Capítulo 1
El inicio de un nuevo ciclo escolar era la etapa más dura para Jimin, el tener que lidiar con caras nuevas en un aula distinta con profesores que probablemente odiaría era definitivamente abrumador.
Con ayuda de un enorme espejo pudo ajustar su corbata, asegurándose de que esta estuviera perfectamente acomodada. Su madre solía regañarlo constantemente por tenerla desaliñada, aunque era normal para él debido a que odiaba usarlas.
Tomó el saco pulcramente planchado y se lo colocó con cuidado, abotonándolo en el proceso. Se evaluó por última vez frente al espejo y salió de su habitación, no sin antes colgar su aburrida mochila sobre sus hombros.
—¿Piensas ir a la escuela así de desaliñado? —escuchó la voz de su madre, quien salió de la cocina justamente cuando él terminó de bajar las escaleras—. ¿Cuántas veces te he dicho que la presentación es importante? Sobre todo cuando asistes a una de las instituciones más prestigiadas.
Jimin no la escuchó, o al menos, no con atención. Hacía un tiempo que había aprendido a ignorar las constantes llamadas de atención de su madre, pues, aunque esta intentara imponérsele no contaba con la suficiente autoridad para lograr algún efecto de sumisión en él.
Después de seguirle la corriente a la señora Park, Jimin se despidió de ella sin siquiera molestarse en tomar su desayuno, tenía el presentimiento que lo mejor era salir de ese lugar antes que algo malo le pasara a él.
Cosa que confirmó al escuchar un grito dolorosamente agudo, seguido del sonido de un fuerte golpe.
No pudo obligarse a que le importara, después de todo, ella tampoco se había molestado en averiguar el motivo del porqué de un día a otro su propio hijo dejó de prestarle atención a su apariencia.
[....]
Su llegada al Instituto no fue nada fuera de lo común, la misma rutina durante casi dos años podría hartar a cualquiera. La misma estatua frente a la entrada principal, los mismos pasillos aburridos, la misma cafetería, las mismas caras conocidas y algunas otras nuevas.
—Miren quien acaba de llegar.
Los mismos bullies de siempre.
Su cuerpo fue arrastrado hacia los baños, aquel firme y cruel agarre sobre uno de sus brazos ya era, tristemente, conocido. Jae Choi había sido su tormento durante años, desde que eran unos niños para ser más exactos.
—¿Me extrañaste, Park? —dijo socarronamente, observando el cuerpo contrario hacerse más pequeño—. Yo te extrañé, mucho, no podía dejar de pensar en ti durante el verano.
Jimin observó por el rabillo del ojo a los secuaces de Choi: Mingyu y Terrence. Dos pobres diablos sin criterio que se abstenían a solo obedecer al insufrible de Jae sin siquiera cuestionarse un poco.
—¡Ah! —Jimin gritó, sintiendo cómo Jae haló de su cabello, tirando su cabeza hacia atrás.
—¿No sabías que es de mala educación no responder cuando te hablan, Jiminnie? —se burló, acercando sus rostros—. ¿Me extrañaste, Jimin? —repitió, claramente irritado.
—S-sí... —susurró débilmente, sintiendo sus ojos picar.
Choi se carcajeó con falsa ternura: —Aww, ¿escucharon chicos? Nuestro lindo Jiminnie nos extrañó.
Jimin pudo escuchar unos aullidos burlescos de fondo, solo quería irse a clase y hundirse en su miseria sin ser molestado, ¿era tan difícil de conceder?
—¡Vamos a darle una calurosa bienvenida!
Sintió cómo Mingyu y Terrence lo sujetaron con fuerza, cada uno tomándolo de un brazo. Forcejeó, dando patadas inútiles hacia el aire.
Su corazón se agitó cuando vio a Jae abrir la puerta de uno de los cubículos del baño, no pudo saber con exactitud en qué momento se encontró a sí mismo arrodillado frente a la taza del escudado.
—¡Ya basta! ¡Por favor! —sollozó en cuanto sintió una mano sobre su nuca, haciendo presión en esta.
—¡Bienvenido de vuelta, hijo de puta!
Y lo último que sintió después de eso fue su cabeza hundida en el inodoro mientras unas carcajadas eran su música de ambiente.
[....]
—¿Acaso cree usted que está en su casa para aparecer a la hora que se le antoje?
Después de la escena en el baño, Jimin tuvo que correr rápidamente a su casillero para buscar su ropa limpia. Afortunadamente, nunca habían cambios respecto a los casilleros, así que él siempre dejaba un uniforme extra para casos así.
