentar al mayor. ¿Por qué siempre tenía que arruinarlo todo? No se sorprendería si Yoongi también decidiera echarlo a la calle.
—Jimin, mírame —ordenó Yoongi, tomando suavemente el mentón del joven—. Lo que necesitas ahora no es tener sexo conmigo.
Las mejillas del menor volvieron a arder de vergüenza, pero la mirada de su profesor le transmitió una sensación de tranquilidad. Al menos, Yoongi no se encontraba molesto con él.
—Ven conmigo.
Sin esperar respuesta, Yoongi los levantó a ambos para subir las escaleras.
—¿A dónde iremos? —Jimin exclamó, frunciendo suavemente el ceño.
—Confía en mí. Voy a darte lo que necesitas.
Jimin le siguió en silencio, aún cabizbajo.
[...]
Yoongi se encontraba en el cuarto de baño, preparando la tina para Jimin. El menor esperó afuera pacientemente, aguardando a que su profesor le indicara que el agua estaba lista. Cuando llegó el momento, Yoongi se acercó a él, comenzando a desvestirlo. Jimin se dejó hacer, permitiendo que el mayor se encargara de todo.
Por encima del hombro de Yoongi, el menor pudo apreciar gran parte de su reflejo en el espejo del baño; se veía... tan desgastado, como un muñeco viejo. Reprimió un suspiro, ya había tenido suficiente auto-compasión por hoy.
Yoongi ayudó a Jimin a adentrarse en la tina. El joven no pudo evitar jadear de placer al sentir el agua acariciar su piel; estaba a temperatura perfecta para un baño.
El profesor se encargó de cada detalle con delicadeza: desde enjabonarlo con suavidad hasta darle un reconfortante masaje en el cuero cabelludo con manos hábiles cubiertas de shampoo. Al terminar el baño, el mayor lo envolvió con cuidado en una toalla y lo llevó con gentileza a su habitación, donde le vistió con ropa limpia además de cepillarle el cabello con ternura para secarlo por completo.
Jimin se sentía increíblemente bien, cuidado y feliz. Sin embargo, no podía evitar sentir el temor de que en cualquier momento algo podría irrumpir y quebrar su burbuja.
—¿Estás cómodo? —Yoongi preguntó mientras terminaba de arropar al menor. Jimin asintió.
—Gracias... por cuidar de mí.
Con una sonrisa, Yoongi acarició suavemente la cabeza de Jimin.
—Siempre sabré lo que es mejor para ti —dijo—. Duerme un poco, lo necesitas después de tanto ajetreo.
Jimin lo miró con timidez.
—¿Usted no me acompañará?
Yoongi se detuvo, sus ojos se encontraron con los del menor.
—No, necesito terminar unos pendientes y después... —se detuvo al ver el rubor en las mejillas de Jimin—. Después dormiré contigo.
El menor sonrió, pero antes de que Yoongi pudiera moverse, Jimin lo detuvo con una pregunta ansiosa:
—Yo voy a estar bien... ¿verdad? Usted... usted va a cuidar de mí, ¿no?
El mayor le estudió durante unos segundos.
—Por supuesto —respondió con calma, antes de acariciar una vez más la cabeza de Jimin—. Ahora, duerme.
Jimin esta vez no protestó, permitiéndose ser envuelto por los brazos de Morfeo.
Y mientras Yoongi salía de la habitación, después de haber apagado la luz, una pequeña sonrisa se formó en su rostro.
«Parece que existe Dios de verdad» pensó.
[...]
El señor Park estaba fúrico.
Después de que Jimin se fuera como el pequeño cobarde que era, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para contenerse y no seguirlo para matarlo con sus propias manos. Por un instante, consideró la idea de quemar las imágenes que habían desencadenado el conflicto, pero sabía que sería desperdiciar una oportunidad para desquitarse.
Con paso firme, salió de la casa, ignorando los gritos de su esposa a sus espaldas. Y justo cuando estaba a punto de entrar en su vehículo, divisó a lo lejos la figura del hombre que había pervertido a su hijo.
—Buenas noches, señor Park —exclamó el profesor, caminando lentamente hacia él—. ¿Preparándose para un paseo nocturno?
—¡¿Cómo te atreves a mostrarte en mi puta casa?! —gritó, exaltado.
El profesor Min sonrió.
—Por favor, ahorrémonos los insultos. Quiero que hablemos como las personas civilizadas que somos.
El señor Park se acercó al profesor Min, dispuesto a golpearlo en el rostro.
