'We're only here 'cause you stole the heart in the first place.'
[Suga]
Era la primera noche después de que se publicaran las notas finales y con ello la fiesta más desfasadora del año. Todo el alcohol que Jiho no había consumido diariamente durante estos últimos meses, lo compensó con creces en tan solo unas horas. Por eso no me extrañó en absoluto que de camino de vuelta a casa el rubio no recordara ni sus calificaciones. El curso había quedado en el pasado.
- Campanilla –me llamó apoyado en el muro del callejón en el que estábamos esperando mientras yo intentaba contactar con un taxi que pudiera llevarnos a casa. No era mucho el trayecto, pero mi compañía tenía más alcohol que agua en el cuerpo y tardaríamos el triple del tiempo en llegar. Marqué de nuevo y le miré alzando una ceja. Estaba lo suficiente borracho como para resultar molesto y a la vez para no poderte enfadar con él. – Ven aquí.
- Joder, no contestan –me quejé en voz alta, marcando por casi vigésima vez el mismo número. Cuando obtuve la misma respuesta, unos pequeños pitidos, me puse a buscar otras páginas y números a los que contactar. Ya llevaba intentándolo con cuatro agencias diferentes y mi paciencia comenzaba a decaer gravemente, sobretodo cuando el rubio abría la boca. – ¿Hola? ¿Sí? ¿Puede coger alguien el maldit- ¡Ah, sí, hola! ¡Necesito un taxi urgente!
- Enséñame las alas... –de repente sentí como alguien me agarraba de un extremo de la camiseta y tiraba hacia atrás. Tropecé y casi consigo que ambos cayéramos al suelo. Aún con el móvil en la mano miré a Jiho y me aparté unos pasos zafándome de su agarre. Él seguía agarrado de mi camiseta pero no se despegaba del muro para no caerse. – Enséñamelas... ahora que nadie pasa... venga..
- Cállate de una maldita v- ¡Oh! Nono, es a otra persona... ahá... el más rápi... ¿CÓMO? ¿DOS HORAS? –le di un manotazo a Jiho para que me soltara y eché a andar en círculos con desesperación. El hombre al otro lado repetía lo mismo una y otra vez sobre que era el mínimo tiempo de espera en esos momentos y que no se podía hacer nada. Mi compañero seguía suplicándome de fondo tonterías e incoherencias de borracho y los pocos vecinos de esa zona comenzaban a quejarse por el ruido. No me extrañó explotar en ese instante. Lo sorprendente era que hubiera podido aguantar tanto. Apagué el móvil a mitad de una de las frases del chico y lo tiré al suelo. El rubio se cayó de inmediato y permaneció en silencio en todo lo que duró el espectáculo mío pisando una y otra vez el dispositivo. Cuando alcé de nuevo la vista, tenía una cara tan pasmada que casi me causó gracia. Casi. – Tú quédate quieto ahí.
- ... –asintió e intentó ponerse recto, pero como era obvio, al segundo volvió a tambalearse y tuve que acercarme para sostenerle. Le rodeé por la espalda y por encima de mis hombros, apoyándose en mí de esa forma. – No te enfades.
- No estoy enfadado –respondí agitadamente mientras pensaba en una solución. Al segundo me asomé a la acera levemente para comprobar que no pasara nadie y entonces desplegué las alas. – No te acerques –le ordené inmediatamente al rubio nada más ver sus intenciones brillando en sus ojos. Él escondió sus manos inocentemente tras la espalda y no dio ni un paso. –Ahora vamos a intentar una cosa y para ello necesito que me des las manos –me tendió una sola y tras agarrársela le mostré mi otra palma vacía. – Las dos.
- ¿Quieres agarrarte de las manos conmigo? –preguntó mientras me tendía la otra. Le agarré con fuerza e intenté elevarme. – Wow... –el rubio me miraba asombrado, casi hipnotizado mientras yo batía mis alas intentando levantarle a él conmigo, pero pesaba demasiado. – Eres lo más bonito que he visto nunca...
- Cállate que me desconcentras.
Pero por mucho que me concentré e intenté alzarnos a los dos en vuelo, no funcionó en absoluto. Jamás había tenido complejo con mi falta de fuerza y juraría que era la primera vez en toda mi existencia que me lamentaba por no tenerla. Era lo suficientemente fuerte como para salvar mi culo, y nunca me había planteado tener recursos extras para salvar el culo a otra persona. Jamás había existido el culo de otra persona.
