Decadencia humana:
El asesino serial más retorcido entre la humanidad sonreía de oreja a oreja, con los brazos extendidos y una mirada macabra mientras encaraba al dios maldito por Satán.
—Y ahora... comenzamos el acto final.
—¿QUÉ...? ¿QUÉ ESTÁ PASANDO?—preguntó Heimdall—. ¡¡TODO LO QUE JACK EL DESTRIPADOR HA TOCADO SE CONVERTIRÁ EN UN ARMA CAPAZ DE HERIR A BELCEBÚ!! ¡¡EL DIOS DE LA OSCURIDAD FUE PUESTO CONTRA LAS CUERDAS POR EL MAL MÁS GRANDE DE LA HUMANIDAD!!
Belcebú se reincorporó en toda su altura y sujetó su bastón con fuerza, comenzando a emitir una peligrosa aura de poder. Jack sonrió sin poder contenerse.
—Unbelievable... ¡¡Que ira tan desbordante!! Mezclada con tanto autodesprecio... veo culpa, sin embargo, a pesar de la situación, no hay señal de temor, sino de creciente esperanza—se quitó el sombrero e hizo una reverencia—. Un color digno del del tan temido sacerdote de la gula, tienes mi admiración.
Ambos oponentes cruzaron miradas.
—Tú... puedes ver mis emociones con ese ojo—comprendió Belcebú.
El humano alzó la mirada.
—¡Wow!
El público se removió inquieto.
—¿Ver... emociones...?
Jack se acomodó el sombrero y alzó la vista al cielo.
—Yes, sir. En medio de toda la maldad que inunda mi alma, esta es mi razón para vivir. The gift, que los dioses decidieron darme...—extendió los brazos—. Los colores que puedo ver... son una obra de arte que sólo yo puedo crear. Además... mi arte es capaz de hacer que cualquiera brille... sin importar lo oscura que haya sido su vida... ¿no es algo maravilloso?
Belcebú frunció el ceño, intrigado, pero también asqueado.
—¿Es esa tu razón para matar?
—Sé bien que está más allá de tu comprensión... pero aquellos cuyos corazones se unen con la emoción del miedo... poseen una belleza que no cambiaría por nada en el mundo.
El público comenzó a temblar, en una mezcla de ira y temor.
—Esta demencia... él es la maldad encarnada—murmuró Shakespeare.
—Qué repugnante—decían los dioses.
—La humanidad debe ser purificada...
—¿Un regalo de los dioses? Maldito monstruo...
Jack se regodeaba en la reacción de las gradas, sonriendo torcido. Belcebú, no obstante, se mantuvo sereno.
—Ya veo...—murmuró—. He enfrentado a muchos oponentes, todos murieron y sirvieron en mis experimentos. Veo en tu locura un dolor que se refleja en mis propios ojos cada mañana frente al espejo... Perdiste a alguien, ¿cierto?
La orgullosa sonrisa del asesino menguó.
—¿Qué dices...? ¿Qué perdí a alguien...?
—No me interesa si te entregaste al mal por venganza, traición, autodesprecio o simple enfermedad. La razón es del todo irrelevante—susurró el ángel caído de la gula—. Al final del día, cuando te consume un dolor tan atroz... la única salida real para conseguir paz no es otra que la muerte.
Jack se agachó levemente, con su ojo derecho refulgiendo con intensidad.
"Están retrocediendo... sus emociones de ira, repulsión y duda..."—pensó—. "Este color emergiendo desde el centro de su cuerpo... este dolor compartido... ¿es empatía? ¿Es esa la compasión?"
—Jack el Destripador—anunció Belcebú—. Te mataré de la forma más cruel y miserable que mis manos sean capaces de darte. Y ese ojo tuyo... acabará en mi mesa de disección.
El destripador suspiró.
—Ah... qué hermoso...
Jack pudo notar... que ahora Belcebú lucharía verdaderamente de la forma más temible hasta ahora. Los instintos del asesino serial le gritaban que necesitaba un plan...
Sin embargo... ¡¡Debía estar a la altura de un caballero!!
Belcebú ataco primero, lanzando un golpe con su bastón en mano derecha. Lo edificios circundantes se despedazaron y escombros volaron en todas direcciones. Jack, por su lado, esquivó el primer embate saltando hacia un costado, y en pleno vuelo se asió a los pedazos de roca y granito que giraban a su alrededor, dotándolos de poder divino antes de arrojarlos de regreso contra el dios oscuro.
El señor de las moscas despedazó dichos proyectiles con un movimiento de su mano y siguió avanzando, a lo que Jack sólo podía responder retrocediendo.
—¡¡H-HA COMENZADO UN COMBATE DEVASTADOR!! ¡MIENTRAS SE MUEVE Y ATACA, BELCEBÚ CREA UNA TORMENTA DE ESCOMBROS! ¡MIENTRAS TANTO, JACK CONVIERTE ESA TORMENTA EN ARMAS DIVINAS Y LAS USA PARA ATACAR!—gritó Heimdall—. ¡DEMOLICIÓN! ¡¡DEMOLICIÓN!! ¡¡¡TODA LA ARENA ESTÁ SIENDO DEMOLIDA!!! ¡¡¡BELCEBÚ SIGUE DESTRUYENDO TODOS LOS ESCOMBROS QUE JACK LE LANZA!!!