—¿Qué hay que decir? ¿Que eres un enfermo que decidió tomar a mi hijo como su juguete de jodida? —exclamó con asco—. No me interesa nada de lo que puedas decirme, mejor prepárate, porque una vez que suba a mi auto, conduciré a la estación de policía más cercana.
La sonrisa que le brindó el profesor fue tan inquietante que incluso le heló los huesos, pero no osó a verse intimidado.
—Si desea hacerlo, no le detendré. Pero antes, quisiera ofrecerle un trato.
El señor Park parpadeó, entonces, comenzó a reír, completamente incrédulo.
—¿Eres así de lunático?
—Si me permite acompañarle, yo mismo me entregaré.
El señor Park, con los ojos entrecerrados, cuestionó a Yoongi: —¿Por qué diablos querrías hacer algo así?
Min mantuvo la compostura, su mirada firme.
—Será mejor para ambos si me entrego voluntariamente —respondió con calma—. Dudo que pueda soportar el interrogatorio policial sin conocer todo el contexto. ¿Prefiere que lo vean como al héroe que entregó al responsable que dañó a su hijo, o como un mal padre que permitió que dañaran a quien se supone debía proteger?
Después de reflexionar, el señor Park accedió, con una advertencia clara: —No intentes nada sospechoso, hijo de puta. Tengo un arma lista para usar en cualquier momento.
—Me alegra que ambos estemos de acuerdo.
El camino hacia la estación de policía transcurría en silencio. Según la aplicación de GPS, aún les quedaba media hora de viaje, contando el tráfico. El señor Park lanzaba miradas furtivas por el espejo retrovisor, el cual mostraba la imagen del profesor Min quien, a pesar de estar a punto de enfrentarse a la policía, mantenía una tranquilidad inquietante, con una sonrisa desagradable que se extendía de oreja a oreja.
Park respiró profundamente mientras observaba el arma sobre el asiento del copiloto. Todo estaría bien. Estaba protegido.
Se preguntaba por qué había aceptado la excusa tan patética que Min le había dado para acompañarlo, así como el por qué no lo había simplemente golpeado apenas lo vio en su jardín.
—¿Qué hará cuando todo esto termine, señor Park?
La repentina pregunta del profesor le hizo sobresaltarse en su asiento.
—¿De qué mierda hablas?
—Cuando yo vaya a prisión, imagino que no querrá volver a saber nada de este asunto, ¿me equivoco? —el pálido enarcó una ceja, pero seguía sin ver al contrario—. Mi pregunta es, ¿qué es lo que hará entonces?
Park apretó los puños mientras sostenía el volante.
—No es de tu incumbencia.
—Imaginé que diría eso —dijo, asintiendo suavemente con la cabeza—. Pero entonces, ¿qué pasará con su hijo?
El señor Park sonrió, por supuesto que le importaba saber lo que pasaría con esa pequeña mierda.
—Ese bastardo malagradecido ya no es mi hijo. Cuando toda esta basura termine, él podrá vivir su vida como le plazca, pero lejos de mí.
—¿Aunque acabara en la calle?
—Aún así —gruñó, frunciendo el entrecejo—. A ese pequeño bastardo le di todo lo que pude, trabajé doble turno por años para que estudiara en uno de los institutos más prestigiosos del país ¿y cómo me pagó? Siendo un jodido maricón que se dejó envolver por un abusador.
Yoongi sonrió nuevamente.
—Se puede decir que la historia se repite, ¿no? "De tal palo, tal astilla", ¿no es eso lo que dicen?
—¿Qué estupidez estás diciendo? —replicó el señor Park, frunciendo el ceño.
—Señor Park, usted enfatiza mucho que su hijo es un "maricón", pero creo que solamente se está mordiendo la lengua —exclamó Yoongi, mirando hacia el ventanal del vehículo—. Dicen que cuando una persona es homofóbica hasta los huesos, es porque internamente está tratando de reprimir su propia homosexualidad.
—No sabe lo que dice —murmuró con tensión.
—Oh, pero lo sé —refutó el más joven—. Una vez hablé con su esposa, ya sabe, para convencerla de poder irme con su hijo disfrazándolo de un viaje escolar.
El señor Park, alarmado por la revelación, pensó: «¿Esa puta lo permitió? ¿Qué le contó?», comenzó a sentir una rabia incontrolable.
—No fue difícil lograr que soltara la lengua con respecto a su entorno familiar —continuó Yoongi con una risa ligera—. Su mujer estaba desesperada por un poco de atención y, cuando la obtuvo, fue imposible para ella no darle detalles a quien se molestó en dejarla hablar sin gritarle.
