'You know, sometimes I don't think she's really very happy'
[Yoongi]
Varios recuerdos invadieron mi mente. El parque donde me encontraba era en el cual nos habíamos conocido. Los tubos en los que estaba sentado eran de los cuales se cayó el rubio la primera noche. Nadie diría que había pasado más de un año incluso. Los tubos estaban más oxidados y el suelo en peores condiciones, más a penas se notaba la diferencia. Seguía siendo el parque dónde nos conocimos.
No paraba de morderme el labio mientras pensaba en cómo se lo pediría. Cómo se lo explicaría. Cómo le saludaría simplemente. Jamás había estado tan nervioso como ahora. Me sentía como si hubiera dado el salto pero la caída durara mucho más de lo esperado, ansioso por tocar una superficie, independientemente de si el golpe fuera agradable o doloroso.
De repente, a lo lejos apareció una figura. Llevaba un gorro azul y el pelo no le asomaba por él. Supuse que se lo había cortado y por algún motivo me sentí culpable y solo pensé en lo mucho que echaría de menos su pelo ahora que se lo había cortado. Cuando estuvo frente a mí, frente a las enormes tuberías, mirándome desde el suelo con las manos en los bolsillos de su abrigo, no supe que decir.
- Te has cortado el pelo –fue lo único que me salió. Él se quitó el gorro y se despeinó ligeramente. Sonreía con incomodidad más notaba que se esforzaba en que hubiera un ambiente de los más normal posible. Objetivo difícil teniendo en cuenta la situación.– Te queda bien.
- Taehyung tenía mucha ilusión por cortármelo –aunque no me lo hubiera dicho lo habría supuesto por la diferencia de longitud entre un mechón y otro. Más no había mentido. Le quedaba bien.
Bajé de un salto al suelo y me acerqué lentamente a él. Yo también llevaba un gorro, pero era negro y al contrario que el suyo, mis mechones si que se escapaban bajo la tela. Me había crecido una barbaridad y aún no me acostumbraba.
- Necesito pedirte un favor –casi escupí las palabras.
- ¿Para eso me llamaste? –asentí – ¿Por eso he venido hoy aquí? –volví a asentir un par de veces más. Mi barbilla descendía por segundos hasta casi chocar con mi pecho. – Pídeme entonces.
- Primero prométeme que lo harás.
- ¿Cómo? –alcé de nuevo la cara y le miré fijamente. Le supliqué con la mirada. – No puedo prometerte algo sin saber qué es.
- Promételo.
- Su-
- Promételo por favor.
- ...
- ...
- Está bien. Lo prometo.
Sonreí levemente al mismo tiempo que mis ojos se aguaron. Por suerte pude agachar de nuevo la cabeza y no se notó nada. Era extraño sentirse triste. Después de haber vivido en la indiferencia tanto tiempo me costaba pasar por sentimientos tan profundos. Me sentía decepcionado conmigo mismo e impotente y resignado a aceptarlo. Era demasiado para alguien que hasta hace un año calificaba a los humanos como 'humano número uno' y 'humano número dos'.
- Necesito que leas esto en alto –saqué un pequeño papel arrugado de mi bolsillo trasero. Lo había tocado tanto mientras esperaba que a penas se podía diferencias una letra de una arruga. A pesar de todo el rubio lo agarró y miró muy de cerca para ver que ponía. Hubiera preferido que lo leyera directamente en voz alta. – Quería que lo hicieras tú.
- ¿Qué es esto? –frunció las cejas pero no dejó de mirar el papel.
- Una simple frase.
- ¿Cuáles eran las palabras que teníamos que decir para mataros? –su voz también fue tornándose más seria. De repente me di cuenta de que había sido una mala idea. – ¿Es esto? ¿Esta frase es la que podría matarte solo con pronunciarla en voz alta? –asentí sin mirarle. Sentía una vergüenza enorme y solo podía concentrarme en dar pequeños golpes entre mis zapatos para amenizar la situación. – Estás loco.
- Solo quiero comprob-
- No voy a decir esto –rompió el papel en dos y luego cada uno de los trozos en otros muchos más pequeños. Cuando abrió la mano estos salieron volando. – Ni siquiera sé en que narices estás pens-
- Tienes que hacerlo –le interrumpí. La indignación hizo que alzara de nuevo la cabeza y recuperara mi poste. – Lo prometiste.
- No he prometido matarte en ningún momento –respondió igual de indignado.
- Prometiste hacer lo que te pidiera.
