Blanco
| After |
Blanco
Un color acromático que reflejaba claridad, en donde se mostraba la nula aparición de oscuridad. Blanco, en donde el simple hecho de ver ese color creaba una sensación de paz, armonía, relajación... Tan blanco. Tan malditamente blanco.
Nunca odió tanto ese color.
Fue lo primero que sus ojos captaron con dificultad tratando de adaptarse a la luz, solo blanco, el blanco que predominaba en el techo, entre lámparas blancas. Un blanco que solo le taladró la cabeza y en la que deseó esconderse bajo la cama... Una cama de igual forma blanca, entre sabanas y almohadas del mismo tono ¿El blanco no era la ausencia de color? O la culminación de todos... No lo recordaba y no estaba de humor para siquiera rebuscar en sus recuerdos.
Antes de siquiera preguntarse el porqué estaba ahí, refunfuñó la existencia de ese color, le obligaba a cerrar los ojos incapaz de seguir sintiendo es escozor de sus ojos y también, porque varias ocasiones por las mañanas despertaba como todo un oso gruñón, la mayor parte del tiempo al hacerlo sin tener como primera imagen a su pareja dormitar a lado suyo, tan perfecto incluso si este despertaba peor que él entre una maraña de cabello y un carácter que el demonio mas vil no debía envidiar. Pero...
¿Dónde estaba Yura?
... ¿Dónde estaba él?
¿Qué era ese lugar?
Su cabeza se saturó con mil y un preguntas que no pudieron ser respondidas por él ni por nadie que estuviese cerca. Se encontraba solo en esa habitación, aparentemente de noche, su olfato captó un olor a antiséptico y algún medicamento extraño que le revolvió el estómago y solo al momento de querer incorporarse y vaciar su estómago cualquier tipo de nauseas desapareció para ser reemplazado por un dolor genuino y punzante en su pecho.
Sintió su garganta seca clamando por algo de agua entre el sacrificio que dio al inhalar aire por la boca en un intento para recuperar su aliento y disminuir su dolencia. Hasta ese momento tuvo dos cosas seguras; se encontraba en un hospital y se había roto más de una costilla... ¿Y un brazo?
El yeso rodeando su antebrazo izquierdo le volvió a cortar el aliento, el dolor se extendía por su hombro y parecía chocar con el principal en su pecho. Y no sólo eso, sus sorpresas seguían, su dolor de cabeza no disminuía.
Lo único que le devolvió una tranquilidad momentánea fue el ver que sus piernas estaban intactas y agradeció este gesto con suerte. Una fractura y su joven carrera quedaría en el olvido junto con sus propias aspiraciones.
A pesar de verse envuelto en una pobre bata de hospital. para colmo de su paciencia del mismo tono que le molestó desde el instante de despertar. decidió levantarse de la cama. Cada músculo en función pareció rechinar como metal viejo u oxidado, más allá del dolor que representaba las fracturas hubo algo más que le impidió avanzar a un ritmo habitual para cualquiera.
Debilidad.
Su cuerpo había perdido algo de forma, cada movimiento le resultó pesado y el solo acto de levantarse pudo considerarse como algo extraordinario, lo cual terminó por importarle poco al tener un sola cosa en mente que le dio las fuerzas para emprender su camino fuera de esa habitación.
¿Hacia dónde ir? Tal cual en su sueño el solo hecho de escuchar la voz de Yura bastaba para calmarle y adormecerle. mas esta vez deseó todo lo contrario. Otabek necesitaba escuchar esa voz de nuevo, algo genuino para asegurarse que todo era real, que ese Yuri era el suyo.
Conforme avanzaba a paso corto intentaba modular su tono de voz entre carraspeos lo que ocasionó una ligera tos y de nuevo, un dolor sobre su pecho. Ojala hubiese encontrado alguna jarra de agua en su habitación y así quitarse esa voz de locutor de radio adicto al tabaco, aunque... No solo era su voz, entre pequeños toques tras examinarse Otabek sintió el claro signo de los días pasar en su barba incipiente, incluso en su cabello el cual era un desorden de volumen, definitivamente daba una imagen de la que no estaba acostumbrado.
