Capítulo 6 | Hetero, pero no mucho
Jonas
Después de salir huyendo de su primera clase privada (que en realidad no llegó a concretarse), Jonas se encerró en su habitación, arrojó su mochila al suelo y se dejó caer en la cama sintiéndose sumamente asqueado. No podía creer que hubiese tenido una erección tras haberle chupado el dedo al marginado. Desde luego, no era la primera vez que Jonas tenía ese tipo de reacción. En los adolescentes, las erecciones eran algo común debido a los cambios hormonales que experimentaban durante la pubertad. Lo que no era común era que el marginado fuese el motivo de cada una de ellas.
Desesperado por dejar de pensar en ese idiota, se pasó las manos por el pelo y se puso a mirar su teléfono. Cuando Jonas descubrió que sus padres revisaban sus redes sociales para evitar que su hermano se pusiera en contacto con él, se creó una cuenta falsa que utilizaba únicamente para dos cosas: intercambiar mensajes con James (aunque después de su discusión no habían vuelto a escribirse); y ver las historias que subía la hermana del marginado en las que casi siempre aparecía él.
Lo primero que hizo fue entrar al perfil de su hermano. James había subido tres nuevas historias en las que se le veía feliz junto a Kevin Herschberger, el responsable de que su hermano se hubiese vuelto homosexual. En la primera historia, James se había grabado a sí mismo dando un recorrido por el pequeño departamento en el que ahora vivía junto a su «pareja». En la segunda historia, James había grabado a Kevin: un chico alto, rubio e increíblemente musculoso, armando la base de la cama, pues estaba rodeado de herramientas y grandes piezas de madera. En la tercer y última historia, James había dejado el teléfono grabando mientras Kevin lo empujaba juguetonamente sobre el colchón.
Jonas esperaba sentir nauseas, pero lo único que sintió fueron celos y envidia.
Pensó en enviarle un mensaje. Necesitaba disculparse, pero... ¿por qué molestar a James cuando él ya estaba haciendo su vida sin preocuparse por el qué dirán? ¿por qué amargarle esa felicidad?
Al final, escondió el teléfono bajo la almohada, cerró los ojos y recitó un par de versículos de la biblia hasta quedarse dormido. Cuando despertó tres horas más tarde, notó que sus zapatos habían desaparecido; su madre debía haber entrado a su habitación y se los había quitado al encontrarlo dormido. Jonas odiaba que su madre hiciera eso. Ya no era un niño. No necesitaba que su madre le quitara los zapatos y mucho menos que husmeara en su habitación cuando él se quedaba dormido.
Metió una mano debajo de su almohada y desbloqueó su teléfono para comprobar la hora. Eran más de las siete. Jonas bostezo, se frotó el sueño de los ojos y entró al perfil de la hermana del marginado, que acababa de subir dos nuevas historias. La primera historia era la fotografía fallida de un gato negro en movimiento, del cual sólo se alcanzaba a ver un borrón de su peluda cola. La segunda historia era un video en donde el mismo gato negro miraba ahora a la cámara con cara de asesino desde el regazo del marginado, quien estaba ocupado jugando a algo en su computadora.
Jonas repitió la segunda historia una y otra y otra vez. Por alguna razón, no podía dejar de mirarla. Está usando anteojos, pensó, presionando un dedo sobre la pantalla para congelar la imagen y luego tomar una captura. Debido al ángulo en el que se había grabado la historia, Jonas sólo podía ver la mitad del rostro del marginado, pero bastó para dejarlo completamente fascinado. Sus rizos castaños estaban enmarañados y sobre éstos llevaba puestos unos audífonos negros de casco inalámbricos con micrófono. Jonas no pudo evitar preguntarse con quién podría estar hablando.
Guardó la captura en una aplicación «secreta» que a simple vista parecía una calculadora (había eliminado la calculadora real de su teléfono para no levantar sospechas en caso de que sus padres lo revisaran sin que él se diera cuenta) y envió un mensaje al chat grupal que tenía con Alex y Noah.
[19:42] Jonas: ¿Alguno de ustedes sabe qué juego es este?
Envió la captura de pantalla que acababa de hacer, recortando la imagen de modo que lo único que pudiera verse fueran los tres monitor de la computadora del marginado.
[19:45] Alex: League of Legends, mi hermano está obsesionado con esa porquería.
[19:45] Alex: Si me sales con que estás pensando en descargarlo, voy a darte una paliza.
