Capítulo 5
El peluche olvidado
Los juguetes y los niños siempre han ido de la mano, y es que estos han sido regalados desde tiempos memorables; en cumpleaños, navidad, reyes magos, incluso en fechas no importantes.
¿Los necesitan? No, o eso creo.
¿Los hacen felices? Tal vez.
Te preguntarás ¿Por qué son tan esenciales? Bueno, creo que una de las cosas que los hace más atrayentes, son las novedades de cada año y lo asombrosos que son.
Además, los pequeños no pueden resistirse a pasar por una tienda e inmediatamente mirar el escaparate, ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Porque yo lo hacía.
No obstante, esa no es la pregunta que quiero hacerte, deseo saber algo normal para muchos, ¿Alguna vez has tenido un peluche o juguete que quieres y proteges? Ese que tanto amas, que no es muy relevante para los demás pero, para ti sí.
Dime, ¿Qué pasaría si de repente se manchara, se rompiera o simplemente desapareciera? Puedo apostar a que te sentirías horrible y llorarías un océano de lágrimas, exageradamente hablando.
En algunas ocasiones, tus padres buscan alguno parecido, aunque no es lo mismo, con el tiempo encuentras otro juguete y te olvidas del viejo.
Lo curioso es que también ocurre lo mismo con las personas, se van y otras nuevas aparecen y así sucesivamente.
Aunque, recuerda, cuando algo o alguien se pierde, también se esfuma una parte de ti. Esa parte que lo amaba, y cuando regresa, no es fácil lidiar con tus sentimientos escondidos.
Por eso te pregunto, ¿Y si después de un largo tiempo te encuentras de nuevo con lo olvidado? ¿Volverías a quererlo como antes o ahora solo sería algo pasado? ¿Acabarías con ese amor? ¿O recuperarías el tiempo perdido?
No saber qué hacer, ni cómo dominar este tipo de situaciones, es algo que odio. Solo puedo asegurarte que en mi caso, mi peluche perdido es Charly Benrite, el niño que se ganó mi corazón al instante en el que lo vi, bueno en el que nos unimos en una gran mentira.
Para no confundirte, viajaremos diez años atrás y nos encontraremos con una pequeña Julieta de siete años, exactamente el día en el que llegué a mi peor infierno.
A primera vista, para mí Vendonia era un lugar místico, supongo que las montañas, el gran bosque y la agradable naturaleza me engañaron.
Incluso llegué a creer que habría animales fantásticos, menuda decepción me llevé al pisar el territorio. Criaturas mágicas no había, sin contar a las brujas amargadas del pueblo, en fin creí que mi nueva residencia sería más "especial" como prometió mi abuela.
Al llegar a mi casa, lo único que me dediqué a hacer fue a realizar preguntas y más preguntas. No era una niña curiosa, solo quería intentar averiguar, si algo se escondía en el pueblo, algo que yo no debería saber.
—Abu, ¿por qué no estaban los pajaritos que me comentaste? Los busqué y no encontré sus plumas verdes por el camino, ¿acaso Vendonia no es tan mágica como dijiste?
—Juliette mañana los buscaremos, ahora ve a descansar es tarde y necesitamos dormir...
—¿Puedes leerme el cuento que papá inventó para mí?
El rostro de mi abuela se entristeció al nombrar a mi padre, yo solía olvidar que estaba prohibido hablar de ellos, olvidaba tantas cosas.
Lo que más amé fue el gris de mi cuarto y la oscuridad que lo envolvía, me quedaba horas sentada en el frío suelo, incluso a ratos me solían dar ganas de llorar.
La primera noche escuché a mi abuela sollozar, intenté consolarla, ella dijo que era demasiado pequeña para entender, me leyó un cuento y me dormí.
La segunda noche tuve pesadillas en las que grandes coches explotaban, abu me preparo chocolate caliente y descansó conmigo.
En la tercera entraron unos vecinos a gritarnos, porque no éramos bienvenidas a su perfecta población.
Las semanas pasaron, no tenía amigas, yo no encajaba, se encargaban perfectamente de repetírmelo varias veces, era diferente a todos, yo ya no era tan niña como quería creer.
En el transcurso de ese tiempo descubrí que todo en Vendonia era raro y diferente, parecían llevar un código secreto entre sus personalidades y sus vestimentas.
Los chicos se vestían solamente con tonos azules, grises, negros y marrones. Los demás colores no existían, eran "afeminados" según la población.
