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'And such lovely, flowing locks'


[Yoongi]

Una mañana me despertó alguien dando golpes al otro lado de la puerta. Supuse que era Jiho que se había olvidado las llaves e hice oídos sordos para seguir durmiendo. Cuando me desperté a las tres horas encontré un papel en el suelo que habían pasado por debajo de la puerta. Lo cogí y eché un vistazo pero cuando vi las palabras 'propietario' y 'recogida de firmas' toda mi curiosidad se fue por completo. Eran términos demasiado humanos para que me interesaran.

Decidí prepárame un café y mandé un mensaje a Jiho para saber donde se encontraba. No era preocupación, era un aburrimiento que desde que le habían contratado hacía dos semanas en una productora de música, aumentaba notablemente. Ahora que no le tenía cerca era cuanto más en falta le echaba. Me había acostumbrado a tenerlo pululando a mi alrededor aún sin hacer nada juntos y aunque costara reconocerlo si pudiera traerlo y colocarlo a mi lado lo habría hecho sin dudarlo.

Pero no podía. Jiho había encontrado trabajo en una pequeña discográfica colocando discos y haciendo demás cosas de asistentes. Lo tenían medio explotado pero él lo disfrutaba tanto que a veces hasta me sentía suplantado por esas cajas llenas de discos de cantautores. Era extraño necesitar la compañía de alguien después de haber pasado años y años buscando la soledad más absoluta.

- ¡He llegado! –me alegré de que no me hubiera visto nada más entrar porque seguramente mi cara fue la de un perro con la llegada de su dueño. Vergonzoso. – Ah, café... –me quitó la taza de las manos y le dio un trago antes de devolvérmela. Yo rodé los ojos pero no dije nada. Me alegraba tenerle en el piso.– Hoy ha sido un día fantásti... ¿ah? –divisó la hoja en el suelo que habían pasado hace rato por debajo de la puerta y la agarró. – ¿Qué es esto?

– No lo sé. Lo han pasado por debajo de la puerta antes.

- ¿Y no lo has leído? –se apoyó en la mesa, junto a la silla en la que yo me encontraba sentado. Sin dejar de mirar el papel empezó a tantear la mesa en busca de mi taza. Suspiré y se la acerqué para que pudiera agarrarla.

- Pone algo de propietario. Ese eres tú.

- Esos son mis padres –me corrigió. Dio un trago mientras leía concentrado el papel. Se sumergió tanto en él que hasta me entraron ganas de echarle una ojeada, más cuando me fui a levantar, lo arrugó y guardó en el bolsillo del pantalón como si nada. – No es importante.

- ¿Qué era?

- Nada importante –repitió sonriente. Ahora si que me miraba a los ojos, obligándome a apartar la vista de nuevo. Era extraño pero aunque la comodidad a su lado era enorme, últimamente me sentía un poco cohibido. A veces me incomodaba que me mirara. – ¿Has estado durmiendo todo el día? –asentí agarrando con ambas manos la taza que me había devuelto. A penas quedaba la mitad del café.– Genial. Porque hoy no vamos a dormir.

- ¿Ah? –alcé una ceja curioso por qué se refería. Tiempo atrás me habría negado de inmediato.

- Hoy es tu cumpleaños.

- Hoy no es mi cumpleaños.

- ¡Hoy hace un año desde que llegaste al piso! –exclamó entusiasmado. Mi cara seguía frunciéndose por cada tontería que escuchaba. – Un año y algún mes. Pequeños detalles que no importan.

- Llevo casi año y medio.

- ¡La cuestión es que lo celebraremos hoy! –su entusiasmo volvió por arte de magia– Los dos solos haremos la mejor noche de celebración que haya podido existir.

- ...

- ¡Compraremos comida!

- ...

- ¡Y alcohol, ah! ¡Hace muchísimo que no me emborracho! –yo le miraba sentado, en silencio, bebiendo pequeños sorbos de mi café sin llegar a comprender totalmente nada de lo que estaba diciendo. – ¡Fumaremos un porro!

- Hoy iba a ayudar a Namjoon a sacar el anillo que se le cayó por el desagüe.

- ...

- ...

- ¿No puede comprarse otro anillo? –su cara bajó del entusiasmo a la decepción en milésimas de segundos. Se sentó en mi silla continua y echó sobre la mesa con los brazos estirados, apoyando la cabeza en ellos de lado y mirándome con los ojos muy abiertos. Era bastante lindo. – Yo se lo compro.

- El anillo era de Jin.

