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I

Las estrellas brillaban con intensidad esa noche, con la luna llena de protagonista. Se había quitado la ropa, dejándose puesto un ligero camisón blanco que se movía bajo el frío viento. El vello de su piel se erizó, sus sentidos estaban al límite de sus capacidades. Pero no, porque fuera una heladora noche de otoño, sino por las sustancias que recorrían su sistema en ese momento.

Lo odiaba, le aterraba ese ritual. Tenía miedo de no poder volver. Pero lo había hecho tantas veces que le resultaba tan fácil como respirar. Se llevó una muñeca a la boca y estuvo a punto de clavar sus colmillos en ella, cuando su teléfono móvil sonó. Solo había una persona viva que pudiera llamarla a esas horas en noche en luna llena, y solo podía ser una cosa. Había surgido una gran emergencia en la familia. No se paró a coger el pequeño Nokia, o a vestirse. Simplemente corrió.

Quill II salió maldiciendo de la casa, Aldana no lo había cogido. Sabía que no podía molestarla en luna llena, pero... No termino de poner un pie fuera de casa cuando la vio frente a él. En el medio del claro, apareció una mujer de unos 22 años, el pelo negro rizado le caía suelto por los hombros, el vestido blanco que llevaba bailaba con el viento y estaba embadurnada con una pasta verde, de los pies a la cabeza.

- Quill, espero que sea algo importante - dijo con voz seria, una voz que no pertenecía a una jovencita, más bien a una anciana.

Por un momento los llantos pararon, algo andaba mal para Sam. La mujer que se acercaba parecía humana, pero la había visto llegar a una velocidad que ni los fríos podían alcanzar. Olía raro, pero había una nota dulce, algo que le recordaba a ellos. Su piel se erizó gritando peligro. Temblando, abrazó con fuerza el cuerpo de Emily, protegiéndola. Pero todo se volvio negro, cuando una mano fría apretó un nervio de su cuello dejandolo inconsciente.

- ¡Joder! - dijo Aldana mientras dejaba caer al hombre al suelo -, ¿Pero que mierdas ha pasado aquí?
- Sam entró en fase con la chica cerca y casi la mata - Quill apartó el cuerpo inconsciente de Sam.
- ¿Casi? Yo diría que lo esta.
- No, a menos que hagas algo para salvarla - hablo mientras taponaba la herida de la joven con sus manos.
- ¡Estas loco! ¿Has visto que noche es hoy? - señaló el cielo -, Es luna llena, estoy drogada hasta las cejas. Sino la mata la herida, lo hará la sobredosis.
- Algo tendremos que hacer - El viejo la miró a los ojos.
- ¿Tenemos? - levantó una ceja divertida - Ella no es parte de la familia, la póliza de seguros no la cubre.
- ¿Qué diría Sofi? - Quill utilizó la carta que siempre funcionaba con la morena.
- Te odio. ¿Porque siempre usas el comodín?
- Porque siempre funciona - se encogió de hombros.
- Está bien... - dijo a regañadientes.

Sin pensárselo dos veces, se llevó una muñeca a la boca y la mordió. Como si fuera mantequilla sus colmillos penetraron la piel y la sangre comenzó a fluir. Acercó el brazo a la boca de la joven, y antes de haber derramado más que un sorbo la alejó. El remedio funcionó al instante ya que Emily dejó de sangrar. Como si fuera una pluma, el viejo Quill la levantó del suelo y la llevó dentro de casa, dejando que ella se encargará de Sam. Con poca delicadeza lo cargó en su hombro y lo dejo en uno de los sofás.
En un abrir y cerrar de ojos llego a la linde del bosque, golpeó un árbol hueco y contó los pasos, hasta la trampilla escondida. Entró en aquel búnker subterráneo, su pequeña despensa. Con rapidez sacó un par de bolsas de sangre de una nevera y recolectó hierbas y hongos de su reserva.
El viento revoloteo en la sala cuando volvió a entrar, derecha a la cocina. Quill vio cómo la joven usaba sus colmillos, para rasgarse los brazos de forma vertical e ir al fregadero .

- ¿Estás loca? ¡Me vas a llenar todo de sangre! - se quejó.
- ¿Quieres que la salve o no? - dijo mientras se llevaba una bolsa a los labios y comenzaba a beber el líquido rojo, por su olor Quill sabía que era sangre humana.

