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Capítulo 7

La hermosa mariposa "venenosa"

¿Qué tanto te pareces a tus padres?

No me digas que no existe un lazo entre vosotros, porque te lo negaré. Siempre hay algo que te conecta con ellos, así sea una simple tontería.

Si no lo crees, mírate durante unos segundos, en ti hay algo que les pertenece. Así sea el color de los ojos, una pequeña sonrisa o un simple mechón de pelo. Si sigues pensando que no es verdad, imagina que tienes a una niña delante de ti. Fíjate bien en ella, en sus características físicas.

Ahora piensa que su cabello es oscuro como el carbón, sus ojos son color miel que podrían endulzar a cualquiera, sus mejillas son pálidas que dejan mucho que pensar y sostiene una gran sonrisa entre tanta oscuridad.

Pues la mitad de su aspecto físico proviene de sus padres y no solo eso, también su personalidad. Como es obvio, existen cualidades que también heredamos de nuestros progenitores.

Podemos llegar a poseer su forma de ser, de hablar, de reír e incluso de caminar. Son pequeñas marcas que nos brindan con cariño, aunque para algunos sea una maldición interna que no te deja vivir.

Una vez oí que los padres son un espejo para los niños, ellos aprenden mirándolos constantemente, hay algunos que incluso desean lograr ser como ellos.

Podría darte más ejemplos de pequeños teniendo a su papá y a su mamá en un pedestal.

No obstante, ahora no es el momento de hablar sobre la familia, para ello debes saber otro dato curioso sobre mí.

Y esa información se escondía a lo lejos de una ciudad.

Entre las montañas y ríos, en un pueblo oscuro e infernal, en donde nadie parece ser lo que aparenta, como no, estamos hablando de Vendonia.

Pues ahí no, sino justo unos kilómetros después, exactamente al llegar a Dounville.

También conocido por "El pueblo de las sonrisas" y realmente lo era. Ya que se podría resumir fácilmente con dos adjetivos: feliz y amoroso.

La entrada transmitía un acogedor ambiente. Su paisaje era colorido, el camino era casi exactamente igual a la casa de Mickey Mouse, hasta la forma de los árboles era diferente a lo que se veía todos los días. Los habitantes se comportaban como los típicos muñecos amables que no tenían permitido dejar de sonreír.

Era un tanto terrorífico no notar ningún rostro triste, lo que al pensarlo te hacía dudar sobre ello. Pero no te preocupes, el lugar era fastidiosamente perfecto.

Mientras que Vendonia se quedaba en segundo plano, era como un cuatro en un examen, un pueblo deficiente.

Dounville y Vendonia era lo contrario a lo otro.

La alegría y la tristeza.

La uña y la mugre.

El blanco y el negro.

Sin embargo, los dos eran la misma mierda.

Supongo que eso nos sucedía a Paulette y a mí.

****

Ahí se encontraba uno de los pequeños fallos que contenía mi plan.

Al lado mío esperaba una anciana impaciente en escuchar mi respuesta.

Ella había conseguido que volviera a recordarla, lo que en parte el señor Wall también colaboró con ello, el caso es que quise negarlo todo. Lo cual no conseguí realizar, mis palabras se habían quedado estancadas en mi boca.

Me había comido la lengua el gato como suelen decir.

Y después de un rato llegó el temor.

Demasiado temor.

Uno muy inmenso.

Tuve miedo a mi apariencia, a ser como ella, a convertirme en ella.

En parte me lo merecía. Yo lo había buscado y logrado, aunque detrás se escondía una gran razón.

Sin embargo, no quitaba la condena de cada día tenerla en mí, a pesar de no ser ella.

Tal vez éramos dos gotas de agua, con un sabor distinto

El suyo estaba envenenado y el mío era natural.

Ella era cruel y despiadada.

Ella era la mala, la villana.

No debí engañar tanto a mi conciencia. No debí restarme culpa.

—Creo que se está equivocando, mi nombre es Julieta Brown— sonreí fingiendo tranquilidad.

—Juraba haber visto tu cara antes.

