Capítulo 6 | El primer amor nunca se olvida
Hendry
La última vez que Hendry Cross vio a Valentina Williams, él tenía doce y ella dieciocho. Desde entonces habían pasado cinco largos años, por lo que la imagen que Hendry tenía de ella era una completamente distinta a la que Valentina tenía en ese momento. Ahora, la encantadora joven que caminaba junto a Benson Presley, no solo parecía mucho más madura y elegante que antes, sino que también, se había vuelto mucho más hermosa de lo que él recordaba. Por esa razón, Hendry no pudo apartar sus ojos grises de ella desde el primer instante en el que la vio salir de la oficina del director.
—¿Esa de ahí es Vale? —preguntó Padme, tirando de la manga del uniforme de su hermano.
Anakin, que se encontraba ocupado haciendo algo muy sospechoso dentro de su casillero, se dio la vuelta para seguir la mirada de su hermana. Al comprobar que, en efecto, se trataba de la chica que hacía suspirar a Hendry desde que este era muy pequeño, una sonrisa burlona tiró de sus labios.
—Vaya, parece que todavía tiene ese superpoder de paralizar a Cross por completo.
Padme soltó una risita y luego agitó una mano frente al rostro del afectado.
—¿Hola? ¿Estás ahí, Hendry? —Pero Hendry no respondió. Fue como si se hubiese convertido en piedra después de mirar a Valentina—. ¿Debería golpearlo o algo?
—Espera, primero quiero tomar una foto de su cara para burlarnos de él en otro momento.
Sin embargo, justo cuando Anakin preparaba la cámara de su teléfono celular para hacerle una fotografía a la graciosa expresión que Hendry tenía en el rostro, este salió abruptamente de su aturdimiento, frunció un poco el ceño y le arrebató el móvil de las manos con un rápido movimiento.
—La próxima vez que intentes tomarme una fotografía mientras estoy distraído voy a partirte el cráneo en dos, ¿me escuchaste bien, imbécil? —le advirtió severamente al dueño del teléfono.
De un segundo a otro, Hendry notó como el pálido rostro de Anakin se tornaba de color azul.
—Sí, fuerte y claro —repuso él, estirando una mano—. Ahora dame mi teléfono.
—¿Qué harás si no quiero?
—Dame mi teléfono.
—Oh, acaba de llegarte un mensaje —murmuró Hendry con una sonrisa malvada, mirando la pantalla del teléfono de Anakin—. Espera un segundo... ¿estás saliendo con alguien?
—¡Valentina! —gritó Anakin sin titubear, llamando la atención de la joven de cabello marrón.
Valentina, que todavía estaba hablando de algo con el director Presley mientras caminaban por el pasillo principal, giró la cabeza al escuchar su nombre. Al verlos, una sonrisa tiró de sus labios.
—¿Qué demonios estás haciendo? —gruñó Hendry entre dientes, paralizándose de nuevo.
—¿Qué? ¿No querías saludarla? —se burló Anakin, recuperando su teléfono celular.
—Hijo de...
—¡Chicos, cuánto tiempo sin verlos! —exclamó Valentina con su melodiosa voz, provocándole a Hendry un cosquilleo extraño en el estómago—. No esperaba encontrarme con ustedes tan rápido.
—¡Valentina! —chilló Padme muy alegre, lanzándose sobre ella para darle uno de sus calurosos abrazos—. ¡Sabía que eras tú, lo sabía! —le dio un beso en la mejilla—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Bueno, se supone que iba a ser una sorpresa —comenzó ella, respondiendo a su abrazo con la misma fuerza—. Pero ya que me han descubierto, supongo que no tengo más remedio que decirles.
—¿Decirnos qué? —le preguntó Anakin, cerrando la puerta de su casillero.
—El tío Benson acaba de darme su autorización para hacer mis prácticas en esta escuela —explicó—. Así que a partir de mañana y durante los siguientes seis meses van a verme mucho por aquí.
—¿Vas a darnos clases? —inquirió Padme con una evidente emoción.
—Sí, algo así. Pero primero voy a estar bajo la supervisión de un profesor con más experiencia.
—¡Eso es genial! —chilló la más bajita de los cuatro, tirando nuevamente del uniforme de su hermano—. Ojalá nos des matemáticas, así podré sobornarte con cuando no haga las tareas a tiempo.
Valentina sonrió y le dio un par de palmaditas en la cabeza.
—No has cambiado nada, Padme. Solo te volviste más alta y más guapa que antes, igual que tú Anakin. —Cuando dirigió su atención a Hendry, sus ojos verdes se abrieron de par en par—. No puedo creerlo... cada vez te pareces más a tu padre —comentó Valentina, mirándolo fascinada.
