Capítulo 2 | Fiesta + Adolescentes + Alcohol = Mala idea
Padme
—¿Una fiesta? —repitió Padme, inclinando un poco la cabeza—. ¿De quién?
—De Sophie Baker —respondió Hendry, mirando a los dos hermanos. Se parecían mucho, aunque Anakin era bastante más alto que Padme—. Están celebrando el triunfo de los Halcones en su casa. ¿Quieren ir?
Sophie Baker no solo era la mejor amiga de Paige Campbell (sí, esa chica que se la pasaba mirándola como si quisiera clavarle un cuchillo en el cuello), también formaba parte del equipo de animadoras, lo que la convertía en una de las chicas más populares del instituto. Que la fiesta fuese en su casa significaba que Noah también iba a estar ahí. Pensar en él hizo que Padme sintiera miles de mariposas danzando alegremente en su estómago.
—¿Tú quieres ir, Annie? —le preguntó a su hermano, solo en caso de que él no quisiera.
Por un momento, Padme pensó que este se negaría. Conocía muy bien a su hermano y sabía que odiaba profundamente las multitudes. Sin embargo y para su sorpresa, Anakin respondió encogiéndose de hombros.
—Me da igual, la verdad.
Hendry tomó eso como un sí por parte de ambos y agitó las llaves de su camioneta.
—Venga, ¿y qué esperan entonces para ir a guardar la comida china en el refrigerador? —exclamó, señalando las bolsas de plástico blancas—. Ya nos la comeremos después. Además, fría sabe aún mejor.
Padme asintió y junto con Anakin, llevaron las bolsas de plástico a la cocina. Al detenerse frente al refrigerador para guardar la comida china, no pudo evitar mirarlo con una expresión de sospecha.
—¿Por qué aceptaste ir a la fiesta? —le preguntó Padme a su hermano, entrecerrando los ojos.
Anakin se volvió para mirarla y entrecerró los ojos también, imitando la expresión en su rostro.
—¿Por qué aceptaste ir tú a la fiesta? —contraatacó él con el mismo tono de voz.
En lugar de responder, Padme comenzó a sacar las cajitas de cartón blanco de las bolsas de plástico y se las pasó a su hermano para que él las guardara dentro del refrigerador.
—No sé, pensé que podría ser divertido. Ya sabes, nunca nos invitan a esas fiestas.
—Es por Noah, ¿cierto? —exclamó Anakin, llevándose un camarón empanizado a la boca—. Das por hecho que él va a estar en esa fiesta y quieres ir para suspirar por él a la distancia como siempre lo haces.
Padme sintió que se le calentaban las mejillas, pero no lo negó.
—Sí, ya sé lo que estás pensando. —Suspiró—. Noah ni siquiera sabe que existo.
Pero Anakin negó con la cabeza, dejando en claro que eso no era lo que estaba pensando.
—No, en realidad creo que ya es hora de que hagas toda tu vergüenza a un lado y te animes a hablarle. —Masticó ahora un trozo de brócoli—. Que Noah sea amigo de Jonas y Alex no significa que sea como ellos.
—Eso ya lo sé, por eso me gusta —confesó Padme con la cara ardiendo.
Anakin sonrió al ver a su hermana tan avergonzada.
—¿Y qué es lo que estás esperando para hablarle? Deberías saludarlo cuando lo veas en la fiesta.
—¡¿Te volviste loco?!
—No, estoy hablando muy en serio —respondió él con la boca llena, lamiéndose los restos de salsa de los labios—. Nuestros padres no criaron a una perra débil, ¿ya lo olvidaste? Tú misma dijiste eso el otro día.
—P-pero eso fue cuando tú y Hendry apostaron que no podría comerme un chile habanero sin llorar, esto es muy diferente. ¿Qué se supone que voy a decirle a Noah? Ya sabes que cuando me pongo nerviosa comienzo a soltar datos sobre Star Wars o empiezo a escupir un montón de palabras sin sentido.
Por esa razón las personas creían que Padme era un bicho raro. Siempre que se ponía nerviosa, o comenzaba a contarte toda la historia de Star Wars, o comenzaba a hablar tan rápido que solo hacía falta que le pusieras música de fondo para que pareciera que estaba rapeando. Lo segundo era muy divertido.
—Bueno, si ese es el caso, solo intenta no ponerte nerviosa —repuso Anakin, dejando de una vez la comida.