- ¡No si es matarte!
- ¡Cualquier cosa! –apreté los puños e intenté calmarme. Le di la espalda y comencé a caminar en círculos sin mirar a otra parte que no fuera el suelo. Las pequeñas piedrecillas saltaban con cada pisada que posara cerca de ellas. Me sentía como un monstruo enorme de esas películas de los humanos en los que ciudades enteras se destrozan. – Dijiste que lo harías.
- Pues retiro mi promesa.
- No puedes retirar una promesa –ambos nos miramos. El aura desafiante podía apreciarse en cualquiera de las dos miradas. Ninguno decía nada pero estábamos a punto de saltar. Por un segundo pensé que si lo hiciéramos sería yo quien perdería. Jiho parecía extremadamente enfadado.
- Puedo hacer lo que me de la gana –de repente dio unos pasos y se colocó frente a mí. Su cabeza me tapó la luna y todo lo que mi campo de visión podía apreciar era a él. Parecía que brillaba. Tenía los ojos oscuros y el labio lleno de heridas. – Tú te fuiste sin avisar así que yo puedo hacer lo que me de la gana. ¡Y me besaste! ¡Y luego desapareciste!
- Perdón –era el único detalle del que no podía tomar responsabilidad. Jamás pensé en hacerlo. Me salió solo y aún meses después me carcomía la duda del porqué. Había sido un impulso por el que solo podía pedir disculpas. – Pero eso no tiene nada que ver con lo que te he pedido.
- ¡Me estás pidiendo que te mate!
- Solo te pido que lea-
- ¿Por qué diablos ibas a querer eso? –me dio un golpe en el pecho y yo tuve que retroceder un par de pasos para no caer al suelo. Era la primera vez que se ponía agresivo conmigo y por alguna razón me enfadó al igual que sorprendió. – ¿Te he hecho algo malo? ¿Te ha hecho alguien algo? ¡Dime por qué quieres suicidarte porque no lo entiendo! ¡No entiendo que quieras estar muerto! ¡Y no vas a matarte ni nadie va a matar-
- ¡ME ESTÁ CRECIENDO EL JODIDO PELO, IDIOTA! – solté todo el aire que tenía guardado en mis pulmones con ese grito. Era la cuarta vez que Jiho me empujaba en su discurso y esta última no me molesté en retroceder. Caí al suelo clavándome toda la graba en la mano. Mientras me quitaba las piedrecitas aproveché para deshacerme del gorro y mostrar la pequeña coleta que me había hecho para recogerlo. Jiho me miraba desconcertado pero en silencio. – Ha crecido como diez centímetros. Esto no debería funcionar así.
- ...
- Y las alas ya no están tampoco. Ni la temperatura.
- ¿Te han quitado tus poderes? –preguntó muchísimo más calmado que minutos antes. La cara que había mostrado ahora no la veía ni por asomo. Volvía a ser sumiso. Volví a ser el perrito que conocí y no la bestia en la que por poco le convierto.
- ¡Han desaparecido! –expliqué frustrado. Encogí mis rodillas y antes de darme cuenta las lágrimas empezaron a caer. No tardé en sentir un cuerpo a mi lado y un brazo planteándose si posarse en mis hombros. No le dejé tiempo para decidir porque antes de que hiciera un movimiento me lancé encima del rubio a abrazarle y esconderme en él. Le mojaría la camiseta con las lágrimas pero de esa forma no podría verme. – Todo lo que me hacía un hada se ha ido.
- No entiendo...
- Yo tampoco –sorbí y comencé a explicar sin despegarme de él. Cualquiera que nos estuviera viendo de noche en medio de un descampado tirados en el suelo seguro que se pensaría lo que no era. Tampoco me importaba. Sería más grave si alguien supiera realmente lo que estaba pasando. – El día del incendio ya noté que algo no iba bien.
- ¿Era por esto por lo que te costaba mucho encogerte en casa de Namjoon? –asentí.
- Mi cuerpo no se comporta con normalidad. Me está saliendo vello y me desarrollo de una forma diferente a la que lo haría un hada. Tengo diferentes sensaciones y me siento enfermo. Algo dentro de mí está cambiando. Quiero saber qué sucede.
- ¿Y tu solución es suicidarte? –aún notaba rencor en su voz. Negué con la cabeza y me limpié en su pecho antes de alejarme. Sus brazos quedaron abiertos con un hueco en medio cuando me senté a unos pasos de distancia.