Sin embargo eso no pudo evitar su llegada tarde a la primera clase, justo con una de las maestras más estrictas del Instituto: la profesora Lee.
—¿Y bien, Park? ¿Con qué excusa saldrá esta vez? —la mujer lo miraba de forma despectiva. Si las miradas mataran, Jimin definitivamente estaría ochenta metros bajo tierra.
—Disculpe... yo... se me hizo un poco tarde —dijo casi en un murmuro, sus mejillas ardieron y pensó en huir del salón, sentir la mirada penetrante de toda la clase lo hacía sentir peor.
La profesora Lee simplemente bufó, concediéndole el paso sin agregar nada más. No perdería su tiempo con alguien que claramente no lo merecía –en su muy (equivocada) opinión–.
Bajo la (aún) atenta mirada de sus compañeros Jimin se dirigió a su asiento habitual: al fondo del aula justo a lado de un ventanal. Se preguntaba cómo nadie había ocupado ese asiento antes pues era sencillamente perfecto: podía observar algunas hojas caer, las nubes pasar y hasta encontrarles forma cuando se aburría en clases, podía distraerse cuando llovía... un asiento muy terapéutico, en su opinión.
Sacó sus útiles y fingió prestar atención a lo que su aterradora maestra explicaba cuando escuchó unos suaves picoteos en su pupitre, girando a su derecha Jimin se encontró con una sonrisa cuadrada que ya se sabía de memoria.
Enarcando una ceja, observó cómo el castaño le entregaba una nota doblada, claramente cuidándose de que su gruñona profesora o alguno de sus compañeros no lo descubriera.
Abriendo el papel con una sonrisa, Jimin leyó mentalmente:
"Esperaba verte en la entrada :( ¿qué pasó?"
Tomando su bolígrafo, escribió:
"Nada importante, mi madre me
entretuvo con sus regaños, ya sabes".
El castaño frunció los labios al leer la respuesta de su amigo, aparentemente poco convencido.
"Jimin, eres tan malo mintiendo que siquiera puedes hacerlo por escrito".
Su diminuta sonrisa desapareció lentamente, nunca podría engañar a su amigo, ni siquiera a través del papel.
El sonido de una campana dio por terminada la clase, el tiempo parecía diez veces más lento en las clases de la profesora Lee, casi como si las manecillas del reloj no quisiesen avanzar para darle fin a ese suplicio llamado Química.
Jimin volvió la vista hacia la ventana, deteniéndose cuando sintió la presencia de alguien frente a él. Sus ojos se encontraron con los de su amigo, Kim Taehyung, quien lo analizaba cautelosamente.
—¿Fueron esos imbéciles de Jae, Terrence y Mingyu, verdad? —preguntó, aunque fuese obvia la respuesta.
Jimin no respondió, en cambio, solamente negó con la cabeza.
—No metas a terceras personas, Tae, realmente mi madre...
—Voy a matar a ese trío de imbéciles —bramó, dispuesto a buscar a los matones.
—¡Tae! —gritó horrorizado, levantándose abruptamente de su asiento, logrando detener a su amigo justo frente a la puerta del aula—. ¿A dónde vas?
—¿"A dónde"? —repitió, sonriendo sin gracia—. A buscar a esos idiotas, les advertí que te dejaran en paz o sino los mataría a golpes.
Horrorizado, Jimin negó.
—¡Por favor Tae, no lo hagas! —suplicó, ajustando su agarre—. Vamos a olvidarnos de ellos, ¿sí? Fue mi culpa, yo no debí cruzarme en su camino...
—¡No! ¡Jimin date cuenta! —gritó, exhausto por la actitud de su amigo.
El escándalo pareció llamar la atención de sus compañeros, quienes guardaron silencio poco después de escuchar a Kim gritar. Avergonzado por su actitud, Taehyung respiró lentamente en un intento fallido por tranquilizarse.
—No puedes dejar que esto continúe —dijo, más comprensivo que antes—. ¿Hasta cuando seguirás permitiendo tanto maltrato? ¡Nada cambiará a menos que hagas algo al respecto!
Jimin boqueó, buscando una manera de refutar lo dicho por su amigo.
Pero no había nada que decir, Taehyung tenía razón.
—Tae... lo sé, estoy consciente pero... —se calló, incapaz de seguir con la conversación—. Déjame resolverlo solo, ¿sí?
Taehyung gruñó, sabía perfectamente que el pequeño rubio no haría nada, aún cuando este le jurase por su propia vida lo contrario. Aquello era desesperante, a decir verdad.
Kim trató en el pasado de ayudarlo, hablando con profesores y demás directivos. Un acto que resultó contraproducente cuando, al tomar cartas en el asunto, Jimin simplemente negara cualquier acusación de abuso, dejando a Taehyung mal parado.