Guardé mis alas de nuevo bajo sus infantiles lamentos de fondo y tras pensarlo una milésima de segundo, decidí que no nos quedaba más remedio que echar a andar. Era de madrugada y no me apetecía en absoluto dar un paso, pero iba a hacerlo. Iba a hacer todo eso por un simple humano, quien lo diría.
Solté una de sus manos y con la restante él me rodeó por los hombros y así enmendamos el camino de vuelta. Iba apoyado en mí casi totalmente, pero el peso no era nada comparado al que había sentido al tenerle que levantar minutos antes. Esto era una maravilla en comparación.
- De verdad – habló de repente mientras cruzábamos un paso de cebra. Llevábamos cinco calles en absoluto silencio después de que se hubiera asustado con el ladrido de unos perros callejeros. Había pegado un chillido y yo luego le regañé por hacer ruido. La cuestión es que era bastante el tiempo que había estado callado y eso ya podía considerarse un logro.
- ¿De verdad qué?
- Lo de antes.
- No sé de que narices estás hablando.
- ... – se quedó en silencio unos instantes antes de soltar uno de los eructos más grandes en todo su archivo de eructos. Casi sentí el impulso de aplaudir. Él siguió caminando como si nada y se encogió de hombros. – Se me ha olvidado de qué estábamos hablando. Tengo hambre.
- ¿Quieres un kebab? –asintió efusivamente y yo suspiré. Tenía la esperanza de que lo del hambre hubiera sido un comentario sin importancia de borracho. – Ah. Ni sé por qué hago esto. Está bien, quédate aquí y no te muevas.
Y ahí se quedó sin moverse ni un paso mientras yo entraba en el local que había cruzando la acera para comprar un maldito kebab a las cinco de la mañana. El dueño me saludó nada más reconocerme y antes de que le diera la orden ya estaba preparándome el usual pedido. Era la calle por la que solía pasar Jiho cuando volvía de fiesta debido a que la tienda era veinticuatro horas y le alegraba la vida cuando se le pasaba casi toda la borrachera. Le alegraba la vida igual que se la alegré yo cuando salí con la bolsita blanca y el papel albal divisándose a través.
Quiso comérselo de inmediato, pero se lo impedí y me apropié de la bolsa sin dejar que colara si quiera un dedo en ella. A penas quedaban unas manzanas andando y llevábamos buen ritmo, si parábamos a comer ahora no llegaríamos al piso hasta tres horas más tarde, por lo que decidí terminar primero el camino y luego ir directos a lo que nuestro cuerpo nos pidiera. En el caso de Jiho la batalla se debatía entre comida y cama. En el mío solo existía la última opción.
Mientras andábamos me estuvo hablando de sus amigos, de las tres veces que se había subido a un árbol con Yukwon y los estribillos que habían compuesto entre todos con nombres de insectos. Repetía en bucle lo mismo una y otra vez, en cada ronda con un poco más de cansancio. Era un contraste adorable el de su ilusión y el agotamiento que llevaba encima. Cuando a penas nos quedaba una calle me empecé a agobiar al pensar que se iba a dormir ahí mismo y yo tendría que cargarle hasta el portal.
Pero no fue necesario. Llegamos medio sanos y despiertos a la puerta principal, la cual me dispuse a abrir mientras el rubio intentaba hacerse ya con la bolsa de la comida. Estaba empezando a perder mi paciencia e iba a ponerme a gritarle de madrugada en medio de la acera, pero una suave música me distrajo. Mejor dicho, nos distrajo. Y por reflejo ambos empezamos a caminar hacia la melodía, hasta llegar al pequeño callejón que teníamos bajo la ventana.
Miré hacia arriba, observando como se veía nuestro piso dese fuera y sonreí inconscientemente. La música seguía sonando y tal y como me esperaba, era el grupo de gente que solía pasarse algunas noches tocando en el lugar. Había algunos sillones viejos que usaban y varios de ellos estaban fumando. No hizo falta que nos invitaran, ni siquiera paramos a saludar, simplemente cogimos un hueco en el suelo y nos quedamos a escuchar la tranquila melodía junto al par de personas que nos habían precedido.