—Vaya, ¿por qué no se me ocurrió eso antes? —soltó Padme, sarcástica.
Cuando terminaron de guardar todas las cajitas con comida china en el refrigerador, Padme dobló la bolsa y la guardó en la bolsa de las bolsas. Su madre la llamaba: "La madre de todas las bolsas".
—¿Qué hay de ti, Annie? —le preguntó Padme a su hermano mientras abandonaban la cocina para ir a encontrarse con Hendry en el jardín—. ¿También quieres ir a la fiesta para ver a una persona en especial?
Una expresión un tanto extraña cruzó por el rostro de Anakin, pero desapareció casi al instante. Padme pensó que quizás lo había imaginado, por lo que no tardó en olvidarlo.
—Algo así —respondió él sin más.
—¿Quién es? ¿La conozco?
—Probablemente sí. —Suspiró. Padme esperó a que dijera el nombre de esa persona especial, pero no lo hizo. Al darse cuenta de esto, Anakin sacudió la cabeza—. No pienso decirte su nombre.
—¿Eh? ¿Por qué no? —protestó Padme.
—Porque es un secreto.
Ella puso mala cara.
—Creí que entre nosotros no había secretos.
—Algún día te diré su nombre ¿vale? Por ahora dejémoslo así.
Padme pensó en seguir insistiendo hasta conseguir el nombre de la persona que le gustaba a su hermano, pero al final, decidió respetar su decisión y no hacer más preguntas al respecto. Por otro lado, cuando Padme y Anakin salieron de la casa, vieron a Hendry con los ojos cerrados, apoyado en el capo de su Jeep Wrangler roja.
Se la había regalado su padre en su cumpleaños número dieciséis.
—Una eternidad después... —dijo él, imitando un acento francés.
Anakin sonrió mientras que Padme cruzaba los brazos sobre su pecho.
—Fuiste tú quien compró tantas cajas de comida —le recordó— Así que no te quejes.
Hendry abrió los ojos, sonrió e hizo un gesto con la barbilla en dirección a su coche.
—Venga, todos arriba.
Quince minutos más tarde, Hendry, Padme y Anakin arribaron al lugar de la fiesta.
Sophie Baker provenía de una familia adinerada, de modo que vivía cómodamente en uno de los barrios más ricos de Seattle y en donde las casas parecían mansiones griegas con enormes pilares. En la parte de afuera había decenas de coches aparcados a ambos lados de la calle, además de adolescentes charlando, bebiendo y riendo en el jardín. La música sonaba tan fuerte que incluso podía escucharse desde la caseta de entrada.
—Vaya... —exclamó Padme con la boca abierta, aferrándose al brazo izquierdo de su hermano mientras entraban por la puerta principal—. Pensaba que las personas solo vivían en este tipo de lugares en las películas.
El interior de la casa era un caos total. Padme y Anakin nunca habían estado en fiestas como esas, por lo que les fue imposible no sentirse incómodos. Hendry, por otra parte, parecía estar completamente acostumbrado.
Todo el mundo se acercó a él para saludarle y felicitarlo por el triunfo de los Halcones.
—Esperen aquí —exclamó de pronto, desapareciendo en aquel mar de personas apretujadas en el salón.
Al regresar, Padme notó que había sacado tres vasos de plástico rojos de algún lado.
—Quiten ya esa cara de asustados, nadie aquí va a molestarlos porque saben que están conmigo.
—¿Qué es esto? —preguntó Padme, mirando el interior del vaso que Hendry le dio a cada uno.
Este abrió la boca para responder, pero justo en ese momento, una hermosa chica de cabello anaranjado se colgó de su cuello y lo besó apasionadamente en los labios. Se trataba de Paige Campbell, la novia de Hendry.
—Si viniste —dijo ella con alegría y sin soltarle, mordiéndole el labio inferior—. Ven conmigo, hay algo que quiero mostrarte en la parte de arriba —continuó, ignorando por completo a Padme y Anakin.
—No se separen, ¿de acuerdo? —alcanzó a decir Hendry antes de que Paige se lo llevara lejos.
Parados en una esquina, Padme y su hermano vieron a Hendry desaparecer nuevamente en aquel mar de personas que bailaban por toda la casa al ritmo de la música.
—No sé tú, pero yo me estoy divirtiendo una barbaridad —exclamó Anakin de forma sarcástica, dándole un trago a la cerveza en su vaso—. Puaj, ¿qué es esto? ¿Orines de perro? —escupió al sentir el sabor amargo.