- Yo le compro otro Jin y otro anillo –rodé los ojos y me terminé de un trago el café, no queriendo entrar en su juego de decir tonterías. Mientras me levantaba a fregarlo él seguía proponiéndome opciones para quedarme en vez de ayudar a Namjoon. – ¡Le compro otra casa con otro anillo en el desagüe! ¡Hablo en serio!

Al final por muy en serio que hablara, terminé dirigiéndome dos horas después a casa del rubio con un imán en mi bolsillo y un tapón para la nariz. Prefería prevenir cualquier mal olor que hubiera por esas tuberías, y fue una buena decisión, porque la imagen de los tubos de desagüe de la casa de Namjoon era como poco nada atractiva.

Mientras buscaba el anillo por ellas no podía dejar de pensar en qué estaría haciendo Jiho en ese momento. Probablemente habría quedado con algún amigo y la casa estaría sola de nuevo. No quería estar solo otra vez, por lo que cuando rescaté el anillo y Namjoon me ofreció una cerveza, la acepté sin dudar. No era mi fantástico piso donde la estábamos tomando, pero al menos estaba acompañado.

- Es un lío enorme. Casi me mata, te lo prometo. –me estaba hablando de su novio y la reacción que tuvo al no ver el anillo en su mano. Era bastante graciosa la pareja que hacían. – Le dije que lo tenía guardado pero no me creyó. Jin nunca me cree cuando le estoy mintiendo.

- Eso es porque mentirás fatal.

- Eso es que Jin es una máquina detectora de mentiras. Te lo juro tío. No se le escapa ni una. –reí por su expresión y di otro trago a mi cerveza. Era la tercera desde que habíamos empezado. – Creo que me lo colgaré al cuello o algo.

- ...

- El anillo digo.

- Ah.

- ... –estuvimos unos segundos en silencio y luego volvió a sacar un tema. No sé si fue instinto o algo por el estilo pero supe perfectamente que iba a derivarlo a mi compañero de piso. – ¿Y tú que tal con Jiho? ¿Ya estáis saliendo?

- Nosotros no salimos –respondí incómodo.

- Básicamente sois un matrimonio.

- Nosotros no somos ningún matrimonio –me mordí la lengua, avergonzado por no saber que más decir. Cada vez me agobiaba más hablar de esos temas si Jiho estaba metido en ellos.– No nos gustamos.

- Habla por ti, Hulk.

- Ya te he dicho mil veces que ese personaje del que hablas no tiene el pelo verde –rodé los ojos pero decidí no explicárselo más. Después de mil no valía la pena. – Y hablo por ambos. Jiho no quiere nada conmigo. Después de todo es comprensible sabiendo que no soy humano. Y tampoco su tipo.

- Como si Jiho tuviera tipo.

- Un hada no creo que entre en su tipo.

- No pareces un hada. Si llevaras las alas fuera constantemente y una corona de flores elevándose al son de un aura de luciérnagas quizás serías un hada. Ahora solo eres la versión atractiva de Hulk.

- Y tú vas a pedirle a ese tal Hulk que te ayude la próxima vez que necesites algo.

- Me destrozaría la casa. Que tonterías dices, amigo. –rio y dio un largo trago a su cerveza, terminándosela. La aplastó con la mano y lanzó contra la basura, haciendo que rebotara contra la pared y golpeara un extremo provocando que cayera al suelo. Ambos nos quedamos en silencio hasta que él se encogió de hombros como si nada hubiera pasado. – La cuestión es que le gustas. Una pena que él a ti no.

- A mí me gusta Jiho –solté sin pensar. Me había sentido ofendido porque pensara lo contrario y ni entendía por qué. – Me gusta más que tú y tú eres la segunda persona que más me gusta entre mis conocidos.

- Pero no te gusta de la misma manera.

- Obviamente. Con él tengo más confianza.

- ¡No me refería comparándolo conmigo! –sonreí por la cara de ofensa que puso y seguí bebiendo tranquilamente de mi lata. Él ya estaba abriéndose una nueva. – Hablo de que él te ve diferente a ti que tú a él. Es complicado. No lo entiendes porque no eres humano.

- He tenido sexo si es lo que hablas –los ojos se le salieron de las cuencas durante un segundo y me apresuré a explicarme mejor aunque su cara fuera extremadamente graciosa. – No con él. Con otro chico. Más o menos.

- ¿Más o menos? –frunció el ceño desconcertado.

- Más o menos. Menos que más creo. –di otro trago y me encogí de hombros sin saber explicarlo de otra mejor forma. Había sido hacía bastante tiempo y no recordaba nada. – Me tomé una pastilla. Sentí eso que sentís los humanos.

