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Capítulo 2

El correr de Kim Taehyung cesó hasta cuando hizo arribo en su cabaña, esperando, con un poco de ansias, poderse encontrar con su hermano aún.

Sin embargo, antes de abrir la puerta, se detuvo de golpe, pues no podía permitir que Seokjin lo viera así: con la respiración agitada y el corazón acelerado. Le haría muchas preguntas y no sabría cómo contestarlas; no obstante, estaba completamente seguro de que la inquietud en su pecho no sucedía solo por haber corrido hasta allí, no: recordar a Bogum le erizaba la piel más de la cuenta.

Por ello, tuvo que tomar una bocanada gigantesca de oxígeno para poder calmarse y borrar esa sonrisa tonta de su rostro, mientras esperaba que el color en sus mejillas disminuyera también; aunque, bajar la mirada y encontrarse con el bonito clavel entre el abrazo a su libro, solo lo perjudicó más.

Sonrió nuevamente, sintiendo su alma gozar la plenitud de ese precioso sentimiento, llevando la flor hasta su nariz para poder olfatearla, pensando que había sido la casualidad más tierna que le había sucedido en la vida.

Pero al resignarse, llevó la flor directo al morral para poder esconderla de su hermano, importándole un mundo entero el maltrato que esta recibiría al mallugarse entre los libros que le había prestado el señor Kim; más tenía que sufrir al no ver otra opción.

—¡Taehyung, ahí estás! —llamó, Seokjin, en cuanto lo escuchó entrar—, pásame la pinza opresora divergente —pidió, pues se encontraba debajo de su nuevo artefacto, arreglando algunas válvulas mal colocadas.

—¿Lo terminarás a tiempo? —fue lo que preguntó Taehyung, dejando el morral a un lado y acercándose a la herramienta de su mayor, para entregársela.

—Para ser honesto, no estoy seguro —confesó—. Estuve hasta muy tarde buscando, pero no logré encontrar el detalle. Si ahora no hago que funcione, arrojaré este armatoste al arrollo y buscaré otra profesión.

—Siempre dices lo mismo —el castaño rodó los ojos mientras una carcajada se le salía de los labios. Su hermano era un desesperado gruñón.

—Esta vez hablo en serio.

—No digas tonterías, mejor anímate. Eres un genio, el mejor en tu rama y siempre haces cosas sorprendentes, así que esta vez no va a ser diferente —dijo, sabiendo que tenía la razón—. ¡Vamos, lo lograrás! —y un cálido sentimiento arropó el corazón de Seokjin: su hermano menor, lo único que tenía en el mundo, era alguien maravilloso y muy dulce.

—Gracias, Taehyungie —soltó, realmente conmovido, sonriendo pequeñito desde su posición, asegurándose de que Taehyung supiera que lo hizo sentir emocional—. ¿Te divertiste en el pueblo? —cuestionó, después de superar el momento y ponerse a maniobrar con su invento.

—El señor Kim me regaló un libro.

—¿Namjoon? —preguntó desconcertado, tanto, que, por un momento, dejó lo que hacía, pensando en seriedad lo escuchado—, ¿Por qué?

—No sé, creo que fue porque me fascinó —explicó Taehyung y se recargó, ligeramente, en la mesa de madera donde Seokjin tenía sus herramientas, dejando ir su mirada hasta el libro que había dejado en la misma—. No lo creerás pero tiene una trama increíble: es un romance entre dos varones que no pueden estar juntos —y de pronto Seokjin se atragantó, comenzando a toser de una forma dramática que hizo a Taehyung preocupar—. ¿Seokjinnie?

—Estoy bien, estoy bien —soltó, después de tranquilizar su propio cuerpo erizado—. Que trama tan inesperada y... diferente —fue lo que comentó y entonces permitió que la habitación se sumiera en un silencio largo, dónde solo se podía escuchar el cómo trabajaba con el metal.

—Seokjin, ¿Tú crees que soy raro? —preguntó, Taehyung, súbitamente, después de haberse hundido en sus pensamientos.

—¿Raro?

—Sí... bueno, es obvio que soy raro, no es como si te encontraras un doncel en cada esquina; pero, fuera de eso, ¿Crees que tengo manías o gustos extraños?

—¿Por qué la pregunta?

—Es que, cuando lo pienso mucho, siempre llego a la conclusión de que nunca me he sentido feliz aquí... No hay nadie con quién charlar.

—Eso es porque jamás has querido tener un solo amigo —justificó el mayor, pensando en lo feliz que fue cuando, siendo un adolescente, conversaba con Namjoon entre las clases del colegio al que asistían—. Sé que temes que alguien más se entere de tu situación, pero no es como que debes contar absolutamente todo sobre ti, Taehyung.

—¿Pero... qué es un amigo si no conoce tus secretos?