Pero aún así, el castaño nunca lo dejaría solo, siempre lo defendería de quien sea que se atreva a molestar a su mejor amigo. Sin importar quien sea.
Pensó en decir algo más, deteniéndose al escuchar el sonido de una puerta deslizarse, al parecer habían olvidado que se encontraban dentro de un salón de clases.
Ambos voltearon, encontrándose con una mirada penetrante que los observaba con una ceja alzada.
Con unas sonrisas incómodas, el par de amigos se dirigió a sus respectivos asientos, poco después el resto de estudiantes hizo lo mismo.
La clase observaba con curiosidad los movimientos del nuevo profesor quien ya se encontraba buscando un marcador dentro de su maletín azabache. Vestía de traje y corbata, uno muy elegante al igual que su calzado.
Jimin pudo escuchar algunos cuchicheos de sus compañeros, unos más evidentes que otros.
"Siento que lo he visto antes..."
"¿No es el profesor que todos aman?"
"Wow Jennie, ¿habremos tenido suerte?"
"¿Ya vieron su rostro? ¡Es demasiado guapo!"
No mentían.
A pesar de que se encontraba de espaldas, aún podían ser capaces de observar su perfil mientras leía una carpeta que sostenía algunos papeles.
El profesor era bien parecido, pese a la distancia Jimin pudo apreciar su nariz pequeña y adorable, un contraste sin duda curioso con respecto al resto de su rostro pues también poseía facciones muy varoniles, atrayentes.
Sí, su nuevo profesor era muy guapo.
Con una sonrisa, el profesor depositó la carpeta sobre el escritorio, solo para después destapar el plumón, escribiendo unas cuantas letras en el pizarrón.
—Es un honor para mí estar frente a ustedes el día de hoy.
Jimin retuvo un suspiro, la voz de su profesor logró provocarle escalofríos. No lo mal entiendan, no es que fuese desagradable o graciosa, iba mucho más allá de eso.
La voz de su profesor era grave pero suave al mismo tiempo. No era nasal así como tampoco era cien por ciento armoniosa. Era lo justo, lo equilibrado, lo suficientemente agradable para el oído sin llegar a los extremos.
Unas pocas palabras bastaron para hacer eco en su mente.
—Seré el responsable de impartirles la materia de Cálculo, sé que suena tedioso y hasta algunos pueden sentir miedo de solo pensarlo.
Mientras hablaba caminaba por todo el salón, haciendo ademanes con las manos y tratando de no aburrir a la clase. Cosa que, para sorpresa de Jimin, funcionó.
—Quiero que sepan que en mi clase no se tolerarán las burlas hacia los demás —continuó, deteniéndose finalmente frente al escritorio, recargándose en este—. Cualquier falta de respeto hacia sus compañeros o a mi persona será reportada de forma inmediata. Seamos comprensivos con aquellos a los que les cueste comprender la materia o tengan muchas dudas. Recuerden esto, para mí, no existen las preguntas ni respuestas tontas.
Una chica alzó la mano, el profesor le cedió la palabra: —Si no existen las preguntas tontas... puedo preguntar, ¿usted está casado?
La clase estalló en carcajadas, Jimin logró vislumbrar a su amigo rodando los ojos con cierto fastidio, al parecer a Taehyung no le hacían gracia ese tipo de "bromas".
Riendo tímidamente, el profesor respondió:
—Aclararé su duda solo porque odio ser grosero —sonrió con amabilidad—. No, no estoy casado.
El chillido de alegría que se escuchó después provocó un nuevo estallido de risas.
Negando con la cabeza claramente divertido, el profesor continuó: —Bienvenidos sean a este nuevo ciclo escolar, espero que sea de provecho para todos ustedes. Tratemos de llevar la materia lo mejor posible, de surgir cualquier inquietud estoy a su disposición.
El corazón de Jimin se detuvo cuando finalmente su mirada y la del profesor se encontraron, quizás fue solo un instante, tal vez fueron minutos. No podría saberlo.
De lo que estaba seguro era de haber visto un brillo especial a través del lente de las gafas del mayor, uno que no podía describir. Y por supuesto que aquella sonrisa iba dirigida hacia él. O al menos eso fue lo que su mente loca le hizo creer.
Poco después fue capaz de vislumbrar lo que estaba escrito con tinta negra en el pizarrón:
"Profesor Min Yoongi"
—Min Yoongi... —susurró para él mismo.
Quizás, solo quizás, este nuevo ciclo escolar no sería tan horrible después de todo
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