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Capítulo 3

«Lo que faltaba, además de ser un inútil también eres un busca problemas.»

Fueron las palabras del padre de Jimin cuando se percató de la curita que cubría parte del puente de la nariz de su hijo, misma que dejaba una pequeña parte descubierta, permitiendo vislumbrar el atisbo de un hematoma.

El rubio prefirió guardar silencio, escuchando cabizbajo las palabras hirientes de su padre. Se atrevió a mirar a su madre de reojo, pero esta solo tenía puesta su mirada sobre el plato lleno de comida. La mujer portaba unas gafas de sol y de no ser porque conocía la razón se atrevería a decir que el look le quedaba ridículo.

Pero Jimin no era así de insensible.

—Te estoy hablando —dijo su padre al borde de lo que parecía ser una especie de rabieta—. ¿Tendremos que ir de nuevo a dar la cara por culpa de tus estupideces?

—No... —suspirando, finalmente se encontró con la mirada furiosa de su padre—. Yo no pagaré por esto papá, te lo aseguro.

Bufando, el señor Park asintió aunque poco convencido.

—Espero que sea así, porque de lo contrario...

Jimin sintió un pequeño escalofrío recorrer toda su espina dorsal, ciertas marcas sobre su espalda ardieron fugazmente.

—¿No quieres más sal, amor? —intervino la señora Park con voz sumamente melosa, sonriendo con nerviosismo.

—¿Acaso eres estúpida? —soltando una risa más bien irónica, tiró sus cubiertos sobre el plato—. Si lo quisiera, ya te la habría pedido.

—Cierto... disculpa mi impertinencia, cielo —dijo, cabizbaja.

Rodando los ojos, el señor Park carraspeó su garganta: —¿Planchaste mi camisa, mujer? Mañana tengo una reunión súper importante en el trabajo.

La señora Park dejó de masticar, quedándose inmóvil por unos microsegundos.

—N-no, amor, yo... estuve haciendo otros deberes y se me olvidó, pero ahorita mismo...-

Lo siguiente que escuchó Jimin fue un grito, claramente de su madre. En cambio lo último que observó fue a su padre darle una cachetada, siendo el impacto tan fuerte que ella terminó en el suelo, con el plato de comida cayendo justo encima de ella.

—¡Solo pido una cosa en esta casa! ¡Una sola! ¡¿Y no la puedes hacer?! —desbordando furia por los poros de su aperlada piel, gruñó al escuchar los sollozos de la mujer—. Sí, eso, solo saben llorar.

—Iré a mi cuarto.

Sin esperar respuesta el joven rubio se levantó tan rápido como su cuerpo tembloroso le permitió, ignorando los gritos de su padre así como los sollozos y gemidos de dolor de su madre.

—¿Lo ves, mujer? Esto es tú culpa. Tú eres la maldita responsable de que nuestro hijo sea así.

[...]

Una vez llegó a su habitación se aseguró de cerrar la puerta con llave y sintiéndose aún desprotegido, alzó la silla de su escritorio para usarla como bloqueo en caso de que alguno de sus padres quisiera entrar al cuarto por la fuerza.

Arrastrando sus pies con pesar sobre la madera fría se arrojó al colchón apenas topó con el borde de la cama, hundiéndose en esta. Se posicionó de tal forma que su cuerpo quedó ladeado, siendo capaz de acunar su rostro contra la almohada. Las yemas de sus dedos recorrieron suavemente sus ojos, buscando algún rastro de lágrimas en ellos y afortunada o desafortunadamente para él, no había ninguna.

¿Cuándo fue exactamente que dejó de sentir tristeza y/o preocupación por su madre? No estaba seguro, quizás fue poco después de cumplir los once años, justo cuando la escuchó hablar por teléfono con una persona desconocida.

«No sabes lo mucho que desearía haberlo abortado.»

Fue lo que dijo.

Y Jimin, en ese entonces un niño, la escuchó.

Escuchó a su propia madre decir con una voz llena de dolor combinado con frustración que desearía haberlo abortado.

Esa fue la última vez que lloró por ella, o al menos, la última que recuerda.

Antes de que pudiera seguir divagando en recuerdos tristes su celular vibró. Era un mensaje de Taehyung, rápidamente desbloqueó el teléfono.

Tae-tae 💕:
Hola Chim, ¿estás?

Jimin:
Dios, ¡Tae! He estado preocupado
por ti, no respondías mis mensajes.
¿Te encuentras bien?

Tae-tae 💕:
Si... acabo de ver tus trescientos mensajes.
Estoy bien hombre.
Golpeado, pero bien.

Jimin:
¿Joohyun fue muy dura con ustedes?