Padme asintió con la cabeza, dando a entender que estaba completamente de acuerdo con ella.
—Papá siempre dice que el tío Hunter no tuvo un hijo, sino que se clonó a sí mismo.
Valentina se rio, pero Hendry permaneció en silencio con el rostro ligeramente enrojecido. A decir verdad, desde que era muy pequeño, Hendry se había acostumbrado a que las personas se sorprendieran por el gran parecido que tenía con su padre. Lo único que los diferenciaba era que Hendry había heredado el cabello rubio y los ojos grises de su madre. Eso sin mencionar que, a diferencia de la aterradora apariencia de su padre, Hendry no tenía ni un solo tatuaje en su piel.
Por supuesto, Hendry quería seguir los pasos de su padre y hacerse alguno en los brazos; pero cada vez que pedía permiso para hacerlo, su padre le decía «pregúntale a tu madre», y cuando Hendry iba a hablar con su madre con la esperanza de que le diera permiso, ella respondía «sobre mi cadáver».
Valentina le dedicó una cálida sonrisa y se acercó más a él para verlo más de cerca.
—Tenía muchas ganas verte, Hendry. Has crecido bastante. Ahora eres incluso más alto que yo.
Avergonzado, Hendry sintió que los latidos de su corazón se aceleraban a un ritmo verdaderamente preocupante y dio un paso atrás. Acto seguido, frunció las cejas. Hendry no era un chico tímido, mucho menos nervioso. Entonces, ¿por qué estaba actuando de esa manera tan boba?
—Ah, sí. Lo que digas —respondió con indiferencia, girando la cabeza hacia otro lado.
Padme y Anakin compartieron una mirada de «WTF?», mientras que Valentina daba un suave respingo, sorprendiéndose por su fría actitud. Lo que ninguno de ellos sabía era que, en realidad, Hendry había respondido de esa manera tan grosera simplemente porque estaba demasiado nervioso.
«¿Qué diablos pasa contigo, Cross? ¿De verdad acabas de responderle así a una chica?».
—Bueno... el tío Benson aún está esperándome. Va a darme un recorrido por la escuela —explicó Valentina un poco desconcertada, sonriéndole a Hendry con timidez—. Los veré por ahí.
—Claro —respondió Anakin.
—Seguro —respondió también Padme.
Después de que Valentina se despidiera de ellos y regresara a lado del director Presley para continuar con su recorrido, los mellizos Blondeau miraron a Hendry en espera de una explicación.
Ambos estaban muy molestos con él.
—¿Y a ti que mosco te picó? —protestó Anakin.
—Sí, ¿por qué fuiste tan grosera con ella? —le siguió Padme.
Solo entonces, Hendry dejó salir el aire que había estado sosteniendo en sus pulmones y se llevó una mano al pecho, notando lo rápido que latía su corazón. Jamás, a lo largo de sus diecisiete años, se había sentido tan nervioso como se sintió en ese momento. Ni siquiera cuando el entrenador Taylor lo nombro capitán del equipo de los Halcones Bicentenarios, ni cuando Paige, la chica más guapa de toda la escuela, se acercó a él hace más de un año para pedirle su número de teléfono.
—Es incluso más hermosa de lo que recuerdo... —susurró Hendry para sí mismo, pensando en lo bella que se veía Valentina. Por más que lo intentara, no podía sacarse su imagen de la cabeza.
A su lado, los mellizos Blondeau fruncieron el entrecejo.
—¿Eh? —balbucearon casi al mismo tiempo.
Pasados unos segundos, Hendry tomó a Anakin por el cuello de su uniforme y lo estampó contra la pared de casilleros. Los estudiantes que se encontraban cerca miraron la escena con interés, esperando ver una pelea. Por otro lado, Padme, acostumbrada a eso, dejó escapar un largo suspiro.
—¿Por qué diablos la llamaste? —espetó Hendry furioso—. ¿Acaso quieres que te mate?
Anakin se encogió de hombros, mostrando su actitud perezosa y desinteresada de siempre.
—Ya te lo dije, creí que querías saludarla.
—La próxima vez te juro que...
—¿Por qué te pones así? No me digas que todavía sientes algo por Valentina —dijo Anakin de manera sarcástica, pero Hendry no respondió. Alzó una ceja—. ¿Todavía sientes algo por Valentina?
—No.
—Por el amor del maestro Yoda... todavía sientes algo por Valentina —murmuró Padme en voz baja, tratando de ocultar la sonrisa que comenzaba a formarse en sus labios.
Hendry soltó a Anakin y dio un paso atrás, apretando los dientes con fuerza.
—No, lo que sentía por ella murió hace mucho tiempo —insistió, pero ellos no le creyeron.
