1.Apreciación
Caen.
Una a una, caen.
Lo hacen a su propio ritmo. De una manera lenta y casi tortuosa, aferrándose hasta la última oportunidad para sobrevivir. Hasta la última oportunidad de poder permanecer en su sitio.
Sin embargo, ¿de qué les sirve realmente, cuando al igual que el resto besarán el suelo? Porque sí, lo quieran o no, la muerte siempre terminará siendo su fin.
Disfrutando de ver el trayecto hasta el final de su existencia, mis ojos recorren cada copa de cada árbol.
Es la perfecta representación de que mientras respiras, en el mundo están muriendo millones de personas. Sin embargo, para alguien más, esta imagen podría representar un atardecer, o quizás, en el más positivo de los casos, un amanecer. Uno eterno. Pero no te engañes, porque nada lo es. Porque una vez que desparezca el sol, e incluso en el momento antes de salir, todo es oscuridad.
—Oppa! *
Mi atención terminó recayendo sobre esa niña, en la acera del frente. Era la misma que veía todos los días, a la misma hora. Corría con una enorme sonrisa en su rostro hasta alcanzar a su hermano mayor.
—Juguemos a las escondidas, oppa.
Jugar... a las escondidas...
—¿A las escondidas? —preguntó él y ella asintió—. Está bien. Comenzaré yo, ¿te parece bien?
Ella asintió nuevamente y la vi correr apenas el chico cubrió su rostro con ambas manos y comenzó a contar.
—Tengo miedo —susurra.
—Lo sé —susurra también.
—¿Podemos salir ya?
Negó con la cabeza.
—Todavía no.
—¿Por qué no? —pregunta ella.
—Te lo dije antes. Estamos jugando a las escondidas.
—¿A las escondidas? —algo sorprendida.
—Sí. Así que, como queremos ganar, debemos permanecer en silencio y no hacer ningún ruido.
—Hacer silencio. No hacer ruido —repite para sí, asintiendo con la cabeza.
—Exacto —sonrió él, colocando una de sus manos sobre la cabeza de ella.
—¿Estudiante?
Aquella voz me obligó a despegar la mirada de los hermanos, para colocarla en su dueño. No le respondí de vuelta, simplemente esperé que él mismo me dijera el motivo por el cual me había llamado.
—Su autobús acaba de llegar. Es el que suele tomar ¿no?
Dirigí la mirada al vehículo recién estacionado frente a nosotros. Su tamaño me bloqueaba la vista, por lo que ya no podía ver a los hermanos.
Me pregunto si la habrá encontrado al final
Negué con la cabeza haciendo tal innecesario pensamiento a un lado. Luego me puse de pie, dirigiéndome a la puerta del bus, no sin antes agradecerle al señor con un ligero asentimiento de la cabeza.
En la puerta del bus alguien tropezó conmigo. Se disculpó, pero no le presté la más mínima atención. Simplemente caminé hasta al fondo como de costumbre, asegurándome de tomar uno de los asientos junto a las ventanillas.
—¿Ya ganamos?
—Aún no.
—¿Cuánto más hay que esperar? —comienza a molestarse—. Ya no quiero seguir jugando a esto. Es aburrido.
Su actitud adorable y la forma en la que cruzó sus pequeñas manos sobre su pecho, le arrancaron una ligera carcajada.
—Solo un poco más, peque —pellizcó dulcemente su mejilla izquierda—. Ya casi ganamos.
—Pero...
El sonido de algo rompiéndose en el primer piso, terminó interrumpiendo su protesta.
—¿Q-Qué ha sido eso? —envolvió una de sus manos en una de las mangas de él, estrujándola.
—Eso... D-Debió haber sido el gato.
—¿Gato? —confusa—. ¿Cuál gato? Nosotros no tenemos uno.
—Pues... —algo nervioso—, el de la señora Cha ¿cuál más? Sabes que le gusta meterse a la casa de vez en cuando.
—Ah, cierto...
El suspiro de alivio que casi dejó sus labios, fue interrumpido por unas voces que se escuchaban cada vez más fuertes.
—Oppa... —tira de su manga—, ellos... ¿Están discutiendo?
—Pues...
—¿Están enojados acaso? ¿Por qué?
—Lo que sucede es que... —apartó la mirada y dejó ir aquel suspiro, pero esta vez no era de alivio, era de resignación—, están enojados porque no quieres dormir.
