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Capítulo 3 | Di no al alcohol, di no a las drogas

Hendry

—Sabes, nunca espero nada de ti y aun así logras decepcionarme —exclamó el hombre frente a Hendry, mirando el cigarrillo mal elaborado y a medio terminar relleno de marihuana en su mano.

Solo después de ver la gélida expresión en el rostro de su padre y, sobre todo, escuchar ese lúgubre tono de voz, Hendry deseó no haber recogido aquel porro del suelo. ¡Maldito sea él y su estúpida curiosidad!

—Esto no es lo que parece —se apresuró a decir, pero incluso él sabía que lo que acababa de salir de su boca sonaba igual que una excusa muy tonta y estúpida—. Te juro que esto no es mío.

Su padre, que iba vestido estrictamente de negro, ladeó la cabeza hacia un lado y sonrió.

—¿Ah, no?

—No.

—Bien.

Las rubias cejas de Hendry se fruncieron.

—¿De verdad me crees? —preguntó con una expresión atónita.

Usualmente, le costaba mucho trabajo hacer que le creyera.

—No —respondió su padre con tranquilidad.

A continuación, tomó a Hendry por los hombros, presionó su pecho bruscamente contra la pared junto a las escaleras por las que él había bajado y le inmovilizó los brazos detrás de la espalda.

¡Su propio padre lo estaba tratando igual que un criminal!

—¿Qué diablos crees estás haciendo? —se quejó Hendry enfadadísimo, con la mitad del rostro aplastado contra la pared—. ¡Esto claramente es abuso de poder!

—¿Abuso de poder? —se burló su padre, bufando—. Abuso de poder mi puto culo.

—Viejo...

—¿Qué estabas haciendo allá arriba? —le preguntó con dureza, metiéndose inmediatamente en su papel de policía.

Hendry dejó escapar un largo suspiro y luego cerró los ojos durante unos segundos, Se había vuelto a marear debido a la rápida maniobra que su padre había utilizado en él. ¿Así trataba a todos los criminales?

—Estaba... —comenzó, pero antes de continuar, arrugó la frente—. Espera un segundo, ¿me viste bajar del segundo piso? Entonces también debiste ver cuando recogí el porro del suelo, ¿no?

Sintió que le golpeaban la nuca.

—Sé que el porro no es tuyo, pequeño imbécil —le hizo saber su padre, sin dejar de presionar su cuerpo contra la pared—. Pero eso no explica la cara de mierda que te llevas.

—¿Cara de mierda? —repitió Hendry con una sonrisa en los labios, sin miedo a morir debido al efecto de las drogas que había en su sistema—. Sabes que tengo la misma cara que tú, ¿no?

—¿Qué fue lo que consumiste?

—Nada.

—Sin mentiras, Hendry.

—No estoy mintien... —cerró la boca e hizo una mueca cuando el agarre de su padre en sus muñecas se hizo más fuerte, haciéndole daño—. ¡Ah! ¡Mierda! ¡Tú ganas! ¡Me comí un puto brownie!

—¿Un brownie?

—Sí, joder. Un brownie con marihuana.

—Mmm... ¿por qué siento que ya he pasado por esto antes? —divagó su padre en voz baja.

—Pues con el historial que te cargas, no me sorprende... —se burló nuevamente Hendry, para luego hacer otra mueca de dolor—. ¡Ah! ¡Joder! ¡Puto policía de mierda!

En ese momento, una persona tosió suavemente desde la entrada.

—Teniente Cross, ya hemos detenido a todos los menores de edad que parecen haber consumido alcohol u otras sustancias —informó un hombre uniformado, de pie junto a la puerta de la mansión de Sophie Baker—. ¿Debería llevarme a este chico también?

Aunque Hendry no podía ver el rostro de su padre debido a que tenía media cara estampada contra la pared, sabía de antemano cuál sería su respuesta.

—No, yo me encargaré de él personalmente. Pueden retirarse.

Después de escucharlo, una sonrisa arrogante tiró de sus labios. Una de las ventajas de ser el hijo de un oficial de policía era que, sin importar lo que hiciera, nadie podía tocarlo.

Mientras sonreía, sintió que alguien lo golpeaba nuevamente en la nuca.

—Borra esa estúpida sonrisa de tu rostro —le ordenó su padre, claramente enfadado.

—Vaaale, la borro. Ya está, borrada.

Solo entonces, Hendry sintió que el agarre en sus muñecas se aflojaba un poco.

—Ahora dime, ¿dónde cojones está ese par?

—¿Par? ¿Qué par? —preguntó Hendry.

