Entré a la casa y me subí directo a mi recámara, sentía cada minuto de mi existencia un dolor profundo, pensé que no podría resistir más, pero nunca lo diría, nunca hablaría este secreto, por mi bien.

Mi papá era un hombre importante dentro del gobierno, mas bien, era el respetado diputado, ¿un hijo gay?, era lo más vergonzoso que le pueda pasar, lo había escuchado una y otra vez maldecir la comunidad LGBT sin darse cuenta que me ofendia y que incrementaba el miedo de decirle que no soy como ellos quisieron que sea. "Normal".

-Cumpliste con tu palabra, ya te veo siendo uno de los hombre muy respetado de está ciudad
-Comentó al pararse en mi puerta.

-Sí, gracias -Fingi una sonrisa, pues últimamente estaba fingiendo sonrisa a todos y el único que veía eso era él, el chico, el culpable de mi repentino cambio de personalidad. El culpable de mi desesperación, aunque él nunca tendría la culpa, quién en su santo juicio se enamora de su mejor Amigo. Solo yo, un estúpido.