La esencia de un caballero:
CAMPO DE LONDRES
—¡EL GOBERNANTE DE LA OSCURIDAD ENVUELTO EN SOMBRAS SE ENFRENTA CARA A CARA CON EL HUMANO MÁS CORRUPTO Y MALVADO QUE SE PUEDE SACAR DEL INFRAMUNDO! ¡¡DE VERDAD, ESTA ES UNA BATALLA BENDECIDA POR EL MISMÍSIMO SATANÁS!! ¡¡NADIE PUEDE PREDECIR EL RESULTADO DE ESTE COMBATE!!
El público humano comenzó a inquietarse.
—¿Se supone que un asesino serial va a representarnos?
—No sé a quién apoyar...
—Bueno, los dioses no están mucho mejor, es el mismo demonio quien pelea por ellos.
—Además, ¿quién diablos es ese tal "Jack el Destripador"?
Uno de los hombres en las gradas alzó la mirada lentamente y exhaló una pequeña nube de humo mientras fumaba de su pipa.
—Jack el Destripador... el asesino serial más malvado de la historia—explicó—. Durante la segunda mitad del siglo XIX, en los suburbios de Londres, un objeto punzocortante fue utilizado para tomar la vida de al menos cinco prostitutas. La policía metropolitana de Londres juró por su honor que encontrarían al culpable. Sin embargo, no pudieron encontrar ni un sólo cabello del asesino.
El sujetó suspiró con pesadez.
—Sin duda... este fue un misterio tan profundo que ni siquiera mi Sherlock pudo descubrir la verdad.
El resto de personas a su alrededor se volvieron de golpe hacia él.
—T-tú eres...
Ni siquiera el mejor novelista de misterio pudo resolverlo, a pesar de dedicar su vida a la búsqueda de Jack el Destripador, no pudo obtener ningún resultado.
ARTHUR CONAN DOYLE: (Autor de la serie de Sherlock Holmes)
—Sin duda alguna, ese es Jack el Destripador.
En el campo de batalla, el infame asesino miró sombríamente a su rival mientras hacía una respetuosa reverencia hacia su oponente.
—Señor... permítame expresar mi gratitud por aceptar luchar en esta arena—exclamó, dejando de lado su bastón.
Llevándose las manos tras la espalda, reveló un par de enormes cuchillas que había estado escondiendo y las blandió mientras la luz de los reflectores caía tras su espalda.
El público fijó sus ojos sobre él.
—¿Otro espadachín de dos armas?
—No... esas son...
Jack tomó ambos filos, sin dejar de mirar ni por un sólo segundo a su oponente.
—Permíteme presentarte...—con un movimiento, acopló las cuchillas entre sí, revelando que en realidad se trataba de las dos mitades de un arma aún más retorcida—. Esta es... mi Völundr.
—¡¡Tijeras!!—exclamó el público.
—Qué inquietante...
—Un arma acorde para un hombre tan peligroso—sonrió nervioso Conan Doyle.
El asesino hizo girar su peculiar herramienta a toda velocidad, deleitándose con el movimiento de la misma.
—Qué exquisito... así que esta es un arma divina...
Trazó un veloz arco, y en un parpadeo una de las farolas metálicas que iluminaban la oscura calle fue partida en dos.
Jack abrazó sus tijeras.
—Podría cortar... cualquier cosa de la existencia en pedazos...
Mirándolo todo desde su palco VIP, Ares, el dios de la guerra, se cruzó de brazos tras la espalda.
—¿Tijeras gigantes, eh?—murmuró—. Otra arma extraña...
—Sin duda...—asintió Hermes, el mensajero de los dioses.
El destripador sujetó su devino tesoro a dos manos y encaró al señor de las moscas.
—Sea que se trate de Dios o del Demonio, siempre acepto un duelo—prosiguió—. Porque esa... es la verdadera esencia de un caballero.
Belcebú le estudió con aire sombrío y con helada actitud le miró a los ojos.
—Este no será un duelo—sentenció—. Sólo voy a destrozarte.
Sin que el dios se moviese en lo más mínimo, una grieta se extendió por el suelo desde el punto en que su bastón hacía contacto con la calle.
