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V

Para alegría de Quill, los días transcurrieron y su tía seguía allí con ellos. Era raro que no se hubiera marchado de vuelta a Escocia. Antes pasaba algunos meses con ellos, pero desde hace un par de años, como mucho estaba una semana. Dio la casualidad que sus partidas comenzaron cuando el nuevo médico del pueblo y su familia se instaló en la ciudad. Nunca le había tomado importancia, hasta que desapareció hace un par de meses.  Era normal que se fuera de la nada, pero siempre le llamaba mínimo una vez por semana. Lo más extraño de todo, fue notar su leve nerviosismo, cuando se enteró de la vuelta del médico y su familia. Desgraciadamente no se atrevía a preguntarle, ni siquiera el día que lo llevó a comprar ropa a Port Angeles, porque había pegado otro estirón. Lo había intentado, quería confrontarla por haberlo dejado solo. Porque cuando sus amigos lo dejaron de lado, necesitaba de sus llamadas, sus consejos y sus chistes. Pero no dijo nada, no podia chafar el momento, no cuando ella lo miraba con esa cara de orgullo. Incluso cuando le dijo que su perfume de algodón de azúcar olía bien.

- Yo no uso perfume.

Le contestó con una sonrisa tierna. Lo abrazó hundiendo la cara en su pecho, y lo levantó unos centímetros del suelo como si no pesase nada. Algo que siempre había hecho desde que tenía uso de razón. Nunca se había planteado nada de su tía. Si era rara, pero jamás se había fijado en sus rarezas. No hasta que Jacob se le había acercado a hablar en la hora de comer.
Se había sentado en la misma mesa de siempre, donde antes se sentaba con sus amigos, los cuales habían decidido alejarse de él, sin darle ningún tipo de explicación. Masticaba tranquilamente el Sándwich que le había preparado su tía, cuando Jacob se sentó delante suyo. Le extraño, si hubiera sido hace unos meses esto sería lo más normal del mundo. Pero ahora...

- Tienes que alejarte de esa mujer - Le ordenó.
- ¿De quién? - contestó sin entender.
- De quien va ha ser, la mujer que vive con vosotros. Es peligrosa.
- ¿Mi tía Dana, peligrosa? - la confusión cruzó su rostro.
- ¿Estás seguro de que esa cosa es tía tuya?
- ¡Jacob! - Le aviso Embry.
- Mi padre dice...
- Me da igual lo que diga tu padre - Le cortó Quill enfadado -, qué derecho crees que tienes para venir a increparme cosas de mi familia, después de pasar de mí todo este tiempo.

Ambos cambiaformas se quedaron en silencio, los dos se veían arrepentidos, pero eso a Quill no le importo. Empezó a guardar las cosas, ahora era él quien no quería estar con ellos.

- Quill nosotros solo queremos protegerte - hablo Embry con calma.
- ¡¿De mi tia!? La conocéis, desde que somos niños - dijo mientras se levantaba de la silla y daba la espalda a sus amigos para marcharse.
- ¿Y no es raro que no haya envejecido nada desde entonces? - le susurro Jacob. 

Un susurro imperceptible para el resto, pero que a Quill no le pareció raro poder escuchar. Se giró con cara seria, Jacob parecía estar temblando. Salió del comedor sin contestarle. El bullicio del sitio le había comenzado a agobiar. El calor le asfixiaba al punto de matarlo, no volvió a clase. Desde dirección llamaron a su casa alegando que se encontraba mal, antes de que terminara el descanso de la comida, se estaba montando en la camioneta de su abuelo. Pudo ver como Embry agarraba a Jacob en la entrada a la escuela reteniéndolo. La mano de su tía se posó en su frente, estaba tan fresquita, que alivio.

- Estas ardiendo, creo que tienes fiebre - parecía contenta -, ¿Por que no has avisado  esta mañana de que te encontrabas mal?
- Yo...

Pero Quill, no pudo contestar. Se la quedó mirando, estudiando su rostro. ¿Cuantos años se supone que debería de tener su tía? No recordaba si era de la edad de sus padres o más joven. Pero en su rostro no había ninguna arruga, ni una mancha de sol. Nada. Era como si su piel fuera perfecta. Sus ojos azul oscuro lo miraron de una manera que lo estremeció. Tenían el mismo reflejo que los de su abuelo, ese brillo que veías en las personas que habían vivido mucho tiempo. Cuando llegó a casa, subió directamente a su cuarto, alegando que estaba cansado. La mirada que le dedicaron los dos adultos le incomodó, como si supieran algo que él no sabía.

- ¿No prefieres tomar un poco de aire fresco? - le gritó su abuelo desde la sala.
- No te preocupes si tenemos que acabar cambiando los muebles, los cambiamos - le susurro Aldana.