- ¿Ganas de follar? –asentí – Ah. No todos los humanos las tienen pero entiendo a que te refieres. Que te drogaste.

- Sep.

- Y casi te acuestas con alguien.

- Sep.

- Y ese alguien era un tío.

- Parece ser.

- Y Jiho es un tío.

- Que yo sepa.

- Deberías acostarte con Jiho.

Esa fue su conclusión final. Literalmente luego añadió 'esta es mi conclusión final de todo lo que hemos hablado' y se terminó la quinta lata de cerveza de un trago. La lanzó a la basura y acertó de lleno. Él lo consideró una señal y yo lo ignoré.

Pasaron casi dos horas más de las que no me di ni cuenta. A pesar de que estábamos hablando mayormente de mi compañero a penas pensé en él. Ni siquiera me planteé lo sola que estaría la casa en esos momentos, pues estaba pasando los míos con un amigo. No había tenido muchas experiencias como esas principalmente porque no recordaba haber tenido amigos nunca.

Finalmente, Namjoon se quedó medio dormido en el sofá y yo me planteé que era hora de volver al piso. Aunque estuviera vacío tampoco quería quedarme durmiendo en una casa ajena sabiendo que me esperaba mi preciosa cama a solo unos aleteos de ahí. Así que no me lo pensé dos veces. Recogí vagamente la basura que el rubio había tirado y desplegué las alas echando a volar a hacia mi casa.

Cuando llegué jamás me habría imaginado lo que vi.

- ¿A-ah? –Jiho se despertó asustado por el sonido de la puerta al cerrarse. Tenía un gorro de celebración colgando de su oreja y el labio manchado de baba. Debía haberse dormido en la silla en la que estaba sentado. – ¿Suga?

Eché un vistazo rápido al cuarto. Había globos y la mesa estaba llena de comida y botellas de alcohol. Todo estaba perfectamente preparado e intacto. Incluso había una tarta de nata más grande que la cabeza de cualquier humano que había visto en toda mi existencia. Solo con el olor que se había impregnado en el cuarto me entraron ganas de llorar de felicidad. Obviamente contuve las lágrimas y cualquier sentimiento emotivo en general.

Dejé mi mochila en el suelo y me dirigí a la cama, sentándome en ella mientras observaba los canutos que había desperdigados sobre las sábanas. Agarré uno y lo olí. Era hierba. Podría haberlo notado sin necesidad de acercármelo si no hubiera sido por el aroma dulzón de toda la comida que invadía el cuarto.

- ¿Todo esto lo has preparado tú? –el rubio asintió al tiempo que se pasaba la mano por la cara con cansancio. Tenía el pelo despeinado y le quedaba muy bien. Inconscientemente pensé en el líbido de los humanos. – ¿Cuánto tiempo llevas esperando?

- No lo sé –quizás no lo sabía o quizás no quería responder. De cualquier manera derivó el tema a otro. Se puso en pie de un salto y dio unos cuantos más para desperezarse. Yo le observaba desde la cama, con el porro en la mano y mi corazón latiendo más rápido de lo normal. Estaba medio shockeado y tenía hambre. – ¡Vamos a comer! –exclamó como si me hubiera leído el pensamiento.

Agarró una botella de licor de manzana y con la otra mano agarró la tarta como si fuera un experto camarero. Si el tiempo que estuvo trabajando en la pizzería fue tomando pedidos no fue por casualidad, por ello no me sorprendió que mientras se acercaba a mí una de las dos cosas que llevaba en las manos se tambaleó. Inmediatamente me puse en pie y le ayudé a agarrar la tarta.

- Gracias –murmuró en voz baja. Estábamos demasiado cerca. O así lo sentí. Inmediatamente cogí el postre y me alejé lo más rápido que pude, sentándome de piernas cruzadas con él en la cama. Jiho me miró y se hizo un hueco a mi lado. A mí me costaba hasta formular palabra. – Puedes empezarla. Es tu cumpleaños después de todo.

- Gracias –sonó más rápido y frío de lo que pretendí. Aún así él rio y metió el dedo en ella. Le miré indignado por haber estropeado tal obra de arte hasta que acercó el dedo a mis labios. Le miré sorprendido y él seguía sonriendo como si nada, por lo que terminé dejándome llevar y sin estar realmente convencido del todo terminé lamiendo la nata de su mano. – Está rica.

