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Capítulo 16

« Es enfermizo lo mucho que me atraes.
No debería, pero aún así... quiero tocarte. »

•••

Los ojos de Min parecían arder con una intensidad sobrenatural, como si fueran capaces de devorar su alma y reducirlo a cenizas en un abrir y cerrar de ojos.

A pesar del inútil intento del mayor por emitir una advertencia (aunque su tono más bien se asemejaba a una amenaza), Jimin no podía resistirse a la atracción que aquellos ojos felinos ejercían sobre él, analizándolo minuciosamente como una presa diminuta y vulnerable.

Seducido por ese pensamiento, inconscientemente abrió sus piernas hasta que las caderas del profesor quedaron presas entre sus muslos. El mayor intentó moverse pero Jimin apretó sus muslos, imposibilitándole cualquier escape.

Después de unos minutos de estarse comiendo con la mirada, Jimin decidió romper el silencio.

—Creo que es muy considerado de su parte preocuparse por mí aún en una situación como esta —dijo—. Pero no lo necesito.

Min rió, un poco incrédulo.

—¿En verdad?

«¿En verdad?» repitió su subconsciente.

—Sí —respondió no muy convencido—. No le mentiré, me asusta lo que dice, en realidad, creo que jamás me había sentido tan vulnerable en toda mi vida.

Enarcando una ceja Min se inclinó hacia él, provocando que ambos rostros estuvieran a solo unos centímetros de distancia. Fue casi imposible para Jimin mantener su confianza al cien ante eso, sobre todo cuando sus pelvis se rozaron entre sí por encima de la tela.

Relamió sus labios cuando los dedos de Min tomaron su mentón, manteniéndolo quieto y obligándole a no apartar la mirada.

—Continúe —ordenó.

Cristo, ese hombre lo hacía sentir como si midiera menos de un metro.

—S-se lo dije antes, quiero poder estar cerca de usted —maldijo mentalmente por lo ahogado que había sonado su voz—. Quiero ayudarlo de cualquier forma y al parecer ya encontré la oportunidad para hacerlo.

La aterradora pero sensual sonrisa que le dedicó Min logró sacudir su corazón.

—Dígame entonces, Park, ¿qué oportunidad es esa?

«No sé que sea, pero algo parece estar atormentándolo.» las palabras de Joohyun llegaron a su mente.

Tragando saliva ruidosamente, exclamó como pudo:

—Yo... imagino que usted ha pasado mucho tiempo fingiendo —retuvo un suspiro, era difícil poder concentrarse para hablar cuando el cálido y exquisito aliento del mayor invadía su espacio personal—. N-no sé exactamente por qué, pero quiero entenderlo.

El profesor ladeó la cabeza, aparentemente interesado en las palabras del joven rubio.

—Siempre lo veo por los pasillos sonriendo, cuando puede se ofrece a ayudar a quien sea que crea que lo necesite; es por eso que todos lo aman, porque ven lo perfecto que es —usando una confianza que no sabía que poseía, se acercó al oído del mayor para susurrarle suavemente: —. ¿Pero alguna vez alguien se ha ofrecido a ayudarle para sobrellevar toda esa presión?

Como si hubiera activado un botón dentro de la cabeza de Min, el mayor forzó a Jimin a volver a recostarse sobre la cama, mientras su cuerpo era atrapado sin piedad por el abrazo de Min quien no mostraba el menor indicio de querer soltarlo. Jimin tímidamente deslizó sus manos sobre la ancha y fornida espalda del profesor, entrelazándolas detrás de esta.

—Sé por experiencia propia que es difícil mantener una sonrisa cuando tienes un secreto que te carcome por dentro —bien, faltaba la última estocada—. Si es por el instituto, si es algo personal que no le ha contado a nadie... sea lo que sea, quiero estar ahí. Solo para usted.

—¿Lo que sea?

—Lo que sea.

Con habilidad, Min deslizó sus manos por detrás de Jimin y las detuvo en su espalda baja, acercando sus cuerpos de tal manera que ni un suspiro podría escapar entre ellos.

—Es curioso oírle hablar de esta forma cuando siempre se ha mostrado como alguien tímido e introvertido —bromeó, con una sonrisa irónica—. Ya que mis advertencias no le han asustado ni un poco, entonces supongo que ya no será necesario "fingir" ante usted.

Jimin frunció el entrecejo.

—Eso-

Un gritó con sorpresa abandonó los labios de Jimin cuando el profesor abrió su camisa de forma repentina, dejando al descubierto su pecho.

—Tiene prohibido gritar o hacer cualquier sonido, si lo hace, me detendré y deberá olvidarse de lo que ha sucedido entre nosotros.

Antes de poder decir algo en forma de protesta, mordió rápidamente sus labios al sentir la respiración de Min sobre su cuello.

El mayor abrió su boca para recorrer lentamente el cuello de Jimin con su lengua, de abajo hacia arriba, dejando un rastro de besos cálidos a su paso. Cuando llega a la base del cuello de Jimin, muerde su piel haciendo que el menor se retuerza bajo su tacto por el placer; su cuerpo parecía estar el triple de sensible el día de hoy, cosa que no sabía si agradecer o maldecir.