[19:45] Jonas: ¿Tan malo es?
[19:45] Alex: No sólo es malo.
[19:46] Alex: ¡ES UNA MIERDA!
[19:46] Alex: Hablo en serio, amigo, NO LO DESCARGUES.
[19:46] Jonas: Joder, no lo voy a descargar.
[19:46] Jonas: Y deja ya de escribir con mayúsculas.
[19:47] Jonas: Sabes lo mucho que las odio.
[19:47] Alex: YO ESCRIBO COMO SE ME DA LA GANA.
[19:47] Jonas: *emoji de dedo medio levantado*
Jonas dejó de prestarle atención al idiota de su amigo y buscó «League of Legends» en Google, pero Alex comenzó a llenarle la bandeja de notificaciones con un montón de mensajes estúpidos.
[19:48] Alex: HEY.
[19:48] Alex: JONAS.
[19:48] Alex: RESPONDE.
[19:48] Alex: JONAS.
[19:48] Alex: ¿ME ESTÁS IGNORANDO?
[19:48] Alex: JONAAS.
[19:48] Alex: JONAAAS.
[19:48] Alex: JONAAAAS.
[19:49] Jonas: ¿QUÉ QUIERES?
[19:49] Alex: ¿Vas a jugar Call of Duty con nosotros hoy?
[19:49] Alex: El imbécil de Noah ya está en partida.
[19:49] Noah: Juego mejor sin ustedes :)
[19:49] Alex: *emoji de dedo medio levantado*
[19:50] Alex: Venga, Jonas, ¿vas a jugar o no?
[19:50] Jonas: No lo sé, quiero cenar algo primero.
[19:50] Noah: Puedes cenar mientras juegas.
Noah envió una fotografía de su cena: dos rollos de sushi y un tazón de arroz frito.
[19:51] Alex: Qué asco, sólo a ti te gusta esa MIERDA.
[19:51] Noah: *emoji de dedo medio levantado*
[19:51] Alex: JONAS, ¿VAS A JUGAR O NO?
[19:51] Alex: ME VOY A ENOJAR SI DICES QUE NO.
[19:51] Jonas: MALDICIÓN, YA VOY.
Al final, Jonas bajó rápido a la cocina, se sirvió un tazón de cereal y se unió a ellos para jugar.
*
—¿Pueden creer que aún no se ha dado cuenta? —Apoyada a dos casilleros de distancia, Sophie Baker dejó escapar una especie de risa malévola—. ¿Cómo es que no siente que está toda manchada?
A un lado de Sophie, Allison White chasqueó la lengua.
—Esa chica es tan estúpida que seguro no conoce los tampones.
—Alguien debería ir a decirle —murmuró Eleanor Morrigan, contrariada.
—Ni se te ocurra —le advirtió Sophie—. Hay que dejar que haga el ridículo un poco más.
Cansado de escuchar sus cuchicheos, Jonas cerró la puerta de su casillero y se dio la vuelta para marcharse. Sólo en ese momento fue que se dio cuenta de qué era lo que estaba pasando. No muy lejos de donde él se encontraba, la hermana del marginado estaba mirando algo en su casillero, ajena al hecho de que su falda gris del uniforme tenía una gran mancha de sangre en la parte de atrás.
—¿Y si le tomamos un par de fotos para subirlas de manera anónima al blog del instituto? —Sophie sacó su teléfono rosa de la mochila—. ¿Cuántos me gusta creen que reúna una mancha como esa?
Allison sonrió al oír su propuesta.
—Olvídate del blog, hay que imprimir unas cuantas y publicarlas en los tableros de anuncios.
—No creo que... —trató de intervenir Eleanor, pero Sophie y Allison hicieron oídos sordos.
—¿Tú qué opinas, Paige? —le preguntaron a Paige Campbell, la abeja reina del grupo.
Paige se encogió de hombros.
—Hagan lo que quieran, no me interesa.
Sin pensárselo, Jonas echó a andar por el pasillo central en dirección a las máquinas expendedoras del primer piso. No le tomó mucho tiempo encontrar al marginado, que estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas junto a una de estas, jugando a algo en su teléfono.
Jonas se agachó y fingió que se lo arrebataba.
—Tienes que ir a ayudar a tu hermana.
El marginado parpadeó mientras se quitaba los protectores auditivos de los oídos.
—¿Le pasó algo a Padme?
—No, pero se ha manchado la falda de sangre y...