—Estás mintiendo —bufó Anakin, acomodándose el cuello del uniforme.
Padme asintió con la cabeza y cruzó los brazos sobre su pecho.
—Además, ella es la única chica que siempre ha logrado ponerte así de nervioso.
—Yo no...
—Está bien, no tiene nada de malo —continuó Padme—. Después de todo, Valentina fue tu primer amor, ¿no? Y ya sabes lo que dicen por ahí —le guiñó un ojo—. El primer amor nunca se olvida.
Anakin asintió con la cabeza, dándole la razón a su hermana.
—Váyanse al diablo, par de idiotas —farfulló Hendry, dándoles la espalda.
Sintiéndose entre enfadado y avergonzado por haberse comportado como un idiota frente a Valentina, Hendry caminó por el pasillo principal del instituto sin ningún rumbo en específico, deseando poder olvidarse de todo eso. Pero, por más que odiara admitirlo, esos idiotas tenían razón.
Valentina era su primer amor.
Ahora bien, más que amor, lo que Hendry sentía por ella al principio era algo más parecido a la admiración. A pesar de ser cinco años más joven, Valentina lo trataba como si fuesen de la misma edad y Hendry adoraba eso. En cuanto a su amor por ella, bueno, todo comenzó en la fiesta de su cumpleaños número 5. Después de felicitarlo y darle su regalo, Valentina se levantó y dijo delante de todo el mundo: «Cuando Hendry y yo nos casemos, el pastel de nuestra boda será completamente de chocolate».
Como era de esperarse, las inocentes palabras de una niña de diez años desataron un coro de risas entre los invitados, pero para el pequeño Hendry, esas palabras fueron una declaración de amor. Valentina no solo quería casarse con él, también quería que su pastel de bodas fuese de chocolate.
Y Hendry amaba el chocolate.
Además, al final de su fiesta de cumpleaños, Valentina se acercó a él y le dijo: «El tío Hunter le pertenece a la tía Ellie, pero tú me perteneces a mí. Te reclamé como mío incluso antes de que nacieras».
—¿A dónde vas tan enfadado? —murmuró la voz de una chica, cortándole el paso.
Hendry se detuvo abruptamente al encontrarse de frente con su novia, Paige Campbell, cuyo rostro estaba bellamente enmarcado por un par de rizos anaranjados que habían escapado de su coleta. Debido a la desastrosa noche de ayer, Paige no llevaba ni una sola gota de maquillaje encima, pero era tan bonita que Hendry sintió unas terribles ganas de besarla en ese preciso momento.
—No estoy enfadado —respondió más calmado, levantando una mano para acariciar su rostro.
—¿Peleaste con tus mascotas? —le preguntó, mirando de reojo a los frikis que había dejado atrás.
Hendry dejó escapar un suspiro. Eso era lo único que no le gustaba de Paige. Realmente odiaba cuando llamaba a Padme y a Anakin "sus mascotas", y también odiaba la forma en la que los trataba.
«Si tan solo fuera un poco menos mezquina...».
—Ya te he dicho que no los llames así —exclamó Hendry, enfadándose de nuevo.
Paige dio un respingo y abrazó a Hendry por la cintura cuando este se disponía a marcharse.
—Solo bromeaba, no te enfades —se apresuró a decir, pero Hendry la miró con una expresión bastante seria. Paige hizo un puchero, se alzó de puntitas y le dio un beso en la mejilla—. Gracias por cuidar de mí anoche, la pasé muy bien —dijo para cambiar de tema—. ¿Tú también la pasaste bien?
—Omitiendo la parte en la que llegó mi padre, sí, la pasé bien.
Avergonzada ante la repentina mención de su padre, Paige se llevó ambas manos al rostro.
—Por favor, no me lo recuerdes... creí que moriría de la vergüenza. —Hendry soltó algo parecido a una suave risa. Paige lo miró con una sonrisa—. ¿Ya no estás enfadado conmigo? —preguntó al escucharlo reír.
Hendry volvió a suspirar, colocándole un rizo anaranjado detrás de la oreja.
—No puedo estar enojado contigo durante mucho tiempo.
—¿De verdad? —Hendry asintió—. ¿Por qué? —quiso saber.
—Porque eres hermosa... —respondió él, dándole un beso en la frente—. Porque eres adorable... —continuó, besando ahora su cuello—. Y porque estoy locamente enamorado de ti.
Las mejillas de Paige se tiñeron de un rosa brillante.
—Basta, harás que me sonro... —comenzó, pero Hendry la hizo callar besándola en los labios.