A su lado, Padme dejó escapar un cansado suspiro.
—Creo que Noah no está aquí, no le veo por ningún lado. —Se giró para mirar a su hermano—. ¿Qué hay de la persona que querías ver tú? ¿Ya la encontraste?
Anakin miró el interior de su vaso con una mueca de asco mientras asentía con la cabeza.
—Sí, está por ahí.
—¿No deberías ir a saludarle?
—Nah.
Padme suspiró de nuevo y recostó la cabeza en el hombro derecho de su hermano, deseando haberse quedado en casa mirando películas. No tenía caso estar en esa estúpida fiesta si Noah Parker no estaba ahí.
Anakin
En el momento en el que los tres arribaron a la fiesta, Anakin localizó inmediatamente a Jonas sentado junto a sus amigos en los sofás del salón; riendo y emborrachándose. Por supuesto, Jonas también notó su presencia apenas cruzó la puerta y, durante un breve segundo, ambos compartieron una pequeña sonrisa. Sin embargo, eso era todo lo que podían hacer mientras se encontraran rodeados de otras personas. Compartir miradas y sonrisas secretas con su novio a escondidas de todo el mundo era sin duda algo terriblemente triste.
Sintiéndose muy deprimido, Anakin suspiró y bajó la mirada al suelo.
A decir verdad, Anakin odiaba con toda su alma los sitios ruidosos y las multitudes. Lo suyo era estar en su cuarto jugando League of Legends o verse alguna película de Star Wars con Padme (las cuales aborrecía más que nada en el mundo, pero que aun así miraba sin rechistar debido a que a ella le gustaban muchísimo).
Mientras escuchaba a su hermana melliza parlotear sobre algo a lo que no había estado prestando atención por estar enfrascado en sus propios pensamientos, Anakin alzó la cabeza para mirar de nuevo a Jonas en aquel sofá del salón, pero se sorprendió al ver que este ya no estaba en su sitio. Ni él, ni ninguno de sus amigos.
Comenzaba a preguntarse en donde podría haberse metido cuando sintió que su teléfono celular vibraba en el bolsillo de su desgastado pantalón de mezclilla negro. Al mirar la pantalla, vio que se trataba de un mensaje.
«Ven a la cocina»
Jonas
—¿Puedes sobrevivir sin mí por solo quince minutos? —le preguntó a Padme—. Necesito ir al baño.
Aunque su hermana se mostró un poco aterrorizada ante la idea de quedarse sola en esa fiesta, al final asintió con la cabeza y sonrió para no preocuparlo. Anakin se odió a sí mismo por dejarla sola en ese lugar, pero su deseo por ver y estar con Jonas, aunque solo fuese unos minutos, fue más fuerte que cualquier otra cosa.
—Anda, ve. Yo seguiré divirtiéndome a lo grande en este lugar —dijo ella con una sonrisita sarcástica.
—No tardaré —le aseguró Anakin—. Te lo prometo.
Tiró la cerveza en una maseta que estaba cerca de él, dejó el vaso vacío sobre una mesita de café y atravesó el gran salón, empujando un montón de cuerpos para llegar a la cocina. Para su sorpresa, el lugar estaba vacío.
No había señales de su novio por ningún lado.
Nervioso, sacó su teléfono celular del bolsillo trasero de su pantalón y comenzó a escribirle un mensaje, pero estuvo a nada de dejarlo caer al suelo cuando alguien lo sujetó bruscamente por detrás. Anakin forcejeó e intentó zafarse de esos brazos que lo retenían del cuello, pero la otra persona era mucho más fuerte que él. Por suerte, recordó sus clases de defensa personal que había tenido con Hendry y le propinó un codazo al imbécil.
—¡Auch! —se quejó una voz familiar junto a su oreja.
—¿Jonas?
—Sí, soy yo... auch.
Con el corazón latiéndole de forma desenfrenada debido al susto de hace un segundo, Anakin se dio la vuelta y empujó a Jonas con todas sus fuerzas. Este dio un traspié y solo no se cayó porque se agarró de algo.
—¿Cuál es tu jodido problema? Pensé que eras otra persona, imbécil.
Jonas intentó acercarse a Anakin, pero él retrocedió. Sí, estaba muy enojado.
—No te enfades... solo quería... solo quería hacerte una broma...