—La confianza es algo que se gana. Así que solo busca a alguien con quién puedas divertirte y hablar de libros.

—Ya te tengo a ti —soltó, siendo razonable.

—Y lo valoro mucho, sabes que me gusta pasar tiempo contigo, pero también tienes que conocer a otras personas.

—¿Cómo a... Bogum? —preguntó, Taehyung, casi sin querer y Seokjin volvió a detenerse.

—¿Bogum?, ¿El hijo de los Park?

—Sí —dijo, comenzando a sentirse algo nervioso, mientras jugaba levemente con sus manos—. He hablado con él un par de veces y es alguien atento.

—Mmh, no lo sé, Taehyung, la gente popular no siempre es algo bueno.

—No debes juzgar un libro por su portada, Seokjin, no es correcto.

—Pues... sí, pero más vale bueno por conocido que malo por conocer, así que tampoco le confíes mucho si se vuelven amigos.

—Bien, señor de los dichos, lo tendré en cuenta.

—Te lo agradezco —mencionó Seokjin, burlándose un poco y levantándose del piso para encender su nueva máquina. De inmediato, el motor de dicho artefacto comenzó a resonar en el sitio, haciéndolo echar humo y actuar de la forma en que era debida, provocando que Taehyung y Seokjin se abrazaran y pegaran saltitos, totalmente emocionados e ilusionados ante tal hecho—. ¡Funciona, funciona!

—¡Te dije que lo lograrías!, ¡Eres increíble, el mejor inventor del mundo!, ¡Estoy seguro de que ganarás!

—Si eso sucede, te prometo que será el inicio de una nueva vida para los dos —dijo, en seriedad y, al ver la sonrisa rectangular de Taehyung, sonrió también—. Alistaré a Mang para partir a la ciudad central —indicó y apagó el aparato a la brevedad—. ¿Quieres que te traiga algo?, Quizá no vuelva a ir en mucho tiempo... Y no, no te puedo traer una biblioteca.

—Seokjin —reclamó Taehyung al reír y su mirada se topó con el morral que había colgado en el perchero. Volvió a sentir calientito su pecho y entonces razonó un poco: ¿Se sentiría igual recibir una flor de Seokjin que como se sintió de Bogum?—. ¿Sería muy tonto si te pido una rosa roja?

—¿Una rosa roja... de la ciudad central?

—Por favor, solo quiero eso.

—¿Seguro? —y ante el asentamiento que le dio Taehyung, solo se encogió de hombros—. Creo que sí eres raro, hermanito.

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Más rápido de lo que canta un gallo, las cosas estuvieron preparadas sobre la carreta que habían colocado detrás de Mang, caballo que esperaba, pacientemente, mientras ambos hermanos hablaban de un centenar de cosas que no podía entender del todo.

Taehyung estaba muy feliz de ver cómo Seokjin se emocionaba al hablar de la feria; ésta se celebraba cada dos años y, apenas, el mayor había asistido en dos ocasiones, solo para ver lo que otros inventores creaban y tantear el terreno con el que vencería en su primera contienda.

Siempre había estado planeando aquello, llevaba años leyendo libros y practicando sus ideas más locas; hasta el día en que logró construir la cosa más especial que jamás pensó crear y que tampoco había visto en ninguna otra parte: por lo mismo, mantenía la esperanza de obtener el primer lugar, porque su sueño más grande era incursionar en la industria e ir a vivir a la ciudad central, donde pondría su propia empresa y tendría la capacidad de recrear su invento y distribuirlo por todo el mundo.

—¿De verdad?

—Sí, Seokjin, te acompañaré a la próxima —aseguró Taehyung, viendo como su hermano tomaba lugar sobre la silla de montar, sosteniendo las correas que guiarían a Mang por todo el camino.

—Taehyung...

—Estaré bien —insistió, tratando de convencerlo; pero no era que Seokjin desconfiara de aquello, sabía que su menor podía cuidarse solo, más no entendía por qué quería quedarse en la cabaña, si bien gustaba de salir del hogar y abandonar la cotidianidad, aunque sea unas horas.

—De acuerdo, pero cuídate en todo momento y no incendies el bosque.

—Seokjin —se quejó y el mayor rio, divertido por efectuar lo que mejor sabía hacer: molestar a Taehyung.

—Regresaré pasado mañana, no me extrañes.

—No lo haré —comentó en broma y dejó una caricia en el lomo de Mang, quien le agradeció el afecto—. Anda, ve a dominar el mundo.

—Bien —y ante un leve asentimiento entre sonrisas cómplices, Seokjin le indicó a Mang que el momento de irse había llegado.

—¡Sé cuidadoso!

—¡Lo seré!, ¡Volveré pronto!

—¡De acuerdo!, ¡Te quiero!

—¡Te quiero más!