—Suele pasar— dije encogiéndome de hombros con desinterés.

La señora de gran edad esbozó una adorable sonrisa y agarró mi mano con cariño.

—Muchas gracias por recordarme a la preciosa Paulette— murmuró mirándome con dulzura, para después quedarse en silencio—. Ahora eres un recuerdo bonito.

Dicho aquello, prosiguió a salir de la tienda con dos girasoles en la mano.

Me quedé paralizada entre mis pensamientos, mis voces internas hablaban y discutían entre ellas, mientras que yo preferí quedarme pacíficamente.

Esa anciana conocía a Paulette. Esa señora creyó que yo era ella.

Y eso era lo único que me importaba.

—¿Julieta te encuentras bien?

Oh, de vuelta al mundo real.

—¿Eh?

—Estabas en otra galaxia.

—Solo estaba pensando.

—Te vi hablar con alguien, ¿Todo bien?

No, desastroso.

—Sí, bien.

Rodrigo relajó su cuerpo al saber que no me había pasado nada fuera de lo normal. Lo que era mentira, no obstante, él no debía saberlo.

—No sabía muy bien cuál elegir, ¿La rosa roja o la blanca?— preguntó el castaño cambiando de tema.

—El girasol— respondí señalando un pequeño rincón lleno de aquellas grandes plantas.

—A Claire le gustan las rosas.

Ahh, la rosa era para Claire.

—Pues Julieta prefiere los girasoles— informé con una sonrisa muy amplia.

—Llevaré rosas rojas, ¿Le gustarán?

Asentí restando importancia al asunto y salí de ese lugar, ¿Para qué iba a quedarme parada ahí mientras Rodrigo le compraba rosas a su Claire?

Era tiempo perdido y yo tenía asuntos pendientes.

—¿Y mi nieto?— me interrogó el abuelo de mi amigo nada más llegar al asiento.

—Sigue en la floristería, el pobre no sabe que rosa darle a su amiguita.

—Oh— se limitó a contestar.

—Iré a tomar el aire, me he mareado un poco— mentí para poder estar a solas un rato.

Ni siquiera esperé su respuesta y me dispuse a caminar. Estaba un "poco" harta de todo, sobre todo de Claire, no sé por qué, pero le tuve un resentimiento enorme.

Seguí andando con fuerza hasta que casi tropecé con una mini piedra y con un gran hombre.

¿Con cuántas personas más iba a chocarme?

—Lo lamento...

No acabé con mi disculpa, ya que abrí tanto la boca al ver la silueta que tenía sosteniéndome el brazo.

Para ese entonces, yo ya debía haber sido tragada por la tierra. Realmente estaba haciendo el ridículo quedándome más quieta que una estatua.

Y claro, ese señor me miraba seriamente, probablemente preguntándose por qué no me movía de ahí.

—¿Julieta?— susurró causando un estrago en mi interior.

¿JULIETA? Él me conoce...

—¿Disculpe?

Y sin más los dos quedamos perdidos totalmente en nuestras mentes. Intentando llegar a algún recuerdo cercano.

Podría incluso empezar a llover y nosotros seguiríamos pensando, fue un lapso en el que conectamos de alguna manera un tanto extraña.

Cuando por fin dejé de pelear con mi cerebro, di con imágenes suyas entre mi memoria.

En todas se mostraba cercano a mí.

Él sonriendo y jugando conmigo, él diciendo que yo era su pequeña favorita, él tratándome con cariño.

A mí nadie me había tratado con cariño, según yo recordaba.

—Julieta, ¿Sabes con quién estás hablando?

—No sé de qué me habla, no lo conozco.

—Probablemente no sepas muy bien quien soy...

—Mi novio me está esperando, tengo que irme— mentí dirigiendo mi vista para comprobar si Rodrigo se había dignado a salir de la tienda. No obstante, no quedaba rastro de él.

—Soy Joe, el amigo de tu madre.

"Amigo de tu madre".

Estoy en serios problemas.

—No lo creo, mi madre no hablaba con nadie.