No mentía al decir que estaba locamente enamorado de Paige, porque siendo sincero, Hendry realmente lo estaba. Sin embargo, era imposible para cualquiera no sentirse atraído por ella, puesto que Paige Campbell era la definición de chica perfecta. Además de ser una joven caucásica de cabello pelirrojo, también tenía un cuerpo que hacía babear a más de la mitad de los chicos de toda la escuela.
A decir verdad, la mayoría de los chicos que mostraban algún interés en ella, era principalmente por eso; su cuerpo. A lo largo de los años, Hendry había escuchado toda clase de comentarios al respecto: «¿Ya viste sus pechos? Son enormes. ¿Qué tamaño de sostén crees que use? ¿Por qué solo a Paige le sentó tan bien el verano? Con un cuerpo como ese, seguro que ya no es virgen. ¿Me dejará tocarle los pechos si se lo pido con amabilidad? ¿Qué debo hacer para que acepte ir conmigo a estrenar el asiento trasero de mi coche?»
Cada vez que Hendry escuchaba a un chico hacer ese tipo de comentarios, deseaba con todas sus fuerzas poder silenciarlos a base de puñetazos, pero él no era esa clase de chico. O al menos, sus padres no lo habían educado para comenzar una pelea cada vez que algo no le parecía o le molestaba.
A pesar de esto, hace casi más de un año, Hendry alcanzó su límite cuando un grupo de chicos de último año se acercó a Paige para tocar sus pechos sin su consentimiento. Los idiotas se echaron a reír mientras que Paige, confundida y asustada, hacía hasta lo imposible por no echarse a llorar.
Al ver esta escena, Hendry no pudo contener más su ira y entonces, les dio una paliza.
Claro que esto tuvo consecuencias. El grupo de idiotas fue expulsado definitivamente de la escuela, mientras que Hendry fue suspendido una semana por mandar a dos de ellos al hospital.
A día de hoy, Hendry seguía sin sentir ninguna clase de remordimiento por eso.
Por otro lado, después de esa semana de suspensión, Hendry regresó a la escuela siendo adorado e idolatrado por todas las chicas del instituto. Su popularidad aumentó tanto que todos esos años en los que se esforzó por pasar desapercibido se fueron directo a la basura. No es que Hendry no quisiera ser popular, eso le daba totalmente igual. Simplemente odiaba ser el centro de atención.
Y bueno, como era de esperarse, después de ese alboroto, Paige se enamoró perdidamente de Hendry; su héroe. No obstante, a diferencia de Paige, Hendry no se enamoró de ella inmediatamente, pues en aquel entonces, él todavía pensaba en Valentina. Además, Hendry no era un tonto. Sabía que Paige era una de las personas que más molestaban a Padme y a Anakin, sus dos mejores amigos.
Por eso y muchas otras razones, Hendry no sentía ni una sola gota de interés por ella.
Lo que jamás imaginó fue que, de alguna forma u otra, él terminaría viendo algo en Paige que los demás no notaban. Un lado de ella que nadie más conocía. En el fondo, esa hermosa joven mezquina no era tan mala como todo el mundo creía. Y solo entonces, Hendry se enamoró de ella.
—¿Cuánto tiempo falta para que comiencen las clases? —preguntó Hendry en voz baja.
—No lo sé... —respondió Paige sin aliento después de aquel apasionado beso—. ¿Por qué?
Sin decir nada más, Hendry sujetó a Paige de la mano y la llevó al interior del pequeño cuarto de mantenimiento del primer piso. Una vez ahí dentro, tomó el rostro de su novia entre sus manos y la besó de nuevo, saboreando el interior de su boca con la lengua. Paige emitió un suave gemido.
—Espera... el hecho de que tú y yo estemos aquí encerrados va a provocar un montón de rumores... —murmuró la pelirroja contra sus labios, derritiéndose como mantequilla entre sus brazos.
—¿Quieres que me detenga? —inquirió Hendry junto a su oreja, deslizando una mano por debajo de su falda del uniforme—. Si no quieres esto, solo tienes que decirlo y me detendré.
—Hendry... —jadeó Paige entre dientes, aferrándose a su cuello.
—No te preocupes, no lo pondré dentro. Solo usaré los dedos.
—Pero yo quiero que lo pongas dentro... —se quejó su encantadora novia, haciendo un puchero mientras tocaba su duro miembro por encima de la tela de sus pantalones del uniforme.
—Va a tomarnos más tiempo.
—No me importa perderme la primera clase...
Hendry sonrió. Maldición, en serio la adoraba.
—De acuerdo, entonces date la vuelta y levántate la falda. Lo haré por detrás.
—Espera, hay algo que quiero hacer primero —exclamó Paige, desabrochándole la bragueta de los pantalones—. Seré rápida, lo prometo —le aseguró, deslizándose lentamente hacia el suelo.
Hendry tragó saliva, apretó los dientes y echó la cabeza hacia atrás, dejando salir un gemido.