Jonas aún no había terminado de hablar cuando el marginado se levantó del suelo y salió disparado por el pasillo para ir a buscar a su hermana. Tras comprobar que nadie lo hubiese visto hablándole, Jonas se incorporó y se fue andando detrás de él. A mitad de camino, vio a Hendry situado detrás de la hermana del marginado, cubriéndola de las miradas curiosas con su cuerpo.
Con un poco de suerte, Sophie y Allison no habrían alcanzado a hacerle fotografías.
Cuando el marginado los alcanzó, se quitó la chaqueta del uniforme y se la amarró en la cintura a su hermana. Jonas suspiró antes de fingir que había olvidado algo en su casillero. Tardó más de un minuto en notar que se había quedado con el teléfono del marginado después de «arrebatárselo». Echó un vistazo rápido al dueño, pero tanto él como su hermana y Hendry ya no estaban en el pasillo.
—Genial —resopló, pues ahora iba a tener que encontrar la manera de devolvérselo.
Su fondo de pantalla era una fotografía hecha desde del interior de un acuario. Y no cualquier acuario, sino el famoso Acuario de Georgia. En la fotografía se veía el túnel submarino, mismo que Jonas había buscado en internet luego de que el marginado lo comparara con el color de sus ojos.
—Pues sí que le gustan los acuarios —pensó en voz alta.
Pasó un dedo por la pantalla esperando que el teléfono le pidiera ingresar un código, pero este se desbloqueó sin más. Lo primero que apareció en la pantalla fue una notificación en la que se leía que el marginado acababa de ser expulsado de lo que sea que estuviera jugando por «inactividad». Jonas parpadeó, incrédulo, y se salió del juego para mirar la pantalla de inicio. Habría parecido un teléfono recién salido de fábrica de no ser por las aplicaciones de Mobile Legends y Call of Duty.
—Así que tú también juegas shooters, interesante... —murmuró, inclinándose hacia adelante hasta casi introducir la cabeza en el interior de su casillero—. Veamos, ¿qué más tienes aquí?
Pasándose la privacidad del marginado por el trasero, Jonas revisó su galería de imágenes. Una parte de él realmente pensó que iba a encontrarse con un puñado de fotografías de Hendry, pero en su galería sólo había fotos de peces, medusas y todo tipo de criaturas marinas que Jonas no conocía.
Antes de que pudiera revisar también su bandeja de mansajes, alguien le hundió un codo en las costillas. Jonas dio un respingo, escondió rápidamente el teléfono y sacó la cabeza del casillero.
—¿Qué haces? —preguntó Alex, que sonrió al ver su reacción—. Joder, ¿estabas viendo porno?
—¿Qué? —Jonas frunció el entrecejo—. No.
—Oh, vamos, déjame ver.
—Que te den.
Alex se echó a reír mientras le pasaba un brazo por los hombros.
—Estos días has estado actuando mucho más cascarrabias de lo normal —dijo—. ¿Hay algo que quieras contarme? —Jonas no respondió—. Amigo, si lo que te tiene así es el tema de los Halcones, dejaré el equipo y seguro que Noah lo deja también. Quedamos en que seríamos los tres o ninguno.
—No estoy así por eso.
—¿Ah, no? —Alex chasqueó la lengua—. Entonces, ¿qué diablos es lo que te pasa?
Jonas hizo un esfuerzo por pensar en una excusa.
—James... —comenzó, aunque hablar de su hermano era un tema que siempre lo deprimía—... fue aceptado en una universidad en Múnich y ahora está viviendo en Alemania con su «pareja».
—¿Hablas en serio? ¿James se fue a vivir a Alemania con ese maricón de...? ¿Cómo es que se llamaba? ¿Kevin? —Jonas asintió—. Mierda, ¿qué tal se lo tomaron tus padres?
Jonas suspiró antes de cerrar su casillero con el teléfono del marginado dentro.
—Mis padres aún no lo saben —dijo—. Y aunque lo supieran, no creo que les importase. James dejó de existir para ellos desde el momento en el que mi padre no pudo arreglarlo.
Alex hizo una especie de mueca.
—¿Qué hay de ti? —preguntó. Jonas lo miró al no entender completamente su pregunta—. Sin importar que tu hermano sea mari... lo que sea que es, sigue siendo tu hermano, ¿no?
—No lo sé.
—Amigo...