El profesor tomó el silencio del señor Park como una señal para seguir.
—La señora Park me contó que ambos se conocieron en el instituto, en ese entonces eran "amigos"... y sin entrar en más detalles, sé que usted tuvo un amorío con uno de los jugadores del equipo de baloncesto.
El señor Park apretó la quijada, su respiración comenzaba a acelerarse.
—Según su esposa, usted estaba completamente enamorado de ese chico, pero algo pasó, pasaron los días y, de pronto, usted le pidió a la señora Park que fuera su novia —al no obtener respuesta, Yoongi lo miró fijamente—. ¿Me equivoco?
El señor Park negó con la cabeza, intentando mantener su compostura frente a las acusaciones de Yoongi.
—Esa mujer inventaría cualquier estupidez para dejarme mal, realmente dudo que seas tan imbécil como para creerle.
Ignorando el comentario anterior, Yoongi prosiguió: —Su nombre era Andrew, ¿no? Intuyo que después de que su propio padre descubriera que estuvo enamorado de otro hombre, decidió obligarlo a terminar con él. No sin antes darle un escarmiento por haberlo desobedecido.
El aire se volvió denso en el interior del vehículo. Con cada palabra pronunciada, la respiración del señor Park se agitaba, como si el oxígeno se volviera escaso en sus pulmones.
—¿Qué sabes tú de eso? —gruñó Park, su voz cargada de una mezcla de ira y angustia.
—Oh, conozco más de lo que usted se imagina —respondió con calma—. Incluso sé que, después de haber sufrido el maltrato de su padre por haberse declarado homosexual, tuvo que terminar con Andrew, aunque no quedó en palabras solamente.
Las palabras del profesor golpearon como puñales en el pecho de Park, quien se aferraba al volante con fuerza, su mente reviviendo aquellos momentos oscuros que había tratado de enterrar durante tanto tiempo.
—¡Cállate! ¡No sabes de lo que estás diciendo! —exclamó Park, su voz temblando de furia y desesperación.
Yoongi, con rostro estoico, se acercó a Park, quien se esforzaba por no perder el control del vehículo.
—Cuénteme, señor Park... ¿qué sintió al golpear al amor de su vida? —la voz de Yoongi resonaba fríamente en el interior del automóvil—. ¿Cómo se sintió haberlo dejado en coma?
Park comenzó a temblar, sintiendo cómo sus ojos se llenaban de lágrimas que amenazaban con desbordarse. El peso de sus acciones pasadas se hacía insoportable, como si cada golpe que había dado a Andrew resonara en su alma, recordándole el dolor y la culpa que había intentado enterrar durante tanto tiempo.
En medio de su tormento, Park se dio cuenta de que habían pasado la estación de policía, pero aún así no se detuvo, continuó conduciendo.
—Seguramente después de eso usted se volvió alcohólico, ¿verdad? —continuó Min—. Una enfermedad que mantiene hasta el día de hoy y que es la culpable de todo lo malo que, según usted, tiene en su vida.
Después de unos minutos en silencio, Park pudo detener el coche en una calle desolada, apartándose del flujo del tráfico. El silencio que llenaba el interior del automóvil era abrumador, solo roto por el sollozo ahogado del señor Park.
—Yo no quise... nunca debí... —murmuró entre sollozos, sus palabras apenas audibles.
Mientras Park continuaba llorando, incapaz de contener la avalancha de culpa y dolor que se desataba dentro de él, Yoongi sacó una pequeña botella de whisky de su traje, sosteniéndola frente a Park con una mirada inescrutable, pero con una sonrisa repleta de mofa.
—¿No gusta un trago?
[...]
La señora Park se sobresaltó al escuchar unos golpeteos en su puerta. Sin pensarlo mucho, corrió hacia la entrada, abriendo los ojos en demasía al notar dos oficiales de policía del otro lado.
—Buenas noches, disculpe, ¿usted es la señora Park? —preguntó uno de los oficiales.
—S-sí, ¿qué sucede? —respondió ella con temor en su voz.
Ambos policías intercambiaron miradas discretas antes de que uno de ellos finalmente hablara:
—El vehículo de su esposo fue encontrado estacionado en una calle desolada y él, al parecer... se disparó.
***
No man, re turbio.
En fin, ¿qué opinan de este capítulo? El final de la historia se está acercando...
Gracias por leer, perdonen la demora. ✨
–Cherry. 🍒
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