- Mira esto –Me giré dándole la espalda y comencé quitándome la chaqueta. Luego fui con la camiseta y aunque estaba demasiado lejos podía jurar que sus pupilas se dilataron al mismo tiempo que los labios se despegaban con asombro.
Las alas se desplegaron pero no de la misma forma que tantas otras veces. Ahora dolían ligeramente. Como cuando duermes en una mala postura y luego te estiras. Exactamente esa sensación de libertad sentí yo al deshacerme de la camiseta cuatro tallas más grandes y poder extender las alas que tanto rato habían estado presionadas entre la tela.
- No puedo hacer que desaparezcan –mis palabras eran firmes intentando ocultar todo el miedo que sentía al decirlas. – Un día después de desplegarlas no pude volver a mi cuerpo humano. Puedo hacer apaños para esconderlas debajo de la ropa pero es un riesgo enorme.
- Quizás al igual que tus otros poderes este también se haya ido. Quizás su contacto no mate a nadie.
- Todo lo demás a desaparecido a excepción de estas alas y el maldito nombre.
- ¿El tatuaje? –asentí – Probemos las alas entonces.
- ¿Cómo que probemos las al...–me interrumpí a mi mismo cuando analicé a que se refería con esas inocentes palabras? – ¡No voy a poner la vida del alguien en peligro!
- ¿Acaso no pones la tuya con lo de la nota? –fui a responderle pero no obtuve un buen argumento con el que rebatirle y tuve que cerrar la boca de nuevo. Nunca había visto a Jiho tan intolerante. Parecía que cada segundo de este momento le importaba más que toda su vida. – Además, lo haré yo. Tampoco apoyo lo de poner en riesgo a gente.
- ¿Ah? –alcé una ceja sin terminar de procesar todo lo que sucedía. Antes de darme cuenta el rubio ya estaba poniéndose en pie y acercándose hacia mí. Mis ojos se abrieron de para en par con angustia y me alejé todo lo que pude a gatas, arañándome las manos con la arena. Seguidamente me puse en pie y eché a correr todo lo rápido que pude. – ¡No te acerques!
Fui a esconderme tras un árbol. Eche un vistazo tras la opaca corteza hasta asegurarme de que Jiho no estaba cerca. Y no lo estaba, al menos no físicamente. No tardé en recibir una llamada al móvil con su nombre iluminando la pantalla.
- Deja de llamar la atención. Eres un adolescente de pelo verde que está corriendo por un descampado sin camiseta a las once de la noche. Y tienes un par de alas brillantes a la espalda.
- No te acerques – repetí. Era una advertencia.
- No te escondas y dejaré de buscarte.
Solté un grito de frustración y apagué el móvil. No. No no y no. Todo estaba yendo mal. Nada de lo que estaba sucediendo lo tenía planeado y ahora la vida de Jiho estaba en juego. Me repetía una y otra vez que había sido la peor idea de mi vida meterle en esto. Pensaba cometer la mayor locura de su existencia por mi culpa.
Yo no era un hada. Era un asesino. Eran las alas de un asesino. Así lo habían sido en el pasado y así serían en el futuro.
Si tan solo hubiera cogido a un desconocido por la calle. Si no me hubiera importado morir bajo las palabras de alguien sin importancia, la vida del rubio no estaría corriendo peligro. No estaría buscándome para cometer un error abismal. De nuevo mi egoísmo no dejó hueco a la coherencia.
- Aquí estás –pegué un grito e intenté salir corriendo pero la mano de Jiho en el árbol me bloqueó el paso. – Deja de esconderte. No voy a hacerte nada.
- ¡No me toques! –no podía moverme por miedo a rozarle. Me quedaba quieto y solo miraba a mi alrededor intentando controlar todos los ángulos de mis alas. Cada vez que Jiho se movía un solo centímetro mi corazón se paraba de la angustia. Iba a matarlo. Iba a tocarlo sin querer y a matarlo. – ¡No me toques por favor! ¡No me toques! ¡Aléjate! ¡Por favor déjame!
Cerré los ojos con fuerza y no tardé en notar un sabor salado invadiendo mi boca. Las lágrimas se hacían paso por mi cara asemejándose a una cascada. Salían en borbotones. Debía ser la imagen más desagradable del mundo pero no me importaba. Solo podía llorar y gritar pero sin moverme ni un centímetro. Cerraba los ojos y rezaba internamente para que mis alas no le tocaran. Para que se alejara.
Pero lo que sucedió fue algo muy diferente.