—El par de frikis juniors.

—Ah, te refieres a ese par... —Hendry se encogió de hombros—. No lo sé, supongo que están en casa viendo películas de frikis —mintió—. Los invité a la fiesta, pero no quisieron venir.

—¿En serio? No me digas...

Cuando Hendry sintió que su padre le revisaba los bolsillos de su pantalón, intentó forcejear para quitárselo de encima, pero fue totalmente inútil. A pesar de tener una complexión física bastante parecida, Hendry era más joven, más bajo y mucho menos fuerte que su padre.

—Viejo mamón, deja de...

—Aquí está —dijo él, sacando el celular de Hendry de sus bolsillos—. Veamos... parece que tienes un mensaje de Anakin. Te leeré lo que dice: "Cross, tú padre está aquí. Sal cagando hostias".

—¿Cagando hostias? ¿Dónde habrá aprendido esa expresión? —se preguntó a sí mismo.

—¿Dónde están? —exigió su padre, intensificando una vez más el agarre en sus muñecas.

—Te respondería, pero ya no siento la mitad de la cara. ¿Qué tal si me sueltas, eh?

—¿Dónde están? —exigió de nuevo, esta vez con un tono de voz más brusco.

Hendry suspiró de forma dramática y cerró brevemente los ojos, notando lo realmente fría que estaba la pared en la que estaba presionada su mejilla izquierda. De alguna manera, eso le dio sueño.

—No lo sé.... me distraje un poco con Paige —admitió.

—¿Los dejaste solos? —Hendry hizo una mueca— ¿Y diablos quién es Paige?

—Mi novia —respondió—. Pelirroja, ojos azules, muy guapa. Te la presenté el otro día ¿recuerdas?

—Ah, es verdad —repuso su padre, y luego añadió con burla—: La chica tiene gustos muy feos.

—Bueno, mamá tampoco tuvo muy buenos gustos que digamos —soltó Hendry en voz alta, en lugar de solo pensarlo—. Después de todo, aceptó casarse con un tipo como tú.

Sus palabras hicieron que su padre emitiera una risa oscura y siniestra desde lo más profundo de su garganta. Fue como escuchar a un villano malvado reprimiendo sus ganas de asesinarlo.

—¿Tanto deseas que te parta el cráneo a la mitad, duende?

Hendry bostezó y después de encogió de hombros, dejando en claro lo poco que le importaba que su padre le partiera el cráneo. Se sentía tan cansado que todo lo que quería era irse a dormir.

—Si tanto deseas matarme, adelante. No creas que ya he olvidado la vez que trataste de ahogarme en el lago —dijo él, chasqueando la lengua—. Padre del año, eh. Padre del año.

De nuevo, su padre volvió a golpearlo en la nuca; esta vez con más fuerza que las anteriores.

—¿Dónde está tú novia? —demandó, ignorando el temilla del lago.

—Arriba. La dejé dormida en una habitación —respondió Hendry bostezando. Cuando su padre no dijo ni una sola palabra, este agregó—: No te preocupes viejo, usamos protección.

Hendry sintió que lo liberaban, para luego ser bruscamente arrojado hacia las escaleras.

—Ve por ella —le ordenaron.

—Sabes, esto ya es demasiado abuso de poder. Mañana mismo voy a poner una denuncia en tu contra, anciano decrepito de mierda.

—Ve por ella, no me hagas repetirlo.

Hendry apretó los dientes y se puso de pie lentamente, mirando con una expresión furiosa al hombre que básicamente era una versión adulta de él mismo. Se guardó todas y cada una de las groserías que quería escupir en su cara y se dio la vuelta para subir las escaleras al segundo piso. Cuando llegó a la habitación en la que había dejado a Paige hace solo unos minutos, vio que ella aún estaba profundamente dormida. Maldición, era preciosa.

—Paige, es hora de levantarse —susurró Hendry en voz baja, besando cariñosamente su cuello.

La chica de hermoso cabello anaranjado soltó un débil gruñido antes de rodar sobre el colchón, tirar de las sábanas hasta su barbilla y decir con voz llorosa:

—Cinco minutos más...

Hendry suspiró y por unos instantes deseó poder acostarse junto a ella para dormir un rato, pero no podía. Si tardaban demasiado, su padre subiría a buscarlos; lo que significaba peligro.

Volvió a sacudirla con suavidad.

—Tenemos que irnos, mi padre está abajo esperándonos.

—¿Tu padre...? —repitió Paige, todavía medio dormida.

—Sí, parece que alguien llamó a la policía y...