Cerró sus ojos apenas aquella mentira dejó sus labios. No era la primera, tampoco sería la última, pero odiaba cada vez que tenía que hacerlo.
—Pero oppa, si me duermo, el monstruo aparece —se aferra a él, asustada—. No quiero dormir.
—No hay ningún monstruo —volteó a verla, acariciando su cabello—. No mientras yo esté contigo. Así que venga, duérmete.
—¿S-Seguro?
—Seguro —le sonrió dulcemente—. Estaré aquí siempre que despiertes.
—¿Lo prometes?
Abrí mis ojos rápidamente y aferré mis manos con fuerza a los costados del asiento frente a mí.
Mi centro de gravedad fue removido de su sitio bruscamente, haciendo que mi cuerpo se fuera de bruces. Afortunadamente una mano sostuvo mi cabeza, impidiendo que chocase.
Levanté la cabeza, incorporándome en mi sitio. Pude ver la palma de la mano de ese chico aun sobre la parte superior del asiento.
Quise decir algo, pero esa frase tan familiar me paralizó.
—Lo prometo.
Apreté mis manos con fuerza, sintiendo el plástico comenzar a atravesar mi piel.
Me detuve apenas comprendí lo que sucedería si me dejaba llevar y mis dedos comenzaron a dibujar líneas. Fue entonces que me percaté de que su mano ya no estaba y de que no había nadie junto a mí.
Quizás lo había imaginado.
Terminando con un suspiro, descansé la cabeza sobre el cristal una vez más y contemplé el exterior mientras el autobús estaba detenido.
Innumerables rostros pasaban frente a mí y acababa obteniendo una que otra mirada de ellos. Las expresiones reflejadas en cada una de sus facciones denotaban la cantidad de secretos que ocultaban, así como la historia detrás de cada una de esas pobres almas corruptas.
Los seres humanos éramos una inagotable fuente de información, o como a muchos les gustaría llamarlo: una fuente inagotable de sentimientos y emociones.
Pero resulta que debajo de cada perfecta sonrisa utilizada como fachada, estaba oculta una verdad impura. Una intención o deseo reprimido. Un pecado latente esperando ser liberado y un portador desesperado por sucumbir ante él.
Eran secretos oscuros y verdades jamás contadas. La cara de la luna que esta jamás nos dejaba ver. Así que, si existen tales cosas como el cielo y el infierno, debíamos ser parte del segundo, porque cada persona es su propio infierno, yo misma vivo quemándome, lentamente, en el mío.
De la nada, el bus comenzó a andar. La imagen indescifrable terminó convirtiéndose en una simple captura de pantalla, que no tardaría en olvidar.
Un semáforo después, había llegado a mi destino. Sin embargo, no estaba dentro de mis planes asistir a la primera clase; mucho menos cuando ya iba retrasada.
🍂🍁🍂
—Pero miren nada más a quién tenemos aquí.
Detuve el movimiento de mi lápiz sobre mi cuaderno.
—¿Saltándote clases otra vez?
Toqué mis labios con la parte superior del lápiz, en un gesto pensativo, mientras miraba mis trazos al azar aun sin forma aparente.
Se levantó un poco de brisa. Las hojas en mi cuaderno danzaron. El olor característico del petricor inundó mis fosas nasales y le dejé llenar mis pulmones.
Quizás llueva hoy
—Estoy hablando contigo, perdedora. ¿Acaso no me escuchas?
Una idea llegó a mi cabeza y entonces retomé mi dibujo. Apenas lo hice, mis audífonos fueron arrebatados bruscamente de mis oídos.
—Odio que mi ignoren.
Líneas
Eso fue lo único que escuché.
Tengo que dibujar más líneas
—¿Qué parte de que no me gusta que me ignoren ¡no entendiste!?
Mi cuaderno fue arrebatado también y aventado lejos.
Mi mano quedó suspendida en el aire durante algunos segundos, pero no tardó mucho en retomar mi acción de antes.
Líneas... aun no son suficientes
—¿Se puede saber qué haces, estúpida?
Su molestia comenzaba a ser evidente. El tono de su voz se tornaba cada vez más irritante de lo que realmente me parecía.
—¿Qué hace? —susurró una de las otras dos que venían con la primera—. ¿Acaso está loca?
—Bueno...
