_____ Acaricias en el cabello
En la antigua Grecia y Roma, se tenía la creencia de que el cabello de los hombres reflejaba su fuerza y honor. Cuanto más largo sea el cabello más prestigio y virilidad se le asocia al guerrero.
Cortarlo era señal de desgracia y deshonra, siendo ese el mayor castigo: Perder el cabello. Muchos en el mando de Athena aun tenían esa crecía, por eso era normal ver a tantos Santos de larga caballera, principalmente entre los dorados. Aunque como el, había varios s los que simplemente el cabello no les crecía a esas alturas.
Shiryu, caballero de dragón y futuro de libra era sin duda ante los ojos de Shura una señal de eso. Un hombre noble y leal, fuerte e inteligente, cualidades que por un tiempo Shura se engaño creyendo tener, pero siendo una farsa. Que Shiryu sea poseedor de Excalibur sentía que se lo tenía merecido, un regalo de su parte al no sentirse tan digno viendo lo equivocado que estaba. Shiryu era un gran caballero y hombre cuyos largos cabellos simbolizaban eso a la perfección.
Lo amaba de una gran manera. Lo adoraba y estaba feliz de haberlo podido enamorar.
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Apoyado en las paredes del templo de capricornio. Fuera de este mejor dicho, el Santo de Dragón y el guardián de dicho templo se encontraban en una posición comprometedora, encerrados en una burbuja de placer, importándoles nada que los vieran, jugando con el morbo de ser visto.
Mientras Shiryu se sostenía de los brazos a la pared, capricornio con ambas manos lo sujetaba de la caderas, penetrando hasta lo más profundo que podía ser posible.
La luz de la luna reflejada en la capa de sudor que sus cuerpos cubrían, hacía para Shura el momento más deleitable. Pasando sus manos delicadamente por sus cabellos como señal para que Shiryu voltearse en rostro, dejando un beso en su rostro, acompañado de palabras candentes para el momento.
- Quiero besarte. - Pidió el Santo de bronce. Shura lo complació rápidamente, moviendo a Shura y sujetándolo de más piernas para apoyar su espalda en la pared, besándolo sin dejar de penetrarlo, dónde el calor de sus grandes músculos chocaban uno contra los del otro.
- Mi amor, tu idea fue buena. La estoy pasando muy rico, ¿Pero no prefieres que entremos? Hay cosas que me gustaría hacerte con más comodidad. - Sin rechistar Shiryu acepto.
Si algo había aprendido Shura es que Shiryu tenía mucha flexibilidad en las extremidades. Haciendo divertido inventar o probar poses nuevas de vez en cuando.
Ya sobre la cama, Shura se acostó quedando boca arriba. A lo que, parándose de brazos sobre la cabera de su novio la boca de Shiryu quedó en el punto correcto para hacerle una garganta profunda a Shura, engullendo hasta el último centímetro de su miembro erecto. Ahogando al Santo de oro en sus propios gemidos.
- Joder, me vas a dejar seco. - Exclamó. Cómo le gustaría tener las piernas y el trasero de su novio para tocar y besar toda esa área de piel provocativamente formada. Toda la espalda de Shiryu la tenía directo a la vista. - Shiryu ven aquí. - Su voz salía entrecortada por la excesiva felación en su miembro, pero lo suficientemente clara para sonar seductora.
Shiryu por su parte no tardó en obedecer, a lo que, apenas concedido Shura le alzó las piernas en lo alto alineando su miembro una vez más sobre ese punto entre sus glúteos esperando tocar de un solo golpe su punto dulce hasta hacerlo gritar de placer.
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- Vaya que estoy muerto. - Cayendo boca, el Santo de bronce busco una posición cómoda para descansar. Habían tenido un gran orgasmo que ninguno se tomó la molestia de limpiar. La cama estaba manchada de semen y sudor, entre las piernas de Shiryu también escurría un delgado hilo de esperma.
- Si que tardamos mucho. No esperaba que una pequeña idea sea tan placentera. - Mirando el reloj en la pared eran por encima de las 2 de la mañana. Habían estado largo raro teniendo sexo.
Lo que era la resistencia de un Santo, ya que ninguno se sentía exageradamente cansado.
Ignorando eso y volteando a ver a su novio, la mirada de ambos se cruzaron por unos ligeros minutos. Hasta que Shura se paró, buscando un peine entre sus cosas y volviendo con él.
- Tienes el cabello asquerosamente desordenado. Ven o mañana tendrás un nido en la cabeza. - Sin decir mayor palabra, solo acertando a dedicarle una sonrisa a su novio, el santo de bronce acepto.
Los dedos de Shura acariciaban su cabello mientras lo peinaba, disfrutando de cuidar ese rasgo de su novio, se podría decir que era una de las cosas que le encantan de el. No era la primera vez que Shura hacía eso y no sería la última. Terminando por recogerlo en una enorme trenza.
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