—¡Éxito! —gritó por último el menor, viendo cómo Seokjin dejaba de verlo para prestar atención en la vereda que lo ayudaría a tomar el camino a la ciudad.

Ojalá que todo saliera bien, ojalá que Seokjin regresara feliz y con una buena noticia, ojalá que su sueño se hiciera realidad.

Y con ese pensamiento, Taehyung ingresó en la cabaña, con la idea de hacer los deberes lo más rápido posible para poder alistarse para su reunión nocturna con Bogum: razón por la que no quiso acompañar a Seokjin.

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El tiempo transcurrió a una velocidad que Mang también pudo alcanzar, mientras Seokjin lo guiaba por aquellos lugares que muy pocas veces había transitado, pero que, estaba seguro, dominaba perfectamente. Era solo bosque y toda su vida había habitado en uno, así que no tenía mucho problema en avanzar por ese camino ya impuesto por la poca población que lo llegaba a recorrer.

Sin embargo, estaba un poco nervioso y Mang lo podía sentir, aunque el humano se hacía el desentendido, entretanto su vista se perdía en lo bonito y hogareño que lucía el sitio en esa época del año, cuando los árboles estaban perdiendo sus hojas y las distintas tonalidades marrones encerraban su alrededor.

No obstante, el Sol ya se estaba ocultando y aún no llegaba al pueblo que le indicaba que solo faltaba una hora más para arribar a la ciudad central; por ello se estaba comenzando a preocupar.

Iba por el sitio correcto, estaba seguro; no tomó una curva inesperada ni cambió el rumbo, podía jurarlo con antelación: pero no entendía cómo, si salió de casa incluso antes del mediodía, aún no podía ver indicios de ese pueblo rústico que varias veces visitó.

La luz del día se esfumó a la brevedad y Seokjin tuvo que encender el farol que, muy sabiamente, Taehyung empacó en su equipaje. Cuando menos acordó, su cuerpo comenzó a temblar, tanto por frío como por miedo, aunque no lo quisiera admitir; el camino se había vuelto algo tosco, la magia del otoño se había quedado en el último cruce y ahora los árboles le parecían siluetas que evitaba mirar; mismo caso ocurría con Mang, pero con la leve diferencia de que éste sí tenía el valor para ver alrededor, asustado, dando pasos pequeños y ahora sin nada de prisa, pero algo valiente al final de cuentas.

Y no fue hasta un movimiento entre unas ramas de arbustos secos, que el corcel perdió todo el coraje que pensaba tener, sacando un relinchido pequeño ante el estremecimiento, que Seokjin intentó tranquilizar con unas palabras suaves en sus orejas.

¿Sería muy tonto si dejaba pasar esa oportunidad y regresaba por donde había venido?, la verdad es que ya no le parecía tan insensato hacerlo, aunque tuviera que esperar otros dos años para llevar su invento a la feria.

Pero los aullidos de unos lobos lejanos le erizaron hasta el último centímetro de la piel y fue cuando Mang comenzó a retroceder con susto, viendo para todas partes al tratar de entender de dónde venía el peligro.

Totalmente nervioso y repleto de angustia, hizo que la carreta se estampara con un tronco hueco, de donde salieron un centenar de murciélagos que lo espantaron de inmediato, haciéndolo relinchar aturdido sin que nada más en la vida pudiera calmarlo; y tampoco era como si Seokjin tuviera la capacidad de hacerlo, pues se asustó también y soltó unos gritos que, si estuviera en otra situación, lo hubieran hecho avergonzarse.

Mang no lo soportó y se echó a correr por donde le vino en gana, tratando de huir de todo el pánico que sentía en las venas; más no fue lo correcto, porque el camino se terminó muy pronto y, de golpe, tuvo que detenerse, pues estuvo a punto de caer por el risco más alto que había visto.

—¡Mang!, ¡Atrás, Mang!, ¡Atrás! —le ordenó Seokjin, controlándolo un poco, haciéndolo girarse con lentitud, aunque sentía que el corazón le palpitaba en la cabeza.

No obstante, los lobos los encontraron y un corcoveo espontáneo hizo que Mang tirara a Seokjin hasta el piso y se echara a correr por donde había venido, dejando al chico asustado, con un par de golpes y sin ningún tipo de protección.

—¡Mang! —le gritó, pero ya era demasiado tarde, el pobre caballo estaba siendo perseguido por caminos aledaños y Seokjin lo había perdido sin más.

No podía creer su suerte, incluso el farol que no había soltado desde unos minutos atrás, se había roto con la caída y ahora solo la luz nocturna era la que lo acompañaba.

Más su corazón se aceleró de angustia cuando, de lo recóndito del bosque, un trio de lobos comenzaron a aproximarse, tanteando al hombre que apenas reaccionaba y se ponía de pie con lentitud, aún adolorido por la caída.