—De cualquier forma, es mejor así —continuó, y se encogió de hombros como si el no tener a su hermano cerca no le doliera—. No quiero tener ningún tipo de relación con un homosexual.
Alex se quedó silencio unos segundos mientras estudiaba la expresión en su rostro.
—¿Y si nunca más vuelves a verlo? —preguntó.
Aquella fue una pregunta para la que Jonas no estaba preparado. Pensó en su hermano y en los momentos felices que pasó a su lado antes de que Kevin lo arruinara todo. Pensó también en lo horrible que fue para él ver a su hermano ser encerrado en un cuarto en el sótano del mismo modo que un animal, pidiendo a gritos que lo dejaran salir, asegurando entre lágrimas no estar enfermo.
—James tomó una decisión —dijo—. Escogió a Kevin por encima de mí.
—Pero... —insistió Alex.
—Aun si nunca más vuelvo a ver a mi hermano, por lo menos me quedaré con la certeza de que, a pesar de haber elegido un camino retorcido, ahora él es feliz y eso es todo lo que importa.
*
Anakin
Anakin tenía sólo nueve meses cuando sus padres notaron en él los primeros síntomas del trastorno del espectro autista. Sin importar cuántas veces lo llamaran por su nombre, Anakin jamás los miraba. Sin importar cuántos juguetes le compraran con la esperanza de obtener una reacción de su parte, Anakin siempre los ignoraba. Sin importar lo cuidadosos que fueran a la hora de alimentarlo, vestirlo y/o cambiarle el pañal, Anakin lloraba hasta que estos finalmente se apartaban.
La única persona a la que dejaba acercarse era Padme.
Cada vez que su hermana balbuceaba «Annannie», Anakin dejaba de hacer lo que estuviera haciendo para mirarla. Cada vez que su hermana le daba uno de sus juguetes para que jugara con él, Anakin lo aceptaba y rara vez lo soltaba. Cada vez que su hermana lo tomaba de la cara, las manos o los pies, Anakin lo permitía y jamás protestaba. Su hermana era lo único que a él le importaba.
Después de un sinfín de evaluaciones y pruebas de detección, sus padres lo llevaron a un programa de intervención temprana, donde recibió terapias de comunicación, interacción social y comportamiento. Durante los primeros años, se sospechó que lo de Anakin podría tratarse de autismo no verbal; pues a diferencia de su hermana, que hablaba hasta por los codos, él nunca había dicho una sola palabra. Jamás esperaron que, un día, durante la fiesta de cumpleaños número cuatro de Hendry, éste estaría mostrándole dos carritos de juguete, uno rojo y otro azul, y le preguntaría:
—¿Con cuál quieres jugar tú?
A lo que Anakin respondió:
—Me gusta más el azul.
Todo el mundo se quedó con la boca abierta. Su madre y su padre incluso se echaron a llorar. Era la primera vez que lo escuchaban hablar. Cuando le preguntaron a Hendry qué es lo que había hecho para conseguir que Anakin hablara, el pequeño frunció sus rubias cejas y respondió:
—Anakin habla, sólo es alguien de muy pocas palabras.
Con el paso del tiempo, Anakin demostró ser capaz de iniciar y mantener conversaciones con otras personas, aunque nunca fue un niño que hablara de más. Prefería ser de los que se quedaban en silencio y se limitaba a escuchar a los demás. Por otra parte, a pesar de las terapias, el tema del contacto visual siguió siendo todo un desafío para él. Sin importar cuánto lo intentara, mirar a alguien a los ojos le generaba una sobrecarga sensorial que iba desde ansiedad hasta la irritabilidad.
Las únicas personas con las que no se sentía incómodo cuando las miraba a los ojos eran su hermana melliza, Padme, y su mejor amigo, Hendry. Lo extraño era que, desde hace unos días, mirar a Jonas a los ojos, además de no generarle ansiedad o irritabilidad, lo hacían sentir bastante tranquilo.
Debe ser por el color de sus ojos, pensó.
Mientras hacía girar su bolígrafo inteligente con los dedos, alguien dejó caer un teléfono sobre su tableta electrónica. Cuando Anakin miró hacia arriba, se encontró con el poseedor de los ojos azules más hermosos que había visto en toda su vida. Con una expresión aburrida, Jonas arrastró la silla de enfrente hacia atrás, dejó su mochila en el suelo y se sentó de mala gana en su lugar.
—¿Qué me ves? —preguntó, tan a la defensiva como siempre.