—Pues vaya broma de mierda —gruñó, pero casi enseguida frunció el ceño—. ¿Qué te pasa?
—¿Qué me pasa de qué...?
—Te ves raro.
—¿Raro...?
—¿Estás borracho? —le preguntó, cruzando los brazos sobre su pecho. Jonas sonrió y negó repetidamente con la cabeza. Sí, definitivamente estaba borracho—. ¿Cuántos vasos de cerveza llevas?
—Unos... —Levantó una mano para contar con los dedos y alzó tres—. Cinco o cuatro... la verdad es que no me acuerdo. Pero no estoy borracho, en realidad... creo que estoy drogado...
—¿Drogado?
—Sí, hace un rato me ofrecieron un brownie... ya sabes que no puedo resistirme a los brownies... pero creo que tomé el equivocado... —Sonrió—. Ahora que he confesado... ¿puedo darte un beso?
Anakin miró a su alrededor para asegurarse de que nadie lo hubiese escuchado. Después de inspeccionar el lugar, miró a Jonas aún más enfadado. ¿Qué pasaba con él? ¿Acaso no le importaba que alguien lo escuchara?
—No.
Una vez más, Jonas intentó acercarse a Anakin, pero él volvió a retroceder.
—Annie, no te alejes de mí... —expresó con una mueca de dolor—. Por favor, quiero besarte...
—La casa está llena de tus amigos —le recordó—. Si alguien entra y nos ve, sabrán que eres gay.
—Me importa una mierda... —después de decir eso, añadió—. Y ya te dije que no soy gay.
Anakin dejó escapar un suspiro mientras se pasaba una mano por su alborotado cabello castaño. Jonas aprovechó que había bajado la guardia para acercarse a él y lo arrinconó entre la barra de la cocina y su cuerpo.
—¿Qué estás...? —comenzó a decir Anakin, pero le fue imposible terminar de hacer su pregunta cuando Jonas presionó su boca contra la suya y lo besó con desesperación.
Su mente se quedó en blanco, pero no tardó en responder a su beso. Dejó que sus manos viajaran por el pecho de Jonas, disfrutando de los músculos que había debajo de su jersey del uniforme. Enredó los dedos en su oscuro cabello y tiró de él con fuerza, provocando que Jonas gimiera y respondiera mordiéndole el labio.
—Mierda Annie, eres tan hermoso... —susurró entrecortadamente, deslizando la boca por su cuello—. No es justo que no pueda presumirte frente a todos en esta estúpida fiesta...
—Jonas...
—Odio tanto esto... —continuó él, abrazándolo—. Quiero estar contigo, Anakin...
—Podemos si...
Jonas negó con la cabeza.
—No. No podemos. No puedo... —Hizo una mueca—. No puedo, Annie... lo siento...
Anakin notó un dolor en el pecho al escucharlo decir eso. También sintió ganas de llorar, pero se negó a derramar lágrimas. Estaba cansado de llorar por una relación que no tenía ningún futuro.
En silencio, se quedaron abrazados durante un largo rato en la cocina. No fue hasta que Anakin escuchó que alguien se acercaba por el pasillo que trató de apartarse de Jonas, pero él se negó a dejarlo ir.
—Creo que alguien viene —le hizo saber Anakin—. Nos van a ver, suéltame.
—No quiero...
—Jonas —insistió él sin dejar de empujarlo, pero era inútil.
«Mierda, mierda, mierda» pensó Anakin cuando esa persona finalmente entró a la cocina.
Al ver que se trataba de su hermana, Anakin sintió un nudo demasiado grande en el estómago. Fue como si le hubiesen drenado la sangre de todo cuerpo. Padme aun no sabía que él era...
—Golpéame —se apresuró a decir Anakin en voz baja.
—¿Eh?
—Golpéame —repitió, temblando ligeramente.
—Pero ya no quiero hacerte...
Sin darle tiempo de terminar, Anakin tomó la mano izquierda de Jonas y la llevó a su rostro, golpeándose justo en la nariz. Como Jonas no esperaba que él hiciera algo tan estúpido, no pudo suprimir la fuerza del puñetazo que Anakin se dio a sí mismo. En cuanto vio sangre saliendo por su nariz, Jonas retrocedió horrorizado.
—¡Anakin! —chilló Padme, acercándose a ellos—. ¡Hijo de puta! ¡Te dije que no volvieras a tocar a mi herma... —pero dejó la oración a medias al tropezar y caer al suelo—. ¡Ah, me dolió!