Al enterarme no sabía muy bien que hacer, no obstante, la tarde que me prohibieron usar una camisa negra mi odio hacia mi lugar de residencia despertó para jamás desaparecer.
Las chicas utilizaban vestidos hermosos, llevaban bolsos a juego y les hacían peinados bien elaborados.
Una vez le pedí a mi abu que me hiciera uno, me arrepentí enseguida cuando vi las heridas en sus manos, causadas por el excesivo trabajo que realizaba.
Así que yo iba con camisas, pantalones y raras veces faldas. No era tan llamativo como las demás, pero era eso o causarle dolor a la única persona que estaba ahí para cuidarme.
Todos los días veía de lejos a mis compañeros jugar, mientras yo comía feliz mi postre favorito, entonces pasó, una figura de cabello pelirrojo apareció ante mí. Él apareció.
Ahora tendría que decirte que me habló, nos hicimos amigos y nos enamoramos como los niños que éramos.
Eso no ocurrió en nuestra historia, en cambio él y yo ni siquiera nos miramos. Solamente nos esquivamos mutuamente.
Yo era buena haciendo como si todo me diera igual y él era bueno fingiendo que su vida era tranquila.
Meses y más meses pasaron hasta llegar al día de mi cumpleaños, seguía estando solitaria, no lo celebré, nadie me felicitó y lloré toda la noche.
Una mañana llegué tarde a la escuela, no me dejaron pasar así que estuve dándome vueltas por el edificio. Vi a un niño más grande que yo tirado en el suelo, a pesar de no conocerlo me dirigí a él con la intención de ayudarlo.
Una de las cosas que más me arrepiento en esta vida, fue no haberlo rescatado.
Antes de llegar a él, una profesora salió de una aula y me preguntó que hacía parada sin hacer nada.
—Estoy castigada...
—Ven con nosotros, estamos realizando una clase de dibujo.
—El niño— lo señalé— ¿Puede ir a ver qué le pasa?— pedí con desespero.
—Está castigado, no te preocupes por él, no se lo merece.
—Pero...
—¿Entras o prefieres hacerle compañía?
Echándole una última mirada decidí hacer caso a la profesora, ese mismo instante mi destino cambió, elegí primero a quien la vida me regalaba y dejé de lado a quien la misma me iba a arrebatar.
Me senté en una esquina, los pequeños artistas dibujaban nubes y varias flores, les estaban quedando hermosos para tener tan corta edad.
Luego me obligaron a ponerme delante del mural que acababan de terminar, era bastante amplio.
No entendí su significado, hasta que leí el título, "Somos pequeñas flores en un jardín llamado vida, tenemos dos opciones o nos pisotean o nos idolatran".
Un señor fotografió varias veces ese coloreado paisaje, junto a las imágenes se encontraba una en donde yo estaba seria, como de costumbre. No me afectó que me haya capturado en una foto, a fin de cuentas se eliminan con el paso del tiempo.
—Tu foto nos hará ganar, gracias por dejarte observar durante un segundo— escuché que me dijeron.
El dueño de aquella voz se encontraba justo detrás de mí.
No me asuste en absoluto, creo que estaba acostumbrada a las pequeñas sorpresas de la vida.
Por otra parte, el chico que me había hablado era muy peculiar; su cabello era del color de las zanahorias, sus hermosos ojos estaban coloreados de esmeralda, sus mejillas eran redondas causando una gran ternura, sus labios se veían secos y él era alto, bueno para mí todos eran altos.
—¿De qué hablas?
—Del concurso, estamos participando y gracias a tu bella carita ganaremos. Gracias desconocida.
—De nada...
—¿Quieres venir con nosotros a tomar un helado?
—¿Yo?
—Si quieres, yo te invito, mi madre me acaba de dar una pequeña cantidad de dinero.
—Está bien, después de clase.
—Te esperamos— sus ojos brillaron y sentí ganas de sonreír.
Las horas pasaron volando, estaba emocionada por el hecho de que al fin tenía un amigo.
Esperé en la entrada, el cielo estaba muy nublado para ser primavera; jugué con mis manos, conté los pétalos de las rosas, averigüe de qué forma eran las nubes, escuché conversaciones de maestros y aunque yo no llevaba reloj, podía afirmar de ya eran más de las cuatro de la tarde.
Al poco tiempo apareció mi abu preocupada, corrió al lugar en donde me encontraba y me sonrió con dulzura.
—¿No me regañarás?— le pregunté sigilosamente.
—No lo haré, vamos a casa, he hecho tu comida favorita.