—Gracias —dijo Anakin, pero Jonas casi puso los ojos en blanco—. Mi hermana aún no sabe cómo ponerse correctamente la copa menstrual, por eso se manchó la falda de sangre.
—¿Qué?
—La copa menstrual —repitió Anakin—. Es un recipiente hecho de plástico quirúrgico que las mujeres se insertan en la vagina para recolectar la menstruación. Si no se coloca correctamente, la sangre tiende a escaparse. El accidente que tuvo mi hermana esta mañana fue por esa misma razón.
—Oye... —empezó a decir Jonas, con una sonrisa incómoda tirando ligeramente de las comisuras de sus labios—... no era necesario que me dijeras todo eso, ¿sabes?
Anakin bajó la mirada y después la desvió hacia un lado. Sentado frente a él, Jonas dejó escapar una especie de resoplido, que sonó más como una risa sin su habitual toque arrogancia y malicia.
—¿Cómo está tu dedo? —preguntó al cabo de unos segundos.
—Bien.
—¿En serio? Déjame verlo.
Anakin giró la mano que tenía sobre la mesa para mostrarle el corte que se había hecho en el dedo, pero Jonas lo agarró del brazo y tiró de él hacia sí mismo para mirar la herida desde más cerca.
—¿Me la vas a chupar otra vez? —preguntó Anakin.
Jonas lo miró con los ojos desorbitados.
—¿Qué? —fue todo lo que consiguió decir.
En los labios de Anakin se dibujó una microscópica sonrisa.
—Me refiero a la herida.
Jonas apretó los dientes mientras su rostro cambiaba de color.
—Eres un...
—¿Trajiste tu tableta electrónica? —lo interrumpió, agarrando su bolígrafo inteligente con la mano izquierda debido a que Jonas aún estaba sosteniendo su mano derecha—. Necesito enviarte un test de preguntas que quiero que respondas antes de que salgas corriendo otra vez.
—Yo no...
—Antier me dijiste que sólo tienes tres meses para mejorar tus calificaciones —lo interrumpió de nuevo Anakin, con sus ojos verdes clavados en los de él—. ¿Quieres que te ayude o no?
Jonas se quedó silencio durante un minuto entero antes de responder.
—Sí, sí quiero.
—Bien, entonces dame tu tableta.
—Espera —siseó, y recogió su mochila del suelo para sacar un puñado de tiritas arrugadas; eligió la menos doblada y se la envolvió con cuidado en el dedo—. Considéralo una ofrenda de paz.
Anakin se miró la tirita en lo que Jonas sacaba de una vez por todas su tableta electrónica de la mochila. Cuando se la dio, Anakin parpadeó al ver que se trataba de una tableta distinta.
—¿Qué le pasó a la de ayer? —quiso saber.
Jonas apoyó los codos sobre la mesa y se medio cubrió su boca con las manos.
—La c..mb..é.
—¿Qué?
—¡He dicho que la cambié! —exclamó. Anakin se tensó y Jonas lo notó—. Lo siento —se apresuró a disculparse—. Sé que no te gusta que...
—Voy a enviarte un test de preguntas —dijo Anakin, deseando poder ponerse sus protectores auditivos—. No son muchas, pero me ayudarán a conocer tus puntos débiles en cada materia.
Jonas asintió mientras Anakin le regresaba su tableta, pero no tardó en fruncir el ceño.
—Dijiste que no eran muchas preguntas.
—No lo son.
—Son más de sesenta —dijo—. Sesenta y ocho, para ser exacto.
—Sólo respóndelas, la mayoría son de opción múltiple.
Jonas gruñó algo entre dientes, probablemente una palabrota, pero enseguida se puso manos a la obra. Anakin hizo girar su bolígrafo inteligente ahora con los dedos de la mano izquierda y aprovechó que Jonas estaba ocupado respondiendo las preguntas para terminar una tarea pendiente.
—¿Desde cuanto escribes con la mano izquierda? —preguntó Jonas.
—Desde siempre —respondió Anakin—. Soy ambidiestro.
—¿Ambiqué?
—Ambidiestro —repitió Anakin, levantando la mirada de su tableta para mirar a Jonas a los ojos—. Significa que puedo usar ambas manos para escribir o hacer otro tipo de actividades manuales.
A Jonas le palpitó un músculo en la mandíbula.
—Lo estás haciendo a propósito.
—¿Qué estoy haciendo a propósito?
—Decirlo todo en doble sentido.