Después de un par de minutos Aldana ya se había terminado sus bolsas de sangre, dos ricas porciones de A-. Y con cuidado le plantó la muñeca abierta en la boca a Emily. Al momento las heridas comenzaron a sanar. Solo habían pasado cinco segundos cuando apartó la muñeca, y sin mirar a su viejo amigo comenzó a conectar una de las bolsas de sangre, a la vía que acababa de poner la mujer.

- No me mires así, sé lo que estás pensando - Dijo mientras molía las hierbas en un mortero -, Le van a quedar cicatrices. He intentado no echarle las toxinas que me he metido, pero un poco más y podría morir.

Quill se acercó y le quitó el cuenco de las manos, y removió la mezcla con algo de sangre que había echado su amiga.

- Lo sé. No te estoy juzgando - con una mano comenzó a colocar el ungüento, esparciéndolo por las heridas de Emily, para luego taparla con unas gasas -. Además Sam, debe de aprender que sus actos, tienen consecuencias.
- Pobre chica, los lobos sois tan temperamentales.
- Ha tenido suerte de tenerte a ti - le golpeó juguetonamente con su hombro. Miro el reloj, no era muy tarde para ella - ¿Crees que podrás sobrellevar el resto de la noche?
- ¿Al amanecer en la playa? - Preguntó mientras cogía un par de setas que habían sobrado y se las metía a la boca.
- Nos vemos allí - Le aseguro el viejo.

Y como vino se fue, esa madrugada la luna presenció cómo una mujer vestida de blanco, se tiraba por el acantilado más alto de La Push.

***

El ritual siempre era el mismo. Esperar a la luna llena, hacer un mejunje con plantas alucinógenas, divertirse con la mitad y embadurnarse con la otra por el cuerpo. Dejar caer un par de gotas de sangre al mar y saltar.
El agua estaba tan fría como siempre, las olas se la tragaron con facilidad, y mientras se hundía poco a poco, sus ojos completamente dilatados vieron como la luz de las estrellas se apagaba.

Despertó en un lugar oscuro, el agua apenas le cubría los pies. El viaje al mundo de los muertos nunca era fácil. Con la muñeca todavía derramando sangre comenzó a andar.Conocía perfectamente el camino, el árbol de la vida no se encontraba muy lejos. Como siempre lo regó con su sangre, manteniendo así la estabilidad en la tierra. Una tediosa tarea que los dioses le habían encomendado, tras la muerte de su amado. Ellos la convirtieron en lo que era, ese ser sobrenatural que jamás podría morir, porque siempre volvía a renacer. ¿Para qué? Ella misma se lo seguía preguntando. Resurgía, como lo hacía el Primer hombre, ya que este siempre necesitaría de su pareja para ser controlado.
Mientras ella había reencarnado y recuperado los recuerdos de su vida anterior, él aún seguía perdido en el caldero de las almas, o eso es lo que pensaba, hasta que vio a ese precioso lobo.
Durante algunos siglos esos viajes fueron amenos, ya que podía ver a su amado, pero los últimos años había desaparecido, hasta ahora. Por eso cuando lo vio a lo lejos, no dudó en seguir al lobo gris. Pero parecía que los dioses querían jugar con ella y no lo pudo alcanzar.

Corrió y corrió, le gritó que parara, pero nada de eso ocurrió y desistió. Nunca podría alcanzarlo, en verdad nunca pudo. Se acuclilló en el suelo, viendo su reflejo en el agua. ¿En que se había convertido? ¿Cómo había llegado a eso? Con cariño rozó el anillo que le cubría el corazón anular, aquel que una vez perteneció a su hermana. Nunca se lo quitaba. Los pensamientos no pararon de enturbiar su mente, hasta que un hocico húmedo le rozó la mejilla con cariño. Pero la felicidad se fue, con un chasquido todo cambió. El suelo estaba cubierto de nieve ensangrentada, capas negras la rodeaban y sus cenizas se esparcían con el viento.

- Que hijos de put...

Pero el mar la escupió antes de que pudiera terminar de maldecir a los dioses.

***

Bueno aquí esta el primer capítulo. Bienvenidos al mundo de Aldana y sus reencarnaciones. Parece mas lioso de lo que realmente es.

Si los fallos que podáis encontrar a la hora de llamar al Viejo Quill y un futuro su hijo, es intencionado. No me he equivocado.

Espero leer vuestras opiniones en comentarios.

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