El asesino se agachó por debajo del Bastón de Apomyus, sujetó un viejo cartel metálico de un negocio y lo cargó de energía. No obstante, ni bien se había preparado, la mano derecha del demonio le paso por enfrente, destrozando su arma sin siquiera darle oportunidad a usarla.
Las vibraciones aumentaron su poder exponencialmente mientras el señor de las moscas alzaba su bastón por sobre su cabeza.
—¡BELCEBÚ APROVECHA LA ABERTURA!
¡¡¡SORATH VAU: ÁNGEL CAIDO DE LA GULA!!!
Jack saltó, giró y se revolvió alrededor de su oponente, justo a tiempo para evitar ser partido por la mitad ante la enorme cuchilla de vibraciones que se precipitaba contra él.
El suelo a sus espaldas se abrió en un gran cráter, levantando nubes de polvo a su alrededor.
—S-SIN EMBARGO... JACK ESQUIVA FÁCILMENTE EL GOLPE DE BELCEBÚ...
El señor de las moscas se volvió sobre sí mismo a toda velocidad y trazó un arcó ascendente con su bastón. Jack le evitó arqueando la espalda, pero la simple fuerza de las vibraciones le lanzó varios metros hacia atrás. Un corte sangrante se abrió en su mejilla derecha.
Belcebú volvió a atacar. Jack dio un pisotón y levantó del suelo una tapa de alcantarilla que interpuso entre su cuerpo y el bastón del dios. No obstante, aquel báculo despedazó el arma divina como si fuese aire y la explosión resultante mando a volar al asesino.
—¡¡ES INUTIL!! ¡¡AUQNUE TENGA PODER DIVINO, ES COMO SI FUERA PAPEL!! ¡¡QUÉ PODER!!
Los humanos empezaron a desesperarse.
—Esto no es bueno...
—Es muy fuerte...
Jack se abrazó a sí mismo y rodó por el suelo antes de volver a caer en pie, respirando con dificultad y manteniendo una forzada sonrisa de dolor.
—Wonderful... ha superado mis expectativas...
Se quedó paralizado por un momento, mirando a los ojos rubíes del demonio. Se llevó las manos a la cabeza y respiró agitadamente. Se veía a sí mismo, como nada más que una pequeña e inofensiva marioneta, despedazada por la maldad salida del infierno.
—Ah... posiblemente logre matarme—comprendió.
Disparó su gancho hacia el crucifijo en el techo de un edificio cercano y salió disparado hacia las alturas.
Belcebú se limitó a trazar un arco con su mano izquierda. La vibración cruzó el aire a toda velocidad y cortó la cuerda del arma, haciendo al humano caer violentamente al suelo.
—¿QUÉ...? ¿PERO QUÉ ACABA DE...?
Jack yacía sobre las rejas de una propiedad, atravesado su costado por una de las picas metálicas que fungían como defensa del portón.
—¡¡EMPALADO!! ¡¡JACK EL DESTRIPADOR HA SIDO ATRAVESADO POR UNA REJA DE ACERO!!
El asesino vomitó un chorro de sangre y desenvainó un cuchillo con el cual liberarse de la reja. Belcebú se le acercó lento, imponente, inexorable, como una sombra de infinita paciencia. Jack asió la lanza que lo atravesaba a dos manos y, exhalando un desgarrador aullido de dolor, se la sacó de un tirón.
Incluso los humanos más escépticos del destripador sintieron horror ante tal escena.
—Jack...
El aludido se incorporó nuevamente, sujetándose el costado herido con una mano mientras se apoyaba en la pica de hierro como si de un bastón se tratase.
—Sorprendente—murmuró Belcebú—. Aún sigues vivo.
Jack trató de sostenerle la mirada, sin éxito. Su cuerpo temblaba incontrolablemente y sangre salía a chorros por sus heridas.
—Debo admitirlo... eres increíble—confesó el señor de las moscas— Pero este es tu fin.
Jack se dejó caer de espaldas y se abrazó a sí mismo con dificultad.
—Quizá tenga razón... sir... Sin embargo—se recompuso con inusitada rapidez y se deshizo de su saco, el cual refulgió al ser imbuido de poder divino—. ¿Lo ha olvidado?
Trazó en el aire un símbolo de infinito usando su prenda, cuyos bordes poseían afiladas cuchillas discretamente camufladas. Belcebú abrió los ojos de par en par por la sorpresa y Jack volvió a ponerse el saco.
Durante su asenso y posterior caída, había tocado con sus guantes el edificio que se alzaba tras él, y que ahora se desplomaba sobre el señor de las moscas.
—Toda la ciudad de Londres es un arma mortal en mis manos.
El asesino se lanzó contra Belcebú a toda velocidad, obligándole a decidir: ¿usaría su escudo y se protegería del ataque? ¿O invocaría su lanza, matando a Jack pero potencialmente muriendo él mismo en el proceso?