De pronto, como si alguien la hubiese pinchado con una aguja muy afilada, Paige se incorporó de golpe en la cama y miró a Hendry con una expresión de horror.

—¿Qué? ¿La policía está aquí? —preguntó, temblando violentamente. Segundos después, hizo una mueca y se llevó ambas manos a la cabeza—. Dios, me duele mucho la cabeza...

—Vístete —dijo él, retirándole el cabello de la cara.

Obedientemente, Paige se levantó de la cama y recogió su ropa del suelo para comenzar a vestirse.

—Hendry... —lo llamó su novia después de un rato, sonaba muy extraña.

—¿Mmm?

—Rompiste mi vestido... —sollozó Paige con los ojos llenos de lágrimas, sosteniendo la parte superior de su vestido contra sus redondos pechos—. Fue un regalo de mi madre y tú... lo rompiste...

Hendry se sorprendió al ver que lloraba. Paige no era de las chicas que lloraban por cualquier cosas. En realidad, durante todo el tiempo que habían estado saliendo juntos, Hendry jamás la había visto llorar.

Por esa razón, no pudo evitar ir hacia ella para abrazarla.

—Lo siento, te compraré uno nuevo —dijo él, besando su frente.

—No quiero un vestido nuevo. Quiero este vestido.

—Paige...

—¿Por qué lo rompiste? —insistió.

—Me dejé llevar por el momento, lo siento —se disculpó de nuevo, besando sus húmedas mejillas—. Perdóname Paige, no sabía que era importante para ti.

—No es importante —repuso ella, poniendo mala cara—. Es solo que...

Se quedó callada, dejando lo que sea que iba a decir en un misterio.

—¿Es solo que qué? —quiso saber Hendry.

—Nada, olvídalo. —Se limpió las lágrimas—. Esta es la habitación de Sophie, tomaré su ropa prestada.

—Bien.

—A propósito, ¿dónde está Sophie?

«Buena pregunta» pensó Hendry.

—No lo sé. Hace rato escuché a un policía decir que habían detenido a todos los menores de edad que habían consumido alcohol u otras sustancias, supongo que ella iba en el montón.

La pelirroja se llevó ambas manos a la cara y suspiró.

—Sus padres van a matarla... se supone que iba a ser una fiesta tranquila.

Hendry volvió a besar su frente.

—Vístete. Es mejor que no hagamos esperar a mi padre.

Tras ponerse algo que encontró en el guardarropa de Sophie, Paige y Hendry bajaron por las escaleras con las manos entrelazadas. Al ver al padre de Hendry esperándolos junto a la puerta, el rostro de Paige enrojeció.

—Señor Cross... quiero decir, oficial Cross... quiero decir, padre de Hendry... es un... es un placer volver a verlo —balbuceó Paige avergonzada, apretando la mano de Hendry con más fuerza.

Hendry casi se rio. Sabía que a Paige le daba miedo su padre, y la verdad es que no podía culparla. El tipo siempre tenía aquella mirada de "odio a todo el mundo excepto a mi esposa".

—Andando —respondió la versión adulta de Hendry, haciendo un gesto hacia su coche negro.

—Espera, mi camioneta está por allá —le dijo él, señalando el sitio donde había aparcado su Jeep—. ¿La ves?

—No vas a conducir en ese estado —declaró su padre sin más.

—¿Cuál estado?

—Estás drogando, pequeño idiota.

—Solo fue la mitad de un brownie, puedo conducir sin ningún problema.

—Suban al coche.

—Viejo...

—Hendry...

—Tu padre tiene razón —los interrumpió Paige—. Podrías quedarte dormido en algún semáforo.

—No voy a... —intentó discutir de nuevo Hendry, pero sabía que ella tenía razón.

—Suban al coche —replicó su padre, sonando cada vez más irritado—. Ahora.

Mientras su padre encendía el motor del auto, Paige se acurrucó en el regazo de Hendry al igual que una niña pequeña y se quedó profundamente dormida. Cansado, Hendry dejó escapar un suspiró y cerró los ojos unos segundos, pero casi al instante sintió que lo golpeaban en la nuca. ¿Cuántas veces más iba golpearlo?

Al final, iba a terminar causándole una contusión cerebral.

—Ni siquiera pienses en quedarte dormido —le advirtió su padre de forma amenazante.

—No iba a quedarme dormido, solo estaba... pensando —se defendió.

No pasaron ni cinco minutos cuando escuchó a su padre decir con burla:

—¿Así que no quisieron ir a la fiesta, eh?