- Claro que está rica –se relamió el dedo antes de levantarse a por dos tenedores. Agradecí que no cogiera platos. Me apetecía comer directamente de ahí, destrozarla por completo aunque un instante antes me hubiera dolido ver como se le hacía un simple agujero. El sabor valía la pena. – Deberías pedir un deseo.

- No es mi cumpleaños.

- Pero tienes una tarta. Puedes pedirlo igualmente. –seguro que la lógica de los deseos no funcionaba de esa forma, más cuando sacó un mechero y lo encendió frente a mis ojos, no pude negarme a seguir con la broma. – Vamos, pide algo.

- Ya está.

- Pero dilo en alto que sino no me entero.

- ¿No se supone que si lo dices en alto no se cumple?

- Entonces dímelo al oído –pensé que bromeaba hasta que se inclinó sobre mi. Su oreja quedó a centímetros de mis labios. – Si no se cumple haré que se cumpla. Lo prometo.

-...

- ¿Sug-

- Que nunca dejen de hacer esta tarta –mentí. Él se incorporó nada más oírlo y me miró extrañado. Yo clavé el tenedor en el postre y lo llevé rápidamente a mi boca, llenándomela con un enorme trozo y provocando que el rubio partiera en risas. Sonreí con las mejillas manchadas de nata.

- Es un buen deseo.

- ... –tragué y me lancé a responder, con la siguiente pinchada ya desbordándose de mi tenerdor. – Es una buena tarta.

- Lo es.

Y seguimos comiendo sin pudor alguno, rodeados de globos y porros. Luego Jiho pidió el mismo deseo pero con el lícor de manzana porque según él 'era el mejor lícor de manzana de todo el universo y solo mis labios eras dignos de probarlo' así que me tendió la botella entera y no se tragó su parte hasta que yo bebí. Estuvimos riéndonos y haciendo todo tipo de tonterías. Nos emborrachamos. Incluso fumamos un porro de orégano que terminó tirando al suelo mientras tosía poniendo unas caras muy ridículas.

Me lo estaba pasando tan bien que no recordaba ni el momento en el que habíamos empezado. Parecía que estábamos en el infinito y no iba a terminar nunca. Y me gustaba. No quería que terminara nunca.

- Cada vez me cuesta más usar mis poderes –confesé con un canuto entre mis manos. Estábamos tirados en la cama. Ahora estaba echa un desastre en comparación a horas antes, pero nos importaba bien poco. Incluso las sábanas estaban manchadas de tarta y los tenedores se habían perdido. Habíamos terminado comiendo con las manos.

- Has dicho poderes –rió y mi cabeza rebotó varias veces por estar apoyada en su abdomen. Iba sin camiseta. Se la había quitado hacía un buen rato cuando derramó todo el licor de manzana por encima.

- Cállate. Es tu culpa. Al final me has pegado decirlo así.

- Son poderes –agarró un trozo de tarta y la acercó a mis labios, dejándolo caer cuando abrí la boca. – Son poderes mágicos.

- Lohquehea –intenté hablar con la boca llena mientras masticaba. – La cuestión es que me cuesta. No se lo he dicho a Namjoon pero hoy por poco no he podido hacerme pequeño para conseguirle el anilllo. Me ha costado un montón.

- Quizás ya estabas pequeño y querías hacerte aún más pequeño.

- Tenía un tamaño normal.

- Tu tamaño normal ya es pequeño de por sí –me incorporé para poder mirarle a los ojos y fulminarle mentalmente. El rio y empezó a chuparse los dedos para limpiárselos de tarta. – Me gusta tu tamaño. Me gusta todo de ti.

- Namjoon dice lo mismo.

- ¿Qué le gustas? – frunció el ceño.

- Que te gusto –ahí lo relajó y volvió a sonreír. No supe como reaccionar. – Le he dicho que tú también me gustas.

- Pero es diferente –me recordó a Namjoon hablando. Con superioridad. Como si supieran algo que yo no entendía y ni mereciera la pena explicármelo. Parecían resignados a mi ignorancia. – Tu gustar es diferente.

- ¿Y tú que sabes? –respondí con molestia. Eso le sorprendió. Se quedó unos segundos en silencio y luego volvió a reír con autosuficiencia, cosa que me molestó aún más. – No estás en mi cabeza. No sabes como me gustas.

- Sé que no es lo mismo.

- No. No lo sabes.

- Sé que ahora no estás enfadado –me agarró con la mano que no tenía en la boca y tiró hacia él, provocando que cayera a su lado rebotando varias veces en la cama. Giré la cabeza y me lo topé de frente. Podía rozar su nariz. – ¿Ves? No estás caliente.

- Estoy enfadado.