Jiho desenvolvió su comida y empezó a atacarla brutalmente como si fuera la última de su especie, como si no pudiera comprar mañana mismo cincuenta mil kebabs y comérselos todos. Se llenaba la boca y pringaba toda la cara con la mayonesa sin importarle lo más mínimo. Solo miraba a los músicos y comía embobado. No fue hasta que me incliné para limpiarle con el dedo un poco de mayonesa de la mejilla, que me percaté de que un par de lágrimas ya se habían hecho paso mucho antes.
- ¿Estás llorando? –fruncí el ceño sin terminar de creérmelo. Él siguió comiendo y asintió con los mofletes llenos sin mirarme. – ¿En serio estás llorando? –le agarré de las mejillas y giré el rostro bruscamente hacia a mí. Un par de personas nos miraron y yo intenté no llamar mucho la atención, más acababa de comprobar que efectivamente estaba llorando. Lloraba tan en silencio que ni parecía que lo estuviera haciendo. Agarré un extremo de su camiseta y me puse a limpiarle la cara de la mezcla de salsa y lágrimas que la embadurnaban– Subamos a casa. Necesitas dormir.
- Tengo sueño –murmuró tras tragar un trozo que llevaba masticando casi dos minutos.
- Yo también.
Y lo dije tan sinceramente que solo me faltó un bostezo en la frase. Estaba que me caia ahí mismo y el tenerme que preocupar de Jiho me agotaba aún más si era posible. Así que rápidamente nos deshicimos del menú que no se había terminado el rubio, dándoselo a una agradable chica de pelo rosa que estaba sentada cerca nuestro, y nos marchamos de vuelta al portal. Mientras subíamos las escaleras volví a sacar el tema de la inesperada llorera.
Empezó a darme evasivas y así siguió hasta que estuvo tirado en la cama, boca abajo, con los pies colgando y toda la ropa puesta. Había decidido dejar el tema pero cuando al pasar por su lado me agarró débilmente del extremo de la camiseta, suspiré e hice un último esfuerzo. Los amigos de los humanos borrachos merecían un premio.
- ¿Vas a contármelo? –negó contra el colchón sin mostrar su cara siquiera. Comencé a quitarle la ropa sin recibir a penas ayuda suya. Era como cargar con un muñeco gigante que apestaba a alcohol y decía tonterías necesidad de pulsar ningún botón escondido. – Deberías contármelo. Después de todo fui yo quien te compró el kebab.
- Estoy muy lleno –respondió totalmente ajeno a mis palabras. Proseguí con los pantalones. Esta vez parecía estar volviendo ligeramente en sí y ponía más de su parte. – No quiero contártelo. Si te lo cuento te irás.
- ¿Has hecho algo malo? –negó de inmediato. Seguidamente se detuvo y estuvo pensando un par de segundos, meditándolo, hasta volver a terminar negando de nuevo. Se agarró una goma y empezó a hacerse él solo una pequeña coleta. – ¿Por qué crees que voy a irme?
- Lo sé. Sé que te vas a ir. Te irás.
- No voy a irme a ningún lado.
- Te irás, te irás... –lo repetía inconscientemente mientras intentaba recogerse el pelo. Resoplé con desesperación al ver su octavo intento y sin pedir permiso me puse yo mismo a atarle la maldita goma. – Au –sonreí por su adorable y para nada intimidante quejido y él hizo un puchero. En verdad debía estar dándole bastantes tirones porque era increíblemente difícil hacerle una coleta sin tenerle de espaldas. – Namjoon está loco.
- ¿Ah? –me puse en pie con frustración y finalmente conseguí que se medio sentara en la cama mientras yo me colocaba de rodillas a su espalda para hacerle el recogido. Cada vez que le acariciaba la cabeza se relajaba e inspiraba hondo. Sonreí con aquella reacción sintiendo una agradable calidez envolviéndome. – Mira quien fue a hablar.
- Yo no estoy loco. Y tampoco estoy enamorado diga lo que diga Namjoon. Siempre piensa que lo sabe todo pero no sabe nada. Es un sabelotodo. –soltó un bufido y volví a acariciarle, esta vez con total conciencia. Él se relajó y empezó a recostarse sobre mí mientras yo seguía enterrando mis dedos entre sus mechones rubios. Era como acariciar a un animal para calmarlo. – O mejor dicho, es un sabelonada.