Joe sacó repentinamente una fotografía bastante vieja y la acercó a mí. El tacto de esta con mi mano fue normal e indiferente.

Me repetía a mi misma que no debía mostrar rastros de nerviosismo. Así que me sentí, o intenté, estar segura.

La curiosidad me permitió indagar más en la imagen. Mi madre reía con dulzura, cosa que nunca vi, mientras que él la adoraba con la mirada. Verlos tan juntos, tan amigos, tan cercanos, hizo que recordara a James. Lo extrañaba demasiado...

No debo depender tanto de él.

—Paulette y yo fuimos grandes amigos— habló quitándome la foto.

El nombre de mi madre sonaba tan bello desde sus labios. Incluso sonaba hasta amigable. Si fuera otra persona, tal vez me hubiera creído el cuento de que Paulette era un ángel y bla, bla, bla.

Pero yo era su hija. Yo sí sabía quién era.

Y a mí nadie me engañaba, ni siquiera ese señor no tan desconocido.

Nadie miente a Julieta Brown.

Intenté escapar por segunda vez en el día. No obstante, algo me dijo que me convenía quedarme.

Además de que no me agradaba el hecho de regresar con Rodrigo, existía la posibilidad de extraerle información muy importante.

En el fondo sabía que ese tal Joe, alias "posible nueva ficha del juego", me podría servir de ayuda para un futuro.

—Usted dice ser amigo de Paulette, quiero pruebas— exigí.

—En la foto salimos juntos, éramos muy amigos— habló con sinceridad.

—Eso no confirma nada— volví a contraatacar.

—¿No te acuerdas del tío Joe?— preguntó con algo de dolor.

—No, no recuerdo.

Primera mentira

—Eres igual de olvidadiza que Paulette.

—Nos parecemos tanto...

Segunda mentira.

—Ustedes eran especiales para mí— confiesa cabizbajo—. ¿Quieres que te cuente sobre ella?

—Sí, me encantaría.

Tercera mentira.

Aquel hombre, bastante alto y maduro, se sentó sobre un banco del pequeño parque en el que nos encontrábamos.

Decidí analizarlo, él en sí representaba muy bien el paso del tiempo y la madurez en nuestro cuerpo. Era demasiado atractivo y más con aquella barba de unos cuantos días. Podría asegurar que Joe fue un joven muy inalcanzable para muchos en su adolescencia.

—Podría decirte tantas cosas sobre tu madre, pero ninguna explicaría lo bonita que era, tanto por fuera como por dentro— murmuró soltando pequeños suspiros entre cada oración.

—Mi madre era...¿Buena?

—Tu mamá era diferente, yo la quería demasiado, por cómo se comportaba.

Según ese señor, el día en el que la conoció, él tenía bajas expectativas sobre ella. Lo que me recordó a James y a su extraña manera de hacer amigos.

Me regañé a mi misma por no concentrarme lo suficiente en lo que me contaba Joe.

—A pesar de que Pau era una gran cabezota y bastante orgullosa logramos llevarnos bien. Ella se convirtió en mi todo y a la vez en mi nada.

—¿Todo y nada?— pregunté con interés mientras apuntaba cada palabra en mi cerebro.

—Pau comenzó nuestra amistad y ella la terminó. Empezó con un simple abrazo y terminó uniendo nuestros corazones.

Al principio, me costó unir cabos a lo que acababa de decir. Luego de un tiempo entendí a lo que se refería y no me había gustado nada.

Ese extraño señor hablaba maravillas de quien se hacía llamar "mi madre".

Ni siquiera intenté no odiar su forma de contarme los hechos de su historia, mi mamá no era perfecta.

—Así que usted y mi madre...

—Julieta siéntate, así estarás más cómoda— me ofreció interrumpiéndome.

—Estoy bien aquí— hablé secamente.

—Está bien, cualquier problema que tengas me lo haces saber.

Yo le sonreí falsamente e hice gestos de emoción exagerados en cuanto volvió a hablar. Cuanto más contaba, más sabía que me engañaba, la vida de Paulette no era la misma a la que yo conocía.