De repente mi boca no solo se vio invadida por las lágrimas. Los gritos cesaron poco a poco al tiempo que unos labios comenzaron a succionar lentamente los míos. Era un tacto suave, era calmado. Luego abrí la boca y una mano me agarró de la mandíbula con más fuerza de la que me esperaba. Todo se tornó muchísimo más intenso. Jamás había experimentado un beso parecido. No solo me sentía lleno físicamente, había algo más.
Cuando abrí los ojos sus labios estaban succionando el mío. Lo soltó mientras me miraba fijamente. Él había estado mirándome todo ese rato y aunque era una idiotez preocuparse de eso en aquella situación, lo que sentí fue vergüenza.
- ¿Estás más tranquilo? –apartó un mechó de mi cara y yo asentí igual de firme. Seguía siendo consciente de las enormes alas que había entre la corteza del árbol y mi espalda. Seguía siendo consciente de que eran un peligro y que la cabeza de Jiho en ese momento no estaba del todo amueblada. Más era verdad, estaba más tranquilo. – Puedes llorar si quieres. Tan solo no tengas miedo.
- No me toques –declaré de inmediato. Él me miró sorprendido y sin pensarlo me aceleré a concretar. – Las alas. No las toques.
- No voy a morirme.
- He dicho que no las toques –casi gruñí con agresividad. Él sonrió pero se alejó un par de centímetros y yo me planteé salir corriendo en ese momento. Habría salido volando si esas dichosas alas no solo sirvieran para crearme incertidumbre y problemas. Ahora ni volar podía. No entendía nada. – Si no quieres ayudarme está bien.
- No voy a ayudarte ni voy a dejar que nadie te ayude a suicidarte. Tenlo claro.
- Solo márchate.
- Hablo en serio –colocó un dedo en mi pecho desnudo y me miró fijamente. Imponía más de lo que había impuesto en toda su vida. – Llamaré a la policía. Te arrancaré la lengua si es nece...
- ...
- Bueno. No voy a arrancarte la lengua. Pero te perseguiré como una maldita sombra hasta estar seguro de que no vas a hacer ninguna estupidez.
- No puedes controlarme. Solo eres un humano –murmuré ligeramente ofendido por el control que se estaba tomando sobre mí. – Y yo no sé lo que soy ahora. Tengo derecho a saberlo.
- ¿Crees que si pronunciar la frase no te mata, tampoco lo harán tus alas a los demás? –asentí. Exactamente eso pensaba. Si mi rasgo más importante dejaba de funcionar, todos los demás por lógica tendrían que hacerlo, incluyendo el veneno a mi espalda. – ¿Y vale la pena arriesgar tu vida para comprobarlo? –volví a asentir con mucha más firmeza.
- ¿Acaso debería arriesgarla por alguna otra cosa? –reí amargamente. – Estamos hablando de quien soy. De lo que soy. Solo me tengo a mí. –me limpié la nariz con el dorso de la mano e intenté mantenerme lo más digno posible después de haber llorado a moco tendido en medio del parque. – No tengo nada más por lo que arriesgarla.
- Está bien.
Pensé que con eso había terminado todo. Pensé que me iba a dejar en paz de una vez por todas. Me sentí tranquilo y aliviado por poder alejarlo de todo lo que sucedía. Eran mis problemas. Había sido un estúpido por llamarlo, más ni se comparó a lo estúpido que fue él tres segundos más tarde de pronunciar esa frase.
Volvió a besarme.
Lo hizo con brusquedad. No era suave ni delicado. Era intenso y fuerte. Me agarró de la cintura y pegó completamente a él hasta que ni un centímetro separaba nuestros cuerpos. Mordía y lamía mi boca a su antojo y yo respondía con lo que mi poca experiencia me había formado. Sentía como que algo iba a explotar dentro de mí. Quería más y no pensaba que iba a necesitar pedírselo hasta que se apartó.
Y antes de poder reaccionar, me abrazó con fuerza. A mí. Enteramente. Rodeó mis alas con sus brazos y apretó con tanta fuerza y calidez que no supe como reaccionar. Aún tenía su saliva en mis labios cuando intenté gritar y la voz se me atascó en la garganta.
Luego todo se volvió negro. Debí desmayarme.
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La cita completa de la película es la siguiente. El título no me dejaba ponerla entera porque era muy larga. Me pareció muy bonita y me sorprende que sea diálogo de la película antigua.
Maleficent doesn't know anything about love, or kindness, or the joy of helping others. You know, sometimes I don't think she's really very happy
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