Por mero instinto, Jack saltó hacia un lado, evitando ser alcanzado por la destrucción invisible que viajaba hacia él. El pequeño edificio que se encontraba a su espalda vio su base destruida en mil pedazos, y toda la estructura colapsó de un segundo para otro.
—¡¿Q-QUÉ?!—gritó Heimdall—. DE PRONTO APARECIÓ UNA GRIETA EN EL SUELO. ¡Y DESPUÉS DE ESO, EL EDIFICIO SE HIZO AÑICOS! BELCEBÚ... ¡¿LANZÓ UN PODEROSO ATAQUE MÁGICO SIN LA NECESIDAD DE MOVER UN MÚSCULO?!
Jack no lo pensó dos veces, reacomodó su sombrero, se colgó las tijeras en el brazo derecho, dio media vuelta y echó a correr como alma que lleva el diablo.
—¡¡HA SALIDO CORRIENDO!! ¡¿JACK HA ESCAPADO JUSTO FRENTE A SU OPONENTE?!
—Eso parece acertado...—sonrió Loki.
Los ojos muertos de Belcebú se iluminaron brevemente con una macabra emoción, ya que absolutamente nada le divertía más que ver a los seres desesperarse y perder los estribos.
—Sigue corriendo, humano... es lo mejor que puedes hacer...
Sin prisa alguna, el señor de las moscas se dispuso a seguir los pasos de su víctima, doblando en un callejón y quedándose momentáneamente en blanco, pues la escena que lo recibía era, por demás, extravagante:
El asesino estaba cómodamente sentado frente a una mesa, sirviendo una tasa de té mientras revisaba la hora en un pequeño reloj de bolsillo.
—Mis más sinceras disculpas—sonrió el destripador—. Ya casi es la hora del té, después de todo.
Tomó una tasa y la ofreció a su oponente.
—Aunque usted sea un asesino como yo, servir el té es algo básico para un caballero—dijo—. ¿Le gustaría tomar un breve descanso, querido señor?
—¿"La esencia de un caballero"?—murmuró Belcebú—. No me interesa, terminemos con esto de una vez por todas.
El dios sujetó su bastón con la mano izquierda y alzó su brazo derecho.
Jack no se inmutó en lo más mínimo y dio un sorbo a su bebida.
—Es un Darjeeling de la más alta calidad, ¿sabe, querido?
Belcebú se lanzó frontalmente contra él a toda velocidad, dispuesto a terminar con la pelea en ese mismo momento.
No obstante, se detuvo en seco en el último segundo, notando como un cable yacía suspendido a milímetros de él, justo a la altura de sus ojos.
—Esto es...
—Oops...—rió el asesino, acomodándose el sombrero.
El señor de las moscas llevó su mano derecha al cable, y tan sólo su roce bastó para cortarlo limpiamente.
—Un truco ridículo... fuera lo que fuese.
Jack frunció el ceño.
—Eso fue... inesperado.
El dios no medió más palabra y se abalanzó contra el asesino, trazando un arco lateral con su mano derecha.
El humano respondió retrocediendo con un salto y desenfundando una extraña pistola, apuntándola no hacia su oponente, sino hacia el cielo.
—¡¡JACK HA SACADO UN ARMA DE SU CAPA!!
Un nuevo cable salió disparado a toda velocidad, en cuya punta tenía un gancho que se aferró a la cima de uno de los grandes edificios colindantes, impulsando así al asesino por los cielos.
—Escapó de nuevo...—murmuró Göll.
—No... no lo hizo—respondió Brunhild.
Mientras el destripador se alejaba del lugar, sintió una repentina punzada de dolor que le obligó a solar su arma y caer de regreso a tierra.
Un corte se había abierto a la altura de su vientre y sangraba levemente. Apenas y había sido una herida superficial, pero lo preocupante era el hecho de que el dios jamás lo había tocado.
—¡¡ESA FUE LA FAMOSA Y AFILADA CUCHILLA DE BELCEBÚ!! ¡¡JACK, QUIEN PARECÍA HABER ESQUIVADO EL ATAQUE, DE IGUAL FORMA RECIBIÓ UN CORTE!!