—Padme... —comenzó Anakin alarmado, empujando a Jonas para acercarse a ella—. ¿Por qué siempre tropiezas con tu propio pie? ¿Es que no tienes equilibrio? —gruñó, ayudándola a levantarse.
Padme hizo una mueca y se agarró la cabeza.
—Espera, espera... primero has que todo deje de dar vueltas, ¿quieres? Uff, creo que voy a vomitar...
—¿Estás borracha?
—Creo que está drogada —susurró Jonas contra su oído, provocándole escalofríos.
—Annie... ¿ese imbécil está molestándote de nuevo? —inquirió Padme, levantándose del suelo muy despacio—. Voy a darle... voy a darle una paliza... Sí, ¡le patearé el trasero!
Anakin frunció el ceño y la sujetó por los hombros para mirarla fijamente.
En efecto, Padme tenía las pupilas más dilatadas de lo normal.
—¿Comiste algo raro mientras yo estaba en el baño? —le preguntó con una voz muy seria.
—No —respondió ella, sacudiendo la cabeza—. Solo me comí el último brownie que quedaba en la mesa de bocadillos. —Hizo una mueca—. Tenía un sabor muy raro... no sabía nada a chocolate.
Al escuchar eso, la mandíbula de Anakin se apretó.
—Joder, estás drogada.
—¿Qué? ¡Tonterías!
Jonas, que seguía parado muy cerca de Anakin, le respiró nuevamente en la oreja.
—¡Agh! ¡Deja de hacer eso! —chilló él, apartándose con las mejillas calientes—. Y ya que estás aquí, grandísimo idiota, dime ¿qué puedo hacer para quitarle lo drogada a mi hermana?
—Umm...
—Annie, si estuviera drogada ¿crees que podría hacer esto? —soltó Padme, haciendo unos pasos de baile que había aprendido de su padre—. ¡Can't touch it! Tururu, turu, turu. ¡Can't touch it!
Agobiado, Anakin se llevó ambas manos al rostro y suspiró.
—Nada mal, eh —murmuró Jonas contra su oreja, otra vez parado detrás de Anakin—. ¿No se supone que tiene dos pies izquierdos? ¿Cómo es que puede hacer ese paso tan difícil?
—Responde la pregunta que te hice antes —refunfuñó Anakin.
—¿Eh? ¿Cuál pregunta me hiciste antes?
El pobre alzó la mirada al techo, hablándole a un dios todo poderoso.
—Por favor, solo llévame ahora. Te pagaré.
Jonas lo sujetó del brazo con posesividad.
—¿Con quién estás hablando?
—Aaaah, me duele el estómago... —se quejó Padme, dejando de bailar—. Creo que voy a vomitar...
Lanzando un gruñido de desesperación, Anakin sujetó a Padme y a Jonas del brazo y los arrastró como pudo fuera de la cocina, deteniéndose en el patio trasero de la mansión. Posteriormente, los obligó a sentarse juntos en una banca de mármol blanca que se encontraba junto a una enorme piscina climatizada.
—Quédense aquí mientras les traigo un vaso con agua.
Su novio no gay miró algo detrás de Anakin y ladeó la cabeza.
—¿Quién invitó a la policía?
Al mirar por encima de su hombro, Anakin vio que había un puñado de coches de policía aparcados por toda la entrada.
—Venga ya, lo que me faltaba.
—Creo que acabo de ver al tío Hunter —murmuró de pronto Padme, sonriendo.
—¿Eh?
—Sí, es ese de ahí ¿no? —dijo ella, señalando a alguien—. Ah, viene para acá. Iré a saludarlo.
Cuando Padme intentó levantarse de la banca de mármol en el que estaba sentada, Anakin la tomó por los hombros y volvió a sentarla. Si el padre de Hendry los veía a ambos en esa fiesta, y no solo eso, sino que también se daba cuenta de que Padme estaba drogada hasta el culo, las cosas no iban a terminar bien para nadie.
Anakin sacó su celular y le envió un mensaje a Hendry.
—Tendrás que saludarlo después, ahora no es un buen momento.
Padme puso mala cara y cruzó los brazos sobre su pecho.
—¿Por qué? —se quejó, enfurruñada.
—Porque estás drogada, idiota.
—Pero...