La otra chica cayó de inmediato apenas el movimiento de mi mano se detuvo, gesto que captó la atención de las tres.
Volteé a ver a la que me había arrebatado mis audífonos y entonces me puse de pie, extendiendo mi mano izquierda frente a ella.
—¿Podrías devolvérmelos?
El tono seco y apagado en mi voz, carente de emoción alguna, haría dudar de que en realidad los quería de vuelta. Pero mi expresión y mi voz se caracterizaban por ser de esa forma. Siempre neutros, carentes de aquello que llamaban sentimientos.
La chica de antes intercambió miradas con las otras dos. Luego bajó la mirada a mis audífonos que aun estaban en sus manos. De la nada sonrió, tomándolos con ambas manos.
—¿Te refieres a estos? —tiró de ellos hasta romperlos y dejarlos caer al suelo—. Lo siento, es que al parecer estaban algo defectuosos. Pero bueno, dicen que todo se parece al dueño.
Una sonrisa malintencionada adornó sus labios al terminar sus palabras, pero no me molesté en apreciarla, solo me agaché para recogerlos. Sin embargo, algo detuvo mi acción. Mi mano se congeló antes de tocarlos siquiera. Era una imagen. Una imagen que elevó las comisuras de mis labios sin poder evitarlo, que terminaron adornados de sangre apenas recibí una patada suya en la nariz que me hizo caer sentada.
—¡Muy buena, Mi Soo! —le felicitó.
—Justo en el blanco —rió la otra.
—¿Verdad que sí? —alardeó la tan aclamada—. Ahora veamos qué tal quedaste.
Se acercó adonde estaba y se agachó para quedar a mi altura. Una vil sonrisa se asentó en sus labios apenas me agarró del cabello para obligarme a verla a los ojos. Entonces pasó algo que la desconcertó y la obligó a borrar esa sonrisa.
—¿Por qué sonríes, imbécil? —reclamó del todo molesta—. ¿Qué te causa tanta gracia?
Negué con la cabeza, aun con la sonrisa tonta bailando en mis labios. Terminé dejando caer mi cabeza hacia atrás y entonces pude ver el cielo.
—¿Creen que llueva hoy? —solté sin más—. Yo creo que no lo hará.
Cerré mis ojos. Extrañaba esta sensación de calma. Hacía mucho no sentía algo como esto.
Quiero más...
Necesito más...
—¿Acaso te falta un tornillo? —Mi Soo me soltó y caí acostada bocarriba en el suelo.
Abrí mis ojos y contemplé las nubes grises. Había un pequeño destello intentando abrirse paso entre ellas, pero terminó siendo consumido.
Sonreí y extendí mis brazos a los costados, con la palma de mis manos hacia arriba.
Quiero más...
—¿Quieres más?
Levanté la cabeza y observé el rostro perverso de Mi Soo y de las demás. ¿Lo había dicho en voz alta? Porque siendo así....
—Quiero más —repetí.
—De acuerdo —sonrisa diabólica—. Te daré más —me obligó a levantarme—. ¿Qué dices si jugamos un ratito?
Jugar...
¿Quieres jugar conmigo?
Algo dentro de mí se encendió apenas escuché esa frase. Pero la voz macabra de mi compañera me sorprendió antes de poderla procesar, ya que se acercó demasiado a mi oído para susurrar: —Vamos a divertirnos.
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Oppa: término usado por las chicas para referirse al hermano mayor, aunque también se utiliza para referirse a los amigos más cercanos o incluso al novio, si es que son mayores que la chica, por supuesto.
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Hola!
Espero que hayan disfrutado del capítulo y perdón si les pareció algo corto.
Como pudieron percibir, nuestra protagonista tiene una visión bastante particular del mundo y de lo que le rodea. Y es obvio que hay una razón para todo ello. Pero me gustaría saber ¿qué piensan ustedes? ¿Son más Team Amanecer o Atardecer? ¿Qué les transmite ver las hojas de otoño? ¿O acaso comparten el punto de vista de nuestra prota?
Déjenmelo saber, estaré encantada de leerlos. ♡
Un dato antes de despedirme: Cuando sientan que ya no pueden aguantar más, que el enojo puede llegar a superarlos, intenten dibujar líneas, eso ayuda a calmar nuestros demonios internos 🧘🏻♀️
Hasta el sábado que viene!
Saludos galácticos 🪐
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