Padme
La primera hora de clases era, sin lugar a dudas, la más clase más aburrida de todas. O al menos, eso era lo que pensaba Padme mientras escuchaba al profesor Donovan hablar sobre algo relacionado con microrganismos o algo así. Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos por prestar atención a esa aburrida clase, Padme sintió que sus ojos comenzaban a cerrarse poco a poco...
Antes de darse cuenta, se quedó profundamente dormida y comenzó a soñar.
En su sueño, Padme era una espía imperial de nombre Meave, que trabajaba como doble agente con el fin de conseguir información acerca del paradero del emperador Palpatine, a quien todos creían muerto luego de ser lanzado al eje reactor de la Estrella de la Muerte por nada más y menos que el mismísimo Darth Vader, su padre. «Un momento, ¿esto significa que Luke y Leía son mis hermanos?»
—Señorita Blondeau —exclamó una voz a lo lejos.
Padme frunció el entrecejo y se concentró en su tarea de conseguir información acerca de la localización del emperador, peleando con Han Solo para robar su preciosa nave: el Halcón Milenario.
—Señorita Blondeau —volvió a llamarla alguien.
A su lado, Chewbacca parecía fascinado con su manera de pilotear la nave que había robado. Sin importar cuantos asteroides hubiese en su camino, ella los esquivaba sin ninguna dificultad.
Era la mejor mujer piloto de toda la galaxia.
—¡Señorita Blondeau! —espetó de nuevo esa voz, esta vez con más fuerza.
Solo entonces, Padme abrió los ojos y se levantó de su lugar de un brinco.
—¡Yo no robé el Halcón Milenario, fue él! —soltó Padme, señalando a su hermano.
Sentado junto a ella en el pupitre doble, Anakin suspiró y negó con la cabeza.
—Eres todo un caso —murmuró en voz baja, regresando su atención a sus apuntes.
—Señorita Blondeau, ¿es mi clase tan aburrida como para que decida quedarse dormida a los quince minutos de haber iniciado? —le preguntó el profesor Donovan muy enfadado.
Padme sintió que su rostro se calentaba al escuchar las risas burlonas por parte de sus compañeros, especialmente la risa de Alex Stewart y Jonas Young, quienes no hacían más que burlarse de ella todo el tiempo. Noah por otro lado, tenía una bonita sonrisa en los labios.
—Umm... sí —respondió sin pensar, mirando a Noah—. ¡Quiero decir, no, no, claro que no!
El profesor Donovan se quitó las gafas y se talló los ojos con cansancio.
—La próxima vez que se duerma en mi clase la enviaré a detención —le informó—. Ahora tome asiento y compórtese como su hermano. A diferencia de usted, él siempre está poniendo atención.
—En realidad yo no... —comenzó Anakin, listo para sacrificarse por su hermana y admitir que él tampoco estaba poniendo atención a la clase.
—Como les decía —lo interrumpió el profesor Donovan—, cuando hablamos de...
«Estudiantes Hendry Cross y Paige Campbell, favor de presentarse en la oficina del director» —anunció la voz de la señorita Ruperta, la recepcionista del director, a través de los altavoces de la escuela—. «Estudiantes Hendry Cross y Paige Campbell, favor de presentarse en la oficina del director» —repitió.
—¿Ahora qué habrá hecho ese idiota? —suspiró Anakin en voz baja, dejando de lado los apuntes que tenía sobre el escritorio para retomar el videojuego que había pausado en su celular.
—¿Alguien ha visto al señor Cross y a la señorita Campbell? —preguntó el profesor Donovan, mirando los asientos vacíos de los recién mencionados. Aun cuando la mayoría de los presentes los habían visto encerrarse juntos en el cuarto de mantenimiento, nadie dijo nada—. Bueno, como les decía. Cuando hablamos de... —continuó él hombre calvo y barbudo, pero una vez más, la aburrida clase de biología fue interrumpida cuando una joven abrió la puerta del salón sin anunciar su llegada.
Se trataba de una chica bajita, de cabello negro y corto hasta la barbilla, cuya cara estaba cubierta por un montón de diminutas pecas. A juzgar por el uniforme, claramente se trataba de una estudiante de Bicentenary High School. Sin embargo, Padme y el resto de sus compañeros no la reconocían en absoluto.
Nadie la había visto nunca caminando por los pasillos.
—¿Puedo ayudarla en algo? —exclamó el profesor Donovan, molesto por la interrupción.
—¿Profesor Donovan? —preguntó la chica y el profesor asintió levemente con la cabeza—. La mujer de la recepción me pidió que le entregara esto —explicó, acercándose a él para darle un papel.
Después de leer aquella hoja, el profesor Donovan suspiró.