Anakin ladeó la cabeza en un intento por parecer inocente, pero luego sólo sonrió. Jonas dejó de fruncir el ceño y en su lugar lo miró como si todo lo demás hubiese dejado de existir. Anakin recordó entonces lo que lo había oído decir ayer y decidió que lo mejor era dejar de molestarlo.
—¿Aún te faltan muchas? —preguntó, refiriéndose a las preguntas.
Jonas abrió la boca, volvió a cerrarla y después apartó la mirada.
—Si tienes dudas sobre algo, siempre puedes preguntarme —insistió Anakin.
Jonas apretó los labios mientras los nudillos de su mano derecha se volvían blancos debido a la fuerza con la que estaba sujetando su bolígrafo inteligente. Tras un largo suspiro, Anakin se levantó de su lugar y se fue a sentar junto a Jonas para saber qué era lo que le estaba costando tanto trabajo.
—¿Qué es lo que no entiendes? —preguntó, se había acercado a él para mirar su tableta.
—¡!
—¿?
—¿Por qué mierda estás tan cerca?
—Sólo quiero ayudarte.
—¿Ayudarme con qué?
—Con lo que te está haciendo apretar tanto los labios.
—¡Tú!
—¿Yo?
—¡Deja de hacerte el tonto conmigo!
—Jonas... —suspiró Anakin, exhausto.
Por alguna razón, el rostro de Jonas se tornó de un rojo brillante.
—¡Me voy! —exclamó, y arrojó su tableta al interior de su mochila.
Anakin lo agarró de la muñeca justo cuando Jonas se disponía a levantarse de su lugar.
—De aquí no te vas hasta que termines de responder todas las preguntas.
—¿Te volviste loco? —Anakin no respondió, sólo lo miró—. Joder, si no me sueltas en los próximos cinco segundos, te juro que me encargaré de decirle a todo el mundo que eres...
—Siéntate.
—¿Quién te crees que eres para darme...?
—Siéntate.
Jonas apretó los puños, pero se sentó de nuevo en su lugar. Anakin esperó unos segundos antes de soltarlo. Cuando comprobó que no iba a salir corriendo, se levantó y se fue a sentar a su lugar.
—Maricón —siseó Jonas, lo suficientemente fuerte para que Anakin pudiese escucharlo.
Anakin se quedó quieto y respiró hondo varias veces para no agredir físicamente a Jonas.
—Mira, yo tampoco estoy aquí porque me guste verte la cara. Benson prácticamente me sobornó para que me convirtiera en tu tutor, de modo que no eres el único que odia toda esta situación.
Sentado frente a él, Jonas parpadeó varias veces.
—¿Qué?
—Si vas a huir cada vez que nos encontremos o piensas seguir actuando como si estar cerca de mí fuese lo más asqueroso del mundo por ser «maricón», prefiero rescindir ahora mismo el contrato.
—¿Quieres dejar de ser mi tutor? —preguntó Jonas, incrédulo.
—Es lo mejor para los dos.
—¿Qué hay de tu escalera azul? El director Presley te va a pedir que se lo devuelvas.
—Escalar —lo corrigió Anakin, guardando su tableta electrónica y su bolígrafo inteligente en la mochila—. Y no, no lo hará. Para empezar, sobornar a un estudiante no fue muy ético de su parte.
—Pero...
—No te preocupes, le diré que soy yo quien no quiere estar más en el programa de tutorías. Me conoce demasiado bien, sabe de sobra que desde un principio nunca quise formar parte de él.
—Espera un segundo, ¿por qué no...?
Anakin se levantó, se colgó la mochila al hombro y miró a Jonas directamente a los ojos.
—Siento haberte hecho pasar un mal rato con todo eso del doble sentido, no lo hice con esa intención. Tienes un rostro muy expresivo, sólo quería ver que otras expresiones podías hacer.
—Anakin...
—Espero que la próxima vez te asignen a alguien con quien no te sientas incómodo.
—¡Joder, te he dicho que esperes! —insistió Jonas, levantándose de su lugar para no dejar ir a Anakin—. ¿Por qué demonios estás siendo tan exagerado? Lo único que hice fue llamarte «maricón».
—Hazte a un lado.
—Lo eres, ¿no es así?
—Hazte a un lado.
—¿Cómo es ser maricón? ¿Naciste así o alguien te convirtió en uno?