—"¡Codigo azul! ¡Codigo azul!" —De repente escuchó una voz chillona a todo pulmón en la habitación contigua a la suya, una enfermera de mediana edad y ojos rasgados, habitual en una mujer japonesa, no se limitó en romperle los tímpanos si estaba más cerca de ella y con mayor razón siguió su camino en el pasillo, por lo menos supo hacia dónde ir, en dirección contraria al caos. No pasó mucho tiempo para que el pasillo se congestionara entre internos y enfermeros a falta de un doctor en turno. Porque si, estar quien sabe cuantos días en cama no le impidió darse cuenta que no hubo nadie con la suficiente autoridad para hacerse saber en medio del alboroto. —"Entró en paro"
De haberlo sabido al kazajo le extrañaría la ultima oración que escuchó. Siendo una sala común, alejado de terapia intensiva debía significar una baja en los futuros inconvenientes ¿O no? Nadie debía entrar en paro en ese tipo de salas...
—¡Fuera de mi camino!
Como si el caos estuviese en ambas direcciones, específicamente hacia donde se dirigía escuchó un gruñido y maldiciones en ruso a lo alto, los pocos que quedaban en el pasillo fueron un par de personas curiosas que miraban detrás de él y sin querer, obstruian el pasó del joven gritón.
¡Y vaya que conocía a ese joven!
Tardíamente al reaccionar musitó un tenue « Yura » mientras le ordenaba a sus piernas aumentar el ritmo de sus pasos.
El reciente revuelo a sus espaldas dieron oportunidad al kazajo para salir desapercibido de su habitación, algo totalmente a la inversa para el rubio que maldecía a los desafortunados y adormilados hombres. Un empuje desesperado y la visión del ruso se despejó. No hubo nada más que se interpusiera entre ellos y pese a esto ambos permanecieron inmóviles.
Un amarre flojo en su cabello que dejaban algunos mechones sueltos y le daban una imagen más ligera, solo eso distó del gran abrigo negro que portaba, elegante y con toques característicos del ruso al asomarse entre las solapas el tono de animal print. Yuri Plisetsky seguiría siendo hermoso para él y esa mentalidad de enamorado le hizo detenerse sin saberlo en medio de su admiración, ese era el Yuri real, no el que permanecía en sus sueños acompañándolo cada día de inconsciencia.
Justo cuando se dispuso a reanudar su andar el kazajo se sorprendió del rápido actuar del tigre ruso, una rápida carrera hacia él y en un parpadeo lo tuvo entre sus brazos, hundiéndose contra su pecho el cual seguía doliendo y que fue disminuyendo y olvidándose para darle paso a una mejor sensación.
—Despertaste —Antes de preguntar algo Yuri habló, alzo su rostro hacia él y lo miró como si no lo hubiese visto en años—. Te despiertas y lo primero que haces es mostrarle tu trasero a las enfermeras, Altín
El cuerpo del moreno involuntariamente se tensó y comprendió el porque sentía una brisa colarse en sus partes bajas gracias a la bata, algo que Plisetsky no pasó desapercibido al abrazarle y más el ver varios par de ojos sobre su hombre. Claro, no había nada mejor para las enfermeras después de rescatar a un paciente de un paro respiratorio.
—Yura... —Antes de comenzar con su explicación fue retenido por un dedo sobre su boca, agradecía su control para no morderlo y crearse otro tipo de pensamientos insanos. Lo primordial era saber porqué se encontraba ahí, después y con algo de tiempo volvería a desviarse. —Te explicaré todo pero vuelve a la cama
El ruso era incapaz de dar explicaciones con un kazajo en bata, siendo la nueva fantasía de aquellas enfermeras libidinosas ¡Porque no lo engañaban! Los japoneses eran seres depravados, la mejor prueba era ese cerdo. Además, y no menos importante Beka no debía levantarse tan abruptamente después de permanecer semanas en cama... A decir verdad todavía no lo creyó capaz.
—Quería verte —Como si lo hubiese pedido por su expresión Otabek respondió a la pregunta que apenas se formulaba en la mente de su novio. Dio un casco beso sobre su dedo y emprendió el viaje de vuelta a su habitación asignada con un aturdido tigre detrás de él.
Tanto enfermeras como residentes en turno entendieron el trasfondo de la escena. El paciente del cuarto #187 por fin había despertado del coma inducido y se levantó por cuenta propia por el deseo de ver a su pareja, por ello no se dignaron a entrometerse por algunos minutos.
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