- No lo estás. Mira tu temperatura.

- Eso es porque no me funcionan los...

- ...

- los poderes –terminé la frase. El sonrió y fruncí los labios poniendo todas mis fuerzas internas para no esbozar otra sonrisa como respuesta. Hacía mucho que no tenía que esforzarme para no sonreír. Antes de conocer a Jiho solía sucederme lo contrario. – Deja de mirarme así. No es divertido. Nunca me había pasado.

- Quizás es una fase de las hadas –rio aún más alto. Le dio una calada al porro y me lo pasó después de echarme lentamente el humo en la cara. Solo me fijé en sus labios formando un pequeño círculo mientras lo hacía. – Estarás pasando por la madurez. Seguro que son las hormonas. Siempre son las hormonas.

- Las hadas no tenemos hormonas.

- Algo tendréis que tener.

- No.

- ¿Tetas?

- No.

- ¿Granos?

- No.

- ¿Vell- esto tampoco, cierto. –frunció el ceño y me inspeccionó de arriba abajo en busca de alguna particularidad que confirmara su teoría, más no debió encontrar nada porque su siguiente respuesta fue la estupidez más incómoda que podría haber dicho. – ¡Cosquillas!

Se lanzó encima de mí y empezó a manosearme como tantas veces había visto a los humanos hacer en películas y puntualmente en la calle. Jamás nadie me había hecho cosquillas y el primer roce debajo de las axilas fue suficiente para que me encogiera ocho veces sobre mí mismo y bajara rodando de la cama después de lanzar el porro por los aires. Cuando me asomé desde el suelo para ver el panorama que quedaba en la cama me encontré todo doblemente desastroso y Jiho en la misma posición, con la mano ligeramente cerrada y completamente boquiabierto.

- No vuelvas a hacer eso nunca.

- No voy a volver a hacer eso nunca –respondió serio. Me conformé con el miedo en su cara y volví a trepar lentamente a la cama. Una vez arriba agarré lo que quedaba de tarta y tras ponerla en mi regazo empecé a comer de ella de la forma menos higiénica posible. Jiho me miraba con lo que catalogué como envidia.– Ahora que me fijo...

- No voy a darte.

- No iba a decir eso –asentí como si le creyera, pero seguí comiendo. De repente, extendió su mano y agarró uno de mis mechones de pelo. Yo le miré de reojo sin moverme mucho intentando comprender qué narices hacía ahora.– Lo que iba a decir es que quizás deberías empezar a usar una diadema.

- ...

- ¡Una diadema de orejas de gato! –exclamó emocionado. Yo me asusté por la emoción y alejé un par de centímetros, masticando mi tarta en silencio.

- ...

- O dos coletitas... o cinco coletitas...¡o una sola como las que le hacen a los perritos pequeños!

- ¿eh?

- ¡Podrías usar las dos cosas a la vez!

- No entiendo de qué estas hablando –miré el mechó que acababa de agarrarme y luego de nuevo a él con las mismas dudas que en un principio.

- Me refería a que te está creciendo el pelo –agarró una de las bolsas que había por la cama a medio comer y cogió un puñado de patatas. – Pero bueno, si lo que prefieres es cortártelo, eso es decisión tuya...

- No me está creciendo na... –inmediatamente agarré el mechó de nuevo entre mis dedos manchados de nata y lo inspeccioné lo mejor que pude. No podía creerlo. Era imposible. Agarré el primer móvil que encontré e intenté reflejarme en la pantalla apagada, pero tampoco me servía como confirmación. Fue entonces cuando hice el amago de levantarme en busca de un espejo, que lo vi.

Fuego.

Un trapo de cocina que había sobre la mesa estaba ardiendo.

Di un golpe en el hombro a Jiho y le señalé asustado la escena. A penas podía reaccionar. Todo empezó a dar vueltas y empecé a verlo mucho más claro. Incluso sentía que podía distinguir cada una de las motas que formaban el humo.

En algún momento el humo pasó a la mesa. Jiho agarró un cazo de agua que no tuvo ningún efecto más que incrementar el fuego al cabo de unos segundos. Yo seguía con el último trozo de tarta en la mano, junto a la cama, incapaz de reaccionar. Estaba helado viendo como un simple humano intentaba salvarnos la vida. Ni siquiera podía pedir auxilio.

- Tenemos que irnos –fue lo que dijo antes de coger el móvil y agarrarme de la cintura para sacarme del piso, arrastrándome por delante.

Lo último que vi antes de que se cerrara la puerta fue nuestro piano perdiéndose entre el humo.

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