Y sin más, fuimos juntas a nuestro hogar, con muchas desgracias sobre nuestra alma y cuerpo.
Estuve toda la noche mirando por la ventana, en el fondo esperaba que el pelirrojo y los demás aparecieran y se hicieran mis amigos. Para no estar tan sola, ni tan vacía.
Me quedé dormida ahí mismo, con las estrellas y la naturaleza, eran mi mayor compañía.
El sábado de esa semana decidí explorar el bosque, mi abu preparó en una cesta mi merienda y dando saltitos me adentré a ese lugar repleto de árboles.
En esa situación me sentía como en ese famoso cuento, llamado "Caperucita roja", que tiene demasiadas cosas que comentar.
Yo era la pequeña inocente y extraña Caperucita cruzando el bosque, como en la historia, sin embargo yo no esperaba que en vez de encontrarme un feroz lobo me atraparía un triste cordero.
—¡Hemos ganado!— gritó — ¡Gracias intento de Caperucita roja!
Me quedé en shock total, por la persona que se encontraba abrazándome. Quise empujarlo y huir, aunque yo sabía que debía ser fuerte, por ellos.
—¿Puedes dejar de tocarme?
—Perdón, por lo de ayer, yo...tuve un problema familiar.
—No quiero hablarte, vete.
—No me voy— se cruzó de brazos, apegándose más a mí.
—Vete.
—No...
—¡Vete!
—¡No me voy!
—Que te...
Estaba dispuesta a seguir con nuestra mini pelea absurda, si no hubiéramos escuchado ese grito agudo y tenebroso.
—¡Ayuda!
Un grito de auxilio.
—¡Por favor!
Nos miramos mutuamente.
—¡Tenemos que irnos!
—¡Nos necesita! Está en peligro— chillé.
—¡Tenemos solo siete años, cómo vamos a ayudarla!
—Debemos socorrerla, puede estar herida.
—Tal vez...
Algo se movió entre los arbustos, temblé de miedo, el pequeño pelirrojo corrió hacia mí y me tiró al suelo. Intenté librarme de él, algo inútil de mi parte. Los ruidos prosiguieron, ni siquiera sé cómo terminé llorando y él abrazándome.
Cuando finalmente dejamos de oír, inmediatamente los supimos, la voz había muerto junto con su dueña. Nunca olvidamos ese momento, el cual nos atormentó por días, meses y años.
—Será mejor que nos vayamos.
Tan pronto como habló caminé de regreso, tan solo hubo un inconveniente.
Nos perdimos, mejor dicho nos encontramos. Él me detuvo el paso con la mano, se removió el cabello y con fuerza habló.
—Seguro está bien.
—¿Tú en realidad crees eso?
—Sí...por cierto...soy Charly.
—¿Ehm?
—Me llamo Charly, soy el hijo del alcalde.
Charly, el encantador hijo de Greg Benrite y Estrella de Benrite.
—Me dicen Juliette...—le tendí la mano, nos las estrechamos con risas nerviosas.
—Un placer Juliette, ¿quisieras dar un paseo por este agradable bosque?— se inclinó, hizo una reverencia y espero a que yo contestara.
Eso era mejor que recordar lo que había pasado hace unos minutos, enterré el recuerdo y el ruido e intenté sonreír.
—Sí, quiero ver si por aquí hay alguna ave de color esmeralda, como tus ojos— señale los hermosos colores de sus iris. Él rio con ternura, él era tan lindo.
Durante los siguientes meses nuestro trabajo era buscar varios pájaros, no encontrábamos nunca ninguno, pero era divertido pasar tiempo con el pelirrojo.
No obstante, llegó un día en el que los dos sabíamos que no íbamos a ello. Nos acostamos en un prado con la intención de descansar de la caminata, Charly me contó sobre Vendonia y su gran lista de pecadoras.
Yo hablé con él sobre mi abu, seguimos conversando cuando él se acercó a mí.
—Desde hoy, seremos mejores amigos, tu extrañez me gusta— murmuró jugueteando con las flores.
—No quiero fomentar una amistad contigo— Charly me miró con duda y yo solo sonreí—. Porque luego se acaban y se olvidan. Yo no quiero ser un principio, quiero ser un final, que la distancia no sea una barrera en nuestro destino. Quiero que hasta separados seamos "July".
—¿Por qué pones tu nombre primero?
—Porque así queda más elegante...
—Oh, entonces hoy declaró nuestro día, para que "July" sea un final.
—Un final imperfecto.
