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Capítulo 13

Observar su reflejo, para Jungkook, nunca antes había sido tan angustiante.

Si tan solo no estuviera encerrado en ese maldito cuerpo... si tan solo fuera un hombre común y corriente, podría ir hacia Taehyung y decirle lo mucho que le atrae su personalidad cautivante, que lo considera la persona más perfecta del planeta y que es tan precioso como nada ni nadie más... que es realmente bello, que lo adora en su totalidad y que le gusta un montón.

No obstante, solo es una criatura fea y desagradable, un monstruo cautivo que no debería salir de entre las sombras.

—Majestad —la voz de Jimin interrumpió sus pensamientos y pronto salió de aquel trance perturbador—. La hora de la verdad se acerca, ¿Cuál traje desea usar?

—Jimin, no creo poder hacerlo —se sinceró, sintiendo que los nervios se le hacían nudos en todos los músculos de su cuerpo.

—Todo saldrá maravilloso, Señor, estoy completamente seguro. No hay necesidad de que se ponga tímido, piense en esto como cualquier otro momento de convivencia con el joven Kim: como el otro día que estuvieron escuchando música en el estudio... solo que, en esta ocasión, debe invitarlo a bailar y luego confesarle su amor.

—Sí, confe... confe... No, no puedo —terminó diciendo, mientras se tapaba el rostro.

Jimin bufó, de verdad que entendía la presión que estaba sintiendo su rey, pero la rosa se estaba marchitando y, en definitiva, debían apresurar un poquito las cosas. De todas maneras, ya estaba seguro de que Taehyung no era completamente ajeno a los sentimientos de Jungkook: varias veces lo había pillado observándolo con mucha atención y esa sonrisa cuadradita que se le salía de los labios, no era igual para cuando le sonreía a su grupo de amigos.

—Quiere al jovencito, ¿No? —se animó a preguntar, retando al soberano y recibiendo su mirada ofendida.

—Más que a mi vida —admitió, apenándose un poco a la par.

Es que no tenía idea de cómo había pasado eso. Le gustaba un hombre... le gustaba Taehyung; sin embargo, no se arrepentía, el muchacho era una pieza invaluable para su aturdido corazón: la mejor decisión de su vida.

—Entonces, debe decírselo —aconsejó Jimin, intentando no sonreír con toda la felicidad que sentía en su pecho, al saber que Jungkook, por fin, había logrado sentir el amor.

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—Yoongi, dime una cosa —pidió Taehyung, mientras ambos avanzaban por los pasillos del palacio, rumbo a las escaleras directo al comedor—... ¿Es necesario todo esto? —refiriéndose a su atuendo, preguntó—. ¿No es una simple cena a la que nos dirigimos?

—Jovencito Kim, con todo respeto, usted luce genuinamente precioso. Nunca es mal momento para verse bien; aunque se dirija al mercado, debe aprovechar su belleza... Además, el amo quedará encantado —pronunció lo último y su mirada traviesa buscó la del chiquillo que se volteó para el lado contrario, al tocarse las mejillas—. Lo impresionará, se lo aseguro.

¿Impresionarlo?, ¿Encantar... a la bestia con su apariencia?

Pero las intenciones de Taehyung no eran esas, ¿O sí?, No deseaba más que pasar un buen rato al lado del único ser que lo había hecho sentir diferente.

Entonces, sus pensamientos le aceleraron el pecho.

Era cierto que, en cuanto Hoseok mencionó que la bestia lo había citado a una cena "especial", empezó a arreglarse sobremanera para el acto, siendo incitado por el armario en su habitación y Min Yoongi, quienes lo habían conducido al hecho de, incluso, acomodarse los rulitos uno por uno, hasta conseguir verse perfecto, bonito y muy elegante con aquel traje amarillo, fabricado para la ocasión.

Se avergonzó. Había exagerado sin fundamento, se vería ridículo frente a la criatura y, para ser honesto, no quería eso.

Entonces, sobre sus talones, dio un giro que sorprendió a Yoongi, pues comenzó a caminar por donde había venido.

—Joven, ¿Qué hace?, ¿A dónde va?

—Luzco exagerado, quiero cambiar mi vestimenta por algo más simple.

—¡Pero él lo amará más! —y ante ese comentario Kim Taehyung se detuvo, absorto ante lo que había escuchado.