Cerró la puerta tras él, el corazón le iba a mil. Respiro un par de veces, intentando calmar sus pulsaciones. Cuando los abrió, comenzó a estudiar su cuarto, sin poder olvidar las palabras que había escuchado a Jacob. Como loco comenzó a buscar todas las fotos que pudo encontrar de él con su tía. Y cuantas más miraba, más nervioso se ponía. En todas estaba igual. Sin darse cuenta comenzó a temblar, se quedó mirando la foto que tenía entre sus manos. Su madre se encontraba tumbada en la cama de un hospital, su padre estaba sentado en una silla junto a ella, dados de la mano. Ambos miraban a su tía, quien lo tenía cogido en brazos, está con una sonrisa orgullosa se lo mostraba a su abuela. Todos estaban felices, todos sonreían, pero su tía estaba igual. No había cambiado. Comparo todas las fotos con aquella. Nunca en todo este tiempo había cambiado. Tropezando con sus propios pies bajo las escaleras. Se encontró a su abuelo en el salón. Su rostro debía de ser un poema, porque no hablo, con un gesto de cabeza le indico donde estaba la persona que estaba buscando.  Cuando salió al porche trasero, la vio sentada en la pequeña escalera.

- ¿Te encuentras mejor? - Le pregunto tranquila.
- Yo... - No pudo seguir, se sentía sobrepasado con todo aquello.
- Ven siéntate conmigo - dijo Aldana mientras daba un par de golpecitos junto a ella.

Quill dudo, pero necesitaba respuestas. Aldana no se sorprendió, cuando vio las fotos en sus manos. Lo miraba de una manera que lo hizo sentir mal. El cariño y orgullo que desprendía su mirada lo calmo. Era como si su tía estuviera feliz, de que hubiera descubierto aquello.

- ¿Tienes alguna pregunta? - dijo mientras jugaba con un cuchillo. Lo reconoció, pertenecía a su abuela, ella siempre lo llamaba Athame.
- ¿Si la tuviera me contarás la verdad? - le entrego las fotos.

Aldana las miro con una sonrisa, una tras otra. Pero su mirada se ensombreció con la última, aquella en la que se encontraba casi toda la familia.

- Jamás te he mentido, Quill - Aldana le devolvió las fotos.
- Omitir la verdad también es una forma de mentir - le remarco el.
- Nuestra familia guarda grandes secretos...
- Si te refieres a las leyendas de la tribu - le cortó el -, ya las conozco.
- No. Nuestra familia, la de tu abuela Sofi - le tendió el Athame.
- ¿Te refieres a los cuentos que contaba la abuela sobre las brujas?
- Esas - Aldana se rio, Sofi siempre había tenido ocurrencias muy graciosas -, todavía no estás preparado para saberlas.
- ¿Y cuando lo estaré?
- Cuando seas más fuerte - dijo ella mientras volvía a coger el Athame -, y cuando estemos seguros de que tu mente es segura.

Quill miró al suelo confundido, acaso tenía que entrenar.

- ¿Cuando esté preparado me lo contaras? - La miro a los ojos, serio.
- No sabes las ganas que tengo de que llegue ese día, para poder contártelo todo - Aldana se acercó más a él. El filo del Athame, brillo bajo la luz del sol, apuntando peligrosamente al muchacho - Pero tienes que comprender, que saber el secreto es peligroso, ya han matado por él antes.

Quill comenzó a temblar. Algo en su cabeza hizo click, acaso aquel accidente de coche fue provocado. Aldana vio cómo el cuerpo del muchacho, empezaba a expulsar humo. Posó una mano en la espalda de Quill, y la movió con cariño, eso pareció tranquilizarlo. Pareció darle el valor que necesitaba para hacer aquella pregunta.

- ¿Mis padres lo sabían?

Aldana asintió. Se giró rápidamente al notar su olor, la miel llegó a sus fosas nasales, él estaba cerca. Algo en la linde del bosque llamó su atención. Con rapidez se pinchó el dedo indice con el átame. Y dejó que la sangre corriera.

- ¿Confías en mí? - Le pregunto.
- Siempre.

Aldana le sonrió, mientras dibujaba con sangre un ojo cerrado en su frente. Quill se tenso al sentir el calor del líquido gotear por su tabique. Pero no pregunto, confíaba en ella completamente.

- Con esto, nuestros secretos quedan guardados a ojos ajenos. Nadie que no sea de la familia podrá encontrarlo. Porque en la sangre somos uno, que la magia que corre por ella los proteja.

El calor aumento en la frente de Quill, cuando el muchacho se llevó la mano a la frente, esta le ardía pero ya no quedaba ningún rastro de sangre. Aldana le entregó el Athame y le indico que se pinchara un dedo él también.

- Ahora cerramos el trato - le indico, mientras cogía el dedo de Quill para me chupar la sangre que caía - Te toca.