—¿Qu... qué fue eso?—preguntó Ares, confundido—. Belcebú ni siquiera lo tocó, ¿cómo es qué...?
Hermes sonrió divertido.
—Esas, querido hermano, son vibraciones.
El dios de la guerra se volvió hacia él, confundido.
—Eh... entonces, ¿su arma son las vibraciones?—hizo temblar sus manos y las mostró en alto—. O sea... ¿cómo esto? ¿Cómo se supone que esto sea un arma?
El dios mensajero se acercó a una mesa dispuesta junto a él y tomó de ella una copa de vino.
—¿En serio no conoces ninguna? Como por ejemplo...
Se acercó la copa a los labios y soltó una prolongada nota con toda la potencia de un cantante de opera, haciendo estallar el vidrio en mil pedazos.
Ares retrocedió intimidado mientras su hermano dejaba los restos del vidrio de nuevo sobre la mesa.
—A veces destruyen pequeños objetos en formas de ondas sonoras—explicó—. Y otras sacuden la tierra como terremotos... y algunas veces, la vibración puede ser tan aguda que se convierte en una cuchilla muy afilada.
El dios de la guerra abrió mucho los ojos, mirando con un nuevo temor al señor de las moscas.
—Crear vibraciones que provocan una tremenda destrucción—prosiguió Hermes—. Esa es la habilidad de Belcebú.
¡¡¡PALMYRA: EL ALETEO DEL DIABLO!!!
—Es una habilidad simple, pero muy versátil, es por eso que es tan difícil hacerle frente.
Ares se inclinó hacia él.
—Ya veo... ¿qué tanto daño puede hacer?
Hermes le toco el brazo con un dedo.
—Pues... con un simple toque, y de un momento a otro, el orgulloso cuerpo del hermano Ares habría volado en pedazos.
El dios de la guerra soltó un chillido, abrazándose a sí mismo.
En el campo de batalla, Jack se puso en pie y blandió sus tijeras a dos manos.
—Un sólo golpe...—comprendió—. Eso es todo lo que necesita para matar...
Belcebú atacó frontalmente una vez más. El destripador balanceó su arma y buscó interceptar el embate, sólo para que sus cuchillas fuesen cortadas limpiamente por la mitad.
Todo el público guardó un silencio de muerte mientras los pedazos de la herramienta del humano caían al suelo con gran estrépito.
El asesino retrocedió, conmocionado, y miró las agarraderas, ahora inútiles, de su tesoro divino.
—¡¿QUÉ ES ESTO?! ¡¡EN UN INSTANTE, BELCEBÚ DESTROZÓ LAS TIJERAS DE JACK EL DESTRIPADOR!!
Los espectadores humanos entraron en pánico.
—¡AAAAAAAAH!
—¡¡Sabía que escoger a ese tipo era una mala idea!!
Göll apretó los puños, mientras que Brunhild permanecía con la vista totalmente oscurecida contemplando el escenario de batalla.
El señor de las moscas se cernió imponente frente a su enemigo y alzó su brazo derecho.
—Se acabó...
Jack retrocedió con un salto, quedando de espaldas contra una pared, incapaz de seguir huyendo.
Sin perder el tiempo, el asesino se llevó las manos al bolso que cargaba consigo y extrajo un gran puñado de cuchillos similares a bisturíes médicos, los cuales lanzó con todas sus fuerzas de frente contra su oponente.
—¡¡SE SACUDE CON DESESPERACIÓN!! ¡¡¡JACK HA LANZADO SUS CUCHILLOS COMO UN ÚLTIMO ESFUERZO!!!
"¿No está usando un arma divina?"—notó Belcebú de inmediato.
Los proyectiles se acercaron a su objetivo, pero antes de tan siquiera tocarlo, la gran mayoría salió despedida en direcciones aleatorias a toda velocidad.
El señor de las moscas se encontraba sosteniendo su bastón con la mano izquierda, con el cual había creado un escudo de vibraciones que habían desviado el peligro lejos de él.
¡¡¡SORATH SAMEKH: PUERTAS DEL INFIERNO!!!