—Bien, todos presten atención. El día de hoy tenemos a una nueva alumna con nosotros. —Se giró a mirarla e hizo un gesto con las manos—. Párate al frente y preséntate con tus compañeros.
La chica nueva se rascó la barbilla, luciendo un poco nerviosa.
—¿Qué debería decir?
El profesor Donovan se encogió de hombros.
—Tu nombre, edad, las cosas que te gusta hacer en tu tiempo libre... empieza por eso.
—De acuerdo —respondió ella arreglándose un poco el cabello, parándose frente a toda la clase para presentarse—. Umm... mi nombre es Hailey Chambers, tengo diecisiete años y...
—Pareces una adicta al crack —exclamó el idiota de Alex desde el fondo del salón.
Todos, a excepción del profesor Donovan, Anakin y Padme, se rieron por el comentario.
—Señor Stewart —le advirtió el profesor Donovan—. Puede continuar, señorita Chambers.
Hailey se llevó ambas manos detrás de la espalda, seguramente para retorcerse los dedos sin que nadie más lo notara. Por lo general, Padme hacía lo mismo cuando se sentía muy nerviosa.
—En mi tiempo libre me gusta... —prosiguió, pero se quedó callada cuando vio a Anakin, quien no estaba prestando atención a su presentación—. Vaya, que hermoso... —balbuceó de pronto.
Padme sonrió y miró a su hermano para ver su reacción, pero él estaba muy ocupado jugando a algo en su celular. El rostro de la chica enrojeció al darse cuenta de que lo había dicho en voz alta.
—¿Hermoso? —bufó el idiota de Jonas, mirando a Hailey con una mueca de disgusto.
—Hermoso es lo que tengo entre las piernas —soltó Alex, sentado al lado de Jonas.
—Señor Stewart, recoja sus cosas y vaya por un pase a detención.
—Venga, que solo ha sido un chiste.
—Pues no me ha hecho gracia, así que recoja sus cosas.
—¿De verdad va a enviarme a detención por haber hecho un chiste, mientras que la rarita de allá se quedó dormida en su clase y simplemente decidió dejarlo pasar? —protestó Alex, enfadándose.
El profesor Donovan suspiró y se colocó de nuevo sus gafas.
—¿Tiene algo más que decir, señor Stewart?
—Sí, mi padre definitivamente va a enterarse de esto —murmuró a modo de amenaza.
—Estoy seguro de que lo hará. Ahora hágame el favor de recoger sus cosas y retírese de mi clase.
Con una actitud de lo más altanera, Alex recogió todas sus cosas sin dejar de mirar al profesor Donovan como si quisiera arrancarle la cabeza. Al mismo tiempo, le susurró un par de palabras a Jonas en el oído, se levantó de su lugar y se marchó con una sonrisa bastante macabra en los labios.
Por alguna razón, Padme no pudo evitar sentir un poco de escalofríos.
—¿Qué sucede? —le preguntó su hermano, sin dejar de mirar la pantalla de su celular. Cuando Padme no dijo nada, Anakin dejó su juego y la miró—. Acabas de tener un escalofrío, ¿no? ¿Por qué?
—Oh, no fue nada. Solo sentí un poco de frío.
—¿Quieres mi chaqueta del uniforme?
Padme negó con la cabeza.
—No, estoy bien —respondió. Cuando recordó lo que la chica nueva había dicho sobre el bonito rostro de su hermano, volvió a sonreír—. Por cierto, la chica nueva cree que eres hermoso.
—¿La chica nueva? —repitió Anakin, confundido.
—Sí, ella —exclamó Padme, señalando a la chica mientras se sentaba en un lugar vacío.
—Ah.
Acostumbrada a la apática y desinteresada actitud de su hermano, Padme hizo un puchero.
—¿Eso es todo lo que vas a decir?
—¿Qué más quieres que diga?
—Ay, olvídalo —refunfuñó, regresando su atención a la clase del profesor Donovan.
Cinco minutos después, Padme movió su silla para estar más cerca de su hermano y comenzó a tirar de la manga de su uniforme. Lo cierto era que, desde muy pequeña, Padme había sido diagnosticada con hiperactividad; lo que significaba que le era muy difícil quedarse quieta, se aburría con bastante facilidad y le costaba mucho trabajo poner atención sin distraerse con cualquier cosa.
Lo gracioso era que, al mismo tiempo, a su hermano mellizo le diagnosticaron hipoactividad; que básicamente era todo lo contrario a lo que ella tenía. Por esa razón, Anakin rara vez mostraba interés en algo, todo le daba pereza y la mayor parte del tiempo parecía estar ajeno al resto del mundo.