Quill cogió el dedo de su tía sin pestañear. Por primera vez noto que su sangre no era roja borgoña como la suya. Era oscura, podría jurar que era casi negra. Es como si su sangre no portara oxígeno. Vacilante se acercó el dedo a la boca.

- Esto no parece nada higiénico.
- Peores cosas te habrás metido a la boca - le contestó ella encogiéndose de hombros.

Quil cerró los ojos, pero algo le hizo parar. Unos gritos se escucharon en la linde del bosque, como si alguien se estuviera peleando. Se puso de pie intentando vislumbrar lo que ocurría. Pudo distinguir a un par de chicos, entre ellos Embry quien intentaba frenar a alguien. Aldana se acercó al claro tomando una posición defensiva.

- ¡Jacob para! - Escucharon la orden de Sam a lo lejos.

Pero Jacob, no le hizo caso.

- Entrar en casa - volvió a gritar Sam.

Pero ellos no le hicieron caso. A esa distancia, Aldana pudo ver como la ropa salía despedida, dando paso a un pelaje marrón. Igual que aquellos que intentaron sostener al cambiaformas. Miró a su espalda, el viejo se encontraba en la puerta tras escuchar el barullo, y Quill miraba la linde con los ojos abiertos como platos. Cerró los ojos escuchando su entorno: sintió la brisa contra su cara, las pisadas del lobo a la carrera en la tierra. Estaba muy cerca. Abrió los ojos, dedicándole una última mirada al viejo, este negaba con la cabeza. Rodó los ojos antes de soltar el puño que tenía fuertemente apretado, y salto dando una pirueta alta cuando el lobo intentó morderla. Fue tan rápida que Jacob se detuvo confundido, era imposible que un frío se moviera a tanta velocidad.

- ¡Me da igual quien sea su padre, viejo, como lo vuelva a intentar pienso partirle la cara! - grito Aldana a unos metros de distancia del lobo.

Jacob se giró gruñendo. Quedaba claro que la odiaba, igual que lo hacía su padre. Estupido Billy Black y sus teorías de mierda. Pudo ver como el lobo marrón se preparaba para atacar, lo pudo ver en sus ojos ese niño iba a matar. Suspirando cerró los ojos y se dejó ir. Una onda de olor mató sus sentidos, el dulzor no quemaba su nariz como la de los vampiros, todo lo contrario olía riquísimo. Los cambiapieles se sintieron imbuidos en aquel empalagoso aura. Jacob vio como los ojos de Aldana cambiaban de azul a morado, cuando hizo contacto visual con ellos. Gruñendo cerró los ojos, su padre le había hablado sobre los poderes mentales de la chica, furioso se revolvió en el sitio. Aldana sonrió al ver que su truquito había fallado, pero no dejo de seguir al muchacho con la mirada, estaba a punto de atacar y esta vez no vacilaría. Pero algo llamó su atención en el último momento, a lo lejos pudo ver como Quill temblaba, como el humo comenzaba a salir de su cuerpo.
De repente un lobo color café saltó sobre Jacob, convirtiéndolos a ambos en una bola de mordiscos y arañazos. Aldana se echó un par de pasos hacia atrás evitando quedar en fuego cruzado. El choque de su espalda contra su pecho no la sorprendió, sabía que estaba ahí. Paul no sabía cómo narices había acabado donde estaba, pero tras ser fuertemente golpeado por su aroma, sus pies caminaron solos hasta el lugar. Algo lo llamaba a protegerla, no sabía él que, pero quería hacerlo. Sin poder evitarlo acercó sus nariz al hombro de la chica y lo olfateó llenándose los pulmones de aquel dulce algodón de azúcar.

- ¿Que veneno tiene tu mordida que me hacer comportarme como un idiota? - pregunto en un susurro.
- No tengo veneno alguno.

Aldana se rió con la voz cantarina que la caracterizaba. Su mirada no podía apartarse del Lobo color café, quien contra todo pronóstico, había podido zafarse del lobo marrón y se posicionaba delante de su tía marcando territorio. Por fin había entrado en fase. Quill era lo suficientemente fuerte para protegerse si ellos venían a buscarlo, y con el hechizo que acababan de hacer, sus secretos estarían guardados de la manada. Por fin podía contárselo todo.

***

Con esto termina el INICIO de BEBE DE MI LIBERTAD.  El siguiente Bloque englobará los hechos ocurridos en ECLIPSE. Veremos cómo será la relación de Aldana con los Cullen y sobre todo cual es el nerviosismo que guarda con Carlisle Cullen.

Como siempre dejarme vuestras teorías por aquí —->

No se como publicare el bloque de Eclipse porque de momento solo tengo escrito el prólogo no se si dejárnoslo subido o no.

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