En ese momento, la música que antes había estado sonando a todo volumen —a punto de reventarle los tímpanos a cualquiera—, se detuvo de golpe; creando una atmosfera de silencio. Solo entonces Anakin supo que había llegado la hora de arrastrar a su hermana y a su novio lejos de ahí.
Hendry
—¿Y bien? —preguntó Hendry, justo después de que Paige cerrara la puerta de la habitación a la que lo había arrastrado apenas arribó a la fiesta—. ¿Qué era eso que querías mostrarme?
—Primero que nada necesito que te sientes en la cama —le ordenó ella. Hendry la miró con una expresión verdaderamente curiosa antes de obedecer y sentarse sobre la cama—. Bien, ahora cierra los ojos.
—Paige...
—Hazme caso, anda.
Hendry suspiró, cerró los ojos y esperó pacientemente la siguiente indicación. Escuchó a Paige moviéndose por la habitación, para luego abrir y cerrar los cajones de la cómoda junto a la cama. Tras encontrar lo que tanto había estado buscando, su preciosa novia se acercó de nuevo a la cama y se sentó a horcajadas sobre él.
—Listo, ya puedes abrirlos.
Hendry abrió los ojos. Frente a él, Paige sostenía un postrecillo de chocolate entre sus dedos.
—¿Esto es...?
Paige asintió, sonriendo de manera traviesa.
—Es un brownie mágico. He oído que tener sexo mientras estás bajo los efectos de esta droga es increíble.
—¿Quién te dijo eso?
—Sophie.
—Mmm... —ronroneó él. Un hábito que había heredado de su padre—. ¿Ya lo has probado antes?
Paige negó con la cabeza, avergonzada.
—No, nunca. ¿Y tú?
—No, tampoco.
—Entonces... ¿quieres ponerlo a prueba? —le preguntó, agitando sus largas pestañas.
Hendry deslizó las manos por los muslos de Paige, sujetándola por las caderas.
—-¿Tú quieres ponerlo a prueba? —le preguntó.
—Sí, quiero hacer esto contigo y solo contigo. Por favor, di que sí.
A Hendry le era imposible decirle que no cuando ella hacía esos pucheros tan adorables.
—De acuerdo —aceptó.
Aun en la oscuridad, Paige le dedicó una sonrisa deslumbrante.
—Abre la boca y dale un mordisco —dijo, acercándole el brownie a los labios.
Hendry hizo lo que ella le pidió. Abrió la boca y le dio un mordisco al postrecillo. No mucho tiempo después, torció la boca en una mueca. Sin duda alguna esa cosa tenía la misma textura que un brownie, pero no sabía para nada como uno. Paige se llevó la otra mitad a la boca y casi enseguida hizo la misma mueca que él.
—Ugh, sabe horrible... —se quejó estremeciéndose, sacando la lengua—. No sabe nada a chocolate.
Ambos se echaron a reír. Paige rozó sus narices juntas con cariño y después lo besó. Hendry sujetó a su novia por la cintura y la hizo presionó contra la cama, colocándose sobre ella para mirarla desde arriba.
—Supongo que tardará un rato en hacer efecto —murmuró, escuchándola gemir a medida que pasaba las manos por todo su cuerpo—. Será mejor que vayamos preparando el terreno de juego, ¿no crees?
—Sí...
Hendry sonrió y comenzó a besarle el cuello, descendiendo poco a poco hasta llegar al inicio de sus abundantes senos. Levantó la cabeza para mirar por última vez el bonito vestido rojo que Paige llevaba puesto ese día antes de desgarrar la parte superior, provocando que sus grandes y redondos pechos revotaran alegremente para saludarlo. Hendry se lamió los labios y se metió un pezón a la boca para lamerlo, chuparlo y morderlo.
Paige jadeó en respuesta y echó la cabeza hacia atrás, arqueando la espalda.
A Hendry le excitaba muchísimo verla retorcerse de placer, pero más le excitaba escuchar sus encantadores gemidos. Succionó con más fuerza su pezones, haciéndola gemir con más energía. Fuera de la habitación, la música era tan jodidamente ruidosa que los gritos de Paige no podrían ser escuchados por nadie más que por él.
—Hendry...
Sin dejar de prestarle atención a sus maravillosos pechos, Hendry la despojó de su vestido, le quitó la ropa interior y separó cuidadosamente sus piernas para introducir el dedo anular en su interior. Notando la cantidad de humedad que había entre sus piernas, Hendry dejó escapar un gruñido. Estaba mojada, muy mojada.