—¿Amarme... Amarme más? —preguntó, tratando de indagar en el significado que había tenido la oración, pero, para la suerte de Min Yoongi, justo cuando pensó que iba a morir por bocón, Park Jimin apareció en el pasillo, anunciando que el amo ya se dirigía al salón principal.

Entonces, Taehyung tuvo que volver a tomar el camino, andando solo por la mera situación en la que ambos instrumentos lo llevaban y también, con sinceridad, porque no tenía cabeza, más que para pensar en lo que había escuchado.

La bestia amando su apariencia.

La bestia amando su personalidad.

La bestia amándolo a él.

Amándolo más...

No, estaba equivocado, esa había sido solo una expresión y, si por mera casualidad atinaba al significado, en definitiva, no estaba listo para ello.

Más, sintió algo completamente distinto a su negativa absoluta, justo en el momento en qué, antes de bajar las escaleras, se encontró con los ojos azules de la criatura en cuestión, que lo miraron desde el otro extremo, completamente pasmados por su precioso lucir.

Su corazón se aceleró sin remedio y pensó que iba a caer desmayado ante lo que una simple mirada del ajeno lo hizo experimentar.

Sus mejillas se calentaron, pero le salió una sonrisa divina en cuanto Jungkook reaccionó y le mostró la misma mueca. Entonces, los dos bajaron hasta el descanso en el que ambas escaleras se unían, convirtiéndose en una sola.

El cielo en el otoño, era la perfecta descripción para el sentimiento que transmitían sus miradas, esas que no podían desconectarse, hasta que Jungkook le ofreció su brazo a Taehyung, para que lo enredara con el suyo y bajaran las escaleras en sincronía.

Y un colapso mental arribó en el más joven al no saber si aceptar o no aquel tacto... aunque, honestamente, se inclinaba más por la respuesta positiva.

Es que Taehyung no lograba entenderlo.

De un momento a otro, ¿Cómo podían cambiar tanto sus ideas?...

La bestia le había arrebatado su libertad y eso sí que no lo olvidaba, pero, a la par, le estaba dando lo que solo su hermano le había proporcionado: atención, comprensión, apoyo, importancia, respeto... cariño. Sin embargo, había un mundo de diferencia en la similitud de los sentimientos; por alguna razón, con la criatura, todo se sentía muy... romántico, justo como en los libros.

¿Sería posible que, entre los dos, las cosas que siempre había soñado ante el tema del amor... pudieran darse?

Sí, sabía que estaba pensando locuras, sobre todo porque, al principio, de verdad que había odiado con su corazón entero a ese ser, pero ahora las cosas eran muy diferentes: le había conocido y, aunque no completamente, ya sabía sobre su bondad y el hecho de que quizá, cuando capturó a Seokjin, solo quería tener un amigo; y le atraía mucho... en demasía, a decir verdad. Le gustaba su armoniosa singularidad y extrañeza, además del esfuerzo notable que había ejercido para dejar de ser tan malhumorado y hacerlo sentir cómodo en su gigantesco hogar.

Jungkook se arrepintió, al ver qué Taehyung se debatía entre tomarse de su guante o no hacerlo; no obstante, justo cuando estuvo a punto de retirar su brazo, Taehyung lo entrelazó con el suyo, manteniendo el pensamiento de que, tal vez, por el simple hecho de ser una especie de personas "diferentes", ambos, se complementarían a la perfección en cualquier ámbito del universo.

No había vuelta atrás y la criatura sonrió feliz al entender eso.

Enseguida, avanzaron en silencio, siendo los ojos azules, los que no podían dejar de ver al bonito niño, mismo que solo observaba al piso ante la pena.

Comenzaron a cenar más pronto de lo esperado. Un grandioso banquete elegante les fue entregado en el comedor y la degustación ocurrió en cuestión de segundos, pero ni siquiera el delicioso postre pudo hacer que Jungkook retirara sus orbes del jovencito, quién, de vez en cuando, lo miraba y le sonreía en pequeñito, aceptando que le encantaba que el mayor lo observara así.

Jungkook, estaba completamente flechado por ese precioso ángel caído del cielo. Y es que no solo su belleza lo atraía, todo lo que Taehyung irradiaba era importante, cada una de sus características, incluso su manera de molestarse y alejarse, todo lo hacía completamente bello y exuberante... una hermosa obra de arte.