A diferencia del trastorno que sufría Padme, el que tenía su hermano Anakin era un poco más preocupante. En una ocasión, cuando tenían alrededor de catorce o quince años, Alex y Jonas llevaron a Anakin al patio trasero de la escuela para darle una terrible paliza solo porque este no quiso hacer lo que esos dos idiotas le ordenaron que hiciera; mostrar alguna emoción.
Cuando Padme y Hendry lo encontraron tirado en el césped, ella se echó a llorar porque pensó que podía estar muerto, pues llevaba mucho tiempo sin moverse. Sin embargo, la razón por la que Anakin se quedó en el mismo sitio por más de tres horas, fue porque, después de recibir esa paliza, le dio tanta pereza levantarse del suelo que, en lugar de tratar sus heridas, decidió dormirse un rato.
Al recordar el susto que pasó ese día, Padme se acercó más a su hermano y lo sujetó del brazo.
—En serio, si tienes frío puedo darte mi chaqueta del uniforme —exclamó Anakin de nuevo.
—Estoy bien, ya te dije no tengo frío.
—Me estás cortando la circulación de ese brazo.
—Oh, lo siento —se disculpó, aflojando un poco su agarre.
Una vez más, Padme intentó poner atención a la clase de biología del profesor Donovan, pero no tardó mucho en volver a distraerse. Esta vez, miró de reojo el sitio en el que se sentaba Noah Parker, que era el pupitre doble situado justo detrás del que compartían los idiotas de Alex y Jonas.
Sentada a un lado de Noah estaba Sophie Baker, su novia.
—¿Qué crees que Noah haya visto en Sophie, además de su belleza, que hizo que se enamorara de ella? —le preguntó Padme a su hermano en voz baja, de forma que solo él pudiese escucharla.
—Hmm... supongo que lo mismo que Hendry vio en Paige —le contestó.
—¿Y eso qué es?
Anakin se encogió de hombros.
—Solo ellos lo saben.
Un par de clases más tarde, sonó la campana que anunciaba la tan esperada hora del almuerzo. Después de dejar los libros de la última clase en sus casilleros, Padme y Anakin se encontraron de nuevo en la entrada de la cafetería para hacer fila en el comedor.
Mientras esperaban su turno, Padme tomó la mano de Anakin y comenzó a tararear una canción; aquello era algo solía hacer desde que ambos eran muy pequeños, por lo que se había vuelto una costumbre para ambos andar por todos lados tomados de la mano. Y aunque algunas veces a Padme le preocupaba que su hermano pensara que era molesto seguir tomándose de las manos, a pesar de ya tener diecisiete años, cuando ella tardaba en tomar su mano, era él quien buscaba la suya.
—¿De qué tienes ganas hoy? —le preguntó Anakin, mirando las opciones de la barra.
—De un sándwich de pollo.
—¿Otra vez?
—Sip.
—¿Y de beber?
—Quiero...
Un par de musculosos brazos los rodearon a ambos desde atrás.
—Estoy frito —suspiró Hendry, recostando la cabeza sobre la de Padme, que era la más bajita.
Ella se dio la vuelta para mirarlo.
—¿En dónde diablos te habías metido? —se quejó, dándole un golpe en el abdomen.
—Por ahí... —respondió el rubio con una sonrisa traviesa.
—¿Por qué los llamaron a ti y a Paige a la oficina del director? —le preguntó Anakin.
—Es una larga historia —contestó sin entrar en detalles—. An, necesito tu ayuda.
—No voy a falsificar la firma de tu padre —se apresuró a decir Anakin, dándole la espalda.
—Vamos, eres el único que puede hacerla idéntica.
—La última vez que te ayudé casi nos descubren.
—Lo sé, pero eso fue hace meses.
—¿Meses? Fue la semana pasada —le recordó Padme.
Hendry le lanzó una mirada de «tú cierra la boca, mocosa».
—Si me ayudas, te compraré ese juego del que no has dejado de hablar desde que se anunció.
Padme chasqueó la lengua.
—Muy tarde, papá se lo regaló ayer.
—Entonces... te compraré el último pase de batalla de Call of Duty —intentó de nuevo el rubio.
—Ese se lo regaló mamá antes de irse a Paris.
—Bueno, en ese caso...
—Lo haré, pero es la última vez que falsifico la firma de tu padre —murmuró Anakin, pagando por la comida de él y Padme, además de una botella de refresco que Hendry agregó casi al final.
—Eres el mejor, Darth Vader —lo alabó Hendry, dándole un sorbo a su bebida.