Distraída y frustrada por los hechos, miré enfrente encontrándome con palomas de distintas tonalidades grises.
Ellas se encontraban comiendo trozos de comida que se situaban revueltos en la tierra.

Justo a unos metros lejos se podía apreciar un banco, Joe explicó que era el lugar favorito de mamá y que siempre iban ahí, así sea para hablar o simplemente para agarrarse de las manos.

—Ella era un aire de tranquilidad en mi vida, era mi mariposa. Pau amaba ser libre como el viento, por algo siempre la relacione con aquel insecto tan bonito.

—¿Por qué la mariposa?

—Paulette poseía alas imaginarias que me hacían querer seguir en este mundo...

—Entiendo.

—Mi mariposa diariamente vestía elegante o con su típica vestimenta, se veía hermosa con todo lo que se ponía.

Imaginé a mi madre unos años más joven.

La vi sonriendo a su amigo, con su uniforme escolar y su melena dorada. Después la escuché reír provocando una melodía acorde a ella, no la tenía conmigo, aunque podía oírla.

Parecía dulce y todo, pero me la imaginé abrazada a Joe.

Y Joe no era mi padre, Joe era el amigo de Paulette.

Mi padre iba aparte, siempre estaba aparte.

—Ella constantemente venía dando saltos, haciendo que su falda de cuadros realizará pequeñas ondulaciones y su pelo volara por los aires— me contó—. A veces sigo mirándola, sigo pensando que está cerca.

—Eso nos sucede a todos.

—Las personas que te marcan vivirán pegadas a ti, son como un segundo tú. Por algo les abriste tu alma, para que ellos puedan quedarse una pequeña parte— habló con una sonrisa triste.

—Mi madre se quedó con más de una parte— respondí pensando en su relación.

—Tu madre es casi toda la parte.

¿Y mi padre? ¿Acaso se le olvidaba que yo también tenía un padre? ¿Acaso se le olvidaba que no iba a normalizar hablar con el antiguo "novio" de mamá?

Joe siguió contándome varios hechos que cambiaron sus vidas, entre ellos estaba la vez en la que mi madre escapó de su casa y durmió en el banco del parque.

Por supuesto, él apareció a los segundos y pasaron la noche entera juntos haciéndose compañía.

Él parecía olvidar que en esos tiempos mi madre ya estaba con mi padre. Y ellos se querían mucho.

—Debido a circunstancias del destino, nos separamos. Yo me fui lejos del país y ella se casó...

—Un final feliz— terminé por él.

—Tienes razón. Si no, no estuvieras aquí.

—¿Acaso eso importa ahora?— susurré para mi misma.

—¿Ahora me crees?

Sí.

—No. Podrías estar engañándome.

—Te he mostrado una foto, te he explicado cómo era tu madre, ¿Qué más quieres?

—No lo sé.

—Ven a mi casa— dijo mirándome fijamente—. Debo enseñarte algo.

—¿El que?

—No debo decirte nada, no aquí.

—Yo...

Nuestra conversación fue interrumpida.

—¿Julieta?— escuché cerca de mí.

—¿Castaño exci...? Digo, ¿Rodrigo?

—¿Qué haces aquí? Te he estado buscando, ¿Quién es este señor?— estalló con miles de preguntas.

—Este es un amigo de mi madre.

—Soy Joe— se presentó el sujeto.

—Soy Rodrigo, su amigo...¿Podemos hablar pequeña rubia?

—Sí...

Me acerqué a él con algo de rareza. No entendía qué quería, ni porque me buscaba.

—No pensarás irte con ese señor a su casa, ¿Verdad?

—Iré, él sabe sobre...

—¿¡Acaso no has visto nunca series de televisión?!— exclamó haciendo que entre en razón. Esas cosas nunca salen bien.

—Es casi un familiar para mí.

—¡Ese señor debe tener cuarenta años!

—¡Qué exagerado eres! Tiene treinta y cinco.

—¿Cómo lo supiste?

—Cálculos— dije obvia.

—No pienso dejar que te vayas sola.

—No pienso dejar que me acompañes— contesté dando mi última palabra.