La decisión era fácil para el señor de las moscas. Pero lastimosamente, no era de él que dependía la cuestión.
El tatuaje de Belcebú comenzó a provocarle un intenso dolor. Una mano conformada por un espinoso rosal se abrió paso por el cuerpo del dios, justo bajo su piel, en una grotesca forma, arrebatándole el Bastón de Apomyus de su mano derecha y pasándolo a la izquierda.
—¡NO!—bramó el dios maldito, pero ya era muy tarde.
Sin realmente desearlo, balanceó su bastón en un golpe lateral al tiempo que desplegaba un escudo. Jack saltó y se impulsó ayudado de las mismas vibraciones defensivas y con una sonrisa que reflejaba algo de desconcierto salió disparado hacia las alturas, atravesando las ventanas del edificio que se derrumbaba y saliendo intacto por el otro lado.
Belcebú, por otra parte, se vio solo e impotente cuando el monumento entero le cayó encima, sepultándolo bajo toneladas de roca y granito solido imbuido de poder divino.
¡¡¡BLESSING OF THE RONDO!!!
El campo de batalla en su totalidad tembló fuera de control. Cortinas y pilares de humo y polvo se elevaron por el cielo y la ciudad de Londres fue tragada por la más pura de las locuras.
—TANTA... DESTRUCCIÓN...—murmuró Heimdall.
Jack se cernió sobre los escombros, se acomodó el sombrero y sonrió orgulloso.
—¡ESTE HOMBRE CONVIRTIÓ TODO EL EDIFICIO EN UN ARMA, Y LO ARROJÓ CONTRA UN DIOS!
El público le miraba horrorizado. Arthur Conan Doyle comenzó a sudar profusamente.
"¿Todo fue parte de su plan?"—se preguntó—. "Convertir el edificio en un arma y atraer a Belcebú hacia él. Y para evitar que le aplastara usó el escudo de Belcebú como una forma de retirada. ¡Pero qué plan tan diabólico!"
—DESPUÉS DE RECIBIR UN GOLPE DE UN ARMA TAN GRANDE... INCLUSO BELCEBÚ...
El suelo tembló una vez más, y el Bastón de Apomyus emergió a la superficie en medio de una explosión.
—¡¿QUÉ?! NO... NO PUEDO CREERLO... ¡¿ESTO ES UNA ALUCINACIÓN?! ¡¡EL SEÑOR DE LAS MOSCAS REGRESA DESDE EL INFIERNO!!
Belcebú se levantó respirando con dificultad, tosiendo chorros de sangre y apoyado en su bastón, quedando frente a frente con su tan temido oponente.
—Welcome back, sir—saludó Jack—. ¿Le gustó el regalo que le preparé?
Belcebú se llevó una mano a la boca y vomitó otro chorro de sangre, para luego mirarse la mano manchada de tejido carmesí. Una débil sonrisa tiró de sus labios.
—Vaya, hiciste que me comiera mis palabras sobre los seres humanos...
Se dobló y volvió a vomitar.
"Este dolor... no había sentido esto desde aquella vez..."
CASTILLO DE HADES (INFRAMUNDO)
Las murallas exteriores del palacio habían sido demolidas, los guardias asesinados y las puertas destruidas.
A través de la oscuridad de los pasillos, una demacrada figura cubierta de mugre y sangre se arrastraba hacia la sala del trono, vistiendo una harapienta capa hecha jirones.
Cuando las puertas se abrieron, el gobernante del Helheim sonrió levemente mientras leía un libro sentado en su trono de piernas cruzadas.
—No parece que simplemente hayas tropezado con la recámara del rey—dijo Hades, mientras dejaba su libro y se volvía hacia el intruso—. ¿Qué deseas Señor de las Moscas Belcebú?
El dios maldito respiró con dificultad mientras miraba fríamente al rey de los infiernos.
—Así que tú... eres Hades...—siseó—. Traigo una petición... Yo... lo desafío.
Una ráfaga de viento azotó la habitación, haciendo hondear la capa del señor de las moscas.
Hades se llevó una mano a la barbilla, pensativo.
—Había oido ciertos rumores... de un temerario que bajó del cielo para desafiar a todo el Inframundo a una pelea. Dicen que es un "demonio demente".
Belcebú extendió su brazo, creando con sus vibraciones su temida espada.
—Eso lo hace más simple... Si sabe quién soy... responda rápido.
Hades le sostuvo tranquilamente la mirada.
—¿Osas desafiar al Rey del Inframundo estando en un estado tan lamentable?—observó—. ¿Acaso quieres morir?
Belcebú lo miró con sus ojos suplicantes llenos de desesperación.
—Hazlo... mátame.
Hades le analizó por uno segundos antes de sonreír y quitarse el monóculo de su ojo izquierdo, dejándolo en una mesa junto al libro que había estado leyendo momentos atrás.
Se puso de pie y tomó desde un trípode su confiable lanza bidente.
—Soy Hades, el Rey del Inframundo—anunció mientras alzaba su arma—. Y acepto tu desafío, Señor de las Moscas.
EL GRAN CHOQUE DEL SEÑOR DE LAS MOSCAS VS EL REY DEL INFRAMUNDO
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