Tae-tae 💕:
Algo así.
Después que la enfermera nos curó al imbécil y a mí Joohyun llegó, nos dio un sermón que puedo jurar duró horas.
Al final, solo llamó a nuestros padres, pero como los míos estaban indispuestos Namjoon llegó en su lugar.

Jimin:
¿Los suspendieron?

Tae-tae 💕:
Sip.
Joohyun nos dijo que tuvimos suerte de que la pelea no pasara a mayores porque arruinaría la reputación del Instituto además de que pudimos poner aun más en riesgo nuestra salud.
Blah blah blah.

Jimin:
Tae lo siento tanto.
El idiota de Jae hizo que te suspendieran ¡y en la primera semana de clases!
En parte sé que fue mi culpa, es decir, si tú no hubieras tratado de protegerme...

Tae-tae 💕:
Oye si vas a empezar con sentimentalismos
te voy a bloquear.
Jaja, broma.
Pero en serio, no trates de culparte, golpeé a ese imbécil porque quise.
Y porque se lo merecía:).

Jimin:
Aún así es injusto.
Quien solamente debió de haber sido
suspendido es Jae, no tú.

Tae-tae 💕:
La vida no siempre es justa y eso duele.
Pero bueno, ya pasó, ya no podemos hacer nada.
Volveré la próxima semana así que no me fue tan mal, es más, sirve que me recupero de los golpes.

Jimin:
¿Quieres que te vaya a ver?
Puedo visitarte saliendo de clases.

Tae-tae 💕:
Oh, me encanta esa idea.
Así aprovechas y me pasas tus apuntes jeje.
Bueno, te dejo, mis padres acaban de llegar y están gritando mi nombre, Jesucristo sálvame.
Por cierto, mañana me platicas qué tal te fue con el profesor Min.
¡Buenas noches!

Después de leer el último mensaje bloqueó su celular, colocándolo debajo de la almohada.

Un extraño rubor pintó sus mejillas al leer el mensaje de Taehyung recordándole lo ocurrido con el profesor Min. Una parte de Jimin le decía que no era la gran cosa, su maestro fue amable e hizo lo que se supone que cualquier docente capacitado debía hacer.

Sin embargo otra (gran) parte de él no podía dejar que pasara por alto esos pequeñísimos momentos dentro de la enfermería. La forma en la que cuidó de él, su tacto, tan delicado y cauteloso como si estuviese hecho de cristal; aquellos ojos que lo miraban genuinamente preocupado, esos mismos ojos en los que se perdió, naufragando en ellos, deseando no dejar de observarlos jamás.

A su mente llegó el recuerdo de Min tratando de detener la pelea, la forma en la que guardó la compostura sin dejar de expresar su malestar fue sorprendente. Jimin se preguntaba si acaso habrá sido casualidad el hecho de que entre todos los profesores del Instituto haya sido precisamente Min quien intervino.

No pudo evitar comparar el temperamento de su padre con el de su profesor de cálculo, ambos eran adultos, quizás Min era un poco más joven pero adulto a fin de cuentas. Aún así, su profesor parecía ser alguien mil veces más sensato, maduro, todo lo que su padre aspiró a hacer y no pudo.

—Si el profesor Min estuviera en casa... ¿también detendría las peleas entre mis padres? —murmuró para sí mismo.

Con una sonrisa rota cerró los ojos, quedándose dormido poco después.

[...]

Al día siguiente nada mejoró en lo absoluto, al contrario, todo parecía empeorar con cada segundo que pasaba.

Jimin podía escuchar los cuchicheos de los estudiantes a sus espaldas cuando estos lo observaban pasar. Las miradas acusadoras quemaban su espalda de forma descarada, definitivamente nadie sabía el significado de la palabra "discreto".

Llegando a su casillero sacó algunos cuadernos y guardó otros tantos. Una nota cayó al suelo justo frente a sus pies, no recordaba haberla puesto ahí. Observando a su alrededor de forma cautelosa tomó el papel, desdoblándolo poco después con las manos temblorosas.

"Creo que ese hematoma en tu nariz
te hace ver exquisito...
¿Te gustarían otras marcas?"

Su corazón se aceleró, observó nuevamente a su alrededor con más insistencia que antes, percatándose que ahora estaba completamente solo. Arrugando el papel entre sus manos comenzó a romperlo en pedazos, guardando los trozos en un espacio de su mochila para tirarlos después.

¿Quién habrá podido hacer eso? ¿Jae? No, imposible, el tipo fue llevado a la oficina de Joohyun después de la pelea, era casi imposible que él hubiese podido escaparse para hacer aquella "broma" de mal gusto.