Pero salió de sus pensamientos cuando un perchero discreto se acercó al salón y comenzó a tocar una fina melodía que, de inmediato, hizo sonreír a Taehyung; Jungkook también sonrió, pero su mueca desapareció poco a poco cuando Hoseok, pasando discretamente por ahí, le indicó que había llegado su momento.

Entonces, se le aceleró el pecho y, dejando ir el aliento calmoso que solo lo sofocó más, sintió que su cuerpo no le respondería al momento de querer levantarse.

No obstante, Taehyung estaba sonriendo tan tierno que era imposible no querer ir a abrazarlo y llenarlo de mimos: cosa que no ocurriría, pero, como mínimo, al imaginarlo, Jungkook se motivaba, necesitando romper la distancia que los separaba en la mesa y acercarse lo suficiente para poder olfatear su armonioso y suave aroma.

Por consiguiente, se levantó, recorriendo la distancia y llegando hasta los ojitos brillosos que lo observaron con duda al recibir sus garras de frente.

—¿Quie... quieres bailar? —el nerviosismo que lo aquejaba era tan intenso, que se rogaba internamente por mantenerse firme sobre su propio peso. Pero Taehyung aminoró las angustiantes sensaciones cuando, con una sonrisa gigantesca, tomó ambas garras y se puso en pie, guiando, él mismo, al propio Jungkook hacia el salón principal, que se podía utilizar a la perfección como pista de baile.

La bestia tembló cuando ambos llegaron al centro, pero Taehyung, con su fino tacto, le animó, llevando una de sus garras hasta posicionarla en su espalda baja y tomando la otra con mucha precaución, observando a la criatura con calma incluida, a pesar de que su corazón latía al ritmo más rápido jamás experimentado.

Por otra parte, Jungkook percibía algo parecido, aunado a una sensación vibrante que le hacía querer tomar a Taehyung con mucha fuerza y solo abrazarlo por la eternidad. Más, se mantuvo sereno al exterior y simplemente sonrió con ligereza para el chiquillo que había llegado a iluminarle la vida.

Y como por arte de magia, el volumen de la fina música se extendió por el salón, permitiendo que ambos comenzaran a valsar suavemente, sincronizados por la misma melodía armoniosa que acababa de envolverlos.

Giraron un par de veces y Taehyung agradeció mucho a su hermano por, cuando eran más jóvenes, haberlo obligado a practicar por mera gracia y aburrimiento.

Sin embargo, no se preocupaba mucho por equivocarse, Jungkook le miraba con una compasión inmensa, una que jamás había notado existir. Entonces, simplemente, escondió su delicado rostro en el pecho de la criatura, tratando de apaciguar las emociones fuertes que le estaban golpeando el corazón.

Inevitables mariposas en el estómago hicieron a la bestia conmoverse y, por el momento, solo querer seguir disfrutando del baile, siendo acompañado por la persona más especial y perfecta del mundo.

Taehyung sonreía sin más, se sentía tan bien el estar siendo sostenido de esa manera, con esa sinceridad y cariño: le gustaba mucho, sin duda. Por eso mismo se aferraba al cuello de la criatura, abrazándolo con un poquito de ansias y perdiéndose en el aroma del pelaje que jamás imaginó olfatear; sin importar lo mucho que se tenía que estirar para lograr su cometido, debido a la altura e inmensidad de aquel ser.

Nunca antes había bailado, pero, en ese momento, estuvo completamente seguro de que, si era con la bestia, bailaría hasta el día en que llegara su muerte.

La melodía se terminó antes de que ninguno de los dos quisiera y el castaño se vio obligado a levantar su rostro con lentitud. Parpadeó un poco avergonzado, no sabía de donde había tomado tal confianza y le apenaba admitir que había hecho mal, pero los ojos bondadosos le confirmaron que todo estaba bien, que su apapachar había sido consensuado y que, si deseaba hacerlo otra vez, esos brazos lo recibirían sin rechistar.

No dijeron nada, solo se observaron por más de un minuto: los ojos azules perdidos en los avellanados, y viceversa, sin dejar de ver el más mínimo detalle en los mismos, como si pudieran descifrar lo que había a través de sus almas... esas que ya se pertenecían mutuamente.

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