- ¿Namjoon ha dicho eso? –pregunté sorprendido. Esa si que no me la esperaba y no sabía como reaccionar. – ¿Estás enamorado? – Jiho asintió de inmediato y así estuvo varios segundos hasta que volvió a sí, cuando dejé de acariciarlo sin darme cuenta. Me miró y yo rodé los ojos, volviendo a centrarme en su pelo mientras le escuchaba. – No sabía que estabas enamorado.
- ¡No lo estoy! –se quejó.
- No grites.
- No lo estoy. Nada. No estoy nada enamorado. Y tú no sabes nada porque eres un hada y no sabes nada de lo que es estar enamorado. –hablaba atropelladamente, aunque no era un tono alto, más bien cansado y molesto. Como si se estuviera quejando al igual que lo haría un niño pequeño. – No sabes nada.
- No me interesa.
- Tendrías que enamorarte de mí –frunció el ceño y esta vez fue él quien detuvo las caricias para mirarme con reproche. Solo en ese instante me di cuenta de que su pelo seguía suelto. – ¿Por qué no te enamoras de mí? –rodé los ojos por sexta vez desde que habíamos empezado la conversación e intenté ponerme en pie, pero cuando iba a marcharme me agarró por la muñeca desde la cama. Me miraba fijamente. Tenía los ojos brillantes y muy oscuros. Sus labios también brillaban por todas las capas de saliva que no paraba de darles. Pasaba su lengua constantemente por ellos, probablemente porque tenía la boca seca.
- Suéltame y ve a dormir –ordené sin mucha imponencia. Por lo cansados que estábamos ambos jamás hubiera pensado que fuera necesario decir eso, pero lo fue, y aún así siguió persistente, sin soltarme.
- Enamórate de mí –ordenó él con bastante más seriedad. Era surrealista. Aunque yo conocía mejor que nadie a Jiho borracho y eso era lo mínimo que podía hacer.
Me agarró con la otra mano, casi asemejándose a una súplica. Cualquiera diría que le importaba realmente y estaba implorándome clemencia. Comenzaba a hacerme sentir incómodo y dejarme sin capacidad de reacción. No me gustaba formar parte de esas bromas. Cada vez que Jiho vacilaba con aquellos temas me sentía mal. Era desagradable, era todo lo contrario a la calidez de momentos antes. Era un jarro de agua fría.
- Te he dicho que conmigo no juegues a eso –murmuré cortante, soltándome de un brusco tirón. Él cayó en la cama y rebotó torpemente. Se quedó en silencio sin dejar de mirarme. – No hagas como que te afecta. Juega con otro y ya est-
No llegué a terminar la frase porque unas luces de policía provenientes de la calle empezaron a iluminar brevemente el salón. Dejé a mi compañero en la cama y me asomé a la ventana para ver que sucedía. Había poco barullo y podía distinguir como dos agentes dispersaban claramente la zona en la que minutos antes nos encontrábamos. Me molestó de sobremanera pero no hice nada más que mirar furioso como echaban a aquellas personas que tocaban tan relajadamente. Cuando se hizo el silencio absoluto y lo último que escuché fueron las ruedas de aquellos coches, les eché enormemente de menos.
Suspiré y me volví hacia Jiho sin recordar lo último que estábamos hablando. Me acerqué lentamente a la cama y comprobé que estaba dormido. El pelo seguía cubriendo casi toda su cara. Me senté a su lado y apagué la luz de la mesilla antes de ponerme a atárselo a oscuras. Era relajante no ver nada y escuchar su respiración de fondo.
De repente se apegó más a mí. Comprobé que estuviera dormido y en efecto lo estaba. Volví a seguir con las caricias y también me percaté de que, aún en sueños, reaccionaba a ellas. Era agradable sentir como se apegaba más y más, hasta que en un momento dado me abrazó. Colocó un brazo por encima de mi costado y me acercó ligeramente hacia él. Me quedé congelado.
- ¿Jiho? –lo que más me aterraba es que no estuviera dormido. No me sentía empujado a reaccionar igual, y no lo estaba haciendo. – ¿Zico? –volví a repetirlo, pero no hubo respuesta. Me juntó más a él y hundió su rostro en mi cuello. Inspiró fuertemente y siguió durmiendo como si nada hubiera pasado.
Cuando a la terceracomprobación me aseguré de que cien por cien seguro el rubio no estabaconsciente, me alegré. Cerré los ojos y me dormí. Me gustó tenerle tan cerca deaquella forma y eso es algo que jamás le habría reconocido
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