Padme se rio mientras que Anakin ponía los ojos en blanco. Sabía que su hermano odiaba ser llamado de esa forma. Por otro lado, después de conseguir lo que quería, Hendry se dirigió a la mesa en la que solía sentarse desde que se volvió popular. En dicha mesa no solo se sentaban parte de los chicos que pertenecían al equipo de los Halcones Bicentenarios (entre ellos, Alex, Jonas y Noah), también se sentaban algunas chicas del equipo de animadoras (entre ellas Paige y Sophie).
Y como Hendry los llevaba a donde sea que él fuera, Padme y Anakin no tenían otra opción más que sentarse también en esa mesa, donde nadie los soportaba por ser "los marginados de la escuela" o, como solían llamarlos cuando Hendry no estaba cerca, "las mascotas de Cross".
—Mira Annie, ahí está la chica nueva —anunció Padme, señalando a Hailey Chambers, que se encontraba sentada sola en una de las mesas del fondo—. ¿Podemos sentarnos con ella?
—De acuerdo.
Cuando Padme y Anakin pasaron junto a la mesa en la que Hendry los estaba esperando, este frunció las cejas al ver que, en realidad, ellos se dirigían a otro lado, lejos de él y su revoltoso grupito.
—¿A dónde van? —les preguntó.
—Anakin y yo vamos a ir a sentarnos con la chica nueva —respondió Padme.
—¿La chica nueva?
Padme asintió y tiró del brazo de su hermano sin decir nada más, dejando a Hendry muy confundido. En cuanto Hailey los vio acercándose a su mesa, una sonrisa tímida tiró de sus labios.
—Hola —los saludó, sonrojándose al ver a Anakin.
—¿Podemos sentarnos contigo? —le preguntó Padme, devolviéndole la sonrisa.
—Seguro.
Ya sentados, Padme le dio un mordisco a su sándwich de pollo.
—¿Qué tal va tu primer día de escuela? —le preguntó a la chica nueva.
Hailey dejó escapar un largo suspiro.
—Fatal. El chico que dijo que parecía una adicta al crack está en todas mis clases.
—No le hagas caso, Alex es un idiota.
—Creo que la palabra idiota se queda muy corta.
Ambas se echaron a reír. Hailey volvió a mirar a Anakin, quien no había dicho ni pio. Padme sonrió.
—Ah, por cierto, mi nombre es Padme y él es mi hermano Anakin.
—¿Padme y Anakin? —repitió Hailey con sorpresa—. ¿Cómo los personajes de Star Wars?
—¡Sí! ¿Te gusta Star Wars?
—Bueno, siempre que intento ver las películas suelo quedarme dormida, así que...
—Oh no, eso es terrible...
—¿A ti te gusta Star Wars?
—Creo que la palabra gustar se queda muy corta.
—Ya veo... ¿y qué hay de ti? —le preguntó Hailey a Anakin—. ¿También te gusta Star Wars?
Anakin se encogió de hombros y respondió:
—Lo normal.
Hailey lo miró fascinada, como si nunca hubiese visto a un chico como él.
—Tienes una voz muy bonita... —balbuceó en voz alta, avergonzándose al instante.
La sonrisa en el rostro de Padme se extendió.
—¿Te gusta mi hermano? —le preguntó sin rodeos, colocando los codos encima de la mesa redonda de la cafetería—. Hace un rato dijiste que era hermoso.
—Padme... —siseó él entre dientes.
—¿Qué? Si dijiste eso, ¿no es así Hailey?
—Bueno, sí pero...
—Entonces no tiene nada de malo que yo lo repita. Bien, regresando al tema principal, ¿te gusta mi hermano?
—Padme... —volvió a gruñir Anakin—. Basta, la estás haciendo sentir incomoda.
—No es verdad, solo la estoy ayudando. Durante toda la clase no hizo más que mirarte.
—Deja ya de...
—Sí, me gusta tu hermano —respondió Hailey, con el rostro más rojo que un tomate.
Para sorpresa de ambas, Anakin se atragantó con su refresco de limón.
—¡Lo sabía! —chilló Padme, alzando los brazos—. Si ese es el caso, ¿por qué no tienen una cita?
En ese momento, un balón de fútbol americano aterrizó en la mesa, justo sobre la bandeja de Hailey. Por suerte, el balón no la golpeó, pero si terminó salpicándola con restos de comida.
—¿Estás bien? —se apresuró a preguntarle Padme.
—Sí, no te preocupes —repuso Hailey mientras se limpiaba.
Cuando Padme intentó descifrar quien había lanzado el balón, notó que este provenía de la mesa en la que estaba sentado Hendry. Él por supuesto, no parecía contento, sin embargo, todos los demás se estaban riendo a carcajadas. Los responsables; Alex o Jonas. De eso Padme no tenía dudas.
Anakin suspiró y miró a Hailey con una leve sonrisa.
—Bueno, pues bienvenida al club de los marginados.
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