Ese era el efecto que él causaba en ella.
Ahora bien, Hendry y Paige llevaban poco más de un año saliendo. Cuando iniciaron su relación, ambos eran unos ingenuos en cuanto al tema del sexo, de modo que, la primera vez que lo hicieron, todo fue un completo desastre. Sin embargo, ese hecho no los desanimó. Con el paso del tiempo, Hendry y Paige exploraron juntos sus cuerpos, aprendiendo cosas que no sabían el uno del otro. Actualmente, Hendry conocía tan bien el cuerpo de Paige que sabía exactamente en qué lugares tenía que tocar para hacerla sentir un inmenso placer.
—Hendry... —suplicó ella, con una voz que no parecía la suya—. Por favor...
—¿Por favor qué, Paige?
Paige apretó los labios. Apenas podía hablar. Hendry dobló el dedo que tenía en su interior y acarició una zona que era sumamente sensible para ella. Paige retorció las caderas, se aferró a las sábanas de la cama y ahogó un grito. Hendry adoraba verla de esa manera; mejillas sonrojadas, cabello enmarañado y ojos nublados. Paige no solo era la chica más atractiva del instituto. Era la chica más hermosa que Hendry había visto nunca.
Y lo mejor es que era suya.
Completamente suya.
—Por favor, Hendry —volvió a suplicar ella, mordiéndose el labio—. Por favor, lámeme.
Satisfecho, Hendry depositó un último beso en sus labios color cereza y desplazó su cuerpo hacia abajo, separándole aún más las piernas. Se remojó los labios como un hombre hambriento, deseando saborear esa tierna y delicada parte de ella. Paige levantó la cabeza para mirarle. Sus ojos se encontraron. Sin apartar sus ojos grises de los suyos, Hendry sacó la lengua y la lamió. Paige dejó escapar un gemido, echó la cabeza hacia atrás y rompió el contacto visual. Hendry tragó saliva antes de lamer nuevamente sus pliegues, abriéndola muy despacio. Maldición, era preciosa. No había ni una sola parte de su cuerpo que no fuese tan hermosa como ella.
Utilizó la punta de su lengua para trazar círculos sobre su clítoris y luego succionó su suave piel.
—Sí, justo así... —consiguió decir ella, moviendo las caderas al mismo ritmo que su lengua. De pronto, su cuerpo se estremeció. Hendry había hundido su lengua dentro de ella—. ¡Oh Dios mío, Hendry! —chilló—. ¡Sí, sí!
Hendry sonrió. Le encantaba complacerla.
Más tarde, después de conseguir que Paige se corriera en su boca utilizando solo sus dedos y su lengua, Hendry se levantó de la cama para deshacerse de su ropa y conseguir un condón. Desde su lugar, Paige contempló el atractivo y escultural cuerpo de su novio desnudo. No pudo evitar morderse el labio mientras lo veía deslizarse el preservativo por su gran y grueso pene.
Una vez listo, Hendry regresó a la cama y se colocó sobre ella.
—¿Estás lista? —le preguntó, rozándole la entrada con la punta de su miembro.
Paige lo besó, asintió con la cabeza y le rodeó cuello con los brazos, emitiendo un profundo gemido cuando él se introdujo en su interior de una sola embestida. Mientras lo hacían, ambos notaron los efectos del brownie; las sensaciones eran mucho más intensas y sus cuerpos se sentían muchísimo más relajados. Al final, ella se corrió tres veces más y él solo dos. Tras limpiarse, Paige se acurrucó junto a Hendry y se quedó dormida en sus brazos.
Durante un momento, Hendry también consideró la posibilidad de quedarse dormido. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que la ruidosa música que provenía desde el exterior de la habitación se había detenido hacía ya un buen rato. Frunció el ceño, se levantó de la cama para ponerse la ropa y fue a echar un vistazo. La mitad mitad de los adolescentes que había visto al llegar habían desaparecido, incluyendo a Padme y Anakin
Al bajar las escaleras, comenzó a sentirse mareado, por lo que tuvo que sostenerse de la pared.
Mientras trataba de recuperarse, algo llamó su atención en el suelo y se agachó a recogerlo para ver de qué se trataba. ¿Un porro? Hendry suspiró y pensó en tirarlo de nuevo al suelo, cuando, por alguna razón, levantó la cabeza y entonces, se encontró con un rostro muy parecido al suyo.
«Mierda, soy hombre muerto»
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