El dios frunció el ceño.
—Bastardo...
El público guardó un nuevo silencio al comprender lo que sucedía.
A pesar de que la gran mayoría de ataques habían sido desviados exitosamente, un único proyectil se había conseguido alojar profundamente en el abdomen del dios.
—¡¿Q-QUÉ ES ESTO?! NO... ¡¡ESTO ES IMPOSIBLE!!—gritó Heimdall—. ¡¿LOS CUCHILLOS DE LA HUMANIDAD HAN LOGRADO PENETRAR LA CARNE DE LOS DIOSES?!
Belcebú se llevó una mano a la herida. Poseía los suficientes conocimientos médicos para saber que la puñalada no había sido letal, pero cerca había estado de serlo.
—Eres un vil mentiroso...—murmuró sombrío.
Jack sonrió divertido mientras se ponía en pie.
—Oh, cierto, te informé antes que mi Völundr eran esas tijeras, ¿no es así?—dijo, con un tono de falsa preocupación—. Me doy cuenta de que usted no es un hombre fácil de engañar, es muy perspicaz, de eso no hay duda...
El señor de las moscas frunció el ceño, sacándose con un tirón el arma alojada en su cuerpo. En un sentido estricto, lo mejor hubiese sido mantener el cuchillo en su interior, pues este le servía como tapón para evitar desangrarse. No obstante, en el contexto de una batalla, y conociendo bien su propia resistencia, el dios sabía que el mejor curso de acción era la vía inmediata.
—Dime, entonces, ¿son esos cuchillos tu verdadero Völundr?
El asesino lo miró con sus ojos ocultos tras la oscuridad.
—Permíteme mostrarte mi auténtico Divino Tesoro...
Se llevó nuevamente las manos al bolso, extrayendo una larga cuerda repleta de afilados cuchillos los cuales hizo girar a su alrededor en un hipnótico movimiento. El menor error o perturbación en su ritmo podría causarle una herida letal, pero eso no le preocupaba en lo absoluto.
El dios de la destrucción, Shiva, frunció el ceño tratando de comprender lo que veía.
—¡¡¿Cuál es?!!—exigieron saber los cuervos de Odín.
Jack respondió con una grandilocuente presentación.
—¡Es esta Bolsa de Creación de Armas Divinas!
Heimdall ladeó la cabeza.
—¿BOLSA?
—Tristemente, soy incapaz de crear armas más grandes que la propia bolsa—prosiguió el asesino—. Además, todo es personalizado y se crea al momento.
Tomó media docena de armas entre sus manos y, con una sonrisa macabra, miró a los ojos de su oponente.
—Porque esa es la verdadera esencia de un caballero.
Las reacciones del público fueron mixtas.
—Oh... guau...—decían los humanos.
—Es increíble...
—¡¡Cobarde!!—respondieron los dioses.
—¡Lo sabía! ¡¡La propia existencia de la humanidad es un pecado!!
Belcebú miró a su oponente con dureza.
—Eso... ¿es también una mentira?
El asesino soltó una pequeña risa.
—Quizá sí, o quizá no—respondió—. Eso tendrás... que averiguarlo.
La menor de las valquirias arrugó el entrecejo, mientras sudor nervioso bajaba por su rostro.
—¿Por qué... por qué escogiste a ese hombre?
—Göll... ¿qué es aquello en lo que los humanos exceden por completo a los dioses?—respondió Brunhild—. ¿Lo sabes?
La joven negó con la cabeza.
Su hermana se volvió hacia ella con una retorcida sonrisa en los labios.
—Es en la... maldad.
Acto seguido, su expresión pasó a una más bien dulce e inocente.
Göll retrocedió, mientras Brunhild devolvía su atención a la batalla.
—La personificación de ese abismo infinito, se grabará a fuego en la mente del dios que sólo ve a la humanidad como sujetos para experimentar.
La sonrisa del asesino serial se ensanchó de oreja a oreja mientras su único ojo al descubierto comenzaba a relucir con la locura más absoluta.
—Poderoso Señor de las Moscas...
TIEMBLE ANTE MÍ
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