—¿A qué se debe el repentino interés? —preguntó Anakin, ladeando un poco la cabeza—. ¿Tienes dudas sobre tu sexualidad, Jonas?
Jonas cruzó los brazos mientras una sonrisa socarrona tiraba de sus labios.
—Venga, a diferencia de ti, idiota, yo no soy gay.
Anakin imitó tanto su postura como su sonrisa; se le daba demasiado bien imitar a los demás.
—Oh, ¿estás realmente seguro de eso?
La sonrisa en los labios de Jonas vaciló.
—¿Qué tratas de insinuar?
—He visto cómo me miras.
Lo que quedaba de la sonrisa en los labios de Jonas desapareció.
—No sé de qué estás hablando.
—«Todo esto es tu culpa. Me haces sentir muy confundido, por tu culpa yo...».
Jonas abrió muchísimo los ojos.
—¡Tú...!
—«... creo que me gustas, Anakin».
Sólo eso bastó para que Jonas lo sujetara por el cuello de su camisa del uniforme.
—Maldito...
—¿Te gusto, Jonas?
—Cállate.
—¿Te gusta un «maricón» como yo?
—He dicho que te calles.
—Me pregunto qué tipo de expresión harás a continuación.
—¿De qué estás...?
Y así, sin más, Anakin sujetó a Jonas por el cuello de su camisa del uniforme, tiró de él con fuerza para hacerlo trastabillar y le estampó un beso en los labios. Como era de esperarse, Jonas se quedó completamente paralizado. Por otro lado, Anakin, al no sentir nada incluso mientras sus labios se rozaban, profundizó aún más el beso, esperando que Jonas se sintiera sumamente asqueado.
Una vez estuvo seguro de haber logrado su cometido, se apartó.
El puñetazo que recibió en el rostro después de besar a una persona en contra de su voluntad le pareció un precio bastante justo. Lo que jamás imaginó fue que, tras recibir un golpe que le hizo sangrar el interior de la boca, Jonas lo sujetaría de nuevo más por el cuello de su camisa del uniforme y lo volvería a besar. Su primer instinto fue apartarse, apartarlo, pero Jonas no se lo permitió; deslizó las manos por su cuello y le enredó los dedos en el pelo, y esta vez fue Anakin quien se paralizó.
Así no era como se suponía que debían salir las cosas.
—Mierda, mierda, mierda —comenzó a gruñir Jonas contra sus labios mientras el beso se volvía cada vez más exigente, más audaz, más despiadado.
Anakin dejó que Jonas lo besara hasta la inconsciencia, esperando pacientemente a que, una vez que se quedase sin aliento, se apartara. No lo hizo. Aun sin aliento, Jonas lo empujó contra los libros de la sección de Biología Marina y siguió besándolo como si su vida entera dependiera de ello.
Una eternidad de tiempo más tarde, Jonas finalmente se echó un poco hacia atrás.
—No es suficiente...
—¿?
—No es...
Jonas tragó saliva antes de perseguir nuevamente sus labios.
—... suficiente.
—¡!
Anakin le cubrió la boca con una mano para evitar que lo besara de nuevo.
—Hacer esto conmigo no es muy hetero de tu parte.
—Tú empezaste.
—Sí, bueno, yo no soy hetero.
Sin embargo, en vez de sentirse ofendido, Jonas sonrió.
—Mañana. Misma hora. No rescindas el contrato.
—¿Qué?
—Ya me escuchaste.
Anakin casi frunció el ceño.
—¿Esperas que...?
Jonas se apartó la mano de Anakin de la boca y lo acalló dándole un breve beso en los labios.
—Mañana, no lo olvides —dijo, y se colgó la mochila al hombro para irse.
Anakin contempló la espalda de Jonas mientras éste se alejaba, atravesaba la recepción y desaparecía una vez hubo cruzado la entrada. Desconcertado, Anakin se sentó de nuevo en su lugar e intentó descubrir qué era lo que había hecho mal. Su intención al besar a Jonas había sido asquearlo, no hacer que tuviera ganas de más. ¿Qué se supone que iba a hacer ahora que al idiota parecía haberle gustado besarlo? ¿Ignorarlo, rescindir el contrato y fingir que aquello no había pasado? ¿O seguirle el juego y ver hasta dónde era capaz de llegar un tipo que aseguraba no ser gay?
—Bueno —dijo para sí mismo después de un rato—. No tengo nada mejor que hacer.
Dicho eso, se colgó su mochila, se levantó de la mesa y se fue.
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