Capítulo 10
Meses, meses y más meses.
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Tony se sentía explotar. El cuarto, el quinto y el sexto mes habían sido llevaderos; nada más que simples antojos, sonrisas de aquí para allá ( excepto por el insoportable peso que recaía en su espalda) y un soldado detrás de él todo el tiempo.
Las misiones fueron prohibidas, también sus tardes en el taller. Se había quejado, por supuesto que lo hizo, pero Steve Rogers, por primera vez en su vida, ganó.
Tony lo había considerado una emboscada. Recuerda haberse encaprichado y haber retado al soldado; fallo estrepitosamente. No eran ni las 9 de la noche cuando cayó dormido por completo. Su donita lo había traicionado.
Cuando despertó, estaba en la cama junto al rubio, quien contento y tranquilo, abrazaba su vientre abultado.
Fue la primera vez que quiso llorar sin saber por qué. Culpo a su donita por ello también.
Entrado el séptimo mes, se sentía preocupado.
No había sentido ningún movimiento por parte de su cachorro.
—¿Tony? —Steve lo miró atento. Tony se tocaba el vientre cada cierto tiempo y esperaba pacientemente.
Pero nada pasaba.
—Aún no se mueve. —El castaño trató de apartar la desilusión y sonreírle a un preocupado soldado.
—¿Vamos con el doctor?
—No, no creo que sea necesario. Si algo malo estuviera pasando, lo sabría. —Anthony suspiro.
Estaba preocupado, pero por alguna extraña razón, no quería transmitirle eso al alfa.
Más tarde, ese mismo día, siguió acariciando su vientre. Steve no apartaba su mirada de él ; eso lo ponía nervioso.
Conforme el día avanzaba, Tony perdía la esperanza de sentir a su bebé moverse.
—Tony, ven a la cama. —Steve estaba con una pijama holgada a un lado de la cama ya lista para dormir. El omega comenzaba a tener sueño.
Ambos, ya acostados, se dedicaron a perderse en sus pensamientos.
—Tony... —Los ojos azules del soldado miraron al castaño, quien sin opción, estaba acostado de lado.
—¿Sí?
—Puedo... —Vio dudar al rubio—... Puedo hablar con donita.
Anthony no pudo evitar la risa.
—Eres su papá, Steve. —Dijo.
—Si, pero yo... Nosotros...
—Puedes hacerlo. —Anthony le sonrio con ternura. Steve sintió su corazón acelerar.
Era la primera vez que veía ese tipo de sonrisa en alguien como Tony.
Sigiloso, se acercó al vientre abultado del genio, y con toda lentitud, acostó su oído en la zona; delicado, suave y con cuidado. Stark se estremeció.
—Um, hola donita. —Steve pensó sus siguientes palabras—. Soy tu papá.
—Rogers, él sabe que eres su padre.
—Tony, estoy hablando con nuestro cachorro. —Steve volvió a pegar la oreja en su vientre—. Donita, quiero que sepas que te estoy esperando con mucha emoción, que solo imagino el momento en que estés en mis brazos para poder abrazarte y besarte. —Steve mantenía una sonrisa en su rostro—.Yo, aún no te conozco y ya te amo hijo.
Entonces lo sintió.
No solo las ganas de llorar por un estúpido arranque de sentimentalismo, sino algo golpeando su vientre, desde el interior, con mucha fuerza.
—¡Auch!
Steve se levantó exaltado y lo miró con ojos grandes.
—Eso fue... —Rogers lo tocó sin dudar. Recorrió con sus largos dedos la piel de su estómago y abdomen.
Lo sintió una vez más.
—Es... —Tony no pudo evitar la gran sonrisa en sus labios. Tocó su vientre encima de las manos del soldado y lo miró sorprendido.
Steve dejó salir una cantarina risa antes de besar al omega.
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