—¡Julieta!— gritó intentando frenarme—. Si te pasa algo, James y tu abuela me matarán.

—Yo ya no le importo a James y mi abuela solo te golpeará, nos vemos.

Rodrigo quiso seguirme, no obstante, acabó rindiéndose y se fue a algún lugar.

—Iremos a su casa, pero antes debo decirle unas cuantas cosas— aclaré poniéndome delante de Joe.

—Dime Juliette.

—Me llamo Julieta— afirmé—. Usted tiene ideas muy diferentes respecto a mi madre...

—Es tu madre, se supone que la quieres.

—No puede decirme que sentir y que no, tiene otro punto de vista hacía ella, uno idealizado. Mientras que yo veo la realidad, Paulette no es agradable ni lo fue, ella es lo más horrible que hay en este mundo.

—Es tu madre.

—La chica de la foto ya no es mi madre.

Creo que fue lo único sincero que le dije.

—No estás siendo para nada educada.

—Claro que sí. No le hago una reverencia ni le aplaudo por cuidar de mi madre todo ese tiempo, porque tengo pereza— hablé sarcásticamente.

—Julieta, debo mostrártelo, ven conmigo.

—Nada me hará cambiar de opinión y lo sabe.

Él pareció darle igual, ya que comenzó a caminar con rapidez.

Analicé lo sucedido y tenía mis conclusiones.

Paulette y Joe eran una especie de Romeo y Julieta.

Solo que en esta historia Romeo estaba tan cegado por el amor, tanto que llegaba a lo absurdo y está Julieta era el veneno personificado.

Y yo era una simple espectadora.

****

Joe vivía en un gran departamento, o al menos eso parecía al ver los grandes pisos oscuros.

El edificio en sí era enorme y bastante moderno. Subimos poco a poco las escaleras y él sostuvo la puerta del ascensor mientras yo entraba con lentitud.

No era fan de los ascensores, me traían malos recuerdos, malas experiencias y malas personas.

Me imaginaba a ese tocándome, de hecho lo recordaba cada día.

Cuando ese se acercaba más, todo se volvía negro.

Mi cabeza comenzó a arder.

—Podemos llegar ya...

—Nos quedan dos pisos más— explicó mi acompañante.

—Quiero sentarme, lo necesito— pedí o más bien rogué.

—¿Sucede algo Julieta?— preguntó preocupado—. ¿Julieta?

Su voz se revolvía entre mis oídos provocando un efecto nubloso en mi vista. Él no dudo en agarrarme fuertemente y llevarme a su casa.

No sé cuanto tiempo me dediqué a estar en otro mundo.

Lo que sé, es que volví a la vida nada más ver al mejor amigo de mi madre.

—¿Tienes pánico a los espacios cerrados o...?

—Sí.

Décima mentira.

—Descansa, después hablamos.

—Gracias...

—No es nada.

Sonrió y desapareció de mi vista. Después de comprobar que ya estaba bastante lejos, me levanté intacta y revisé mi móvil.

"Ten cuidado pequeña rubia".

Un mensaje del castaño excitante.

Rodrigo creía que estaba en peligro.

Más sin embargo, yo no estaba entrando en la boca del lobo.

Por el simple hecho de que yo era el lobo en este caso. 

****

La curiosidad me mata y no aguantoooo

Holaaa, aquí me reporto de nuevo ;D

Ha pasado mucho tiempo...

Debo decir que me costó un montón escribir esto, no solo era por culpa de los exámenes, si no es que quería que se entendiera la idea y a la vez quedara un toque de duda.

Además de que al escribir yo respondía mis propias preguntas y teorías, soy una lectora más :)

Me leí tantas veces el capítulo que me lo sé de memoria JAJAJAJA

¿Presienten ya que personaje va a ponerse mal?

Adelanto: Julieta va a soltarse un poco o eso creo.

Pd: ¿Quién más quiere pegar a Rodrigo por no darle un girasol a Juli?

Nos vemos pronto y leemos❤

Tengan bonito día, tarde o noche :P

—Anahy🌹

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