—Nuestro final.
Charly y yo nos abrazamos con más que cariño, éramos pequeñas piezas de puzzle que intentaban complementarse entre ellas. Un puzzle que se vio obligado a no ser construido.
****
—¿Charly?
—Sí, ese es mi nombre.
—¡El pequeño Benrite!
Él me miró con confusión, aún se le hacía la misma cara de ternura cuando no entendía algo.
—Soy Julieta Brown...bueno Juliette...
—¿Juliette?— sus ojos oscuros volvieron a brillar, examinando cada parte de mí ser, con su profunda mirada— Estás diferente...
—Cambié pequeñas cosas innecesarias— me atreví a decir.
—Demasiadas cosas...
—Tú también estás extraño, antes odiabas el negro, ahora...
—Yo me visto como se me dé la gana, ¿vale?
—Veo que también has perdido tus modales.
Se rio en mi cara y me invitó a sentarme junto a él.
—Estás preciosa...pero, que tonto fui de niño, debí dejarte sola en el bosque te has vuelto insoportable.
—¿Insoportable? Eso no fue muy bonito viniendo de ti.
—No buscaba halagarte.
—Maleducado.
—¿Se supone que debería sentirme mal?
—Déjalo, yo solo quiero saber...
—El chico que me pidió que haga una reclamación al teatro fue James, me amenazó con golpearme.
—Ese idiota...
—No ha cambiado...sigue igual de repelente...
—Tuvo su cambio...
—De igual manera gritar delante de todos ha sido lo mejor que me ha pasado.
—¿Qué ocurre contigo, Charly?
—¿Qué debería ocurrirme, Juliette?
—Nada, aquí las cosas han cambiado, como nosotros.
—La chica de la foto...¿era Vanessa Leons?
—La conocías, ¿de verdad?
—Jugaba conmigo al escondite.
—¿Sabes lo que le pasó?— pregunté cabizbaja, Charly tenía el poder de eliminar mi energía y dominio en segundos.
—Desapareció...¿Qué pasó con....?
—Hora de irnos, ya es tarde pequeño Benrite.
Charly se levantó poco a poco de su asiento, se removió la suciedad con las manos y guardó una caja en su bolsillo. Su aura era distinta.
Ya no era el mismo pequeño que un día fue y eso me entristecía por dentro.
Por otra parte, yo busqué un objeto que él me había regalado. Después de rebuscar por todo mi abrigo sin dar con su paradero y ganándome miradas burlescas de su parte, decidí darme por vencida hasta que una sombra apareció.
—¿Señorita linda?
James...
Oh sí, hora del regaño.
—Aquí estoy.
Mi mejor amigo se situó entre el pelirrojo y yo, Charly se veía sereno, en cambio yo destellaba furia.
—Ya me ha contado que lo amenazaste, James habíamos acordado que no más violencia si no se trata de tus peleas— me acerqué a él.
—Necesitaba saber lo que ocurría con Nessa...por lo que veo te has unido a ellos...
—James...
—Traidora, era una maldita traidora— dijo mirándome con asco, lo sabía, él estaba enfadado.
—Escucha mis motivos.
—No quiero, cállate.
—Cállate tú, respétala solo te quiere explicar— interrumpió Charly.
No, no, otra vez no.
—¿Desde cuándo tengo que obedecerte?
—¿Desde cuándo tratas así a Juliette?
—No te atrevas Charly, por nuestra amistad.
—Nuestra amistad ya no existe.
Puñetazo y caída al suelo.
Así fue como dos de mis personas favoritas se acababan entre ellas.
El lobo que ahora cuidaba a Caperucita dejó sus promesas de lado.
Y el cordero que ya no era tan cordero luchaba contra él.
No era cuestión de ser, era cuestión de querer y Charly deseaba ser un lobo, uno muy malo.
Y yo, yo no quería seguir siendo Caperucita.
****
Holaaa! He estado un poco desaparecida por aquí :(
Por suerte he vuelto y con ganas de publicar más capítulos <3
Por cierto, ¡Felices Fiestas! 💖
Bueno, he de explicar que este capitulo me fue muy difícil de escribir, como podéis ver no esta todo explicado y eso es por motivos que pronto saldrán a la luz 👀
Lo único que puedo adelantar, es que en el próximo capitulo aparecerá unos de los principales secretos de toda esta historia...
Y que James y Charly van a pegarse muy duro...
:/
En fin, ¡Que tengáis un buen día, tarde o noche!
—A🌹
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