Cuando Hendry siguió la mirada de su padre, vio a Anakin arrastrando con dificultad a Padme y a otro chico que iba vestido con el uniforme de Los Halcones Bicentenarios por la acera.

Inmediatamente, aquella imagen le hizo frunció las dos cejas.

—¿Jonas? —murmuró al reconocer al chico que iba con ellos.

En ese momento, su padre hizo sonar la bocina del auto dos veces; lo que provocó que todos se sobresaltaran. Paige pegó un brinco en el regazo de Hendry, mientras que Anakin, Padme y Jonas se detuvieron a mitad de la calle. Al ver a la persona que iba detrás del volante, Anakin abrió mucho los ojos y se paralizó completamente. Hendry sintió ganas de reír al verlo tan pálido.

—¡Heeey! ¡Tío Hunter! ¡Hola! —exclamó Padme con una enorme sonrisa en el rostro, levantando una mano para saludarlo—. ¡Lo vi llegar hace un rato a la fiesta, pero Anakin no me dejó ir a saludarlo! —Anakin apretó los dientes y le pellizcó el brazo—. ¡Auch! ¡Eso duele!

—Suban al coche.

Anakin forzó una sonrisa en sus labios y miró a Hendry en busca de un poco de ayuda, pero Hendry estaba tan drogado que en lugar de pensar en una manera de ayudarlo, lo ignoró.

—Eh... gracias pero... eh... ya he... ya he pedido un taxi —se apresuró a decir el único adolescente que no había consumido brownies mágicos—. Por favor, continúen su camino.

—Suban al coche.

—Estamos bien, tío Hunter. La tarifa de cancelación es bastante alta y no tengo suficiente...

—Suban. Al. Puto. Coche.

Anakin tragó saliva y luego arrastró a los dos otros jóvenes al coche, ayudándolos a subir al asiento trasero del mismo. Tras poner el coche en marcha, Hendry giró la cabeza para mirar a Jonas y a su par de frikis juniors.

—¿Por qué está Jonas con ustedes? —le preguntó a Anakin.

Anakin fue víctima de un tic medio raro en el ojo izquierdo.

—Ah, ¿te refieres a este idiota? —dijo él, señalando al chico que iba sentado a su lado; aferrándose a brazo—. No tengo idea. Se pegó a nosotros como una sanguijuela cuando vio a la policía.

Hendry tensó la mandíbula al ver que había sangre seca en su nariz.

—¿Qué diablos te pasó en la nariz? —preguntó, señalando la sangre.

—Ah, no es nada. Me pegué yo solo, fue un accidente.

—Eso no es cierto —intervino Padme, sentada al otro lado de Anakin; aferrándose también a su brazo—. El imbécil de Jonas le dio un puñetazo en la nariz. Yo lo vi, yo estuve ahí.

—¡¿Ese imbécil volvió a golpearte?!

—¡Sí! —respondió Padme, igual de furiosa—. ¡Yo lo vi! ¡Yo estuve ahí!

—Hendry —murmuró su padre sin apartar la mirada del camino.

Hendry asintió con la cabeza, entendiendo de alguna manera lo que no había dicho con palabras.

—Mañana.

Anakin miró a los dos Cross con una expresión de confusión en el rostro.

—¿Mañana? —preguntó—. ¿Qué harás mañana?

Hendry se encogió de hombros.

—Le daré una paliza.

—Oye, eso no es necesario. Tío Hunter, dile a Hendry que no necesito un guardaespaldas.

—Mañana —dijeron Hendry y su padre al mismo tiempo.

—Dios, ¿por qué no elegí el otro camino? —se lamentó Anakin en voz baja, desesperado.

De pronto, la novia de Hendry se retorció en sus brazos y se llevó una mano a la boca.

—Hendry... creo que voy a vomitar... —jadeó, haciendo una mueca.

Cuando la pelirroja tuvo su primer arcada, el auto se detuvo de golpe; mandando a todos bruscamente hacia adelante. Anakin, que era el único que no se había puesto el cinturón de seguridad, casi pasó del asiento trasero al tablero del auto. Sin embargo, para sorpresa de Hendry, Jonas lo sujetó a tiempo por la cintura, evitando así un accidente mayor.

—Bájala, si vomita en mi auto tú vas a limpiarlo —gruñó su padre, antes de mirar a aquel que casi sale volando por los aires—. Y tú, ponte el puto cinturón.

Hendry abrió la puerta del coche y cargó a Paige hasta un bote de basura que había frente a una casa. Ella inclinó su cuerpo hacia adelante, pero no vomitó. En su lugar, empujó a Hendry lejos.