Un respiro leve recreó, tratando de mantener la calma al ver los ojos vidriosos de esas fieras, pero aquello no fue necesario cuando los lobos se le dejaron ir y tuvo que echarse a correr por sitios que ni siquiera eran camino.

Corrió y corrió, incluso soltando gritos atolondrados, demostrando que no era capaz de lidiar con aquello y pensando que, si los lobos lograban alcanzarlo, sería su fin.

Sin darse cuenta, gracias a un par de piedras y un paso mal dado, cayó por un pequeño barranco y sintió que el alivio llegaba a su alma, y no precisamente por haber muerto, sino porque, frente a él, y como si hubiera sido una obra de los ángeles, dos puertas gigantescas se alzaban, protegiendo a un sitio que nunca antes había visto en su vida.

Y fue justo por esa razón, que se levantó de golpe y fue a jalar de las puertas para abrirlas y poder escapar, sin saber de dónde había sacado la fuerza requerida para tronar aquel fuerte cerrojo y adentrarse en el lugar; cerrando al instante y asegurándose de dejar el portón bien atado, mientras la adrenalina le corría por el cuerpo al ver como los lobos llegaban hasta el sitio y tiraban todo tipo de zarpazos para poder alcanzarlo y comerlo.

Por primera vez, agradeció que existiera el metal en el mundo, entretanto caminaba hacia atrás, alejándose de los lobos y tratando de recuperar el aliento.

Entonces, fue que se giró sobre sus talones, encontrándose con aquello que jamás imaginó que se hallaría a sus espaldas, pues un hermoso castillo oscurecido se levantaba justo en ese espacio, desconcertando al joven que, por más que parpadeaba, no podía creer lo que veía.

Díganle tonto, pero de verdad que él no tenía idea de que existía un lugar así, a solo unas horas de su cabaña.

Sin embargo, una lluvia torrencial se soltó de quién sabe dónde y tuvo que correr a refugiarse en el sitio que le causaba un poco de temor, abriendo la puerta sin entender cómo un lugar así se podría encontrar tan accesible a cualquiera y no tener vigilancia de por medio.

—¿Hola? —preguntó, temeroso, entrando un poquito más al lugar que parecía estar vacío y que, en efecto, estaba completamente oscurecido.

—¿Se habrá perdido en el bosque? —Jimin preguntó en un susurro, al reloj de madera que se encontraba inmóvil junto a él, sobre aquel mueble de mármol a la pared del pasillo.

—Shh, tal vez se vaya —fue lo que Yoongi le contestó al candelabro, que iluminaba tenuemente el gran salón

—¿Hay alguien por aquí? —volvió a hablar Seokjin, esperando tener una pronta respuesta, porque, si eso no ocurría, iba a tener que volver a salir al mundo, aun sabiendo que los lobos lo devorarían al instante.

—Jimin, ni una palabra... ni una sola —amenazó Yoongi a su buen amigo y este solo hizo un pequeño puchero, con su pequeña cabeza de cera.

—Perdí mi caballo y no sé qué hacer. Lamento haber entrado sin permiso, pero afuera llueve demasiado y los lobos estuvieron a punto de comerme... Solo... solo quiero volver a con mi hermano —terminó soltando y los ojos se le llenaron de lágrimas, mientras se dejaba caer de cuclillas, para abrazarse un poco del frío que estaba sintiendo en ese momento: más cruel que ningún otro en su vida.

Entonces, cómo si hubiera sido magia, centenares de velas se fueron encendiendo a lo largo del pasillo, hasta mostrar, al fondo, una chimenea encendida, que le robó un poco de tristeza, haciendo que se levantara un tanto atónito al ver aquello, pero comenzara a avanzar, mientras agradecía en susurros nostálgicos.

Y fue la mirada fulminante de Yoongi, la que hizo a Jimin borrar un poquito la sonrisa bonita que tenía en su largo rostro—. No dije ninguna palabra —excusó y sonrió para sus adentros, pensando en que por fin podía hacer algo bueno por un alma desprotegida cómo la de aquel chico.

Seokjin llegó hasta la chimenea y se quedó parado frente al fuego, mientras se abrazaba y tallaba sus brazos levemente, que solo eran cubiertos por un pequeño saco empapado. Por tal motivo, decidió quitárselo y tenderlo al fuego, esperando que cesara su frialdad invernal.

Conforme más segundos pasaron, más extraño se sintió en el sitio y su cabeza comenzó a trabajar. En definitiva, Taehyung se moriría de la emoción si supiera que un lugar así existía de verdad. Estaba en un bonito salón, un poco vacío y empolvado, pero fino y bonito al final.

Quién sabe de dónde habría salido y la razón del porqué se encontraba abandonado, pero era algo que no le interesaba mientras permaneciera temblando así; por ende, solo se dedicó a calentarse, esperando que el menor no estuviera sintiendo tanto frío como él. 

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