Min continuó besando la parte superior del cuello del joven mientras sus manos se atrevieron a recorrer el torso ajeno para acariciarlo; Jimin maldijo al sentir cómo los besos del mayor se hacían cada vez más profundos y no era como si no le gustara, simplemente le molestaba la idea de tener que estar callado cuando su interior ardía por querer gemir y suspirar a voluntad.

El rubio ahogó un jadeo cuando el profesor se dirigió hacia sus clavículas, dejando un cálido recorrido de besos a su paso. Jimin se estremece, pero no hace ningún sonido y Min sonríe satisfecho.

—Esto te dolerá.

—¿Eh-?

Después de que Min dejara una última lamida sobre una de sus clavículas, Jimin abrió sus ojos con terror al sentir los dientes del mayor hundirse en su piel con fuerza, perforándola.

Jimin, asustado, se aferró con fuerza a las sábanas mientras su mano libre se dirigía a su boca para ahogar los sonidos de dolor que amenazaban con escapar de él. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras Min seguía mordiendo, como si quisiera comprobarse a si mismo cuán profundo podía llegar.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando sintió algo escurrir por su piel, ciertamente dudaba de que se tratara de la saliva de Min.

El mayor lentamente abandonó su escondite, Jimin observó con horror cómo los labios y mentón del profesor ahora estaban teñidos con un ligero color carmesí, eso era...

—Sabes muy bien, ángel.

La voz del mayor provocó estragos en él, siempre había sido agradable de oír pero justo ahora... le provocaba escalofríos.

Y tal vez un poco de miedo.

Con la ferocidad de un animal en plena caza, Min continuó mordiendo la piel de Jimin, eligiendo ahora su delicado cuello como blanco. Las lágrimas brotaron de los ojos del rubio, quien apretó las sábanas con fuerza, sabiendo que no podía permitirse siquiera un suspiro de dolor.

Jimin mentiría si no aceptara que esperaba a que el hombre que tenía encima suyo se sintiera satisfecho con haber perforado su clavícula, porque temía que la siguiente mordida fuera la última que pudiera soportar en silencio.

Con una, dos lamidas previas, Min mordió con fuerza en la zona y Jimin tembló, su cuerpo nuevamente siendo penetrado por la fuerte dentadura del profesor. Los labios de Min producían sonidos acuosos que distraían dulcemente a Jimin quien de pronto se sintió feliz al pensar que quizás estaba haciéndole sentir bien.

Jimin experimentaba una sensación confusa e indescriptible, una mezcla de dolor y placer que lo llevaba a experimentar sensaciones contradictorias.

Las mordidas le provocan un dolor intenso, pero también una extraña satisfacción. El ardor de las heridas y la idea de estar a punto de desangrarse eran un estímulo excitante para su cuerpo, llevándolo al límite de sus emociones.

En un momento dado, Jimin dejó de preocuparse por el dolor o las futuras marcas, lo único que anhelaba era experimentar más de esas sensaciones, quería...

—Si tan solo te vieras ahora, ángel —exclamó Min, burlándose de él cruelmente—. ¿Te lastimé, cariño? Lo siento.

A pesar de las lágrimas que nublaban su vista, Jimin pudo percibir claramente la aterradora sonrisa de Min. Por supuesto que no lo sentía, es más, el cínico parecía no estar satisfecho aún.

Jimin se estremeció cuando Min agarró su mano y la alejó de su boca. El mayor no pudo evitar notar la marca de los dientes de Jimin impresa en el dorso de su mano, la cual había sido mordida con fuerza para ahogar cualquier sonido que pudiera haber salido de sus labios.

—Has sido tan bueno, mereces una recompensa —dijo con ternura mientras limpiaba las lágrimas de Jimin—. Puedes hablar ahora, ángel. Desahógate.

Min encontró un placer indescriptible al escuchar los sollozos de Jimin que poco a poco fueron escalando en intensidad. Fue exquisito ver a su alumno de esa manera: vulnerable, subyugado. Las mejillas de Jimin estaban completamente sonrojadas, adornadas con lágrimas que brillaban en sus ojos. Su cabello era un desastre, completamente despeinado, lo que aumentaba su apariencia endeble y sumisa.

Y la mejor parte no era esa, claro que no.

Para Min, no había nada más hermoso que el magnífico hilo de sangre que brotaba de la piel aperlada de Jimin. Era una imagen que lo fascinaba y lo dejaba sin aliento, un hermoso río carmesí que alimentaba su sed de poder y control.

—Profesor —gimoteó Jimin, su respiración estaba agitada, sin control.

—¿Si?

—Esto... m-me duele... —tomó aire, decir cada sílaba le costaba más que la anterior—. E-estoy asustado, pero q-quiero más... ¿e-está bien sentirme así?

Conteniendo una carcajada, Min exclamó:

—Perfectamente bien.

***

Anda, primer capítulo corto.

¡Cuídense, lxs quiero!

Fun fact: este capítulo lo escribí mientras escuchaba en loop "Fever" de Enhypen y "Queendom" de Red Velvet, un interesante contraste.

—Cherry. 🍒

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