—Vete, no quiero que me veas... es vergonzoso...

—Solo has lo que tengas que hacer —soltó Hendry, sin apartarse.

—Pero... —en ese momento, tuvo una segunda arcada y vomitó dentro del bote de basura.

Hendry estiró las manos y recogió su anaranjado cabello a tiempo, evitando que se manchara.

Anakin

Dentro del coche, Anakin se puso cinturón de seguridad y luego se quedó más tieso que un pan duro, tratando de no hacer contacto visual con el hombre que estaba sentado detrás del volante. El padre de Hendry era como un segundo padre para él y Padme. Sabía que, al cruzar miradas con él, seguramente le reclamaría el hecho de no haber cuidado a su hermana lo suficiente para evitar que se drogara.

—No deberías dejar que te trate así —soltó de pronto el único adulto en el coche.

Sorprendido, Anakin alzó la cabeza para mirarlo e inmediatamente frunció ambas cejas.

—¿Eh? —balbuceó, sintiendo un enorme nudo en el estómago—. ¿De... de qué hablas?

Su tío sonrió con aquella perversidad que tanto atemorizaba a los demás, incluso al mismo Hendry.

—Tú sabes de qué hablo —respondió despreocupadamente, mirándolo por el espejo retrovisor.

Anakin sintió que su rostro se calentaba en cuestión de segundos. Miró a su hermana con miedo de que lo hubiese escuchado, pero ella y Jonas se habían quedado dormidos en sus hombros.

—No me golpeó porque quisiera hacerlo, yo lo obligué —explicó Anakin en voz baja, pasando saliva—. Padme nos vio, así que tuve que improvisar. No quiero que ni ella ni mis padres se avergüencen de mí.

—No es algo por lo cual deberían avergonzarse.

Que él dijera eso le hizo sentir mejor.

—Aun así, no quiero que lo sepan... —apretó los labios y suspiró para disminuir el calor en sus mejillas—. Hendry tampoco lo sabe, así que ¿puedes fingir que no sabes nada, tío?

Hunter se encogió de hombros.

—He fingido que no sé nada durante mucho tiempo.

Eso sorprendió todavía más a Anakin.

—¿Desde cuándo lo sa...? —comenzó, pero antes de que pudiera terminar de hacer su pregunta, Hendry abrió repentinamente la puerta del copiloto.

—Listo —anunció el rubio, sentándose con Paige de nuevo en su regazo.

—¿No va a vomitar en mi auto, verdad? —le preguntó su padre, adquiriendo de nuevo ese tono de voz que solía usar solo con Hendry.

—¿Y qué si lo hace? Yo voy a limpiar de todas formas, así que deja de quejarte.

—No vomitaré en su auto, señor Cross —exclamó Paige, demasiado avergonzada—. Lo prometo.

—Mmm...

Entonces, se hizo el gran silencio. Anakin seguía sorprendido por haber descubierto que su tío sabía sobre su orientación sexual, mientras que Hendry, desde su lugar, había cerrado los ojos un momento para descansar.

Al darse cuenta, su padre le propinó un fuerte golpe en la nuca.

—¡Joder! ¡Deja ya de golpearme! —espetó Hendry con furia, despertando a todos en el auto.

Padme pegó un brinco y se aferró al brazo de Anakin con más fuerza.

—¡Aaaah! ¡La orden sesenta y seis ha comenzado! ¡Tenemos que escondernos o nos ejecutarán a todos! —chilló horrorizada, casi temblando.

Todos en el auto fruncieron el ceño.

—¿Qué es la orden sesenta y seis? —preguntó el padre de Hendry, teniendo un déjà vu.

—¿Por qué están haciendo tanto ruido? Es molesto —se quejó Jonas medio dormido, escondiendo el rostro en el cuello de Anakin.

Al instante, Anakin sintió que se le ponía la piel de gallina, por lo que lo empujó a un lado.

—¡Hazte para allá! —soltó avergonzado.

Hendry giró la cabeza para mirarlos e inmediatamente clavó una mirada furiosa en Jonas.

—¿Otra vez está molestándote?

—¡Voy a darle una paliza a ese idiota! —gritó Padme, agitando los brazos.

—¡No, él no...!

—¡Basta ya, me duele la cabeza! —exclamó también Paige, uniéndose al alboroto.

De pronto, los cinco adolescentes pegaron un brinco al escuchar la bocina del auto. Todos miraron al padre de Hendry, que estaba apretando las manos sobre el volante. El hombre acababa de alcanzar su límite.

—Bien, ¿a quién llevaré a casa primero?

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