Poco después escuchó unas risas detrás de él, girando su cabeza levemente Jimin se encontró con las miradas de Mingyu y Terrence, quienes lucían entretenidos por alguna razón.

Ninguno dijo algo, absteniéndose a solo barrer con la mirada al rubio para después retirarse del lugar.

Así que habían sido ellos...

[...]

Fue hasta la hora del almuerzo que Jimin cayó en cuenta sobre la gran falta que le hacía Taehyung.

Durante las clases Jimin podía distraer ese sentimiento de soledad prestando atención a los maestros y tomando apuntes, era fácil de ignorar esa sensación desagradable mientras se concentraba en algo.

Pero ahora era diferente.

El rubio nunca se había caracterizado por tener muchos amigos, de hecho, no tenía ninguno a excepción de Taehyung, quien se había convertido en la persona más importante para él y se atrevía a decir que el sentimiento era mutuo.

Analizó el panorama: todos lucían demasiado felices, riendo a carcajadas y compartiendo momentos posiblemente agradables con sus amigos mientras disfrutaban su comida, contaban algunos chistes y creaban anécdotas.

Luego estaba él, completamente solo en un rincón, sintiendo que cualquiera que lo mirase comer solo se burlaría de él o en el peor de los casos sentiría lástima por su soledad. Por un instante se imaginó cómo sería su vida si fuese más sociable, quizás no se sentiría tan apegado a Taehyung o tal vez no habría un cambio significante.

Deprimente...

—¿El qué es deprimente?

Sobresaltándose un poco, Jimin reconoció al instante esa voz.

—P-profesor Jeon —quiso levantarse de su asiento para saludarlo, pero el mayor lo detuvo.

—Tranquilo, no es necesario —sonriendo, observó el lugar vacío frente a su alumno—. ¿Está ocupado?

Ignorando la sensación de incomodidad el menor negó suavemente. Tomando eso como una invitación, Jungkook tomó posesión del asiento, acomodando su comida para que no estorbara el espacio de Jimin.

—Hoy es un día hermoso, ¿no crees? —suspirando alegremente, Jeon observó al menor—. A veces solo necesitamos detenernos un poco y analizar la naturaleza que nos rodea. Y a veces, eso funciona.

Frunciendo el entrecejo Jimin no sabía de qué diablos estaba hablando Jeon, pero no refutó su idea.

—Supongo que tiene razón.

—No me mires así, Jimin —destapó con cuidado su botella de agua, dándole un pequeño sorbo a esta.

—¿De qué forma?

—Como cuando estábamos en mi consultorio —dijo, alzando los hombros—. No voy a psicoanalizarte o algo a menos que tú quieras o lo necesites.

—Lamento si parece que no me importa lo que usted dice.

—No te disculpes por ello, actitudes como esas son normales en jóvenes como tú —sonriendo, Jeon se recargó sobre el respaldo de la silla—. ¿Todo bien? Escuché que hubo una pelea aquí ayer.

—Tan bien como se puede estar —dijo de forma un poco irónica—. Terminé con un golpe en la nariz y mi mejor amigo suspendido justo la primera semana de clases.

—Jimin... —dudando en si decir lo que pensaba o no, Jungkook suspiró—. Supe que Choi Jae también estuvo involucrado, mi pregunta es, ¿el pleito tuvo que ver contigo?

Tragando en seco Jimin desvió la mirada.

—¿Qué le dio esa impresión, profesor?

—Según palabras de la prefecta Joohyun, el joven Kim golpeó al joven Choi por defender a un amigo y aunque no dijo de quien se trataba, creo que es obvio que hablaba de ti.

—Yo... —empuñando las manos por debajo de la mesa se interrumpió a sí mismo.

—No te presionaré a que me digas algo, lo sabes, sin embargo creo que es hora de que abras tu mente y analices la situación, ¿realmente vale la pena seguir encubriendo a un bully?

—Tengo que irme, nos vemos el viernes, profesor.

Sin dejar tiempo a una posible respuesta, Jimin tomó sus cosas y se alejó de la cafetería lo más rápido que pudo.

Había algo en Jeon que a Jimin lo ponía nervioso de una forma que no sabía explicar; no entendía cómo a pesar de que su ex-psicólogo era una persona sumamente amable y comprensiva no podía formar un vínculo de confianza lo suficientemente fuerte como para confesarle la verdad.

A pesar de todos sus esfuerzos su mente y corazón parecían no ceder. Después de un tiempo llegó a la conclusión de que no siempre se puede aceptar la ayuda de los demás por más que estos estén ahí de forma incondicional...

O quizás solamente él era el del problema.

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